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_Sanzu Haruchiyo_

#6: Satoru Sadao x Sanzu Haruchiyo.

Título: Mi jefe.

Advertencia: no.

Ua: no.

🐕🐕🐕


       La primera vez que lo vio no le pareció la gran cosa, era un tipo bastante pretencioso, alguien molesto y con una gran hambre de pelea. Sanzu creyó ver a un aficionado, pero no por nada era el segundo sub comandante de la Toman. En la pelea de las tres deidades pudo verlo, aquello que Izana tanto se esmeró en mostrarle a todos.

Sanzu supo por qué lo apodaban Jabberwocky.

Su poder destructivo y aquella hambre de asesinar embelesó al en ese momento albino que observaba cada movimiento de su superior al destruir a Mikey. Ni con impulsos oscuros pudo derrotarlo, porque en fuerza bruta, Satoru es mucho más que masa muscular.

— ¡Sus tres líderes han caído! — gritó fuerte y claro aquel rubio que siempre acompañaba a Satoru; Touya Kawata. — ¡Ahora le pertenecen al Jabberwocky! ¡Este es el nacimiento de Bonten!

Satoru... Se veía muy apagado. Solamente tomó su máscara del suelo y se marchó en su moto al oír las sirenas de la policía. Se marchó como todos, cada quien por su lado para evitar ser arrestados, dejando a su suerte a dos líderes muertos y uno vivo.

Sanzu despertó de aquel recuerdo, Mikey siempre será su rey, pero Satoru se convirtió en algo inalcanzable para él. Lo sigue fielmente para todos lados, con envidia hacia el rubio de cabellos lisos que tiene el derecho de abrazarlo y dirigirle la palabra de forma más íntima. Quería deshacerse de él, pero eran impulsos oscuros apoderándose de su cabeza. Todo en él se calmó cuando Ran y Rindou aparecieron por la puerta para llevarse a Touya y este fue tras ellos lanzando flores de la alegría.

—Cielos, estos dan diabetes... — murmura asqueado Shion quien iba justo pasando a un lado de la pareja poligamica.

Dentro de Bonten hay solamente dos parejas. Una de ellas es la de los Haitani con el Kawata, quienes dan ese toque de alegría y rosa a la oscura organización. La segunda pareja es Koko y su dinero.

— ¡No coman pan frente al pobre! — les gritó Mochi por el candente beso de tres que se estaban dando. Solo recibió el dedo del medio de los hermanos.

— ¡Jefe! ¡Dígales algo! — chilla Shion harto.

—...Touya. — llama serio. En dos segundos el rubio de cabellos lisos estaba junto a él viéndolo jugar con unas galletas con forma de animales. — Intenten controlar sus hormonas cuando estamos todos.

—Hai, senpai~

— ¿Celosos, Haitani? — bromea Mochi al ver el rostro serio de los más altos que, de nuevo, les mostraron los dedos del medio a todos los que se burlaron de ellos.

Eso era un día normal de Bonten. Sanzu conocía todo de su dios; comía todo lo que tenga forma de animal para jugar con este antes de ingerirlo, en diálogos mentales y una historia invisible para muchos. Le gustaba dormir 14 horas cortadas, por temas de atender las empresas y todo el papeleo administrativo lo cansaba demasiado al punto de quedarse dormido sobre sus papeles. Koko le compra antidepresivos para que los consuma, pero entre Sanzu y su jefe hay un secreto y es que este se los da a él. Un regalo que el de cabellos rosas atesora siempre y no tiene vergüenza en consumirlos frente a todos, para que su jefe vea que él gustoso consume de esa droga.

Un día, Sanzu se dio cuenta que estaba enamorado de su dios.

Fue una vez que lo vio dormir tan pacíficamente, como si tuviera un buen sueño. Le gustó la forma de su rostro, sus largas pestañas negras, su largo y bien cuidado cabello azabache y sobre todo su cuerpo tallado por los dioses. Un abdomen bien marcado, unos brazos sexis y musculosos, unos muslos gruesos y aquel gran paquete que siempre marcaba su pijama. Sanzu tenía el deseo de ser ahorcado por las grandes manos, brazos o muslos de su jefe. Se quería portal mal para que este lo castigue, pero también quería ser un buen chico muy obediente.

Decidió ser el chico bueno del jefe y tuvo su recompensa una vez.

—Últimamente... Tú, fuiste alguien que destacó bastante. — apunta Satoru con la mirada perdida en el gran ventanal con vista a todo Tokyo, pues estaba en el edificio más alto de todos. — ¿Qué recompensa quieres?

— ¿Puedo pedir lo que sea? — tantea ansioso.

—Si ¿Necesitas más drogas? ¿Armas? ¿Más dinero? — pregunta sin interés, sea lo que sea, creía que se trataba de eso.

Oh, si Satoru tan solo supiera lo loco que trae a su perra.

—Quiero que el jefe me recompense dándome pastillas... de boca a boca. — confiesa con un gran rubor en sus mejillas.

Satoru lo miró a través del espejo, fue a uno de sus cajones para tomar una píldora y meter esta a su boca. Caminó a pasos firmes hasta Sanzu para obligarlo a arrodillarse. Con su mano hecha puño tomó los cabellos de su nuca para manejarlo a gusto y que mantenga su cabeza hacia arriba, eso provocó un gran estímulo en Haruchiyo que gimió extasiado. Las pastillas que consumía no provocaban eso en él, no provocaban lo mismo que provoca su jefe.

—Abre. — ordena serio.

Haru abrió su boca con su lengua afuera, pronto abrió los ojos de par en par y la excitación llegó a él como un latigazo al sentir la lengua de su jefe meterse dentro de su boca junto a aquella píldora. Gimió durante aquel "beso" que no fue más que un mísero contacto para pasar la pastilla. Se sentía en el cielo y al mismo tiempo en el infierno. Quedó en un trance intentando procesar lo que acababa de pasar y su rostro se puso más rojo que su cabello, su miembro se apretaba demasiado en sus pantalones y su respiración era irregular.

—Ah~ Jefe...

—Ahora, vete. — ordena con voz seria. — Y no hagas mucho ruido cuando te atiendas o me enojaré.

Oh, le interesaría ver enojado a su jefe, pero como buen niño que es fue a su cuarto a atenderse él mismo. Imaginando que era su mismísimo dios quien le follaba y lo hacía morder la almohada.


🐕🐕🐕


[N/A]: ¿Quién será el siguiente?

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