ㅤ▸ O17
—Todavía tenemos unos minutos, ¿Hay algo más que quieras que hablemos?
Sunghoon miró el reloj en la pared del consultorio de su psicólogo, llevaba ya un par de sesiones, pasando de culpar a todos a su alrededor por su actitud, por sus problemas a poder admitir pequeños errores y culpas que él había tenido.
Había de admirar el gran trabajo y esfuerzo que el pobre chico estaba haciendo.
—Aún no he podido pedir disculpas a mis amigos. Quiero hablarles pero no quiero obligarlos, pero tampoco quiero que nos graduemos y todo termine mal entre nosotros.
El Doctor Choi acomodó sus lentes. —Sunghoon, arreglar las cosas con tus amigos y con la otra chica, Yeseo, va a ser de las partes más complicadas de tu proceso, sin embargo, tarde o temprano vas a tener que hacerlo, ya sea que ellos te busquen cuando estén listos, o que un día tú mismo te acerques y ellos acepten escucharte. Tienes que darles tiempo, no fuiste el único lastimado en toda esta situación, así que solo trata de ser un poco paciente con ellos, pero no olvides que si fueron amigos fue por una razón, y tal vez, esta situación se resuelva más fácil de lo que ambos creemos.
—Gracias.
—No me agradezcas, te veré la semana que viene, cuídate Sunghoon.
El señor Choi abrió la puerta de su consultorio dejando salir al menor después de haberse despedido y haberle entregado un dulce, como ya era costumbre suya con todos sus pacientes después de sus sesiones.
Al otro lado de la puerta, Sunghoon se encontraba escribiendo un mensaje a su familia, avisándoles que había salido de su terapia, esperando que su madre le dijera que pasaría por él para ir juntos a comer algo. Realmente podría comerse una hamburguesa en ese momento.
En cambio, sólo recibió un mensaje avisándole que alguien más lo esperaba fuera del consultorio, otro deseándole buena suerte y un emoji de unas manos rezando.
¿Había mandado a uno de sus tíos? ¿O Yeji había decidido esperar por él para obligarlo a llevarla al cine? ¿Si era su hermana porque le deseaba buena suerte? ¿A quién había mandado su mamá?
—Ah, Sunghoon, ¿Ya terminó tu terapia?
Mierda.
No no, olvídenlo, esta era una oportunidad, Sunghoon podía hacer las cosas muy bien en este momento.
O podía decir algo mal y darle un final definitivo a su amistad con el americano. Pero era Jay, quien a diferencia de cierto australiano, no había tenido intenciones de agredirlo físicamente hasta ver cómo lo llevaban en una ambulancia.
Sunghoon respiró, contó hasta tres y volteó, agradeciendo mentalmente a su mamá por haber llamado a Jay, y estando aún más agradecido con el americano por no darle la espalda aún teniendo todas las razones para hacerlo.
—Jay, si, ya termine, digo, justo voy saliendo.
El americano se levantó del sillón en el que había esperado al pelinegro y le dio una pequeña sonrisa, caminando hacia la salida, llevando a Sunghoon con él, pues este parecía haber quedado tieso de los nervios de ver a uno de sus... ¿mejores amigos? ¿ex mejores amigos?
—Tranquilo, solo soy yo, no hay razón para que estés nervioso, Park. Solo somos dos amigos yendo por un helado.
El menor de ambos Park asintió aún caminando detrás del rubio hasta la camioneta de este, otro de los muchos recordatorios de los momentos que habían compartido en sus años de amistad, desde viajes a la playa en los que el rubio manejaba (siendo el único con licencia y auto), hasta los viajes en madrugada a algún lugar de comida rápida mientras estudiaban para algún examen.
Realmente había tirado una amistad tan increíble por algo tan estúpido como lo habían sido sus celos, su envidia y tanto enojo reprimido. Tal vez jamás había puesto atención a la película de Intensamente y todo el mensaje de "las emociones son importantes", probablemente debía verlas de nuevo.
Luego de varios minutos, finalmente habían llegado a la heladería, la cual se encontraba considerablemente cerca de su escuela.
Aquel sitio era como su lugar especial; donde iban a compartir tiempo los tres cuando sentían que debían hablar de cosas importantes o solo querían distraerse de la escuela.
Llegaron a escaparse algunas veces solo para ir, aparte de que eran cercanos con el dueño siendo que no era una gran empresa; sólo poseían tres sucursales en todo Seúl.
—Pide lo que quieras, yo invito. —ofreció Jay, sin embargo Sunghoon negó y luego de que ambos dieran su orden, pasó su tarjeta de crédito primero que Jay.
—No te preocupes, creo que es lo mínimo que puedo hacer por ti. —soltó un suspiro, pensando cómo enfrentar la situación en la que se encontraba.
Al recibir sus helados, ambos tomaron asientos en las sillas altas que se encontraban frente al ventanal que daba hacia la calle principal. Ignorando completamente a Jay, Sunghoon comía de su cono de helado.
Helado de vainilla. Simple, como le gustaba. A diferencia de Jay quien había pedido chocolate negro, un sabor algo fuerte, el cual no todos disfrutaban.
—Sé que las últimas semanas han sido fuertes para todos, principalmente para ti. —confesó Jay. —Pero quiero decirte que luego de pensarlo, no quiero que esto afecte nuestra amistad, principalmente viendo el gran cambio que has dado en unas pocas semanas.
Sunghoon asintió, tomando la valentía para dejar de ver su helado —el cual se derretía poco a poco— para observar a Jay a la cara, como debía ser.
El rubio le sonrió, palmeando su hombro. —No quiero que te disculpes conmigo, pues considero que tus acciones han dicho más de lo que podrías expresar con palabras.
—Aún así, lamento por arrastrarlos a tremendo problema. —dijo incluyendo a Jake, el cual no le dirigía la palabra aún. —Jake me lo dijo desde un principio, y yo no lo escuché.
—No te preocupes; pasado pisado. —Jay se levantó para tirar a la basura la servilleta que tenía en mano.
Sunghoon iba a hacer lo mismo, si no fuese porque la pequeña campana del lugar lo distrajo. Volteó a su derecha observando como entraba una familia, y detrás de ellos, Jake.
—¡Jay! ¿Qué tal? Estaba pens- oh.
El australiano observó confundido al pelinegro, el cual nervioso levantó la mano en forma de saludo. Rápidamente Jake soltó un resoplido y lo ignoró, volteando hacia Jay quien iba a explicar lo que sucedía.
—Ya va siendo hora de qu-
—Ya es hora de irme, nos vemos mañana en clases, Jay. —interrumpió al americano con sequedad, y sin voltearse a ver a Sunghoon, se retiró del lugar.
Jay negó en decepción. Tenía la leve esperanza de que Jake al menos se animaría a escucharlo. Sin embargo también sabía que el australiano podría llegar a ser bastante terco.
—No te preocupes, ya estoy acostumbrado. No puedo forzarlo a perdonarme. —respondió Sunghoon, sintiendo como una aguja atravesaba su corazón. Ya había intentado hablar con Jake anteriormente, sin embargo siempre terminaba con el mismo resultado.
Con Jake ignorándolo, callándolo, o incluso odiándolo aún más.
—¿Hay alguien más a quien te gustaría disculparte? Creo que lo has hecho con todo el mundo.
Una respuesta inmediata salió de su boca, sin siquiera pensarlo.
—Yeseo.
Por más que quisiera, habían muchos factores los cuales le complicaban hacerlo. Uno de ellos es que la culpa lo carcomía a cada hora, cada segundo. Otro factor era que habían vuelto al inicio; Yeseo lo evitaba de la mejor forma posible. Jamás la veía, y si la veía estaba acompañada de Jay.
¿Estaban saliendo? Había escuchado rumores de que ambos habían empezado a salir oficialmente, y eso le destruía el alma.
—¡Cierto! Creo que te puedo ayudar con eso.
Sunghoon alzó una ceja, curioso. —¿Cómo?
—Quizás debamos retroceder unos pasos...
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holi :D
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