𝟬𝟭𝟭━━ ¡Ahora sí veo algo 𝗿𝗼𝗷𝗼! (+𝟏𝟖)
❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓔𝐋𝐄𝐕𝐄𝐍 ❜
𝗙𝗨𝗖𝗞! 𝗪𝗛𝗔𝗧'𝗦 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗟𝗔𝗦𝗛𝗘𝗥?! 🎃🪓
𝐏𝐑𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐒...
༉‧₊˚. ♯ Now I see something 𝗥𝗘𝗗!
¿Has sentido alguna vez cómo un cuchillo
rasga la carne humana y araña el hueso que hay debajo?🔪
N. de la A. ❨Cuando veáis este emoji 👻
reproducid la música del vídeo que está al principio del capítulo.
Así la escena será mucho más real y más fácil de imaginar❩
👻
𝐄𝐋 𝐌𝐈𝐄𝐃𝐎 𝐌𝐄 𝐂𝐎𝐑𝐓𝐎́ 𝐄𝐋 𝐀𝐋𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎. Y toda la realidad me golpeó de lleno en la cara. No solo carecía de un arma equiparable a la eficacia del asesino con los cuchillos afilados, sino que además era poco probable que podamos vencer en un combate a la persona que descuartizó a Greg y destripó a Jason sin el más mínimo esfuerzo. Ver la escena sanguinolenta con mis propios ojos solo me dieron ganas de echar toda la comida afuera y salir pitando de allí. Estaba cagada de miedo y si no me hubiera controlado lo más probable es que me hubiera orinado las bragas.
Apreté más la mano de Ethan con mis dedos temblorosos mientras miraba hacia todos lados. Habíamos descubierto el cuerpo de Jason poco después de haber contemplando los restos cortados anatómicos de Greg en el frigorífico. En realidad más que descubrir casi me tropiezo con los intestinos de Jason esparcidos por el suelo. Las luces oscilaban, se encendían y se apagaban a un ritmo infernal así que lo más probable es que Ghostface opte de nuevo por el factor sorpresa y atacarnos en el momento menos oportuno, puede que incluso en la situación donde aparentemente sea la más favorable para nosotros para jugar a su maldito juego macabro de las esperanzas y las ilusiones pisadas como si fueran mierda de cabra.
O los intestinos de Jason.
Reprimí una arcada al pensar que casi los piso.
Ethan por fin reaccionó y atrapó el pomo de un cuchillo en sus manos. Menos mal que no lo cogió al revés como había hecho con el taladro. Solo esperaba que no lo perdiera también. En realidad me daba miedo que Ethan cogiera el cuchillo, no sabía usarlo y podía tropezarse y clavárselo así mismo.
A sacar mi triple ojo para él y su seguridad.
Sin dejar de sujetarme la mano, avanzamos hacia la entrada aunque yo sabía que estábamos yendo directos a la trampa pero sumergirnos en la oscuridad y en el interior de la casa tampoco era una buena opción. Esta era una opción en la que quedarse quieto no valía la pena sino querías ser parte de la comitiva del famoso juego del gato y el ratón.
—Más tarde de lo debido —respondió Ethan con tono afable dando un paso hacia el frente, mirándome de reojo y haciéndome consciente del tiempo que tardó en atrapar un arma en las debidas condiciones—. Un pequeño detalle que nos puede salvar la vida. —Las luces se encendían y se apagaban a un ritmo mucho más frenético como una discoteca pero pude atisbar como la mirada de Ethan estaba posada en el cuchillo y aunque no vi su expresión general juraría que estaba sonriendo para sí mismo mientras contemplaba la punta afilada de este.
Me lo habré imaginado. Claro. Esto era una discoteca, ¿no? Pasan muchas cosas en nuestra cabeza y más cuando llevamos tres cervezas encima. En realidad él y yo nunca bebíamos. No nos gustaba el alcohol pero haría lo que fuera para olvidar las imágenes que había contemplando con mis propios ojos.
Cuando estaba todo en silencio, me choqué contra algo blanco en la pared. Esta vez no contuve el grito y me llevé una mano hacia el corazón que bombardeaba lleno de amenazas para extirparme el pecho por completo.
Era la máscara de Ghostface que me observaba con un gesto casi de suspicacia. Pero no era Ghostface, era un traje de los miles que tenía Jason cuando se disfrazaba de asesino y mataba a profesores y toda aquella persona que no le complacía o no le ponía un sobresaliente en los exámenes.
Qué capullo. En realidad se lo merecía.
Me sentí mal por mis pensamientos oscuros que inevitablemente se filtraban en mi mente como el veneno de una víbora al penetrar las venas y envenenarlas lenta pero profundamente.
—¡Ya no estoy para estos sustos...! —exclamé con un hilo de voz mientras intentaba recomponer mi compostura. Ethan me tranquiliza con palabras y suaves apretones de mano pero el hecho de tenerlo a mi lado justo en aquel momento y saber que en cualquier instante puede ser abatido en las peores situaciones imaginables me carcome por dentro. Por supuesto, tenía miedo de morir y quien diga lo contrario es que no valora la vida lo suficiente como para darse cuenta pero también tenía pavor de perder a mi único y mejor amigo desde que éramos unos adolescentes.
De repente, el teléfono nos sobresalta a ambos pero esta vez era un número desconocido. Ghostface había dejado el móvil de Jason y había cambiado a otro o bien, el Ghostface que nos perseguía ahora era su cómplice.
Una nueva reproducción de cucaracha hubiera dicho Ethan.
—¿Qué os parece si jugamos al veo veo? —Empezó a decir el asesino con la voz grave y distorsionada. Al ver que no contestábamos prosiguió con el juego—. ¿¡Qué ves!? ¡Una cosita! ¿Y qué cosita es? Empieza... —prosiguió canturreando hasta que llegó al final y paró. Rió. Se me erizo el vello corporal—. Empieza por la i.
Genial, del pilla al pilla, pasamos a frío y caliente y después al veo, veo.
No contestamos y nos miramos, interrogativos.
—Y si no contestáis, os aseguro que vuestra muerte será mucho más creativa que la de Jason y Greg —nos amenazó.
—Esa cosa, ¿está en la cocina? —pregunté.
—Sí —contestó él—. Dile al chico mudo que haga un intento de hablar también.
Ethan me miró con cara de «no sé qué hacer». Lo intenté sacar del apuro.
—Te contestaré yo, déjalo a él. Creo que sé la respuesta —digo intentando sacar osadía de donde apenas me quedaba—. Intestinos.
Lo sabía más que nada porque empezaba a ver que Ghostface era un gran adulador de su propio arte macabro.
—¡Muy bien! —se rió con fuerza. Parecía que estaba cerca nuestra—. Te toca.
Yo no era de objetos pero sí de colores.
—¿Ves algo rojo? —Si me respondía bien lo más probable es que nos estuviera viendo en ese preciso instante. Llevaba un reloj rojo, pequeño pero llamativo.
No respondió así que ya sabía la respuesta. Por supuesto, sabía que podía mentirme pero Ghostface era demasiado orgulloso como para decir un «no» como respuesta. Si algo no comprendía, no lo justificaba.
—Has ganado o... —hizo una pausa—: pensabas que habías ganado en un ápice de segundos. Es hora del famoso giro de tuerca. Es hora de la diversión.
Retrocedí un paso por inercia, ya estábamos en la entrada. Nuestro intento por persuadir al asesino y jugar a sus juegos había funcionado para entretenerlo o eso pensaba. Justo cuando llegamos a la puerta de salida, Ghostface nos entrecerró el paso. Este era más pequeño que el otro. Más o menos de mi estatura como el del principio. Y era increíblemente veloz.
—Veo que me reconocéis. ¿Habéis echado de menos a este fantasmita? Regresó de la muerte para dar más muerte —dijo con lo que parecía ser acompañado de una sonrisa mientras se abalanzaba hacia nosotros.
Retrocedemos más pasos. Mis nudillos estaban tan blancos como la nieve de tanto apretar el martillo por instinto como un modo para apaciguar mis nervios traicioneros. El cuchillo estaba más cerca de apuñalar a Ethan que de mí así que me abalancé hacia el asesino antes de que le hiciera daño cayendo en si trampa de lleno y demasiado tarde volví a recordar que era un gran traicionero.
Justo cuando me vio amenazándole con darle en la cabeza con el martillo giró su muñeca y me incrustó el cuchillo justo por la parte del intestino delgado, en la zona superior donde reposaba mi apéndice. Me di cuenta que el cuchillo siempre estaba destinado a mí, me la jugó bastante bien como en todos sus juegos.
Pero ya no eran juegos psicológicos, ahora eran físico. Ahora eran mortales.
Mis esperanzas de escapar se reducen. Por más que corramos, por más que luchemos, ellos nos la juegan. No se rinden. El corazón me retumba en el pecho, y sé que, por encima de todo, no puedo salvarme. No puedo salvarlo porque me tiene acorralada.
Hundió más el cuchillo, ya no era solo la mitad la que estaba incrustada en mis tripas, era todo el arma.
A medida que me hundía el cuchillo con más fuerza, me estampó contra la pared.
A medida que me lo retuerce y me lo gira dentro de mí, grito todo lo que había encerrado en el fondo de mi alma. En el fondo de mis miedos.
Y resulta que por más que siga luchando, sigo cometiendo errores.
Un jadeo, dos. Sujeto el martillo con más fuerza, lo levanto mientras aprieto los dientes ensangrentados y me suenan las articulaciones de la mandíbula. Tres jadeos, lo giro sobre mi mano. Miro a Ethan que está horrorizado por la escena, acercándose a Ghostface para detenerlo todo. Vi incredulidad en su rostro, veo desesperación, veo miedo como si no creyera nada de lo que está viendo. Todo pasa en cámara lenta mientras me hinca más el arma dentro de mí, penetrando mis vísceras.
—¿Has sentido alguna vez cómo un cuchillo rasga la carne humana y araña el hueso que hay debajo? —me susurró al oído mientras hacía una maniobra con el cuchillo que me rasgó una parte de las costillas al moverlo varios centímetros—. Es un sonido muy satisfactorio.
Grité de dolor.
—¿Qué... quieres? —logré decir.
—Ver cómo eres por dentro —respondió con diversión—. Porque parece que estuve un poco ciego pero... ¡ahora sí veo algo rojo! —exclamó refiriéndose a mi sangre que salía a caudales en la recién y nueva apuñada.
—¡Esto no es justicia! —exclamó Ethan mientras le clavaba el cuchillo al hombro del asesino, el arma quedó incrustada entre el acromion y la clavícula. Este chilló.
—¡La justicia sería arrancaros las entrañas y colgaros de un árbol! —vociferó, enfurecido.
En ese momento aproveché para darle el golpe que no pude darle antes. El martillo le dio en la mitad del rostro enmascarado.
Si salíamos de aquí posiblemente ya sabríamos quién es Ghostface debido al cardenal que estaba a punto de salirle. Igual con el de los dedos. Estaba segura que no eran los mismos.
Si veía dos momias llenas de vendajes estaría casi segura de que serían ellos.
—¡Zorra! —exclamó dirigiéndose hacia mí.
—¡Tu madre! —exclamé mientras toda mi boca de llenaba de sangre. Le escupí en la máscara. Si moría al menos quería hacerlo mientras lo humillaba. Ethan lo golpeó con un paragüero así que tuvimos tiempo para salir pero mis piernas no me respondían y era cuestión de tiempo que Ghostface se recuperara.
Lo miré con cariño, despidiéndome.
Caí de rodillas y no hizo falta decírselo con palabras, él lo entendió y se negó.
—No pienso abandonarte —confesó mientras me ayudaba a levantarme y apoyó mi mano buena sobre su hombro contrario para sujetarme de su cuerpo como firme soporte—. No te me vas a morir esta noche.
Estábamos a pocos metros de la libertad, quería avanzar pero no podía. Mis pies ya no respondían, mi cuerpo tampoco.
Deseaba que Ethan me dejara atrás. Que escapara. Que no soportara mi peso y con ello conllevaría a su muerte cuando pudo haberse librado. Cuando pudo seguir viviendo.
Pero Ethan y yo sabíamos lo que conllevaba el valor de la amistad. Él me tenía a mí y yo le tenía a él incluso en los peores momentos.
Eso fue lo último que pensé cuando finalmente mis ojos se cerraron por completo y ya no oía nada. Ya no sentía nada. El dolor había desaparecido.
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