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21: 𝚟𝚎𝚛𝚕𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚖𝚒𝚐𝚘

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Había decidido salir a caminar solo, y aunque en un principio ciertas personas se negaron a esa idea al omega le importó poco sus opiniones. El clima estaba siendo bastante bueno ese día, no llovía ni hacía frío más el sol se ocultaba tras las grises nubes; y si tenía ganas de salir a dar una vuelta para aprovechar, eso mismo haría.

Últimamente esa extraña sensación de «yo puedo solo, déjenme» estaba dominando su cuerpo. No sabía el por qué, pero tampoco es como si de verdad le importara tanto. Aún así, su lobo había respondido a una pregunta que no se había auto-formulado directamente.

Estás creciendo, humano.

Aquello solo le confundía aún más, pues el no notaba ningún cambio en su estatura. Seguía siendo el mismo niño del que todos se burlaban, cariñosamente, pero decidió no responder nada a su parte animal y continuar caminando.

A pesar de no haber salido tanto de su casa, conocía muy bien las calles y el lugar a donde podía llegar si caminaba por la vereda de estas. No sabía cuánto tiempo llevaba sentado en una cómoda banca, observando a los pájaros de colores diferentes y de vez en cuando a algún que otro niño o niña que pasaba por ahí.

Un recuerdo llegó a su mente de repente.

«Era día Domingo y eso solo significava una cosa para cierto cachorro de lobo: jugar en el parque.

Tanto HeSook como el omega lo habían mal acostumbrado a eso, antes era manejable pues el pequeño no sabía escribir si quiera pero teniendo ya cinco años era astuto y al haber aprendido los días de la semana medianamente podía deducir qué iba después del Sábado.

Jin hyung ¡debes venir conmigo hoy!—el niño infló sus mofletes mientras se cruzaba de brazos, era ya una costumbre que fueran ambos en compañía de su madre.

¿Por qué no les acompañaba entonces? La vez anterior también había ocurrido lo mismo.
El mayor sonrió apenado, negando con la cabeza.

Hoy no es Domingo bebéclaramente era una mentira, pero no tenía ánimos de salir ni siquiera de su habitación. Era diez de enero, y se sentía realmente triste y asqueroso más allá de ya haber superado lo ocurrido ese mismo día pero seis años atrás.

El pequeño abrió los ojos con asombro.

¿En-en... serio?

Muy, muy en serio Jiminie—asintió—. Cuando llegue el Domingo prometo que si iremos.

—¿Lo prometes?—corrió a donde el mayor con el dedo meñique erguido. Seokjin sonrió enternecido, enganchando también su dedo meñique con el niño.

Lo prometo»

Soltó un suspiro, dejando ver una pequeña sonrisita nostálgica en sus labios. El mayor jamás cumplió esa promesa por alguna razón, por más estúpida que pareciera.

—¡Oppa!—alguien vociferó por sobre la bulla de otros pequeños. El omega ignoró aquello y continuó relajado viendo las hojas de los árboles moverse suavemente a causa de una mínima brisa.

—¡Jimin oppa!—ahora si prestó atención. Dos niñas de la misma altura y con el mismo color de cabello se acercaban sonrientes.

Les sonrió, sacando del bolsillo dos piruletas dulces. Eran para él, pero a las niñas les gustarían más de seguro

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Un letrero se dejó ver ante sus ojos, ya lo conocía de vista debido a que era grande y llamativo por el color rojo como para no notarlo entre tantos otros. La curiosidad llegó a él, quería saber que tipo de ropa ofrecían ya que con suerte tenía dinero suficiente como para comprar algo.

No lo hagas.

O, pensándolo bien... entremos de una vez.

—Ho-hola—saludó al chico que vestía ropa... que normalmente el veía en mujeres, como el crop top, la falda y las medias rayadas que llevaba puestas.

—¡Hola! Mi nombre es Choi Yeonjun y de momento estoy para servirte—sonrió con energía y amabilidad hacia el chico que acababa de entrar y lo miraba algo raro. Al contrario de enfadarse, continuaba sonriendo—. ¿Porqué me miras así, lindurita?

Jimin reaccionó entonces, sonrojandose al instante.

—Oh, yo lo si-siento—se notaba que estaba avergonzado, Yeonjun asintió con ternura—. Es que yo... ¿qué venden exactamente en esta tienda?.

La pregunta tomó por sorpresa al vendedor, pues no esperaba que aquella bolita de arroz fuera tan inocente como aparentaba por su carita. Al parecer había entrado de curioso.

—¿Cómo te explico?—murmuró para si mismo, no queriendo ser tan directo y espantarlo o simplemente traumarlo. Pero era Yeonjun y tenía tacto suficiente para tratar con el chico—. Verás—se aclaró la garganta—, lo que aquí vendemos se llama lencería y otros artículos más... raros.

» —La lencería puede ser para mujeres tanto como para hombres. Algunas personas la compran para... enseñársela a su pareja y otras porque simplemente les gusta.

—Oh, e-entiendo—pero no sonaba convincente.

—¿Seguro?—Yeonjun quiso reír al ver que avergonzado bajaba la cabeza—. Mmm... ¿tu tienes novio, dulzura?

—Yo... sí, a-algo así.

—Pues mira, puedo mostraste algo bonito y simple que te puede gustar a tí y a tu novio—le dijo y con una seña le indicó que le siguiera.

Jimin miraba de un lado a otro, había maniquíes exhibiendo algunas prendas que le hacían sonrojar al ver lo demostrativas que eran pero pensar que YoonGi lo viera así... le gustaba de cierta forma.

Y eso estaba bien, ¿no?

——Mira, esta prenda no es tan reveladora como las otras pero es bonita.

¿Me la puedes comprar?

—¡Tiene orejas de lobito!—su emoción causó risas del pelinegro, y miradas raras de otras personas a su alrededor. Jimin se percató de ello al igual que Yeonjun.

El vendedor soltó un gruñido enseñando los colmillos cuando una omega se burló por la notable emoción y aniñada reacción del peli-naranja.

No le agradaban ese tipo de personas.

—Si lindo, ¿te gustan?

Dile de mi parte
que la duda ofende.

Jimin sacudió la cabeza disimuladamente ante las palabras de su lobo y sonrió hacia el peli-negro.

—Quiero llevarmela—murmuró y desvió la mirada hacia la derecha de casualidad, topandose con unos antifaces y esposas. Por alguna razón le recordó a Jungkook—, ¿esos cuánto cuestan?

—Para ti entre todo, solo serán $2500 wons.

El omega decidido asintió con la cabeza, llevaría todo y le daría una sorpresa a su hyung y un pequeño regalo a su mejor amigo.

De lo que no estaba tan seguro es si les iba a gustar, pero la compra ya estaba hecha y en todo caso, se lo guardaría todo para el solito.

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Cuando Jimin regresó a la casa al sol no le faltaba demasiado por ocultarse.

Se encontró con Seokjin dormido en su habitación, de costado y con los pies en la cabecera de la cama. Roncaba bajito y apoyaba las palmas de ambas manos en su crecido vientre. La ecografía de hace un par de días había sido la experiencia más bonita hasta el momento para el omega menor, y aunque por la posición del bebé no sabían su sexo, él seguiría insistiendo en llamarle Namjin.

Cerró la puerta tras volver al pasillo y continuó caminando, mientras tarareaba una canción que estaba sonando en el local en donde estuvo. La puerta de su habitación estaba abierta, y de ella un aroma suave se desprendía; Jimin vio a Jungkook recostado en si cama, observando el techo como perdido en su propia mente.

Y no fue hasta que Park pasó uno de sus brazos por sobre su pecho, en un intento de abrazarlo en la incómoda posición, que Jeon notó su presencia.

El menor le sonrió, dejando ver sus dientes blancos, luciendo como un conejo. Pero faltaba el brillo en sus ojos.

—¿Estás bien?

Desde el dia de la llamada, casi una semana atrás, no se habían visto. Pero Jungkook le aseguró por teléfono que se encontraba en óptimas condiciones y que solo estaba algo atareado. Y el que de la nada apareciera en su casa, le pareció extraño.

—Estos dias... he estado un poco enfermo, y me la pasé pensando mucho algo. Quiero contarte algo que aún no lo sabe nadie, hyung.

Los ojos negros del chico lucían cansados y apagados. Su aspecto en general denotaba tristeza.

—Puedes confiar en mi—besó la mejilla del chico—, ¿qué sucede?

—Me hice una... una prueba de embarazo a pedido de Jihyo, pero no he querido verla aún.

Jeon temblaba de nervios, ansioso, haciendo un enorme esfuerzo por no quebrarse en llanto. Tenía miedo, mucho miedo; no solo por la reacción de su alfa y sus amigos, sino que el omega de a penas diecisiete años, en realidad, les temía a sus padres. Las personas que le habían dado la vida eran los reyes de su infierno y martirio.

—¿Y Tae...?—no sabía que decir. Turbado por la confesión de su mejor amigo, las palabras parecían no querer salir con naturalidad.

—No sabe si quiera que estoy dudando entre estar y no estar en cinta, solo le dije que alguna comida me cayó mal—suspiró, conectando su mirada con el otro omega—. ¿Tu quisieras... quisieras verla conmigo?

A pesar de que Jimin no salía de su asombro, asintió sin dudarlo ni un segundo con la cabeza.

Su corazón latió fuertemente, tanto o más que el de Jungkook, cuando el menor fue hasta su mochila en busca de la caja que contenía el resultado que marcaría un antes y un después en su adolescencia.

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