XII
"Al fin juntas, amor."
Sana tenía una enorme sonrisa surcando su rostro.
No podía creer que Tzuyu hubiera ido a buscarla hasta su boda, era algo que aún no podía superar.
Y no lo haría jamás.
Su cabello estaba desordenado por el viento, Tzuyu conducía tranquilamente mientras acariciaba las manos de Sana. Ambas estaban en silencio, no hacían falta las palabras, estaban muy felices.
Recostó su cabeza en la espalda de Tzuyu, sintiendo lo cálido y cómodo que era el cuerpo contrario. Nunca imaginó que su padre le daría una sorpresa de esa magnitud, estaba enormemente agradecida con él. A pesar de que este no pudo pasar demasiado tiempo con su hija, Sana estaba agradecida, si no fuera por sus abuelos paternos y por él, nunca hubiera sabido lo que era ser buena persona.
Recordó a Aiko, no entendía cómo es que una persona podía llegar a ser tan interesada y mala. Sana estaba consciente de que Aiko era una manipuladora extrema, pero en el momento en que dijo que le harían daño a Tzuyu lo supo, esa mujer era una psicópata enferma. Obligar a su hija a casarse con alguien a quien no ama no lo hacía nadie, sólo ella.
Momo era otra historia, la chica nunca fue amable con nadie, ni siquiera con Sana, aunque eso no le importaba. Sana conocía a la mejor amiga de Momo, Kim Dahyun, siempre que ambas estaban solas Dahyun la miraba con odio y desprecio. Sana al principio no entendía por qué y decidió ignorarlo, pero cuando Momo las presentó y dijo que eran pareja, pudo notar la tristeza regada en todo el semblante de Dahyun. Esperaba que Momo reaccionara y diera una oportunidad a la pálida de ser más que una compañera sexual y nada más, sabía que la chica era bueno y que merecía la pena.
El ambiente había cambiado, Sana lo había sacado de la ciudad, la carretera estaba completamente vacía, todo estaba en silencio a excepción de la motocicleta en la que ambos se encontraban. Tzuyu bajó la velocidad poco a poco y detuvo la motocicleta a un lado del camino, Sana bajó y ella le siguió.
Se observaron mutuamente, en silencio, disfrutando de la compañía y la tranquilidad. Sana se acercó a Tzuyu y la abrazó sonriente.
Las palabras de Aiko volvieron a su mente, "Mientras más te niegues, más peligro correrá la salvaje que te cuidaba".
—Estaba tan preocupada por ti, Chewy. — las lágrimas empezaban a salir de nuevo, Sana nunca había estado tan asustada en su vida, que Aiko amenazara la vida de Tzuyu la había marcado demasiado.
—¿Por qué, cariño? — su lado protector estaba al mando. Ver a Sana llorar le partía el alma. Tzuyu no quería ver a Sana llorar, quería ver la hermosa sonrisa de la chica plasmada en su rostro. —¿Puedes decirme todo lo que pasó desde que me echaron?
Sana asintió y tomó aire, contó todo lo que había ocurrido. La pelea con Momo, el encierro de cinco semanas en su habitación, la tristeza y la desesperación que sintió durante cada segundo sin Tzuyu.
—Satang, cariño, mírame por favor. — Alzó el rostro de la rubia y dejó un pequeño beso en sus temblorosos labios. —Yo también estaba igual o más preocupada que tú, no sabía que podría llegar a hacerte tu madre o la imbécil de Momo mientras yo no estuviera allí. Lo que tu madre dijo era mentira, no me hicieron nada, no van a hacerme nada, yo estoy bien.
—L-lo siento, T-Tzu, n-no puedo e-evitar llorar ahora. — Tzuyu asintió y cargó a Sana igual a como lo había hecho el día en que la encontró llorando fuera de su universidad.
—Está bien, bebé, te entiendo. — Colocó el rostro de Sana en su cuello y acarició su espalda. — Llora todo lo que quieras, desahógate el tiempo que necesites, yo estaré siempre aquí para limpiar tus lágrimas y reemplazarlas con hermosas sonrisas, ¿de acuerdo?
Sana sólo asintió y a través de sus lágrimas sacó todo lo malo que llevaba por dentro. Dolor, preocupación, miedo, angustia, odio y terror.
Tzuyu dejó que Sana manchara su hombro con lágrimas, ella también había dejado escapar unas cuantas, pero las había limpiado para no preocupar más a la pequeña rubia.
En el momento en que fue echado de la mansión Minatozaki, Tzuyu se desesperó demasiado, no podía dejar a Sana allí adentro con la arpía de Aiko, así que hizo lo que creyó más responsable, contarle todo al señor Minatozaki. Tzuyu no puede negar que estuvo asustada cuando le contó todo al señor Minatozaki, pero todo miedo desapareció en cuanto el hombre le confesó que sabía todo, y era verdad. Él se daba cuenta de las miradas entre su empleada y su hija, nunca se negó a ello, él quería a Sana feliz, por lo que ayudó a Tzuyu y planeó que la buscara el día de su boda, porque sabía que ese era el único momento en que Sana estaría libre.
Tzuyu no había parado de agradecerle, saber que no toda la familia de Sana era mala le había confortado.
Cuando Sana dejó de llorar y se relajó abrazó a Tzuyu con fuerza, disfrutando de las caricias en su cabello y espalda.
—Sanashine, lo que te dije antes de irme de tu casa era cierto. —habló Tzuyu con seriedad.
—¿Qué cosa, Tzu? —preguntó mientras aspiraba el aroma de la azabache, relajándose más en el proceso.
—Dije que te amaba, Sana, y no te mentí sobre ello, yo en verdad te amo. —Sana se sonrojó ante lo dicho y asintió.
—Yo también te amo, Tzu, lo hago más que a nada. — besó el cuello de la azabache y volvió a abrazarla con fuerza.
Tzuyu realmente estaba muy enamorada de Minatozaki Sana, ¿cómo pudo llegar a ocurrir eso? Tzuyu no lo sabía, pero estaba consciente de que amar a esa chica era lo mejor del mundo. Sentía una felicidad innata, no habría nada que pudiera arrebatársela ahora.
—Me alegra que sientas lo mismo que yo, pequeña, porque no tenía planeado dejarte ir ni aunque tu madre se interpusiera en mi camino. —entrelazó sus dedos con los de Sana y la miró a los ojos. —Tú eres mía, Sana, lo eres de todas las maneras existentes, y eso nadie va a cambiarlo.
Tzuyu era sincera en cada palabra, había tantas cosas más que tenía para decirle a Sana, pero simplemente no encontraba la forma de decirlas, así que prefirió demostrarlo de una mejor manera.
La besó.
Sus labios calzaban a la perfección, el tibio toque de ambas las tranquilizaba mucho, se podían transmitir todo su amor con ese simple gesto. Tzuyu abrazó a Sana y lo sintió bien, lo sintió tan íntimo y tan correcto. Se separó con levedad de la rubia y dejó besos regados por todo su rostro, sacándole una enorme risa a la chica.
—Ya, Tzu, me haces sentir como a una bebé. —el sonrojo en su rostro era notable. Sana había dicho aquello únicamente por vergüenza, pero en el fondo sabía que le encantaba ser mimada por Tzuyu.
—No me importa, tú eres un bebé, eres mi bebé y voy a consentirte todos los días, te daré muchos abrazos y besitos en toda tu hermosa cara. ¿No te gustaría que te mimara todo el tiempo? —Sana le pegó con suavidad y escondió su rostro en el cuello de la azabache.
Tzuyu sonrió al escuchar el pequeño murmullo de Sana—¿Qué dijiste, cariño? No te escuché bien.
—Dije que si me gustaría que me mimaras mucho. — habló un poco más alto. Besó el cuello de Tzu y la miró al rostro con seriedad. —Pero sólo vas a ser cariñosa y linda conmigo, no permito que lo seas con nadie más.
Tzuyu la miró y acarició su rostro con cuidado, memorizando las facciones de Sana.
—Creo que tengo a una pequeña celosa entre mis brazos justo ahora, y estoy seguro de que me encanta.
—Tonta.
—Pero sólo tuya, cariño, de nadie más. —tomó la cintura de Sana y volvió a besarla.
Así estuvieron un rato, besándose y diciéndose lo mucho que se amaban. Sana agradeció haber conocido a Tzuyu, si aquello no fuese ocurrido, ahora no sería Minatozaki Sana, sería conocido como Hirai Sana, la esposa de Hirai Momo.
—Squirrel, cariño, ¿eres feliz? — preguntó Tzuyu mientras besaba la mejilla de la rubia.
Sana la miró a los ojos y respondió sin dudar en ningún momento. —Claro que lo soy, Tzu, soy más feliz ahora que estoy contigo. Porque mi felicidad está en ti.
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