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𝟬𝟭𝟲━━ That's what 𝗳𝗿𝗶𝗲𝗻𝗱𝘀 are for

❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓢𝐈𝐗𝐓𝐄𝐄𝐍 ❜
𝗙𝗨𝗖𝗞! 𝗪𝗛𝗔𝗧'𝗦 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗟𝗔𝗦𝗛𝗘𝗥?! 🎃🪓
𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐒...
༉‧₊˚. ♯ Para eso están los 𝗮𝗺𝗶𝗴𝗼𝘀

Era tan suave como un peluche, tan comestible
como un pastel, tan deseable como la noche 🔪

N. de la A. Cuando veáis este emoji 👻
reproducid la música del vídeo que está al principio del capítulo.
Así la escena será mucho más real y más fácil de imaginar

𝐀𝐋 𝐋𝐋𝐄𝐆𝐀𝐑 𝐀 𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐒𝐔𝐏𝐄𝐑𝐈𝐎𝐑 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐒𝐀, me encontré con varias parejas besándose por los rincones y otros fumando algo que desconocía en las esquinas más apartadas. Yo estaba sola y me dirigí a una zona privada. Lo bueno es que al ser amiga de confianza de Mindy esta nos dejaba las llaves de las habitaciones. Me dirigí a la habitación más alejada.

Iba caminando apresuradamente mirando a todos lados sin mirar especialmente nada mientras las palabras de Lady Gaga reverberaban en mi mente. Estaba segura de que si alguna de esas estúpidas moría en manos de Ghostface no lloraría ni me lamentaría por ellas.

I won't cry for you.

I won't cry for you.

I won't cry for you.

I won't cry for you.

Alguien me agarró desde atrás, pensé que era Ethan o Chad pero el pánico se apoderó de mí cuando fui consciente de quién se trataba. Era el mismo tipo del tupé negro. El que no paraba de observarme. Me intenté zafar de él pero me incapacitó, atrapándome las muñecas y llevándome al dormitorio al que quería ir. Quería mover las piernas pero no fui capaz, puso todo su fuerza sobre mi cuerpo, estampándome contra la pared con un sonoro golpe.

—¿Me has echado de menos? —me susurró en el oído, mordiéndome delicadamente la oreja. Intenté zafarme de nuevo pero por más que lo hacía, más fuerza ejercía sobre mí—. ¿Me reconoces, verdad? —Apartó sus labios de mi oído para que sus ojos se cruzaran con los míos. Eran azules, azules como el mar pero en los suyos no había agua limpia: era agua estancada llena de mierda y malicia—. Sí, seguro que sí...

—No sé quién eres. No sé quiénes sois, panda de chiflados. En mi vida os he visto. —Puede que los demás sí en la universidad pero jamás se habían encontrado con ellos para hablar.

Pero creo que no se refería a eso precisamente.

¿Era Ghostface quién estaba a mi lado en ese instante? No tenía los dedos torcidos ni ninguna contusión en la frente. Estaba perfecto.

Demasiado perfecto.

¿Acaso había un tercer asesino?

—Oh, no importa, ¿sabes? —pausó, sus labios se abrieron para dibujar una sonrisa diabólica. Sentí cómo deslizaba su mano sobre mi traje y me lo levantaba, deslizando sus dedos calientes sobre mis muslos, volví a hacer amago de detenerlo pero este me gritó—. ¡Quieta, perra! —Volvió a serenarse y acercó sus labios de nuevo a una de mis orejas—. Como te iba diciendo... no me pareces fea como dicen aquellas dos zorras celosas. Me pareces guapa y muy... sexy... sobre todo, cuando gritas —pausó con diversión mientras repiqueteaba con golpes rápidos y firmes mi ropa interior y me levantaba el traje hasta dejarlo a la altura de mi ombligo—. Quiero verte gritar de nuevo...

—¡Maldito asesino de mierda! —le grité—. ¿Eres tú otro de esos capullos enmascarados, verdad?

—Lo soy —se rió pero pausó. Esta vez volví a ver ese tono despectivo en su mirada—. ¡Es broma! ¡Pero fue divertido asustarte! —exclamó, lanzándome a la cama—. Lo que sí es verdad es que me pones mucho y no sabes cuánto he disfrutado imaginando cómo has escapado de Ghostface, ¿qué le has hecho con esas manos tan delicadas? Bueno, no hace falta que hables porque hoy... veré lo que es disfrutar con una que ha perdido toda sus cuerdas vocales. Veré si te las puedo recomponer de nuevo mientras chillas para mí. —Su cuerpo se puso encima del mío, apresándome con toda su fuerza, noté un gran bulto en sus pantalones sobre mis partes.

Apreté los puños mirando hacia la puerta, sacando toda mi fuerza para escapar pero sus rodillas se clavaban en mis pies.

—Eso no se hace, perrita. Voy a tener que enseñarte ciertos modales y a hacerte sumisa a ti a tu coño —susurró con una gran sonrisa mientras con un dedo empezaba a quitarme las bragas.

—Déjala en paz. —Ethan apareció en la puerta. Su pecho subía y bajaba. No sé si por el esfuerzo de subir las escaleras atestadas de gente o porque se estaba conteniendo al ver esta situación aunque ahora que lo pienso, no sabía pelear así que lo más probable es que acabara perdiendo.

—Anda, el niñito. ¿Te has perdido? —dijo el chico del tupé, no cesó su fuerza en mí pero dirigió su mirada hacia Landry de modo que no podía escapar de él—. Esto no es un sitio para ti.

Ethan no se fue.

Detecté de nuevo ese algo en su mirada pero Ethan al mirarme, cambió de esa expresión a una de miedo.

—¿Quieres que busque a tu mamá para que te lleve de la manita porque no sabes buscar la salida tu solito? —insistió el chico del tupé—. Oh, vamos, no me jodas la fiesta.

Ethan no hizo amago de marcharse. Me fijé que sus puños estaban blancos y temblando de tanto apretarlos. Seguramente no daba el paso porque sabía que haría el ridículo y lo estamparía en el suelo delante mía.

—He dicho que te largues —prosiguió.

—Y yo he dicho que la dejes en paz —dijo Ethan firmemente—. Por favor.

El chico del tupé se rió y frenó algo su fuerza sobre mí. Estaba claro que se estaba batallando si quería seguir conmigo o darle un puñetazo a Ethan en toda la cara y echarlo allí a patadas.

—¿Aparte de ser un puto gilipollas también estás sordo? ¿Es que no tienes orejas para escucharme? L-á-r-g-a-t-e —Deletreó la última palabra como si Landry fuera un auténtico idiota.

Aproveché ese momento para darle tal patada en las pelotas que se quedaron hasta blandas.

—¡Eres una puta perra! —chilló mientras me incorporaba pero me tiró del cabello hacia atrás con la mano libre, con la otra se apretujaba sus partes por el dolor que le había causado el golpe. Ethan se acercó a nosotros pero el chico le dio un puñetazo en toda la cara.

—¡No! —chillé.

Todo el cuerpo de Ethan estaba temblando. Seguramente estaba asustado cuando se recobró del golpe.

Chad había subido las escaleras, por lo que veía estaba buscando a alguien, seguramente a nosotros y ya se dirigía hacia la habitación más apartada.

El chico del tupé lo vio de reojo y se dispuso a marcharse.

—Os vais a arrepentir de esto, putos inútiles de mierda —gritó mientras se marchaba y enseñándonos el dedo corazón—. ¡Comédmela!

Chad apareció, agitado.

—¿¡Pero qué ha pasado!?

—Ese loco intentó... —dije pero no pude continuar.

Ethan se lo dijo para que pudiera tranquilizarme y no tener que revivirlo contándolo.

—Que se considere muerto —murmuró Chad cargado de rabia, dándole un puñetazo a la puerta—. Ethan cuídala, voy a vigilar la puerta para que no entren más mierdas de estas —continuó mientras bajaba.

Me senté en el suelo y agaché mi cabeza, tapándome el rostro con los muslos y rodeándola con mis manos. Empecé a llorar debido a la frustración y a mi mala suerte.

¿Por qué me pasaba esto?

A veces era una repelente de chicos y otras, solo venian a mí malditos desesperados. Estaba hasta los ovarios.

Sentía ira.

Sentía rabia.

Sentía rencor.

Ethan se sentó a mi lado, ya no tenía el yelmo en la cabeza pero sí el cabello alborotado por lo que había pasado. El puñetazo le había dejado el pómulo derecho totalmente enrojecido.

Deseé que mis sollozos fueran silenciosos pero Ethan me conocía muy bien. Me puso las manos encima de las mías.

—Mírame —me dijo él. Al principio me costó que me viera así pero lo hice. Cuando vio mis lágrimas, sonrió tiernamente y me acarició el rostro húmedo con sus dedos—. No tienes por qué arrepentirte de llorar. Llorar te hace fuerte.

—Yo... —susurré. No podía hablar. Toda la desesperación, el miedo y la rabia vivida durante semanas se acumularon y empezaron a salir en forma de lágrimas—. Yo...

Él me llevó hacia él delicadamente y recostó mi cabeza sobre su pecho. Escuché sus latidos, me sentía segura escuchándolos. Eran frenéticos y sabía que era porque estaba intentando recobrarse del miedo vivido. Sabía que era mi lugar de confort. No quería que ese momento a su lado terminara.

—Tú eres una mujer fuerte —siguió diciéndome, acariciándome el cabello—. Pocas chicas como tú hay hoy en día. Nunca cambies por gustar a alguien. Sé tú misma.

—Esa chica me llamó virgen rarita —le solté en apenas un susurro mientras me desahogaba.

—¿Y qué? No hay nada de malo en eso, Eve. La virginidad en realidad no es algo que se no nos note en la cara, es solo un estrato social para medir nuestra sexualidad —dijo haciéndome suaves movimientos en mi cabeza con sus suaves yemas—. Es una tontería lo que te dijo. Y hay mucha gente mala en este mundo que se ríe o se mofa de quién no la ha perdido a nuestra edad.

»Esta vez, me levantó suavemente de la barbilla y nos miramos cara a cara—: pero, ¿sabes qué? Eso no cambia nada, algunos imbéciles cuando pierden la virginidad seguirán siendo imbéciles y algunas personas encantadoras seguirán siendo encantadoras. Eso no cambia nada, no cambia tu persona, Eve —pausó y llevó uno de sus suaves dedos hacia mi corazón—. Haz tu vida, vívela, ten fe en ti misma y cuando llegue el momento alguien especial aparecerá en tu vida, te valorara por lo que eres y no por lo que tienes, te querrá siendo virgen o no, te amará por lo que llevas dentro porque eres un amor de chica y si ningún chico anteriormente se ha fijado en ti es porque están ciegos y no ven lo que tienes aquí —toqueteó suavemente mi corazón, me hizo pequeñas cosquillitas, sonreí y él me devolvió la sonrisa con cariño.

—Ethan. —Coloqué mi mano sobre su pómulo afectado. Su piel estaba caliente, una sensación de ardor invadió mi cuerpo. Estaba segura con él, a su lado. Solo a su lado—. ¿Cómo sé si esa persona es la indicada?

Se hizo un momento de silencio mientras nos observábamos. Jamás en mi vida había tenido un diálogo tan intenso sin usar las palabras.

Ya yo sabía quién era el indicado.

Era él.

Lo sabía desde un principio, lo sabía desde el momento en que nuestra amistad floreció, lo sabía en el momento en el que pensaba que iba a morir, lo sabía siempre que notaba que mi sonrisa se ensanchaba cada vez que lo veía, lo sabía cuando palidecía tanto por saber cuánto lo deseaba.

Quédate con la persona que te mira como Ethan.

Quédate con él.

—Gracias por haberme ayudado —murmuré, sonriéndole y dándole un abrazo. Él me rodeó con sus brazos.

Era tan suave como un peluche, tan comestible como un pastel, tan deseable como la noche.

—Para eso están los amigos —murmuró con el mismo tono de voz que había empleado yo mientras nuestros rostros se acercaban aún más.

Recé para que Mindy no apareciera de golpe e interrumpiera de nuevo aunque esta vez, la sala solo estaba iluminada por la luz de la luna en la oscuridad y la puerta media cerrada. Allí solo estábamos él y yo en un mundo aislado de la sociedad, donde yo escuchaba sus latidos cada vez más fuertes y él me había visto desahogarme en su propio pecho a través de la lágrimas y que, deseaba, que este momento de paz continuara para toda la vida pero como todas las cosas buenas, todo llega a su fin.

Aunque... el camino siempre es emocionante, ¿no es así?

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