Es la fase inicial, donde surge un interés físico o emocional hacia otra persona. Suele estar impulsada por la química, la apariencia física o una conexión emocional instantánea. Aquí, se siente curiosidad por el otro y una necesidad de conocerlo mejor.

Últimamente, Marte captaba su atención de una manera que jamás había experimentado antes, más de lo normal. No era solo su curiosidad científica habitual, ese interés natural por lo que el planeta rojo podía ofrecer. No. Esta vez, había algo más profundo, algo que lo inquietaba de una manera sutil pero constante.

Conocía de sobra los detalles sobre Marte: su superficie desértica y rocosa, los imponentes cañones, e incluso las teorías más optimistas sobre la posibilidad de que los humanos lo colonizaran algún día. Esa idea en particular lo había llenado de celos durante semanas. Pensar que los humanos, con su naturaleza incansable, consideraban a Marte como un posible futuro hogar, mientras él sentía que su propio lugar en el universo estaba cada vez más incierto, le provocaba una incomodidad que no podía explicar fácilmente.

Pero había algo más que el simple conocimiento científico. Algo en la manera en que Marte parecía, desde la distancia, sereno e imperturbable, como si soportara los siglos de soledad con una dignidad tranquila. Mientras tanto, él sentía que cualquier problema, por pequeño que fuera, lo sacudía hasta lo más profundo.

Siempre se detenía a observar el espacio desde su órbita, pero ahora, solo esperaba el momento exacto donde Tierra se quite de su campo visible y así observar al planeta rojo a lo lejos, tan brillante, tan bello.

Allí estaba, el planeta rojo, brillando con una intensidad que parecía desafiar el vasto vacío del cosmos. Su superficie, bañada en tonos de rojo y naranja, resplandecía como una joya en la oscuridad.

Marte, en su imponente belleza, se veía casi etéreo, un lugar de misterio y promesa.

Sí. No admitiría todo aquello en voz alta.

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