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VI

"¿Amenaza o advertencia? Molestia infinita."

Tzuyu estaba molesta y preocupada a la vez, Sana no le había dicho ni una sola palabra referente a lo ocurrido días atrás.

Después de haberla calmado mientras la abrazaba con fuerza y dejaba que se desahogara esperaba una explicación de lo que fuera que le hubiera pasado ese día.

Pero no, simplemente obtuvo un corto agradecimiento y el resto del día libre.

Aquello le había molestado en grande, ¿es que Sana acaso no se daba cuenta de su preocupación? En su mente aún estaba la posibilidad de que la culpable fuera Momo, pero no estaba segura. Debía averiguar como fuera todos los hechos.

Los Minatozaki estaban de visita en casa de los Hirai, todos reían exageradamente por cosas que a Tzuyu realmente no le interesaban, menos a Sana, la rubia estaba completamente ida en sus pensamientos, o eso creía pues la chica no apartaba la mirada de la copa llena de vino entre sus dedos.

Tzuyu quería tomarla de la mano y llevársela de allí a cualquier otro lugar, estaba claro que Sana no era feliz, se notaba en su mirada vacía y sin brillo, una muy distinta a las que tenía cuando estaba lejos de su familia.

Pero estaba segura de que si hacía tal cosa estaría despedida inmediatamente, Tzuyu no quería aquello, eso la alejaría de Sana.

En su mente sabe que no debería importarle la chica, que no debería sentir molestia alguna porque tuviera una pareja, pero siempre que Sana se encontraba cerca de ella su instinto sobreprotector afloraba enormemente, sentía que no debía dejarla sola, sentía que se quebraría si hiciera tal cosa.

Se estaba volviendo loca.

No apartaba la mirada de Sana, no quería apartarla, observaba atentamente cada cosa hecha por la pequeño rubia, cada sonrisa falsa dada a sus suegros, cada mueca de incomodidad y tristeza en su bello rostro.

¡Maldita sea! ¿Por qué se sentía tan impotente por no hacer nada?

Sana sólo era su jefa nada más. No debía sentirse abatida al recordar los sollozos de la chica, no debería sentirse cabreada al recordar con quien estaba emparejada, no debería sentirse inútil por no saber qué hacer para cambiar esa tristeza por felicidad.

No debería.

Pero lo hacía.

Sana estaba tan malditamente avergonzado con Tzuyu, ¡nunca había llorado frente a nadie!

Había hecho el ridículo por una estupidez y lo sabía, tal vez ahora Tzu pensaba en el como una bebé llorona que necesitaba ser mimada, ella no quería eso, no quería darle esa impresión a su guardaespaldas.

Le había dado el resto del día a Tzuyu para luego subir a su habitación y golpearse mentalmente por haber sido tan débil.

¿Cómo vería a mujer a la cara ahora? No podía borrar lo que había pasado, tampoco podía contarlo.

Había decidido hacer como si nada hubiera ocurrido, pero dios, era tan condenadamente difícil cuando Tzuyu no paraba de mirarla tan preocupada, porque sí, se había dado cuenta de la intensa mirada de la azabache sobre ella.

Sana pensaba que aquello era lástima.

Si, tal vez Tzuyu pensaba en ella como una pobre idiota que se dejaba manipular por la bruja de su madre y su prometida infiel. Que lloraba por cualquier tontería que le ocurriera cada día.

O tal vez su mente sólo quería jugarle sucio y hacerle sentir mal, Tzuyu no se veía como una mal tipa, al contrario, desprendía un aura dominante y tranquilizadora que embriagaba a Sana por completo y le hacía sentir en paz, completamente a gusto.

Bebió un sorbo del vino tinto en su copa y por fin se dignó a mirar a Tzuyu, la mujer tenía un rostro completamente serio, ilegible, pero Sana sabía que algo ocurría en su mente, se notaba en sus ojos. Sintió sus mejillas calentarse y prefirió concentrar sus ojos nuevamente en la copa de vino sobre la mesa.

Sintió como tomaban su mano y alzó la mirada para ver como Momo le sonreía tiernamente, casi parecía la novia perfecta con aquella sonrisa que surcaba en su rostro, pero Sana sabía que aquello no era cierto, que Momo no la amaba, que sólo era una posesiva de mierda y una infiel de primera.

Quería levantarse de allí y acabar con toda esa farsa, pero no tenía el valor para hacerlo.

Su madre lo amenazaba con miradas cada vez que respondía cortante a los señores Hirai, por lo que debía agregar una sonrisa y felicidad que no sentía para que no descubrieran su verdadero ánimo.

Qué asco de vida.

La reunión entre los Minatozaki y los Hirai había terminado hacía poco, Tzuyu podía ver como Aiko se despedía de los señores Hirai junto con su esposo.

Sana se había alejado de aquello para encerrarse en el auto y descansar un poco de la migraña que empezaba a formarse en su cabeza. Tzuyu la entendía, estar fingiendo una sonrisa todo el día no era algo que todos pudieran hacer. Sintió un toque en su espalda y giró para encontrarse con la mujer dueña de sus pensamientos más sádicos y sanguinarios.

—¿Se le ofrece algo? —preguntó con fingida cordialidad, estaba claro que ambas se odiaban mutuamente. Esa tensión había crecido mucho últimamente.

Momo estaba con una mueca de disgusto y desagrado en su rostro, algo que no intimidó ni un poco a Chou.

—Seré directa contigo, aléjate de mí Sana— Tzuyu abrió los ojos sorprendida y rió levemente, ocasionando que Momo la fulminara enojada.

—Disculpe, Hirai, pero creo no entender el porqué de su petición. —habló con burla. —Si no lo recuerda, soy el guardaespaldas de la señorita Minatozaki, por lo que mi obligación es acompañarla a todas partes, sin excepción.

—Sabes a que me refiero con alejarte, bastarda infeliz. —Momo tomó la camisa de Tzuyu y la arrugó entre sus manos, tratando de verse amenazante. —No quiero que te metas con Sana, ella es mía, es mi prometida.

Tzuyu quitó cualquier expresión burlona de su rostro para adoptar una muy seria e intimidante.

Con fuerza quitó las manos de Momo de su camisa, acorraló a la chica contra la pared y puso su mano en su cuello, asfixiándola levemente. No quería causar problemas, pero Hirai Momo lograba que aquel pensamiento se fuera a la mierda.

—Escúchame, niñata engreída, no voy a alejarme de Sana—su voz era ronca, amenazante. Momo podía sentir un escalofrío recorrer su cuerpo, no diría nada, no estaba en posición de hacerlo. —Yo me comprometí a cuidarla de cualquier sucio bastardo que le hiciera daño, tú eres uno de ellos, así que trata de relajarte un poco con tus celos y métete en tus asuntos.

Momo airado golpeó el brazo de Tzuyu, la azabache la soltó, no porque el golpe hubiera dolido, sino porque la chica estaba demasiado roja por la falta de aire en sus pulmones, ella no quería matar a Momo, o bueno, tal vez sí quería, pero no ahora.

—Soy Hirai Momo, heredera de la fortuna Hirai, por ende puedo hacer lo que me plazca, idiota, no eres nadie para decirme como debo ser con Sana. —escupió con odio.

Tzuyu suspiró, aguantando las increíbles ganas que tenía de patearle el culo a esa infeliz de mierda, ¿era sano querer matar a una persona que conocías en tan poco tiempo? Tzuyu creía que no.

—Me vale una completa mierda quien seas, mocosa.— espetó intimidante. — Sólo te diré una cosa, veo lágrimas en el rostro de Sana y te romperé el culo a patadas.

—¿Me estás amenazando? —preguntó incrédula.

Tzuyu se dió la vuelta al escuchar que era llamado por sus jefes, miró a Momo una última vez y sonrió con maldad.

—Yo preferiría llamarlo advertencia, pero puedes tomarlo a tu conveniencia, Hirai—sin más que decir, abandonó la sala, dejando a Momo con las palabras en la boca.


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