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🖇𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟏🐺²

Tres años después.

Era un día lluvioso.

Jin, el hermoso joven de cabellera roja, regresaba de su trabajo como aprendiz de cazadores. Bueno, en realidad todo lo que le enseñaban ya lo sabía, su padre había sido su capacitador más influyente, pues le dictó todas enseñanzas y correcciones pertinentes hasta que su técnica fue limpia y ágil como ninguna. Pero debía mostrar sus habilidades a los demás cazadores y aprender a trabajar en conjunto con ellos, y es que desde hace un año había decidido convertirse en un cazador oficialmente y llegar a estar entre los de gran élite, para defender a su pueblo de los desastres que pudieran traer los lobos.

Sí, lobos.

Después de su encuentro con namjoon, él jamás regreso. En cambio, desapareció para siempre de su vida, sin dejar una huella en las tierras oscuras de aquel bosque, pero claramente si dejó una marca en el.

Aquellas palabras de "Todas las tardes, corderito. Te esperaré en el bosque" y "No pienso soltarte jamás", sólo fueron un vil engaño, una trampa seductora para salir ileso. Fue un plan de: aquí te pillo, aquí te mato, con el objetivo para aprovecharse de su cuerpo joven, casto e inocente. Y no es que Jin se hubiese enamorado de él, o al menos no lo sabía, y es que desde que el lobo arrebató su virginidad no pudo olvidarle, su cuerpo desarrolló una extraña necesidad por su contacto corporal, pasó noches en vela sin saber que hacer, desesperado por vivir una vez más aquella experiencia. Sentir los labios vehementes del lobo sobre su piel, su cola negra acariciando la unión de sus piernas, su hombría abriéndose camino entre aquellas profundidades jamás exploradas por ningún otro...

Aún sonaba extraño en sus pensamientos. Él, un adolescente pretendido por los herreros, leñadores, carpinteros y más trabajadores de buena posición en su aldea, perdido en la idea de volver a ver a un lobo. Un animal salvaje el cual sólo lo utilizó con fines lúbricos y sucios.

De sólo pensarlo, lo hacía sonreír con desprecio.

"Sus ojos. Eran de color miel. Su pupila parecía estar envuelta en crecientes llamas de fuego." Las palabras de su padre y el recuerdo aún vivo de la primera vez que fue exceptador de aquella maravilla natural, seguía persiguiéndole. Su mente solía divagar entre lo sucedido aquel día, cerca del invierno, cuando apenas contaba con trece años de edad. Las emociones subyacentes.

Todo, todo fue una falsa ilusión. Un falso amor entre un Lobo y un chico de aldea.

Sin embargo, esos sentimientos comenzaban a ser suprimidos poco a poco, siendo corregidos por los instrucciones que recibía de parte de cazadores más experimentados que lo "alistaban" para cualquier emergencia. Era matar o morir de una manera despiadada.

La situación de los lobos se había agravado últimamente. Muchos incidentes entre aldeanos y lobos se habían denotado con frecuencia, incluso muertes ocasionadas por garras que no parecían de algún animal común y mordidas que podían desfigurar cuerpos en un solo acto. Tal como se lo había contado sus padre años atrás, todo lo que alguna vez pareció una leyenda estructurada por las viejas generaciones, tomaban ahora un sentido real, terrorífico. Lo experimentábamos en primera plana.

Pudo entender de mejor manera entonces lo que significó la muerte de uno de los guerreros más fuertes. Yoongi. Su desafortunado destino tuvo lugar en las montañas del sur, aún a una distancia considerable, pero ahora contaban con la estadía del enemigo aún más cerca, rondando en el bosque frondoso. Aquellas bestias contaban con fuerzas que superaban las de cualquier artilugio humano, la rapidez con la que se desplazaban superaba km/h jamás vistos, ni siquiera sus movimientos se comparaban con los de los hombres más fuertes y capaces, eran ágiles, inmediatos, disfrazados bajo la neblina decadente y espesa del bosque en estos tiempos de frialdad, como de otoño. Las estadísticas estaban altas, peligrosas.

Supuso que eran por los cambios de Luna, la época en que los lobos salían estaba sobre aquel humilde lugar. Podía ser la llamada luna sangrienta; tiempos en que la sangre corre como agua en un río, señalan las leyendas. Era cuestión de tiempo para ser asechados por toda la manada de lobos hambrientos y sedientos. Salir era un juego de la suerte.

Y todo tomó aún más seriedad cuando su amigo Hoseok fue una de las víctimas, teniendo que abandonar la panadería y, actualmente, tomar un reposo de un mes por una mordida bastante profunda en el muslo derecho y tres rasguños en el torso por los cuales perdió mucha sangre. Al ver a su amigo en cama, totalmente desanimado, le hizo reflexionar. Y colocarse en contra de los lobos fue su única solución. No podía permitir que sus seres queridos fueran asesinados sin piedad por aquellas fieras salvajes. Incluso si tenía que luchar contra NamJoon, no dudaría en proteger a los suyos.

Exhalo, exhausto. Una nube blanca de humo se deslizó entre sus labios, como si fuese el humo de un cigarrillo. La tarde se cernía sobre él, la niebla baja ocultaba sus pies y las aceras de la aldea estaban totalmente desoladas, dándole un aspecto casi terrorífico. Las personas ya no laboraban como antes, aterrorizadas de lo que pudieran encontrar, incluso salir al pozo de agua a apenas unos metros de la puerta de sus cabañas era como otorgarle pase libre a la muerte. Sus hogares humildes y elementales parecían ser el lugar más seguro para estar, pero en realidad aquellas puertas de madera podían ser derrumbadas por un simple soplido de los grandes hocicos lobunos.

Sólo los hombres de familia salían a cazar en busca de alimento, arriesgando sus vidas y jugando con el destino con tal de mantener sus núcleos familiares. Era una tarea dura para todos, y la angustia de no volver a verse vivía eternamente en sus corazones.

Como en el caso de Taehyung, que aguardaba con sorprendente paciencia a que Jungkook llegara. Hace unos meses se había dado la noticia de su posible embarazo, y eso sólo acrecentaba su ansiedad por el regreso de su amado, junto al cual deseaba compartir aquel hermoso momento de sus vidas y crecer unidos como una verdadera familia.

Jin llegó finalmente a su humilde morada, su lecho de descanso y paz. Animado, saltó los escalones de chirriante madera desgastada que le separaban de la puerta de su hogar, la cual no tuvo necesidad de tocar, pues su madre la abrió inmediatamente y le invitó a pasar en menos de un pestañear.

-Mi niño, mírate, estás todo sucio.- Le regañó su madre en forma de recibimiento. Sus críticas en cada bienvenida no faltaban, y tampoco le molestaban a jin, era una de las cosas que le hacían sentir por fin en casa.

Con 16 años de edad, Kim seokjin aún seguía siendo su precioso niño de ojos azules y cabello rojizo como las cerezas de un pastel.

-Ya déjalo mujer. Viene del trabajo, compréndelo.- La voz ronca y áspera de su padre se hizo escuchar desde la cocina, lugar donde pasaba la mayoría del tiempo.

-Yo nunca quise que tomara ese camino.- habló la pelirroja, un tanto emotiva.- No puedo dormir en paz pensando que mi único hijo está en aquel bosque, al asecho de esas bestias despiadadas.

-Sé defenderme, omma. No tienes de qué preocuparte.- murmuró jin.

El delicioso aroma a sopa recién hecha navegó, danzó hasta sus fosas nasales, fué una exquisita tentación. Ya llevaba unas cuantas horas sin comer y su estómago rugía como un león exigiendo alimento, y nada mejor que la comida de una madre para remediarlo. Sin perder más tiempo, llevó sus manos a su cabeza y se quitó la capucha de su capa (una nueva tejida por su abuelo Jimin, pues la otra ya le quedaba pequeña) y dejó a la vista su despeinada cabellera roja. Desató el nudo de su cuello y la capa de un intenso carmesí se deslizó sobre sus hombros.

Su madre se encargó de colocarlo sobre el perchero e indico a su hijo preciado que se acercara al comedor, dónde se encontraba su padre, sentado en la misma silla todos los días. Esperaba pacientemente a jin para relatar excitantes historias de cazadores y lobos, nunca se le terminaban las anécdotas sobre las experiencias que tuvo en su juventud, todas relacionadas con el mismo bosque.

-¿Qué tal te fué esta vez hijo? ¿Alguna novedad de los lobos?.- cuestionó el mismo hombre de cabello negro, pecho robusto y penetrantes ojos grises. Tan oscuros aveces que se asemejaban a dos lagunas profundas y sin final. Podrían perderse fácilmente en ellos.

En sus manos, sostenía los mismo objetos de costumbre. Un trozo de madera y una navaja; siempre lograba hacer maravillas con apenas una herramienta filosa y jin se preguntó sí, al llegar a su edad, tendría la misma creatividad y paciencia para el oficio.

-Lo de siempre, appa. El lugar está infestado de lobos.

-¿Los han visto?

-No, pero una que otra huella nos ha confirmado su presencia.- comentó y, analizando algo más, añadió:- Pero nunca dejan un rastro completo, algo qué seguir. Es como si se esfumaran, como si dieran saltos extremos o escalaran los árboles.

Su padre sonrió de lado, silencioso. Su expresión era simplista, pero en su mente se sabía que maquinaba muchas cosas. Era un hombre de carácter misterioso.

-Los lobos son muy astutos.

-Ya lo creo.- Suspiró jin. Tomó asiento a la mesa y aguardó a que su dulce madre le sirviera de comer.

Después de unos largos minutos de silencio, el de ojos grises preguntó:

-¿Sábes como sigue Hoseok?

-Estable, aunque debe guardar reposo durante un mes entero. La mordida en su pierna es muy profunda.- jin miró hacia en centro de la mesa dónde se ubicaba una vela. La llama danzaba con las pequeñas corrientes de aire que se colaba en el lugar. Todo estaba sumergido en una burbuja de enmudecimiento, se sentía casi solitario.

Sus sombras proyectadas en la pared le hicieron perderse un momento en la nebulosa de sus pensamientos. Y un lobo de pelaje negro como sus pupilas y brillante como tela de satén, se coló entre ellos.

-Al menos no corrió la suerte de nuestro vecino.- murmuró su padre, sin perder la concentración de su labor. Una cabeza grande de orejas puntiagudas comenzaba a tomar forma en sus manos.

-Aún puedo recordar sus entrañas repartidas al lado de su cuerpo inerte e irreconocible...

-Dios santo, qué les dije de hablar de esas cosas sobre la mesa. Es sagrada.- Reprendió la pelirroja a los dos hombres. Se acercó a ellos con dos platos de sopa humeante y una cesta con apenas un pan partido en do partes, pues Hoseok era el único panadero en la aldea y sin él, el pan se había escaseado.

-Dios bendice estos alimentos y multiplícalos en estos tiempos difíciles. Amén.- ofreció su padre.

-Amén.

Comenzaron a comer y, en eso, jin les comentó:

-Mañana iré a visitar al abuelo Jimin. Quisiera ver como está y tal vez lo acompañe una noche.

-¿Estás seguro, hijo?. Es muy riesgoso, y tu abuelo Jimin es tan terco que no nos escuchó cuando le advertimos de los peligros de vivir en el bosque.- La pelirroja casi entró en crisis al escuchar a su hijo decir aquello. Ya era suficiente lo que tenía que soportar cada día, y que su hijo se quedara en medio del bosque, apenas en compañía de su abuelo Jimin, ni siquiera con su grupo, era casi un intento de suicidio, los lobos rondaban mucho por aquella zona.

-Madre, ya te he dicho que he de cuidarme bien. No tienes de qué preocuparte.

-No puede pedirle eso a una madre. Es imposible no preocuparme por los de mi sangre.

-Eso es cierto. Eso decía el mismo Yoongi antes de aquel horrible día- sus ojos aún reflejaban melancolía cuando lo nombraba,- cuando la piel de su cuerpo fue desprendida por dientes grandes y...

-¡Por Dios Santo, Kim!.- chilló la pelirroja, alterada.

-A ver mujer, entonces cuéntanos tú algo. En este pueblo no ocurren más que hechos de desgracia y muerte. ¿De que más podemos hablar?, la falta de fe aquí es igual al número de pecadores en el mundo.- Habló. Solía ser un hombre callado y analítico, con sus críticas guardadas para sí mismo. Pero habían ocasiones en las que su mujer le sacaba de sus casillas y ya no tenía más que darle su respuesta bien merecida para que lo dejara en paz.

Y eso fué exactamente lo que logró, después de eso, no hubo un comentario más de su parte, la realidad, es que su esposo tenía toda la razón, los sucesos llevados a cabo en el pueblo iban relacionados a ese tema siempre. Era como una maldición.

Allí mismo transcurrió la cena, callados y ensimismados en su propio mundo. El ambiente concordaba perfectamente con sus estados de ánimo: gris, indiferente. En esta época todo giraba en torno al miedo y la desgracia. Los tiempos buenos y de dicha entraron en reposo y dejaron pasar a las dificultades. Las personas procuraban mantener sus trabajos y una que otra tradición, pero los esfuerzos no eran suficientes, pues la amenaza estaba cernida sobre ellos.

Cuando la cena terminó, la madre de jin recogió los trastes y se dispuso a lavarlos, distraída aún en sus pensamientos. Luego de eso, secó sus manos y desapareció de la cocina, sin decir nada.

Por otra parte, padre e hijo continuaron sentados en el mismo lugar. Jin admiraba lo que su padre hacía con tanta dedicación. Era su modo natural de trabajo, lo realizaba con una pulcritud esmerada y una limpieza cuidadosa y detallista. Su concentración era casi enfermiza, y el aspecto que le daba a sus figuras era magistral, propio de un artística profesional. Los aldeanos le compraban las piezas a un bajo costo, pues el pelinegro lo hacia de manera solidaria y bondadosa para alegrar sus ambiguas cabañas.

Era un hombre para admirar.

Ya poco a poco delineaba con la punta de la navaja lo que parecía un pelaje abundante en el lomo del animal que tallaba. Jin ya se hacia la idea de que se trataba, pero prefirió aguardar en silencio a que culminara. Bien sabía lo que molestaba e irritaba ser apresurado.

Pero, entonces, fué su padre quien sacó un tema inusual al aire. Algo que lo dejó totalmente impactado:

- jin... ¿Lo has visto de nuevo?.- Preguntó, pausado y cuidadoso. Sus ojos no buscaban a los de su hijo, seguían fijos en sus manos; sin embargo, el tono de su voz había sido lo suficientemente contundente para llamar la atención del pelirrojo.

-¿A quién, appa?.

Hubo un pequeño momento de silencio.

-Ya sábes. Al lobo.- Respondió luego. Simple e incuestionable. Pero, queriendo añadir algo más:- Sus ojos, su pelaje negro como carbón...

Imposible.

La palabra "Lobo" acompañada de la frase "Sus ojos, su pelaje negro como carbón" resonó como un eco en los oídos de jin, quien se encontraba estupefacto en la silla, como si hubiese recibido una nota con el día de su muerte.

Sudores fríos se acumulaban en su espalda y se deslizaban en tortuosos hilos largos y húmedos que le estremecían de pies a cabeza sin ni siquiera mover un músculo, era totalmente extraño e indescriptible. La presión en su pecho hacia acto de presencia, pesada, como tener un bloque de concreto sobre los pulmones.

Corazón desbocado, manos inquietas. Todo eso sucedía a medida que lo contaba, en milésimas de segundo sufría un revolcón de emociones y sensaciones juntas. Era toda una locura.

Jin trató de disimular todos esos actos que se llevaban a cabo en su cuerpo. No quería darle una mala impresión a su padre, tal vez no se refería al mismo lobo que se encontraba tallado en su cerebro como nombres de enamorados en un árbol.

Pero no podía evitar pensar en aquel lobo. No podía olvidar lo que NamJoon le hizo experimentar.

- ¿L-lobo?.- Titubeó, sin saber cómo reaccionar.

-Sí.- Afirmó, irrevocable. Finalmente sus ojos grises señalaron a los de jin, acusadores, le contaban algo que él había estado ignorando todo ese tiempo.- Aquel día. Hace como tres años, cuando llegaste aquí después de visitar a tu abuelo Jimin, cuando fui a saludarte noté su aroma impregnado en tu piel. No quise decir nada por tu madre, pero lo supe jin. Estuviste en contacto con un lobo.

Para jin el mundo se detuvo por un momento. Sintió el incómodo nudo en su garganta más doloroso que nunca, no quería llorar, no quería nada realmente, pero su sistema todo sufría una descoordinación por culpa de aquel maldito lobo que se cruzó en su camino. Era imposible, nunca creyó que su padre estuviera así de entrenado. Era todo un mago, un visionario, un adivino.

La cabeza del pelirrojo era un total caos. Su corazón en llamas ya no sabía ni como latir. Estaba asustado, alucinado, incrédulo, asombrado. Todo junto. Su padre, tan astuto y persuasivo como siempre, había notado su interacción con un lobo. Y además de eso, lo había callado por tantos años... ¿Por qué?

- ¿Y por qué me lo preguntas hasta ahora?.- Preguntó. Sabía que no era la respuesta deseada, pero moría de la intriga saber lo que había llevado a su padre a preguntar por el lobo. Por NamJoon.

El de ojos grises, regresando su mirada a su oficio de esculpida, contestó:- Sólo Dios sabe porque el hombre abre la boca y para qué son las palabras que salen de ella.

Jin no supo muy bien a qué se refería con aquello. ¿Era una especie de indirecta? ¿Un acertijo? O tal vez sólo era un dicho. Pero algo traía oculto, su padre siempre lanzaba las respuestas disfrazadas, era su trabajo averiguarlo. ¿Acaso existía la posibilidad de que su padre conociera a NamJoon?. No solo en lobo, sino en humano.

Sinceramente, aún no lograba descifrar aquel enigma. Hombres lobos, lobos tomando formas de hombres, algunos muy atractivos. Sólo analizar ese hecho elemental te generaba dudas existenciales que probablemente nunca serían resueltas.

A continuación, la puerta de su hogar se abrió, sacándole de su nube de pensamientos y teorías.

Cuando ambos hombres giraron sus cuellos se encontraron con un taehyung sonriente que les saludaba con lo que parecía una tarta de manzanas en sus manos, la cual había cocinado el mismo, puesto que su panadero y pastelero preferido no se encontraba en condiciones.

Su cabello rosa y su estatura mediana seguían iguales, de igual forma sus ojos bicolores que continuaban siendo impresionantes e intrigantes. Toda su aura tierna y amable permanecía intacta, al igual que la juventud de su cuerpo, los años no parecían transcurrir para él.

La conversación anterior entre los hombres amantes de las aventuras salvajes y los lobos se dio por estancada con la llegada del pelirosa, y eso supuso un alivio enorme para jin, quien no se recuperaba del impacto de la noticia y menos se sentía capacitado para hablar de NamJoon con su padre y maestro. Ni siquiera sabía si era bueno comentárselo, podría disfrazar los detalles reales de lo que pasó y hacerlo ver menos comprometedores.

-¡Taehyungnnie!

-¡jinii!, cariño, estás más guapo cada vez que nos vemos.- Le dice el mayor al tiempo que deposita la tarta en la mesa y corre a darle un abrazo enorme al pelirrojo que, como de costumbre, queda sin aire.

-Señor Kim. ¿Qué obra de arte está haciendo hoy?.- Taehyung suelta a jin y se olvida de él apenas ve al pelinegro tallar algo, pues es fanático de su trabajo, y es quien más le ha comprado figuras en el pueblo.

-Algo especial.- murmura, sin dar detalles. Hunde el filo del objeto cortante a un lado y retira una astilla de madera. Luego la sacude con los dedos y sopla para retirar los excesos. La acción se repite.

-Estoy seguro de que será mío. No dejaré que nadie más lo compre.- Concluye Taehyung, sin dejar de mirar las manos del obrero.

-Lo siento, no está en venta.- Declara.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Sólo no lo está. Dije que es especial.

-Que injusto.- Reprocha Taehyung, haciendo un mohín. No obstante, prefiere quedarse callado y no agregar nada más. A veces el padre de jin lograba intimidarlo con aquellos ojos grises y profundos.

El silencio vuelve a consumir la sala por unos largos segundos, eso hasta que Taehyung abre la boca y comenta, cortando la tranquilidad de raíz.

-Me contó tu madre que estaban relatando historias de sangre y sesos en la mesa. ¿Es cierto?

-Sí. Pero tampoco era la gran cosa. Mi madre no nos dejó hablar mucho.

-Oh, bueno, pero no está aquí. Podemos conversar un rato de lobos, cazadores, muerte... y amor.

-¿Amor?.- cuestionó jin con una mueca de no estar muy convencido. ¿Qué cabida tenía el amor en una historia de la destrucción de vidas sin misericordia alguna?

-Oh, sí.- dice Taehyung y, dispuesto a contar su propia historia, toma asiento y empieza a narrar:- Érase una vez dos jóvenes que provenía de distintas lugares. Un chico joven que vivía sólo en medio del bosque se enamoró del hijo de un Guerrero y Cazador de Élite, pero éste mismo los perseguía y le declaró odio contundente al chico del bosque. Era como una lucha de clases... Un día el hijo de Guerrero llegó llorando a los brazos del chico a decirle que su padre no aprobaba su relación y que lo iba a trasladar a una aldea lejana para separarlos. El chico del bosque, enojado e impotente ante la idea de tomar caminos distintos, corrió al encuentro del Guerrero y lo enfrentó.- La llama de vela continuaba danzando sobre la mesa, otorgando cierto ambiente tétrico. Aquellos días no podían ser más oscuros.- Lo curioso es que aquel chico no llegó como humano, sino como lobo...

-¿Lobo?.- Inquirió jin, interesado. Incluso el padre del pelirrojo parecía estarlo, había dejado de esculpir por un momento para prestar más atención a la historia.

-Sí. Un lobo.- Confirmó y, siguiendo el hilo, continuó:- Fue como un enfrentamiento de titanes. Un lobo contra un Cazador, hubo sangre, sudor, lágrimas en el campo de batalla. Al final, fué el lobo quien arrebató la vida del Cazador, dejándolo con mordidas y rasguños terribles. Lo más triste y tonto de la historia es que, a pesar de todo, los jóvenes jamás se reunieron de nuevo. No se supo que pasó con ellos. Fue como un romance trágico de verano, o algo así como Romeo y Julieta.

-¿Y eso será cierto?.- La expresión de jin era todo un poema. Inconscientemente, aquella historia le había recordado a Yoongi y a hoseok.

Un escalofrío sacudió su alma y su cuerpo cuando unió todas las piezas. Podía ser incluso real...

-No lo sé. Eso me lo contó Jungkooki una noche que no podía dormir. Ya sábes como es él de malo para esas cosas.- argumentó, una sonrisa nostálgica se dibujo en sus labios.

Jin sonrió con igual sentimiento.

-Tal vez murieron.- Agregó su madre, quien entraba a la cocina. Ahora sí parecía interesada en conocer más de los cuentos sangrientos, sólo porque incluían amor.

-Dicen que la muerte junta a las almas enamoradas.

-Patrañas.- Siseó el hombre que volvía a su labor.

-Es romántico. Dos amantes que se vuelve una sola alma, un solo corazón...- Agregó Taehyung, ensimismado. Como por reflejo, sus dos manos se fueron hasta su vientre, dónde el fruto del amor entre Taehyung y Jungkook latía, crecía, se formaba.

-Hasta que la muerte los une...

-Hasta que...

-¡Ay, rayos!, Si van a llorar, primero déjenme irme.- Anunció el pelirrojo, pues cuando Taehyung y su madre se juntaban era para hablar cosas tontas como aquellas, y jin tenía cosas más importante que hacer como para quedarse a ver a su amigo y a su madre montando un melodrama.

-Te acompaño, hijo.- Añadió el pelinegro. Y, mirando la tarta que trabajo Taehyung, la cual olía a manzanas dulces con canela y masa crujiente recién horneada, añadió:- Y nos llevamos la tarta.

-Insensibles.-farfulló la pelirroja y, mirando a su hijo, dijo en tono serio:- Te quieres ir ahora también. ¿No te basta con la visita de mañana a tu abuelo?

-

-¿Tu abuelo?.- Habló Taehyung de inmediato, recordando la última vez que jin fué a las profundidades del bosque y él tuvo aquella extraña visión:- ¿Irás de nuevo ahí?

-Sí, quiero ver al abuelo y servirle de compañía. Se alegrará mucho.

-Pero, ¿Y los lobos?.- La voz de Taehyung había cambiado de tono, parecía nervioso, algo asustado angustiado. Y es que solo las imágenes que se plasmaban en su mente no eran para menos.

«jin. Un lobo de pelaje negro. Un acto íntimo que jamás debió tener origen entre humanos y lobos mitad humano.» las palabras se formulaban en su mente, perturbándolo.

-No tienen de qué preocuparse les he dicho. Andaré con mucho cuidado y de día, todo estará bien. El abuelo Jimin me dará posada y comida.- Comentó con convicción, pues jin ya tenía en mente lo que quería, había planeado visitar a su abuelo desde antes. Aunque aquel establo abandonado le trajese tantos recuerdos...

-¿Recuerdas el camino?.- Volvió a cuestionar Taehyung, no muy convencido. Todavía jin no lograba comprender aquel miedo que mostraba Taehyung cada vez que le decía que iba al bosque. No era para tanto.

-Ya está bueno. No le pongan más obstáculos ni peros al muchacho. Él quiere ir, y él va a ir. Fin.- Le ayudó el de ojos grises, cortando las dudas y el interrogatorio de Taehyung, pues sabía perfectamente que a su hijo no le pasaría nada. Por eso siempre estaba tranquilo, y es que una entidad lobuna le cuidaba las espaldas. Él lo había percibido estos últimos años.

Jin ya no era protegido por su padre. El lobo lo protegía.

-Bueno, sólo una cosa.- Taehyung clavó sus impactantes ojos en jin y, con tono prevenido, advirtió:

-Cuidado con el lobo.

//

Aquí está la primer capítulo de la segunda parte.

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