
𝐈𝐈𝐈. 𝐒𝐀𝐋𝐈𝐃𝐀 𝐀 𝐇𝐎𝐆𝐒𝐌𝐀𝐃𝐄
Como todos los estudiantes de Hogwarts habían deseado...
El día de la salida a Hogsmeade, había llegado.
Todos estaban felices de poder aunque sea desconectarse un rato de sus estudios y pasar tiempo con sus amigos. Ya que la mayoría estaba agobiada con tantas pruebas y tareas que entregar.
Por lo que una salida a Hogsmeade era considerado como un respiro.
-Lyra! - gritó Hermione desde las escaleras que iban a los dormitorios.
-¡¿Qué?!
-Apúrate, los chicos nos están esperando.
Habían quedado en salir todos juntos a Hogsmeade, para tomar unas cervezas de mantequilla. Ya que hace mucho tiempo no salían los cuatro, como en los viejos tiempos.
Harry se había levantado demasiado temprano para así no perder tiempo despertando a Ron. Y fue muy inteligente al hacerlo, porque Ron había tardado 2 horas en levantarse. Por suerte no tardaba tanto en arreglarse, pero si en despertar y levantarse.
Lyra bajó con su varita en mano. Había estado más de media hora buscándola, hasta que se tocó la cabeza y ahí estaba. La había usado para hacerse un rodete. Pero de despistada se olvidó de que la había dejado ahí.
-¿Dónde estaba al final? - preguntó Hermione refiriéndose a la varita.
-No lo creerás- dijo negando con la cabeza Lyra. Hermione alzó una ceja - estaba en mi cabeza, la usé para hacerme un rodete.
Hermione negó con la cabeza. Su novia era una completa despistada. Todo el tiempo se le perdían las cosas, o mejor dicho, se le olvidaban. Y así podría estar horas y horas buscando.
-Sí ya no se te olvida nada, vamos, siempre llegamos tarde.
Salieron de la sala común tomadas de las manos. Algunos las miraban pero ya no era como al principio. De a poco se fueron acostumbrando. Y ya no había ningún comentario fuera de lugar.
En el camino se encontraron con Ginny, que iba distraída acomodándose su cabello pelirrojo con un broche negro. Tardó en darse cuenta de que ellas estaban cerca suyo, cuando lo hizo su cara cambió a felicidad al verlas. Caminó hasta ellas aún manteniendo su sonrisa.
- Hola, chicas, que bueno verlas por aquí -hablaba sonriente la menor de los Weasley.
- ¿Vas a Hogsmeade? -preguntó Lyra.
-Claro, voy con Luna y Neville, no podíamos perdernos de ir allí, ha pasado mucho tiempo desde la última vez.
Ambas movieron sus cabezas en forma de asentir, mientras caminaban a la entrada, donde tomarían sus carruajes a Hogsmeade.
El aire fresco de la mañana rozaba sus rostros mientras se dirigían hacia los carruajes que los llevarían a Hogsmeade. Ginny, con una sonrisa que reflejaba la emoción de un día fuera de las rutinas de Hogwarts, se unió a Luna y Neville, quienes ya estaban esperando. Luna, con su habitual aire soñador, comentaba sobre las últimas ediciones de 'El Quisquilloso' y las criaturas mágicas que había investigado recientemente. Neville, por su parte, compartía anécdotas de sus últimas clases de herbología, mostrando con orgullo una pequeña planta mágica que había logrado cultivar.
Mientras tanto, Lyra observaba a sus amigos con una mezcla de alegría y nostalgia. Aunque disfrutaba de la compañía de sus compañeros, no podía evitar pensar en las aventuras que les esperaban más allá de los muros del castillo. La idea de explorar Hogsmeade, con sus tiendas llenas de curiosidades y sus callejones misteriosos, siempre le había fascinado.
Al llegar a los carruajes, el grupo fue recibido por el carruajero, un hombre robusto y amable que conocía bien a los estudiantes de Hogwarts. Con un gesto amistoso, les ayudó a subir al carruaje y les deseó un día lleno de descubrimientos y diversión. Los caballos mágicos, que parecían entender la emoción de los jóvenes, comenzaron a trotar suavemente, llevándolos a través del camino rodeado de árboles que se mecían al ritmo del viento.
La conversación entre los amigos fluía con naturalidad, saltando de un tema a otro, desde las últimas bromas de los gemelos Weasley hasta las predicciones de la profesora Trelawney. La risa era una constante en el viaje, y cada uno compartía sus planes para el día. Ginny quería visitar la tienda de artículos de broma, mientras que Luna estaba decidida a buscar ingredientes raros para sus pociones. Neville, siempre práctico, planeaba abastecerse de suministros para sus plantas.
El viaje parecía corto ante la buena compañía y la anticipación de un día memorable.
Al llegar a Hogsmeade, el grupo se dispersó, cada uno con sus intereses y curiosidades, prometiendo reunirse más tarde para compartir sus hallazgos.
A lo lejos vieron a Ron y Harry, Quienes se acercaban a ellas con una sonrisa en sus caras.
- Chicas, nos vemos en la calle principal en una hora. -avisó Harry.
-Y llegen temprano, no se queden besuqueandose en algún lado.
Ambas rodaron los ojos.
-No prometo nada. -dijo Hermione, alejándose de ambos chicos. Lista para empezar su día en Hogsmeade, con su novia.
Lyra, con un brillo de curiosidad en sus ojos, decidió empezar su exploración por 'Honeydukes', la famosa tienda de dulces, donde los colores y sabores mágicos prometían ser el comienzo perfecto para su aventura allí.
Hermione y Lyra entraron en Honeydukes, con los ojos brillando de anticipación. Mientras recorrían los pasillos, los aromas dulces y especiados las envolvían como una cálida bienvenida. Hermione, siempre práctica, se dirigió primero a la sección de chocolates, seleccionando meticulosamente las barras de chocolate con chile que ayudaban a mantener la concentración durante los estudios. Lyra, por otro lado, se sintió atraída por los frascos de caramelos de miel que prometían cambiar de sabor con cada bocado.
Mientras Hermione examinaba las propiedades mágicas de los dulces de menta, que supuestamente clarificaban la mente, Lyra se deleitaba con las ranas de chocolate, cuyas cartas coleccionables de magos y brujas famosos eran su debilidad. No tardaron en llenar sus cestas con una variedad de golosinas: bombones explosivos que hacían cosquillas en la lengua, grageas de todos los sabores de Bertie Bott, algunas deliciosas y otras desafiantes, y piruletas que cantaban melodías dulces.
La castaña, con su curiosidad insaciable, preguntó a uno de los trabajadores sobre los nuevos inventos de dulces, este la guió a un sector donde estaban todos los nuevos dulces. Y se Hermione se maravillo con los caramelos que podían mejorar temporalmente la memoria. Decidió llevarse unos cuantos para probarlos antes de los exámenes finales.
Mientras tanto, Lyra, fascinada por los efectos mágicos, eligió un paquete de chicles que hacían exhalar pequeñas nubes de colores. Siempre había soñado con eso de chiquita.
Entre risas y charlas sobre qué dulces serían perfectos para una broma a Ron, las dos chicas
continuaron su exploración. Hermione encontró un rincón dedicado a las infusiones de chocolate caliente que venían con diferentes hechizos para calentar el alma en los fríos días de invierno. Lyra, con su amor por lo inusual, se topó con una sección de dulces exóticos, incluyendo caramelos que imitaban la sensación de estar bajo el agua o volando.
Finalmente, después de haber recorrido cada rincón de la tienda y con sus brazos cargados de bolsas llenas de dulces mágicos, Hermione y Lyra se dirigieron al mostrador para pagar. Mientras el chico sumaba el total, ambas intercambiaron sonrisas cómplices, sabiendo que esos dulces no solo endulzarían sus días en Hogwarts, sino que también crearían recuerdos que atesorarían por siempre. Con sus compras en mano, salieron de la tienda, listas para continuar su día en Hogsmeade, con la certeza de que la magia no solo residía en los hechizos y pociones, sino también en los pequeños placeres de la vida, como un buen dulce compartido entre novias.
. . .
Después de una hora completa entrando a tiendas y comprando cosas, Lyra y Hermione, aún tomadas de la mano, se abrían paso entre la multitud, sus risas se unían al coro de conversaciones animadas y pasos apresurados. Tenían que llegar rápido a donde habían quedado con los chicos, o sino las molestarían de por vida.
Al llegar a la calle principal, se encontraron con Harry y Ron, quienes ya habían encontrado un lugar en la terraza de Las Tres Escobas. Los rayos del sol matutino bañaban las mesas, y Madam Rosmerta, con su habitual sonrisa, les dio la bienvenida mientras les servía generosas jarras de cerveza de mantequilla.
-¡Por fin llegaron! -exclamó Ron, bromeando-. Pensé que tendríamos que enviar una lechuza de búsqueda.
Lyra rodó los ojos con afecto.
-Lo siento, no todos tenemos el don de llegar a tiempo.
La conversación fluía tan fácilmente como la bebida. Hablaron de todo, desde las últimas travesuras de Peeves hasta los rumores de un nuevo descubrimiento en la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Ginny se unió a ellos poco después, su cabello pelirrojo brillando bajo el sol como un faro de calidez.
-¿Han escuchado sobre el torneo de duelo que se va a realizar? -preguntó con entusiasmo, mientras se acomodaba junto a ellos.
-Sí, y estoy pensando en inscribirme -respondió Harry, su mirada tenía ese brillo competitivo que todos conocían.
La tarde avanzaba, y con cada hora, la sensación de libertad crecía. Se olvidaron de los ensayos pendientes y las pociones por preparar. En su lugar, compartieron historias y carcajadas, recordando aventuras pasadas y soñando con las que estaban por venir.
Cuando el cielo comenzó a teñirse de tonos anaranjados y rosados, señalando el crepúsculo, el grupo decidió dar un último paseo por el pueblo. Pasaron por Honeydukes, donde los dulces de colores llamaban desde los estantes, y Zonko's, que siempre tenía alguna novedad para hacer reír o sorprender.
-Deberíamos hacer esto más seguido -murmuró Hermione, apoyando su cabeza en el hombro de Lyra.
-Estoy de acuerdo -dijo Lyra, su voz suave pero firme-. No hay nada como un día con amigos para recordarnos por qué vale la pena todo el esfuerzo.
Con el corazón lleno y el espíritu renovado, los estudiantes regresaron al castillo. La luna ya se elevaba, vigilante y serena, mientras ellos prometían que, sin importar los desafíos que enfrentaran, siempre encontrarían tiempo para la amistad y la magia de los momentos compartidos.
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