𝟬𝟬𝟮━━ What's your favorite 𝘀𝗰𝗮𝗿𝘆 movie?
❛ 𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐖𝐎 ❜
༉‧₊˚. ♯ ¿Cuál es tu película de 𝘁𝗲𝗿𝗿𝗼𝗿 favorita?🔪
━━━¿𝐂𝐔𝐀́𝐋 𝐄𝐒 𝐓𝐔 𝐏𝐄𝐋𝐈́𝐂𝐔𝐋𝐀 𝐃𝐄 𝐓𝐄𝐑𝐑𝐎𝐑 𝐅𝐀𝐕𝐎𝐑𝐈𝐓𝐀? —me preguntó.
—Pesadillas en Elm Street de 1984. —Su juego había empezado oficialmente y no sabía cómo iba a acabar.
No sabía sus reglas y tampoco sus trampas.
—Eres de las originales, me gusta eso. Sigamos —pausó deliberadamente para causarme más nervios. El tiempo era justo y con ese lapso se podían decidir muchas cuestiones como nuestras vidas o nuestras muertes—. ¿Quién fue el primer Ghostface? Ya que te gustan tanto las películas originales estoy seguro de que sabrás la respuesta.
Ya entrábamos en terreno peligroso puesto que las películas de Stab estaban basadas en hechos reales. Sam Carpenter era la hija de uno de aquellos demonios que salieron en las primeras entregas. Sin embargo, lo sabía pero capté su trampa. Trampas que si no hubiera sabido con sutileza, hubiera fallado en su respuesta.
—La pregunta está mal cuestionada, no fueron uno sino, dos. Billy Loomis y Stuart Macher pero a este último lo conocían como Stu en el instituto. Ambos eran unos malditos psicópatas.
Escuchar su sonrisa me produjo escalofríos.
—Correcto, chica lista. De momento lo estás haciendo bien y no me lo estás poniendo nada fácil. Aquí va la siguiente: ¿de quién fue la primera muerte que se vio de la primera película?
Otra trampa.
—Explícitamente y la que más relevancia tomó en la primera entrega fue la de la chica rubia —me tembló la voz. No recordaba su nombre—. Pero la que salió de segundo plano fue la de su novio que acabó destripado al lado de la piscina de su jardín y atado en una silla cuando iba a buscarla a su casa cuando ella estaba hablando con ghostface así que técnicamente la muerte de su novio fue la primera aunque no llegó a salir el acto como tal.
—Bien pero no te hagas la listilla todavía, contesta a esto: ¿El nombre de esa chica rubia era...? —preguntó, divertido, me detuve un momento—. Oh... ¡con lo bien que íbamos! Pobre Ethan... Morir por un simple y patético nombre que su novia no podía recordar.
No tenía tiempo para explicarle que no era mi novio. Me estruje la frente con los dedos y cerré los ojos con fuerza. Intentando recordar. Intentando conservar las esperanzas.
—¡Era Casey! —Gracias a un momento desesperado obtuve la respuesta. De la emoción casi tiró el teléfono al suelo—. ¡Casey Becker!
—Otra correcta. Tan solo te queda una. —La definitiva para salvar a Ethan o matarlo. Tragué saliva. Si pude con esas puedo con esta—. ¿Qué moraleja y enseñanza nos deja Stab?
Respiré hondo. Había muchas respuestas pero dije la que me parecía más obvia.
—No te fíes de nadie porque en cualquier momento te pueden apuñalar por las espaldas.
Soltó una carcajada. Vi mi reflejo en la ventana de cristal. Afuera estaba todo oscuro.
—Incorrecta.
Sentí cómo el mundo me tragaba entera, mis piernas me fallaban y me temblaban las manos.
—¡No, eso no es verdad! ¡Es correcta! ¡La traición es la base para los asesinatos de las películas de Stab!
—Y lo es pero, ¿sabes cuál es la moraleja más importante, Evelyn? —Sabía mi nombre pero no me preocupé por ello. Ya estaba muy nerviosa por todo. No contesté pero aferré con más fuerza el cuchillo—. Que en esa película empieza con una llamada nocturna y una chica ingenua que contesta cuando está sola en su casa y le sigue el juego a una persona desconocida y tú has hecho lo mismo —pausó, su voz era más grave y fuerte, cargada de violencia, mucho más cercana—. ¿Qué enseñanza nos deja entonces? ¡Ah... sí! ¡Que no cojas el puto teléfono por las noches!
Me paralicé de terror al ver que en el reflejo de cristal apareció una figura con ropa oscura con una máscara de blanca —simulando la boca abierta y negra de un fantasma con sus cuencas vacías— detrás mía. La de Ghostface. Se me cayó el teléfono del espanto y me quité de su trayectoria cuando saltó con el cuchillo en alto hacía mi clavícula.
—¿De verdad pensabas que el que estaba en peligro era Ethan? En todo este momento tú has estado dándome la espalda sin darte cuenta al mismo tiempo, que has hecho que tu novio caiga de lleno en la trampa.
—¡No le hagas nada, capullo! —grité desesperada haciendo amago de agarrar el cuchillo con firmeza pero mi mano temblaba más de lo que esperaba.
Él ladeó la cabeza hacia un lado. Oí pasos en la entrada mientras alguien tocaba el timbre.
—Parece que ya subió las escaleras, ¿quieres que le abra la puerta por ti?
Fui corriendo hacia la puerta, intentando alejarme todo lo posible del asesino pero él me agarró por la pierna, haciendo que pierda el equilibrio, todo mi cuerpo se estampó contra el suelo y mi barbilla hizo un crujido al chocar fuertemente con el frío suelo. Me palpitaba la ansía acompañado de un ardor doloroso producto de las incipiente herida que me había producido la repentina contusión. Mi lengua sabía a sangre. Ghostface le dio una fuerte patada al cuchillo que tenía en mi mano y lo lanzó lejos de mi alcance, no sin antes pisar mi mano con desdén. Oprimí un grito.
—Es de mala educación declinar la oferta que alguien te ofrece cuando quiere ser el voluntario para ayudar en un apartamento ajeno —bromeó mientras me arrastraba hacia atrás.
Me impulsé hacia delante boca abajo con la ayuda de mis uñas que se aferraban al suelo haciendo un chillido angustioso. Estaban rasgándose y el dolor se incrementó pero mi prioridad se centró en salir de su agarre. Levanté una pierna y le propiné una patada en el muslo.
Él se echó hacia atrás pero enseguida recobró la compostura y siguió arrastrándome, llevándome con todo lo que había por el camino.
—Oh, vamos. ¿Has visto tantas películas de terror y me das una simple patada?
Era lo único que podía hacer si estaba arrastrándome, ¿no? Pensé mejor. Era cierto que había más métodos, solo debía de abrir mi imaginación. A mi derecha estaba la lámpara larga y a mi izquierda —tirado junto a las patas del sofá—, una cajita de madera que nos servía de posadero para los refrescos en las películas, opté por esta opción y con todas mis fuerzas levanté mis brazos y se lo estampé en toda la máscara. Me sorprendió la puntería que tuve. Nunca había hecho algo así, tampoco es que fuera muy común que un psicópata irrumpa en tu casa sin motivo aparente.
Ghostface perdió el equilibrio y su regazo cayó directo al televisor que se hizo añicos. Maldije por lo bajo pero era eso o mi cabeza. Para ello había solución, para mi muerte y mi cabeza lo dudo. El cuchillo se le cayó a un lado y yo aproveché el momento en el que estaba recobrando la postura para cogerlo pero al ver mis intenciones se abalanzó hacia delante y se sentó sobre mi cintura, ahora estaba boca arriba así que podía ver aquella expresión diabólica que emanaba su máscara, aún así seguí con la intención de atrapar el arma, al fin y al cabo él no tenía nada con lo que atacarme. Pero me equivoqué, demasiado tarde.
Justo cuando casi tenía el cuchillo en mi mano me clavó un metal puntiagudo, el mismo metal pesado de plomo que disponía el televisor. Tenía forma de una estalactita de modo que me atravesó ambas caras de la mano con toda la fuerza que ejerció en el impacto. Esta vez si chillé de dolor y de terror al ver el objeto traspasar mi carne.
—Al menos lo has intentado —dijo con una risa ronca, cogiendo el cuchillo con su mano libre. Dejándome el metal clavado como una dolorosa estaca. Aferró su cuchillo con ambas manos que se le elevaban para acertar el golpe final en mi corazón pero el cubo que estaba en la entrada para dejar los paraguas dio de lleno en la cabeza de ghostface que cayó para atrás con un gruñido.
Me di la vuelta. Era Ethan, miraba la escena asombrado por su acción y espantado al mismo tiempo, al verme así.
—Dios... ¿y-yo he hecho eso?
—Tranquilo... —dije mientras me incorporaba a duras penas. Corrió hacia mí para ayudarme a incorporarme—. Yo tampoco sabía que tenía buena puntería hasta... ahora. Supongo que cuando estas en un peligro inminente de muerte empiezas a descubrir qué cosas se te dan bien. —Las últimas palabras sonaron como un débil susurro, me dolía la boca, la nariz, la mano. Me sentía como una muñeca de porcelana en una montaña rusa que en cualquier momento podría precipitarse al vacío y estallarse. Ethan apoyó mi mano buena sobre su hombro y me ayudó a avanzar hacia la entrada.
—Supongo que también tendremos la habilidad de escaparnos, ¿no? —Sonreí, apretando el paso junto a él—. No me acordaba que poseía una de tus llaves de repuesto así que no tuve que esperar que me... abrieras o mejor dicho... que me abriera.
No me acordaba que se la había dado. Si Sam se enteraba lo más probable es que termine el trabajo de ghostface conmigo, no confiaba en nadie, ni siquiera en Ethan.
Fuimos hasta la entrada. El asesino nos pisaba los talones.
Apreté mucho más el paso mordiéndome el carrillo como método de distracción ante un nuevo dolor, no quería ser una carga para mi amigo y que, por ello, pagara con su vida.
A pocos pasos, ghostface le lanzó un cuchillazo a Ethan, si bien leve, le produjo una cicatriz fea en la parte superior del brazo que empezó a teñir su camiseta blanca de rojo.
Las palabras que el asesino me había dicho durante nuestra llamada vinieron a mi mente como fuertes latigazos en la espalda.
«Además esa camisa blanca le favorece bastante pero, personalmente, a mí me gusta mucho los colores oscuros. ¿Qué te parece si se la tiño de rojo?».
—¡No! ¡Ethan! —vociferé, asustada.
—Tú sigue hacia delante —me dijo. Estaba asustado pero aún así, me siguió aferrando al mismo paso que yo cuando perfectamente podría adelantarme y salvarse él mismo.
𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐋𝐋𝐄𝐆𝐀𝐌𝐎𝐒 𝐀 𝐋𝐀 𝐏𝐔𝐄𝐑𝐓𝐀, Landry atrapó el pomo lo más rápido que pudo, volteándolo y pasamos junto al pasillo exterior del piso, el que daba a más apartamentos. Casi todos vacíos a esta hora.
—¡La llave, la llave! —vociferé desesperada mientras oía los pasos del enmascarado, cada vez más cercanos.
Vi cómo le temblaban las manos pero finalmente las sacó de su bolsillo aunque no tan rápido como quería. Ghostface ya estaba lanzando fuertes golpes para abrir la puerta. Apreté mi mano en torno al pomo y Ethan puso su mano libre sobre la mía, incorporando más firmeza pero el asesino empezó a dar patadas para inestabilizar la balanza, haciéndonos retroceder y provocándonos más miedo para dar su golpe final y usar toda su fuerza.
—¡La llave! ¡Ponla ya! ¡Intentaré usar mi fuerza en mi mano buena pero debes hacerlo ya! —Él tenía la misma desesperación que yo, incluso me atrevería a decir que más. Me sentí mal de haberle gritado pero tenía un metal de más de diez centímetros atravesándome una de mis manos y con un asesino dispuesto a destriparnos sin piedad y mis dolores se incrementaban. Ver la sangre de Ethan lo empeoraba todo.
«¿Te gusta el rojo tanto como Ethan, Evelyn?».
Mientras la acercó hacia la cerradura, la puerta se abrió más. Mi fuerza no podía detener al asesino. Apreté mis dientes y con un rugido llevé la puerta hacia nosotros con mi mano ilesa, haciendo todo el esfuerzo que mi cuerpo me permitía.
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