• 8: Maldita lluvia •
— Me gustas. Y mucho.
Las palabras hacían eco en la mente de San, que se había quedado tieso y sentía que su corazón estaba al borde de abandonar su pecho, el aire de sus pulmones se había evaporado y su mente también se había paralizado, incapaz de seguir funcionando. Todo en él era un caos en ese momento. Su mano tembló y el yogurt casi estalló contra el suelo.
— ¿Te vas a quedar ahí o qué?
— ¿Ah…?
Wooyoung se lo quedó mirando y arrebató el yogurt de sus manos, bebiéndoselo de un trago y pasando luego la lengua entre sus labios. Como notó que su criado aún seguía en un “estúpido shock” que él no comprendía, lo jaló violentamente del brazo y lo metió de un golpazo al enorme local, lanzando la botella de yogurt en una cesta vacía.
Después de dos minutos, ambos salían por donde habían ingresado. San llevaba dos enormes bolsas pesadas sobre sus delgados brazos y Wooyoung tecleaba en su celular.
— Mierda, creo que va a llover.
— Pero si hace mucho sol… - musitó el menor, aún sin atreverse a mirarlo a los ojos.
— Acá dice que lloverá.
El atractivo muchacho le plantó la pantalla de su celular sobre su enrojecido rostro y el menor solo sonrió un tanto, mientras asentía con la cabeza y desviaba la mirada. Las bolsas estaban a punto de caerse de sus brazos al ser tan pesadas, pero aun así, continuó caminando.
— Pediré el celular por internet, éstas tiendas del demonio no saben ni vender.
— Sí, es mejor eso… así ya no pierdes el tiempo viniendo acá como hoy.
— Contigo nunca se pierde el tiempo, precioso, eres tan divertido.
Wooyoung quiso soltar una carcajada, pero la boca se le secó al ver dos imágenes familiares caminando hacia su lado.
Mierda, mierda, mierda.
Eran Mingi y Seoho, ¡¿qué carajos hacían ellos ahí?! Se ajustó las gafas sobre los ojos y aceleró sus pasos, aunque era demasiado tarde; los malditos ojos de Seoho lo estaban mirando y ahora abría los labios con sorpresa, llamándole.
Oh, mierda.
Tomó a San del brazo y lo arrastró hacia el lado contrario con brusquedad y rapidez. El menor casi tropezó con todas las bolsas, aunque no logró caer, porque la mano de Wooyoung alrededor de su antebrazo ni siquiera le dio tiempo para eso.
— ¿Qué sucede?
— Vámonos por otro camino – Wooyoung miró hacia ambos lados y luego hacia él.
— ¿Por qué…?
— Porque se me antojó salir por el otro lado.
Cuando estuvieron en el estacionamiento, lo soltó y exhaló, pasándose una mano por su cabeza mientras lo miraba y elevaba una ceja. Había estado cerca de que lo alcancen.
— Te vas a caer si sigues teniéndolo, dame eso a mí.
Extendió un brazo hacia San, quien miraba hacia las bolsas con una especie de “segundo shock” en su rostro. Sus gruesos labios se habían abierto y formaban algo parecido a una avergonzada sonrisa. Wooyoung le tocó la barbilla por un segundo.
— Oye, ¿vas a dármelo? – el menor despertó de su ensueño y asintió rápidamente.
— Sí, gracias.
Wooyoung llevó las pesadas bolsas sin ningún problema y se dirigió hacia su auto, abriendo la parte trasera y lanzándolas en su interior.
— Sube, precioso – indicó, caminando para abrirle la puerta delantera.
El menor asintió con la misma sonrisa de antes y unas chispas en sus ojos, ¿estaba enfermo? Exhaló, metiéndose en el vehículo y poniéndolo a trabajar en un minuto. La lluvia empezó a caer después de diez malditos minutos.
— Ya comenzó la puta lluvia.
— Tenías razón, Wooyoung.
— Siempre tengo razón, nene, eso ni lo dudes, ¿cómo piensas sobrevivir con esa ropa?
San volvió su mirada hacia su vestimenta, ruborizándose mucho más. Toda su ropa era una vergüenza y Wooyoung se había fijado en ella.
— Creí que haría calor.
— ¿Quieres que te de calor, eh?
Wooyoung soltó una carcajada, mirándolo de reojo mientras giraba hacia la izquierda. Sus ojos oscuros volvieron a fijarse en esa camiseta femenina que llevaba el otro; le causaba risa, pero debía aceptar que lo hacía más chica de lo que parecía.
— No te había dicho que esa camiseta te queda preciosa, me pones así.
— ¿Ah…?
— Qué lástima que la vayas a mojar toda con la lluvia.
— ¿La camiseta? – San miró tímidamente al mayor, que asintió con interés - Sí, creo que no parará cuando lleguemos.
El auto aumentó su velocidad.
— No lo hará, menos mal que vine con la casaca encima.
— Eres muy inteligente al pensar en venir con el abrigo, Wooyoung.
Después de decir eso, San descendió la cabeza, cerrando los ojos de vergüenza, ¿por qué había dicho eso? Siempre la estaba arruinado, siempre. Subió la mirada y se encontró con los divertidos ojos de Wooyoung, que estaba riéndose a sus anchas.
— ¿Inteligente, yo? No me cabrees, desapruebo todos los malditos exámenes.
— Las notas no reflejan la sabiduría, no siempre…
El auto giró hacia la izquierda y aceleró la velocidad mucho más.
— ¿Y tú? ¿Cómo ibas con tus notas? - Wooyoung se volvió hacia el menor.
— Siempre aprobaba, pero era porque estudiaba mucho, no porque sea inteligente.
El vehículo se detuvo, habían llegado a su destino. Cuando salieron al aire libre, la lluvia empapó a San desde su cabeza hasta los pies. El muchacho cruzó los brazos alrededor de sí mismo, pero no logró nada con eso. Wooyoung abrió la puerta y lanzó las bolsas al sofá, dejándose caer con cansancio. Había sido un día de mierda. Observó cómo el menor entraba y cerraba la puerta mirándole con la misma sonrisa de antes.
— Muchas gracias por el paseo, fue entretenido ayudarte, iré a ver la cena.
La mirada de Jung Wooyoung ahora estaba centrada en la camiseta de su criado, en cómo el agua la había adherido a su cuerpo y sobresalían unos botones en la parte de su pecho. Se preguntó qué pasaría si lo atraía hacia su cuerpo, le quitaba la camiseta y después de comerle la boca hasta las últimas consecuencias y morderle todo el cuello, cerraba sus dientes también sobre esos botones que sobresalían ahora de su camiseta, ¿se le pondrían muy duros o no? Sí, quería sentirlos duros entre su boca. Sintió cómo la respiración se le aceleraba y su entrepierna empezaba a reaccionar. Lo quería tener sobre ese sofá, ahora mismo.
— Bien – soltó, mientras el muchacho sonreía de esa estúpida forma y se marchaba. Lo siguió con la mirada y luego exhaló lentamente, maldiciendo en su mente.
— ¿De dónde vienes? ¿Ahora los clubs nocturnos abren en la tarde también?
¡Lo que faltaba! Chaewon entró carcajeándose y se lanzó al sofá más cercano. De todos los momentos, ¿tenía que venir justamente en este? Si no fuera su hermana, posiblemente le destrozaría el cuello.
— Qué carajos te importa.
— Qué humor… Oye, no sé si te has enterado, ¡tengo novio!
Wooyoung se la quedó mirando con indiferencia; en realidad, en lo único en lo que pensaba era en el cuerpo de San y en lo divertido que sería tirárselo toda la noche. Oh, joder. El calor empezaba a expandir por su cuerpo. Miró a la muchacha y se levantó de su asiento.
— ¿Se nota como si me importase, hermanita? Anda y cuéntaselo a las zorritas de tus amigas.
— Es Choi Yeonjun, el único hijo del dueño de la hotelería Choi, ¿lo conoces?
— No conozco estupideces.
— Yeonjun es el hombre de mi vida, está decidido.
— Así dijiste de los quince anteriores.
La muchacha abrió los labios, ofendida y rodó los ojos.
— Imbécil, esto es real. Estoy muerta de amor, Wooyoung.
— Eres despreciable – soltó, ignorándola y colándose en la cocina.
Cuando ingresó, se encontró con la mirada sorprendida de San, que lo observó con una sonrisa y continuó sacando algunas cosas de la nevera. Wooyoung miró hacia atrás con cuidado y luego se lanzó sobre el cuerpo del menor, haciéndolo retroceder de golpe hasta acorralarlo contra la pared. Los ojos de San se alertaron enseguida y la sonrisa de su rostro desapareció, al tiempo que descendía la mirada y sentía que su corazón se detenía.
— ¿Qué pasa…?
— Nada, precioso, no te asustes, te he dicho que no te voy a hacer daño.
La mano de Wooyoung tocó su cabeza de nuevo, mientras el menor abría los ojos mucho más y sentía que los nervios lo atacaban con más fuerza al notar que alguien podía entrar y verlos. Sin embargo, su garganta estaba entiesada al igual que sus pulmones. Wooyoung se centró en sus labios. Quería besarlo, quería devorarlo ahora. Oprimió sus dedos en un puño, sintiendo el cuerpo del menor temblar frente a él.
— Solo quería ver lo hermoso que eres y repetirte que me gustas.
San sintió que en ese momento su corazón se disparaba a mil kilómetros por hora y la vergüenza lo cubría de pies a cabeza. Su rostro se ruborizó en tal extremo que hasta sus brazos le ardían y no podía moverse. Sintió cómo la mano del otro se situó ahora sobre su barbilla y la elevó con fuerza, impidiendo que este la descendiera de nuevo.
— Te doy doce horas para que me respondas y el tiempo comienza a contarse desde ahora, nene. No rompas mi corazón, ¿sí?
Wooyoung sacó sus brazos de ambos costados de su cuerpo y con un gran esfuerzo de voluntad, salió por la cocina a pasos rápidos. Subió las escaleras y le importó un carajo que su hermana le quedará mirando extrañada. Cerró la puerta de su habitación y se metió al baño, mientras solo repetía dos cosas en su mente:
Qué estúpido que eres, nene. Qué estúpido y qué jodidamente atractivo.
•••
1586 palabras.
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