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VII

"Pequeña relajación. Celos."

Sana estaba estresada, la universidad la estaba matando, la carrera que quería ejercer en un futuro era su favorita en todo el mundo, pero diablos, los profesores sí que no eran sus favoritos.

Estaba preparando un proyecto individual, ¿por qué?, a Sana no le gustaba enlazar amistad con nadie de su salón o universidad en general.

La gente lo veía mal por ello, la tachaban de mimada y demás, pero a Sana todo aquello le valía tres hectáreas de mierda, si no les gustaba como ella actuaba era su problema.

Para aumentar más aún su desgracia, Momo no había parado de ser melosa con ella, ahora ignoraba a cada chico y chica que se le acercara para follar, Sana se extrañó por ello, también se molestó bastante. Si su prometida dejaba de lado a sus "putas" Sana no tendría más remedio que aguantarla hasta la hora de salida.

"Maldita sea mi suerte".

En casa todo era igual o peor, su madre no había parado de acosarla con estupideces de su futura boda, ¿qué pasaría si le dijera que no tenía pensado casarse con Momo nunca? Tal vez se desataría el infierno con Minatozaki Aiko, o tal vez no.

Su padre sólo ignoraba a su esposa y se dedicaba a estar fuera de casa durante todo el día, a Sana no le extrañaría si un día su padre llegaba pidiendo el divorcio o algo parecido.

Suspiró con cansancio y miró al techo de su habitación, ¿cuánto tiempo tenía escribiendo como un demente en tantas hojas? Sentía la migraña construirse con constancia en su cabeza y ojos, debía descansar o colapsaría en cualquier momento.

La puerta de su habitación se abrió repentinamente y giró para encontrarse al final de sus problemas. Tzuyu miró toda la habitación de Minatozaki y no supo que sentir, preocupación o lástima.

Sana había ignorado a Tzuyu últimamente, su orgullo y vergüenza no le permitían mirar a la mujer a la cara aún, o al menos no sin sentir un poco de pena. Tzu se había dado cuenta de ello y prefirió darle su espacio para no incomodarla.

—¿Qué demonios pasó por tu habitación, un tornado? — bromeó la azabache tratando de confortar un poco a la chica inundado en papeles. Sabía lo duro que era atravesar la universidad, ese trayecto de su vida había sido una pesadilla total.

Sana la miró levemente y sonrió, se sentía bien que alguien le subiera el ánimo en esos momentos.

— No lo sé, no recuerdo siquiera cuanto tiempo llevo encerrada aquí— su voz era ronca y baja, cansada. Bostezó y estiró su cuerpo para finalmente levantarse y explorar un poco su entorno, no había querido ver a nadie durante su pequeño período de estudio, quería prepararse bien y hacerlo perfecto.

Tzuyu asintió y sonrió sin mostrar sus dientes, empezó a recoger toda la basura regada por el suelo y se sorprendió de ver únicamente bolsas de chucherías y botellas de bebida energizante.

De nuevo su instinto sobreprotector estaba en la superficie.

—¿No has comido más nada que no sean estas porquerías? —reprochó molesta, Sama se sonrojó y negó con la mirada baja, que Tzuyu lo regañara como a una niña le hacía sentir mal.

Chou negó decepcionada y se acercó a Sana para abrazarla, notó como la chica se había tensado ante el acto y la abrazó más fuerte, sonriendo al sentir como su abrazo era correspondido suavemente.

Ambas se quedaron así, en silencio, Sana extrañaba el perfume de Tzuyu, inhaló y calma total lo inundó. Tzu acarició su cabello con suavidad y Sana sintió que se derretiría allí mismo, su cabello era su punto débil de relajación.

—Ve a ducharte, yo arreglaré esto un poco y ordenaré algo para que comas algo decente. —Sana estuvo a nada de protestar, pero Tzuyu le dedico una mirada de advertencia y prefirió no decir nada, estaba cansada y no tenía ánimos de replicar ante nada.

Se encerró en su baño y fue despojándose de cada prenda que cubriera su cuerpo, se miró en el espejo y sonrió, se sentía cálida y feliz. Abrió la llave de agua caliente y dejó que la pequeña lluvia mojara todo su cuerpo, desde su cabello, hasta sus pies.

Agradeció mentalmente que Tzuyu fuera su guardaespaldas, no se sentía incómoda con ella. Se sentía segura, protegida y bien cuidada.

Tzu estaba recogiendo todo el desorden posible del cuarto de Sana, ya había ordenado algo de comida decente para ella, la chica se veía agotada, a Tzuyu no le gustaba verla así, sabía que su trabajo era cuidar a Sana únicamente cuando este estuviera afuera, pero no podía evitar hacerlo aun cuando la chica estuviera en las comodidades de su casa.

Se estaba apegando demasiado y no le importaba.

Recordó a la novia de Sana, esa idiota había provocado que quisiera estamparle su puño en el rostro, era insoportable y engreída. Se había dado cuenta de que Momo había estado muy cerca de Sana últimamente, aquella no le hacía sentir amenazada, al contrario, lograba que tuviera una enorme sonrisa, pues la menor la alejaba de ella todo el tiempo, enojando a Momo y dando la oportunidad a Tzuyu para que entrara en acción cuando Sana se lo pedía.

Recogió los últimos desechos de dulces y los desechó en la papelera. Se sentó en la cama de su jefa y sonrió complacida al recordar lo que allí había pasado tiempo atrás.

La puerta del baño fue abierta y Tzuyu gimió deseosa al ver a Sana salir con una sola toalla puesta en su cintura, dándole la libertad de poder detallar con tranquilidad cada parte de su piel pálida.

Mordió sus labios cuando Sana la vio y sonrió suavemente.

—¿Podrías darte vuelta? Quiero vestirme. — asintió a la petición de la menor y volteó hacia el otro lado de la habitación, Sana aún debía estar incómoda con ella, ya le preguntaría por qué.

—Señorita Minatozaki, su desayuno ya está aqui. —Tzuyu corrió hacia Sana y la tapó con nada más que una sábana, la sirvienta miró a ambas mujeres apenada y bajó la cabeza.

— ¿No sabes tocar la puerta acaso? —Regañó la azabache, recibiendo varias reverencias y disculpas como respuestas.— Ya vete de aquí.

La chica salió del cuarto rápidamente y Tzuyu suspiró enojada, la mocosa estaba a nada de ver el precioso y sexy cuerpo de Sana, ella no permitiría tal cosa, sólo ella tenía el derecho de verla.

Tzuyu miró a Sana con el ceño fruncido. — ¿Dejas que entren así como así a tu habitación? — preguntó molesta.

Sana sonreía levemente apenada, se notaba a kilómetros que Tzuyu estaba celosa, aquello le gustaba mucho, demostraba que si le importaba más de lo que creía a su guardaespaldas.

—Ella es nueva, Tzu, además, no sabía que me estaba vistiendo.

—No me importa si es nueva o si lleva una eternidad trabajando aquí, ella debe saber que uno toca la puerta antes de entrar. — siguió reprochando.

—Tú no lo haces cuando vienes aquí.—contraatacó, recibiendo la mirada penetrante de la azabache.

—Sólo yo puedo entrar así a tu habitación. Más nadie tiene ese derecho, ni siquiera tus padres. — y fue allí mismo donde Sana sintió su rostro arder.

—¿Estás celosa? Chewy... —preguntó sonriendo en grande. Tzuyu la miró y no dudó en responder.

—Si lo estoy, y mucho. —dijo para luego besar a Sana apasionadamente, extrañaba sus labios, extrañaba su dulce sabor.

Extrañaba aquella exquisita sensación de electricidad en su cuerpo.

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