XI
"¿Boda? Hoy no."
5 Semanas después.
Sana estaba desecha, mental y físicamente estaba destrozada. Su madre era una maldita, una que la controlaba todavía. Durante el tiempo que estuvo encerrada en su habitación, Sana no había hecho otra cosa más que llorar y lamentarse por todo. Varias veces intentó escapar, pero era en vano, su madre tenía los alrededores de su habitación muy bien custodiados, era imposible salir sin ser vista.
No había querido comer nada durante ese tiempo, siempre que trataba de probar bocado alguno se presentaba un nudo en su estómago. Al único sitio al que podía ir era a la universidad, y rodeado de silenciosa compañía. Si se movía a alguna parte sus guardaespaldas la seguirían, y si intentaba escapar ellos lo impedirían.
No había visto a Momo, eso era lo único que agradecía enormemente, la mujer no se había aparecido por sus habitaciones desde que Sana la había golpeado, sonrió al recordarlo, jamás se arrepentiría de ello.
Suspiró cansino al escuchar la puerta abrirse, Aiko entró con una sonrisita en los labios, Sana estaba segura de algo, si Aiko no fuera mujer o no compartiera algún lazo cercano a ella la golpearía. Se preguntaba constantemente cómo es que su padre, un hombre trabajador y honesto, se habría enamorado de una mujer como lo era Aiko.
—Hola, hija, ¿cómo has estado estos días?— en serio, ¿qué le había visto su padre a esa mujer?
—Aiko, he estado de las mil maravillas, ¿no lo ves?, estas se sienten como las mejores vacaciones de mi vida. — su tono sarcástico no habría pasado desapercibido para nadie, Sana no estaba de ánimos como para fingir estar de buen humor.
—Cariño, deja ese humor y prepárate, hoy será tu boda.—Sana abrió los ojos y negó.—Y no estás en tu derecho de negarte, querido, tu compromiso con Momoring ya ha durado demasiado, es hora de que se unan en sagrado matrimonio.
—Tú debes tener mierda en la cabeza, ¿verdad? Te dije que no me casaría con Hirai. Si quieres tener más dinero del que ya tienes busca a un viejo decrépito millonario y cásate tú. —escupió irritada.
Aiko rodó los ojos y se acercó a Sana, tratando de verse amenazante. Sana quería reír, su madre a penas y le llegaba al pecho, Aiko no iba a intimidarla ni estando prendida en fuego.
—Escúchame bien, Sana, tú vas a arreglarte en este instante para asistir a tu boda, y cuando lleguemos vas a actuar como una chica feliz, quieras o no.
—Ya te he dicho que no voy a casarme, así que puedes largarte por donde viniste. — se acostó en su cama y cerró los ojos, dando por terminada la conversación.
—Perfecto, mientras más tardes para asistir a la boda, más peligro correrá la salvaje que te cuidaba. — Sana se levantó abruptamente de la cama y tomó el brazo de Aiko con brusquedad, la ira centelleaba en sus ojos.
—Que ni se te ocurra la idea de hacerle daño a Tzuyu, Aiki, que no se te ocurra.—advirtió seriamente.
—Querida, ¿quién ha dicho que seré yo quien le haga daño? Soy una dama de la alta sociedad, hija, no puedo ensuciarme las manos con sangre de un simple mundano. —Aiko se soltó del agarre de Sana y sobó su brazo con cuidado.— El tiempo corre, Sana, tú decides.
Aiko salió de la habitación, dejando a Sana con la palabra en la boca. Empezó a gritar y a destrozar todo en su habitación.
—¡Te odio, Aiko, te detesto con toda mi alma!— se sentó en el suelo y apretó sus manos con fuerza, el maldito nudo de su garganta había regresado, dejó que las lágrimas fluyeran libremente y pensó en Tzuyu. Debía obedecer a su madre si no quería que algo le pasara a la azabache.
—Haré lo que sea con tal de protegerte, amor.
♡
Sana tenía ganas de vomitar, de nuevo estaba en uno de los ambientes que tanto detestaba. Las personas adineradas llenaban el salón decorado con rosas rojas, todas hablando de superficialidades y negocios.
Su vestimenta era casual, para ella aquel evento era de todo menos importante. Un vestido blanco pegado al cuerpo un tanto largo y tacones del mismo color. Todo estaba perfectamente pulcro.
Su madre estaba junto a sus amigas, Sana las ignoraba a todas, era cortante a la hora de hablar, sorprendiendo a más de uno por su actitud tan tosca. Aiko los calmaba diciendo que actuaba de esa manera por los nervios antes de la boda.
Si claro, nervios.
Su padre estaba alejado de todos, mensajeando con un rostro enamorado. Sana no podía evitar sentir felicidad por él, si su padre encontraba la felicidad en otra parte, Sana lo apoyaría sin dudarlo. Sólo esperaba que, fuera quien fuera la persona que lo tuviera así, no fuera como Aiki, y deseaba que lo hiciera muy feliz.
Momo entró al salón junto a su mejor amiga, ambas tenían el rostro sonrojado y los peinados desordenados. Sana estaba segura de porque se encontraban así.
Momo se acercó a ella con rapidez y besó la comisura de sus labios mientras la abrazaba con fuerza. Sana escuchó los gritos de felicidad de los invitados y no pudo evitar sonreír con tristeza, ella se imaginaba todo eso con alguien más, justamente con la persona que amaba.
Tzuyu.
Sonrió falsamente ante las cámaras que fotografiaban a la "feliz pareja". Momo se aprovechaba de ello, besando a Sana todo el tiempo. Sana quería golpearla de nuevo, ¿hasta dónde era capaz de llegar la hipocresía y el cinismo de la gente?
— ¡Sana, hija, ven aquí! —escuchó como su padre la llamaba, se dirigió a él y al llegar fue estrujada cariñosamente entre los brazos contrarios.
—Espero que seas muy feliz, hija, lamento no haber cumplido mi promesa de estar contigo. ―un beso fue depositado en su cabeza y Sana sintió ganas de llorar. Si él sólo supiera que su felicidad se encontraba junto a alguien más.
—No importa, papá, entiendo todo, no te preocupes por ello.
—Ven, te tengo una sorpresa afuera. —Sana fue arrastrada por su padre hasta las afueras del salón. Las personas los seguían a ambos, todos curiosos por dicha sorpresa.
Allí estaba ella, más guapa que nunca.
Tzuyu sonreía felizmente mientras agitaba sus brazos. Estaba conduciendo una motocicleta.
— ¡Ven conmigo, pequeña! — Sana no esperó dos veces y corrió hasta los brazos de Tzuyu, la azabache la besó, dulce y cariñoso. Sana correspondió mientras derramaba lágrimas de felicidad. Tzu estaba bien, estaba a salvo.
—Te extrañé tanto, Chewy. —susurró mientras Tzuyu acariciaba su rostro.
—Yo también te extrañé, Satang, no tienes idea de cuánto.
Sana miró a su papá y lo abrazó con fuerza. — Gracias, papá, muchas gracias.
—Ve con ella, hija, yo me encargaré de todo aquí.— asintió y subió en la parte trasera de la motocicleta, aferrándose a la cintura de Tzuyu.
—¡¿Qué ocurrirá con la boda?!— gritó una de las invitadas. Tzuyu rió fuertemente y Sana le siguió.
—¡¿Boda?! ¡Hoy no!—encendió la moto y arrancó. Sana sentía la adrenalina correr su cuerpo por completo mientras escuchaba los gritos de Aiko y de Momo.
Váyanse a la mierda.
Este capítulo iba antes, perdooooon.
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