𝟬𝟮𝟴━━ Ethan alias Ghostface
❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘-𝓔𝐈𝐆𝐇𝐓 ❜
𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 👻☎️
𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐒...
༉‧₊˚. ♯ Ethan alias Ghostface
¿Qué pasa, Evelyn?
Parece que has visto un fantasma.
Oh, ¿no pensabas que los fantasmas también podían matar, verdad?🔪
N. de la A. ❨Cuando veáis este emoji 👻
reproducid la música del vídeo que está al principio del capítulo.
Así la escena será mucho más real y más fácil de imaginar❩
━━━ ¡𝐕𝐀𝐌𝐎𝐒, 𝐂𝐎𝐆𝐄 𝐄𝐋 𝐌𝐎́𝐕𝐈𝐋! —exclamé y mientras la llamada sonaba, le escribí un mensaje:
Ethan, n! vengaS, me hass oído?!
Por lo que máss quieras..., noo Vengas!
Escribí tan rápido con los dedos temblando en una situación tan desesperante que ni siquiera hice amago de corregir los fallos ortográficos. Vi de reojo por la ventana que en el otro lado, Ghostface cogía el móvil y aceptó una llamada. Comprendí enseguida que era mi llamada. Lo miré, horrorizada.
Ghostface le había robado el móvil a Ethan..., o lo había matado y se lo había quedado..., o...
No, eso no.
No quería ni pensarlo.
El enmascarado acercó el móvil a la máscara y yo le imité acercando el aparato a mi rostro, tragué saliva y oí a Ethan, estaba asustado.
👻
—¡Evelyn, Evelyn...! Por favor, ayúdame. ¡Oh! ¿Dónde estás? ¡Dime que estás bien y no con ese hijo de puta! —Automáticamente desde que dijo esa palabrota sabía que no era el Ethan que conocía porque no era propio de él blasfemar. No contesté y oí una risa desconocida, esta vez, Ghostface apretó un botón en su cuello tapado y la voz de Ethan desapareció, convirtiéndose en la voz modulada del propio Ghostface que ya estaba acostumbrada a oír. Sentí que mis piernas temblaban, amenazándome con tirarme al suelo de un momento a otro—. Hola, cariño, ¿sabes quién soy? —No contesté y él, al comprobar que no había nadie y estaba sola, se quitó la máscara. Cerré los ojos por el miedo que suponía pensar lo que no quería pensar pero la curiosidad me jugó una mala pasada y los abrí.
Al hacerlo, descubrí que ya no era Ghostface quién estaba enfrente de la ventana. Era Ethan con la misma vestimenta que llevaba segundos antes el enmascarado. Era Ethan el que llevaba la máscara en la mano mientras sujetaba el móvil. Era Ethan el que había matado a Quinn y a Anika. Era Ethan el que llevaba sujeto el cuchillo ensangrentado con una gran sonrisa —y no de las que estaba acostumbradas a ver—: esta era una sonrisa diabólica y oscura, totalmente nueva para mis ojos. Sentí que una lágrima caía sobre mi rostro.
—No... —Es lo único que pude articular—. Tú no...
—¿Qué pasa, Evelyn? Parece que has visto un fantasma —sonrió detenidamente sin dejar de contemplarme—. Oh, ¿no pensabas que los fantasmas también podían matar, verdad?
El caso es que el fantasma que tenía enfrente de la ventana no era un fantasma desconocido. Era conocido y extraordinariamente familiar, mucho más real y doloroso de contemplar.
Tampoco contesté, mis piernas finalmente temblaron y mi corazón bombardeaba fuertemente, mi vista se nublaba y mis manos no respondían, el móvil cayó al suelo pero apreté sin darme cuenta el botón de manos libres. Mis ojos solo estaban clavados en Ethan alias Ghostface —como habría dicho Mindy— mientras varias lágrimas se impulsaban de mis cuencas húmedas, expulsadas por el dolor, la traición y el engaño.
Me había engañado todo este tiempo. Había estado a mi lado mientras me hacían daño sin darme cuenta que él mismo pertenecía a ese maldito juego. Había estado innumerables veces diciéndome que le daba miedo la sangre cuando él disfrutaba con sus propias manos ensangrentadas torturando a sus víctimas. Había estado con nosotros todos los días haciéndonos creer que tan solo era un chico tímido e inocente cuando en realidad era un monstruo.
Lo peor: me había hecho creer que me amaba pero solo lo hizo para reírse de mí y de mi ingenuidad.
Monstruo. Monstruo. Monstruo.
Qué estúpida fui a creerme todas tus mentiras.
Qué fuerte hijo de puta.
—Monstruo... —susurré con apenas un hilo de voz y él lo escuchó. Me dirigió una sonrisa y yo lo miraba cómo una extraña miraría a un extraño. Indiferente—. ¿A cuántos?
—¿A cuántos qué? —preguntó arqueando una ceja con expresión pícara, volviendo a su voz normal. Sabía a lo qué me refería, lo sabía muchísimo.
—¡No te hagas más el tonto, Landry! —le rugí cogiendo el móvil de nuevo—. ¿¡A cuántos has matado!? —Él se rió por mi enfado.
—A unos cuántos —bromeó él como si nada.
—¡Dilo! —exclamé, acercándome a la ventana.
—¡Ya te lo he dicho! ¡A unos cuántos! —Seguía con su jueguecito.
Reí con desdén.
—Eres un maldito estúpido —le escupí—. Sobre todo yo, al creerme todas tus mierdas de tonto. —Empecé a enumerar todas esas frases que había dicho en esos días de pesadilla como actor de pacotilla que es, imitando su voz asustada—. ¡Oh! «No me gustan estas cosas, lo siento, Sta, pero no puedo. Me horroriza pensar en el miedo que tuvieron que pasar sus pobres víctimas y el espantoso trato que tuvo con ellas». ¿Te acuerdas, Landry? ¡Claro que te acuerdas de la última vez que estuvimos con Stacy! Después dijiste: ¡Oh! «Tanta violencia e ira me provoca ansiedad porque no estoy acostumbrado a esas cosas» ¡Cuando tú mismo eres consciente de ese mismo miedo y no tienes reparo en hacerlo sentir a cualquier persona! Y luego.... —pausé, riendo con nuevo desdén.
»Vi que Ethan me miraba como lo hace un niño al ver una actuación circense; medio asombrado, medio divertido—. Te ganaste el premio Óscar al mejor actor del año cuando mataron... mataste a ese chico en la casa de Mindy y me hiciste creer que estabas cagado de miedo cuando en realidad estabas regocijandote viendo lo que habías hecho: «¡Oh...!» —Volví a imitarlo poniéndome una mano en la boca como él había hecho en su momento—: «¡Madre mía! ¡Nadie se merece esto! ¡Ni siquiera él! ¡Por Dios! ¡Lo han matado! ¡Ghostface se lo ha cargado! ¡Por favor, qué crueldad!»
Ethan se rió sin reparo, lo mismo que hubiera hecho para ese entonces; pero tuvo que guardárselo porque estaba jugando a las casitas imitando el rol de un chico tonto e inocente.
—Eres tan expresiva, Eve... —murmuró, mirándome con una expresión llena de cariño pero me recordé a mí misma que ese ya no era el Ethan que conocía—. Nunca me cansaré de ti porque...
Lo corté con una risotada histérica, me estaba desahogando.
—«¿Voy a morir virgen? ¡No quiero morir virgen!» —Volví a imitarlo—. Sin duda, esa frase fue de las mejores. Mentiroso embustero, vete a la mierda, solo dices mentiras.
Hice ademán de colgar pero él articuló mi nombre, esta vez con expresión seria.
—Evelyn, hay muchas cosas que sí eran y son verdad —confesó y al ver que no le iba a dar tiempo de hablar porque estaba decidida a dejarlo colgado se precipitó a confesarlo del todo—: Te quiero.
—No, no sigas por ahí —le dije, negándole con la mano—. No sigas por ahí...
Ya volvió a sus juegos.
—Voy a decirle a todo el mundo quién eres en realidad —le amenacé pero estaba claro que no podía hacer eso y me sentía muy mal por ello. Era lógico que tenía que hacerlo.
Ethan no dijo nada, ni siquiera hizo amago de escandalizarse. Estaba quieto y sus ojos fijos en los míos. Me pregunto qué hubiera hecho si estuviera aquí, a mi lado, en este preciso instante.
¿Me apuñalaría si viera que tengo intenciones de bajar por las escaleras corriendo para decírselo a Samantha y a todo el grupo?
—Sé que no lo vas a hacer y te diré los tres motivos por lo que pienso esto —zanjó él, tranquilo, dejando el cuchillo a un lado—. Primero: no conseguirás nada con eso, lo único que harás será alimentar tu odio. Segundo: ¿de verdad piensas que ese grupo me va a detener después de todo lo que ha pasado yendo como les está yendo? Y tercero, lo último pero no menos importante, casi diría yo que es la razón que más peso tiene... —En sus ojos había un brillo intenso, creo que ya sabía lo que iba a decir. Estaba nerviosa—: Me amas, todavía me sigues amando.
Lo peor de todo, es que era verdad y me sentía terriblemente culpable por ello. El cuerpo de Anika yacía abajo, siendo recogido por la policía y yo aquí siendo consciente de que aún amaba al chico que la había asesinado. Quería quitarme de la cabeza ese sentimiento, estrujarlo con una piedra si era posible pero era consciente de que aún deseaba con toda mi fuerza que solo fuera un pensamiento pasajero, que solo fuera porque no podía creerme que el único chico que me había amado de verdad en este mundo y no me había abandonado como si fuera una mierda era Ghostface.
«Y tercero, lo último pero no menos importante, casi diría yo que es la razón que más peso tiene... Me amas, todavía me sigues amando». Escuché esa frase una y otra vez en mi mente, contemplé de nuevo aquel brillo intenso con el que lo había dicho a través de los recuerdos vividos que llegaban a mi cabeza a modo de horripilantes flashbacks. Comprendí del todo que tenía razón y eso me hacía culpable, eso me hacía ser un monstruo como lo era él.
Me amas, me sigues amando.
Tenía ganas de llorar, de chillar, de romper muebles, de abofetearlo hasta hacerle sangrar. De todo. Tenía ganas de besarlo, de olvidarme de los acontecimientos malos, de sentir la calidez de sus abrazos.
Eran pensamientos contradictorios. Toda mi cabeza era un desastre y exploté. Exploté como nunca antes lo había hecho. Acerqué el móvil a mis labios mientras todas las demás lágrimas contenidas cayeron en picado sobre mi rostro, empapando todas mis manos y mi cabello despeinado.
—¡Vete a la mierda! ¿¡Me has oído!? ¡Vete a la mierda! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan! ¡Lo digo en serio! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan muchísimo! Vete a la mierda, maldito capullo asqueroso, te odio. ¡Te odio! ¡Te odio! Has jugado conmigo, ¡te odio!
Te amo.
Le descolgué antes de que pudiera hablar y bajé las escaleras corriendo sin dirigirle la mirada. Tenía los ojos llenos de lágrimas, vi al grupo destrozado más adelante junto con el detective Bailey que lloraba por la muerte de su hija Quinn, al menos tenía excusa si me preguntaban el por qué lloraba tan fuerte.
Aunque esa excusa era un disparate.
No quería hablar, tan solo tenía ganas de correr y alejarme. De chillar. Solo quería paz, sin más traiciones. Solo quería verdades, sin más mentiras.
No una mentira de alguien a quién amaba.
Al que amas muchísimo, dijo una voz en mi cabeza.
—¡No! —Chillé para mí misma—. ¡No! —Casi me caigo al tropezarme por un escalón por las prisas pero me pude recobrar antes de estamparme contra el suelo y cuánto más me acercaba al grupo, más pensaba en decirles la identidad de uno de los tres Ghostface, lo fácil que era pensarlo, lo difícil que sería decirlo, confesarlo.
Confesarlo todo.
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