❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓕𝐈𝐕𝐄 ❜
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           ━━━ ¿𝐂𝐑𝐄𝐄𝐒 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐀𝐌 𝐏𝐔𝐄𝐃𝐀 𝐂𝐎𝐍𝐕𝐄𝐑𝐓𝐈𝐑𝐒𝐄 𝐄𝐍 𝐔𝐍𝐀 𝐀𝐒𝐄𝐒𝐈𝐍𝐀 𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐒𝐔 𝐏𝐀𝐃𝐑𝐄? —me preguntó Ethan. Se había separado de la puerta y la luz me dejaba ver su expresión en aquel momento. Estaba asustado pero también descubrí en su rostro el atisbo de la curiosidad mezclado con la ansiedad. Sus ojos negros estaban dilatados y su cabello oscuro rizado, alborotado. Lo que me preocupaba era su brazo, si bien la herida no era profunda, el corte no dejaba de sangrar. Busqué algo con lo que poder curarle.

Oh, claro. El almacén solo tenía herramientas. Genial.

Ethan al ver mis intenciones se acercó a mí.

—No te preocupes por esto, de verdad. Se me pasará.

Entorné los ojos hacia él.

—¡Pero si ni siquiera soportas la sangre, por Dios!

—No la soportaría si supiera que es la de un ser querido que está sufriendo... —murmuró por lo bajo, jugando con los dedos a causa del nerviosismo.

¿Eso fue una indirecta? Juraría que se puso muy nervioso antes cuando vio lo que me estaba pasando. ¿Entonces... de verdad le importo?

—Pues el sentimiento es mutuo —dije acercándome a él, Ethan no hizo amago de apartarse ni de rehusar mi decisión esta vez. Por suerte había una bolsa de plástico para guardar herramientas viejas, no estaba tan sucia así que se la amarré bien en su brazo formando un nudo alrededor de la herida. Nuestras miradas se cruzaron mientras yo le ajustaba la bolsa —que quedó como un lazo que se tornaba al color de la sangre en pocos segundos—. Sin embargo, tan pronto como se percató de ello, la desvió, mirando hacia otro lado. Carraspeé por lo bajo. No estaba acostumbrada a que tengamos tanto contacto físico tan seguidamente.

Al final quedó como un precioso lazo rojo, pensé para desviar mis pensamientos.

—¡Listo! ¡Ahora tienes un lindo lacito como el de Minnie Mouse!

—¿El lazo de Minnie no era rosa con puntitos blancos? —preguntó Ethan enarcándome las cejas.

Qué vergüenza, es verdad. Me maldije a mí misma.

—No..., ese era el de la Minnie antigua ahora le han puesto el lazo rojo —le mentí. Él no se lo creyó pero me siguió el juego.

—¿También la sigue ghostface?

—Sí, pero tiene a Mickey Mouse así que no estará sola. Se podrán ayudar mutuamente.

—Tú tampoco estás sola —pausó, observándome con una sonrisa tierna—; Me tienes a mí.

Se lo agradecí y se hizo el silencio. De nuevo intercambiamos un cruce de miradas pero esta vez me puse muy incómoda.

¿Cómo era posible que tuviera ganas de besarlo al tenerlo tan cerca pero al mismo tiempo tener a un asesino a una corta distancia buscándonos para matarnos?

—¿Tú...Ethan... sabes qué pasó verdaderamente con Billy Loomis, verdad?

Landry titubeó un poco pero asistió.

No había otro modo, debía de explicárselo.

—A ver, como sabes..., Billy Loomis fue el verdadero padre de Sam. Cuando él estaba en el instituto dejó embarazada a la madre de esta cuando ya tenía un novio que en poco tiempo se convirtió en su marido. Su marido pensó que Sam era verdaderamente su hija y no la del otro...

—Oh —me interrumpió Ethan sin querer—. ¿De ahí ese dicho, no? ¿Cómo era? ¿Hijo o hija de ella pero no sé si de él? ¿O así no era? —titubeó arqueando una ceja—. Perdón, prosigue.

—El caso es que años más tarde, Sam subió al ático de la casa donde se guardaban todos los recuerdos de la infancia y juventud de la madre, en uno de esos recuerdos había un diario. Sam lo leyó entero y cuando descubrió que su padre no era verdaderamente su padre, Sam se enfadó mucho con su madre y justo cuando le soltó todo lo que había leído, el padre que no era su padre... —Me explico fatal, lo sé—: ... lo escuchó todo y se marchó para no volver.

Ethan asistió, pensativo.

—En ese momento, Tara ya estaba nacida así que se quedó sin papá y Sam se sintió culpable por eso. Las cosas empeoraron para ella cuando descubrió que su verdadero padre fue un asesino en serie que masacró a muchos estudiantes... así que decidió meterse en las drogas y todo eso...

—Pobrecita... eso sí que no lo sabía... —Me volvió a interrumpir inconscientemente, movido por los sentimientos—. De ahí a que su relación con su hermanastra Tara en un determinado momento llegó a su fin. Porque Sam se marchó por la culpabilidad, el miedo y la ira que sentía en ese momento..., por suerte ahora se llevan bien.

—Sí —afirmé—: El pasado les volvió a unir por todo ese drama familiar y ese mismo drama hace que nos pongamos en peligro al estar en cierta forma emparentados en la vida de la descendiente del que fue uno de los primeros ghostfaces... o sea..., uno de los mayores psicópatas de Woodsboro y probablemente de todo Estados Unidos de América... o sea..., que estamos muertos.

Ethan hizo caso omiso a la última frase.

—Lo más confuso es, sobre todo, el abandono del padre de Tara —murmuró, entristecido.

—Bueno, a ver, imagínate, yo me acuesto con un chico, le digo a mi supuesto marido que el hijo que tengo en mi vientre es suyo y años más tarde descubre que realmente nunca fue de él pues... no creo que me dirigiera una gran sonrisa de complacencia.

—No lo creo, además eres muy santurrona para eso, jamás te acostarías con un chico teniendo a alguien ya en tu vida.

¿Sabéis la cara que ponen los gorilas cuando se les quita la comida? Pues así se me puso la cara a mí cuando me llamó santurrona. Ethan se dio cuenta de la mueca que puse y rápidamente meneó sus manos a causa de los nervios al pensar que me había molestado. En parte, no. Ethan era el chico que más me conocía en este mundo así que dijo una verdad muy grande pero no era de mí de quienes estábamos hablando.

—Perdón aunque no hay nada de malo en eso, lo siento si te ofendí, no era mi intención. De hecho, me gustas.

¿QUÉ?

¿QUÉ?

¿QUÉ? ¿HE OÍDO BIEN?

¿LE GUSTO O LE GUSTO ASÍ?

Seguiré siendo monja entonces.

Volvió a menear sus manos con nerviosismo al darse cuenta de lo que dijo.

—Quiero decir... me gusta que seas así. —Ah, claro, lo que yo pensaba—. Además, tampoco tuvo que haberlas abandonado. Seguiré pensando esto, ningún hijo se merece el rechazo y abandono de sus padres.

—Ethan, piénsalo. Me acuesto con un chico ¿vale? Cosa que no va a pasar si ya voy a estar comprometida, sí, sí... pues, bueno, imagina que tú eres la persona con la que voy a estar comprometida... que ojalá...

Ojalá. ¿He dicho ojalá en voz alta? He dicho ojalá en voz alta.

—Que ojalá..., quiero decir, me refiero a que ojalá en el sentido de no sé... olvídalo —Me sudaban las manos, él sonrió—: El caso es... ¿si tú fueras mi marido cómo te sentirías tras saber esa traición?

—Me dolería —se sinceró—: pero te perdonaría y él debió de hacer lo mismo, al fin y al cabo, todos cometemos errores y esa mujer era una adolescente cuando le sucedió eso, se dejó llevar pero no por ello significa que no se arrepienta ahora. Piénsalo. Lo escondió todo por algo, ¿no? Quería olvidarlo porque se arrepintió.

—O puede que le tuviera miedo a su marido. Se ligó a un loco, puede que tuviera miedo de tener a otro loco... Puede que en su vida solo atrajera a psicópatas ¡yo que sé! Si yo tendría a un psicópata a mi lado obviamente no le diría nada.

Ahora al que tenía a mi lado era a Ethan, no a un psicópata. Lo único que tenía de malo Landry era ser demasiado inocente para este mundo.

—Indirectamente me has llamado psicópata —se burló. Nos reímos mutuamente.

—En ese caso y como dije, creo que no te diría nada.

—¿Crees? ¿Entonces me tendrías miedo si yo fuera el psicópata? ¿De verdad piensas que te haría daño? —Volvió a burlarse pero esta vez noté algo de seriedad y molestia en su voz, si bien muy disimulada. Parece que le ofendí. No era mi intención, yo me fio de él. 

—Pero si eres un cacho de pan. Cuando tú seas un psicópata, yo seré Michael Myers.

La verdad es que tener miedo de Ethan era como tener miedo a un Gremlin de día.

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