𝟬𝟬𝟯━━ Voy a morir 𝘃𝗶𝗿𝗴𝗲𝗻
❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐇𝐑𝐄𝐄 ❜
༉‧₊˚. ♯ I'm going to die 𝘃𝗶𝗿𝗴𝗶𝗻🔪
𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐄𝐓𝐇𝐀𝐍 𝐂𝐄𝐑𝐑𝐀𝐁𝐀 𝐋𝐀 𝐂𝐄𝐑𝐑𝐀𝐃𝐔𝐑𝐀 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀 𝐋𝐋𝐀𝐕𝐄 pude aguantar la puerta para que ghostface no pudiera abrirla, sin embargo, en el último momento, este dio una apuñalada en el aire justo en el borde donde la puerta se abría debido a las pocas fuerzas que me quedaban pero que al mismo tiempo mantenía. Ethan puso su hombro para impulsarla hacia delante por lo que quedó a pocos centímetros de que el cuchillo se le clavara en la cabeza. Intenté no pensar en ello.
Cuando la cerró, recostamos nuestras espaldas en la pared de la puerta, soltando un suspiro. Todo estaba en silencio por aquel estrecho y solitario pasillo del edificio, lo único que se escuchaba era nuestra respiración agitada. Ghostface optó por el silencio y no volvimos a oír sus golpes. No creo que se haya marchado.
—Voy a morir virgen —murmuró Ethan para sí mismo mientras guardaba la llave en el bolsillo con cuidado.
Lo miré extrañada con el ceño fruncido.
—¿Qué? Nos acaba de perseguir un psicópata y un asesino en serie y tú... ¿te preocupas por eso?
No estaba enfadada pero sí desconcertada.
—Yo... no... bueno sí, pero estaba hablando conmigo mismo —me respondió con un leve rubor en sus mejillas, estaba avergonzado—. Ya sabes, cuando estás a punto de morir te vienen cuestiones y preguntas raras a la cabeza.
—¡Oh...! ¡Por supuesto! —exclamé con sarcasmo—. Una de ellas es.... ¿me ayudarás a quitarme esto? —Le señalé mi mano izquierda, la cual había sido perforada por un pincho de plomo que sobresalía por ambos extremos de lo que ahora era mi sangrienta carne.
Ethan puso los ojos como platos al verlo. Le daba miedo la sangre y siempre que veía una escena sangrienta en una película se tapaba los ojos para no seguir contemplándola pero esta vez necesitaba ayuda y él también. Nos necesitábamos.
Intentó cambiar de conversación.
—Por cierto..., vi lo que le pasó al televisor —siguió hablándome en susurros a mi lado, observando en derredor. Hablaba para desconcentrarme del dolor—: pero la verdad es que no me importa, no me ocasionara ningún problema venir y quedarme las demás noches contigo cuando se arregle todo esto y no haya un loco suelto por las casas.
—¿Por?
Contigo. Contigo. Contigo. Sin televisor. A solas. De noche. Socorro.
El dolor me estaba volviendo loca la cabeza. Tuve que disipar esos pensamientos. Estaba ardiendo pensando en esa idea, creo que tenía fiebre.
Me miró extrañado. No tenía control ni fuerzas y tampoco cabeza ahora mismo para hacer planes de un futuro incierto después de lo que pasamos pero sí para imaginar algo, por muy minúsculo que sea.
—Porque somos amigos.
—¿Para hacer qué? —pregunté.
Al principio, esa pregunta me pareció de lo más obvia pero luego pensé que podría tener un doble significado por mi parte. Otra insinuación hot que daba sin darme cuenta. Estaba en racha con todo.
Se produjo un silencio bastante largo mientras nos observábamos. En realidad me hubiera reído si no tuviera un metal clavado en mi mano ni me doliera la cabeza hasta tal punto de explotarme.
—Pues... la verdad es que no lo sé —contestó finalmente. Otro rubor apareció en sus mejillas. Me reí mentalmente si eso era posible—: Pero Evelyn, solo quiero que sepas que aunque las cosas cambien yo seguiré estando a tu lado.
Sonreí. Era un cacho de pan, demasiado bueno para este mundo. Darle las gracias era quedarse corta. ¿Qué tal un beso? Si me quitaba esa maldita cosa de mi mano y saliera bien el asunto puede que se lo diera, en la boca, para poner las cosas más difíciles.
¿Trato hecho lector desconocido?
Porque yo acepto, como dije, el dolor me estaba volviendo loca la cabeza.
Arde. Arde. Maldita fiebre.
Recuperó la conversación perdida. Lo agradecí en silencio.
—En cuanto a lo de tu... mano... No creo que sepa, Eve... es mejor llamar a una ambulancia. Además te desangrarás. —Puse los ojos en blanco mientras caminaba con recelo. Allí no nos podíamos quedar, era cuestión de tiempo que nos encontrara si no nos movíamos del sitio en el que nos dejó así que opté por ir no hacia la entrada sino a la salida que estaba justo detrás y daba al patio trasero del edificio. Sé que era una aceptación a los riesgos pero salir por la entrada sería de igual forma un posible suicidio. Además contábamos con bicicletas que escondíamos por los matorrales para que no la robaran, solo debíamos de correr y llegar hasta ellas pero en el pasillo era mejor no llamar mucho la atención por si acaso. Actuar con sigilo era la mejor opción, al menos hasta la salida—. Piénsalo, solo piénsalo. Tú...
Él me siguió el paso, claramente preocupado por tener que ocuparse de arrancarme el plomo pero era la única opción que tenía, si lo hacía yo lo más probable es que lo haga más lento por el dolor y no formara el torniquete antes de desangrarme. Ganaría tiempo si él me la quitara y yo le ayudaría con su cicatriz.
Me paré en seco, interrumpiendo su diálogo.
—Ethan, por favor, ayúdame. Sé que esto te supera, a mí también pero al menos, inténtalo. Saldremos hacia delante. —Le apoyé mi mano buena en su hombro, levantándola debido a la diferencia de estatura. Era más alto que yo—. Saldremos hacia delante juntos.
—Está bien... Lo haré lo mejor que pueda...
Suspiré, aliviada.
De igual forma, él seguía estando nervioso también pero parecía que lo había convencido. Él tenía miedo de que me hiciera daño pero yo confiaba en él más que en mí misma. Llegamos a unas escaleras y me senté, ahogando un gemido de dolor. Ethan se acuclilló a mi lado, acariciándome la mano dolorida. Le costaba inmensamente mirar a la herida así que me miraba a mí.
—¿Estás segura? —me miró con seriedad a mis ojos. Se le veía muy desconcertado pero esta vez no temblaba. Estaba dando todo su esfuerzo para estar firme ante mí y apaciguar mis nervios.
Asentí, atrapando la prenda de la muñeca de mi pullover rosa entre mis dientes para no gritar.
—¡Haz... lo...!
Ethan carraspeó mientras apretó la punta superior del pincho de plomo, tirándola hacia arriba. En vez de tener miedo, suspiré y mantuve mis ojos en las manos de él. Me concentré en su tacto, en la delicadeza que emanaba con cada movimiento y en el leve ardor que producía su piel sobre mi piel.
Me pregunto cómo arderán sus labios sobre los míos.
Arde. Arde. Otra vez la maldita fiebre.
Meneé la cabeza, con los dientes apretados mirando por los alrededores. Debía de hacer algo útil mientras tanto.
Él lo hizo bien, cuidadosamente me iba arrastrando hacia arriba el plomo oscuro bañado de mi sangre. El dolor era una ola que se elevaba cada vez más hasta tal punto de no controlarla y que nunca tiene fin. Ahogué un gritito de dolor y aferré aún más los dientes. Ethan esbozó una mueca de tristeza pero continuó. No podía dejarlo a medias. Sería peor.
La sangre subía a cascadas sobre mi mano como un volcán en plena erupción, la herida había dejado un enorme agujero que necesitaba puntos pero de momento así escapaba. El móvil lo había dejado en el apartamento pero mi prioridad ahora era salir de allí, juntos, no tenía tiempo de llamar a una ambulancia y el móvil de Ethan apenas tenía cobertura por el pasillo cerrado.
Hice amago de colocarme el cinturón sobre la herida para cortar el sangrado a modo de torniquete. No era buena idea pero era lo único que podía hacer para no desangrarme hasta que estemos a salvo pero la idea rápidamente fue desechada.
𝐄𝐓𝐇𝐀𝐍 𝐒𝐄 𝐃𝐄𝐒𝐆𝐀𝐑𝐑𝐎́ 𝐔𝐍𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐃𝐄 su camisa con ayuda de la llave y me la extendió por la herida a modo de paño que se oscureció de inmediato. Se lo agradecí, intentando flexionar ligeramente los dedos pero el dolor seguía, extendiéndose por todo mi cuerpo.
Él me volvió a poner sus manos encima de las mías sin apretar y me sonrió. Su calor me reconfortó el dolor.
—¿Mejor?
—¿Ves que podías, tonto? —le dije, devolviéndole la sonrisa, haciendo amago de acercarme y ayudarle con su cicatriz en el brazo.
—No te preocupes. Lo mío puede esperar, ahora marchémonos de aquí.
Le iba a protestar pero tenía razón. Su herida no era tan profunda pero ghostface podría hacerle otra peor si no nos marchábamos del peligro. Por mi parte, no tiré el trozo de metal al suelo y me lo quedé como método de defensa.
Y cuando me levanté, me vino a la mente la apuesta que os había hecho. Me arrepentí mucho porque estaba insegura de mí misma pero mi inseguridad disminuía con él, si hubiera sido con otro chico probablemente ni le abrazaría.
Me acerqué a su rostro. Sus ojos se abrieron como platos viendo mis intenciones y se alejó. Me dio un vuelco en el corazón pero al menos lo intenté. No os engañé, ¡lo intenté!
—Yo... bueno, creo que no es el momento idóneo para.... —carraspeó—... ya sabes. ¿N-nos vamos?
Carraspeé también porque no sabía qué decir. ¿Me había rechazado? No, eso no era. No podía pensar así. Era tímido, nunca había besado a nadie y yo tampoco. Tenía miedo y yo también. Era normal todo esto. Lo que no era normal era todo el asunto de ghostface.
La supuesta fiebre se me iba.
Asentí sin añadir ningún otro comentario.
Seguimos hacia delante y bajamos por las escaleras, rumbo a la salida posterior.
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