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💫𝟐💫

Park Eunhye se mantenía de pie con las pocas fuerzas que le quedaban. No sabía si eran sus propias fuerzas o las manos de Haesoo sobre sus hombros las que la mantenían erguida. El sonido de las máquinas del hospital, el aroma característico del lugar y las paredes blancas abrumaban su existencia. Observar a su hijo en aquella camilla parecía irreal, una pesadilla de la que no podía despertar.

A través de la ventana de la habitación, Eunhye veía a los médicos revisando a su hijo sin ofrecerle ninguna respuesta sobre su estado de salud. Horas habían pasado sin noticias, sin un diagnóstico, sin saber qué había ocurrido. Apenas unas horas antes, su hijo estaba riendo y conversando con ella. Ahora, no sabía siquiera si volvería a despertar. Todo lo que sabía era que el hospital había llamado para informarle que su hijo había sido encontrado en la calle, inconsciente.

-¡¿Por qué demonios todavía no nos dicen nada?! ¡Ya han pasado más de doce horas, cariño! -exclamó Eunhye desesperada, limpiando las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas-. No puedo soportar esta incertidumbre, Haesoo. Necesito saber que nuestro Jimin va a estar bien.

Haesoo, que también sentía la misma angustia, intentaba mantener la calma para no empeorar la situación. Con voz suave pero firme, respondió:

-Amor... los médicos deben estudiar qué le pasó a nuestro Jimin. Nosotros no podemos hacer más que esperar. ¿Por qué apurarlos? No sería justo ni para ellos ni para nuestro hijo.

Eunhye lo miró, con los ojos llenos de lágrimas, y replicó:

-Es que no puedo soportar esta espera. Cada minuto que pasa siento que me estoy desmoronando más.

Haesoo la abrazó con fuerza, tratando de transmitirle algo de la calma que apenas podía mantener.

-Jimin se pondrá bien, ya lo verás. Nuestro niño es fuerte. Debemos confiar en los médicos y en su capacidad para ayudarlo.

Las palabras de Haesoo se vieron interrumpidas cuando un doctor salió de la habitación. Otros médicos seguían dentro, conversando y anotando cosas que ambos desconocían. Ante la presencia del doctor, ambos lo miraron con impaciencia, esperando alguna noticia.

-Doctor Jung... ¿qué sucedió con nuestro Jimin? ¿Se recuperará? -preguntó Eunhye con evidente angustia en su voz. No había dormido en toda la noche esperando respuestas.

El doctor Jung, con una expresión seria pero comprensiva, respondió:

-La lesión cerebral de su hijo fue causada por un problema que debemos analizar más a fondo. Sabemos que su cerebro no recibió suficiente oxígeno y nutrientes, lo que causó la muerte de algunas células cerebrales y lo dejó en un estado de sueño profundo del que aún no se ha despertado. Estamos realizando pruebas para averiguar exactamente qué sucedió y cómo podemos ayudar a su hijo a recuperarse. Los horarios de visita son en la tarde, siempre que quieran verlo las puertas del hospital estarán abiertas para ustedes.

Haesoo, viendo que Eunhye no podía hablar, preguntó:

-Doctor, ¿hay algo más que podamos hacer? ¿Algo que podamos saber sobre su estado? ¿Hay esperanza de que despierte pronto?

El doctor Jung suspiró y respondió con paciencia:

-Estamos haciendo todo lo posible. Jimin está bajo mi cuidado y también bajo el del doctor Jeon, quien se quedará con él durante las noches para cuidarlo. Cada caso es único, pero estamos comprometidos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarlo a recuperarse.

Eunhye suspiró, tratando de relajarse, aunque era lo que menos podía hacer. Los pensamientos en su mente creaban el peor de los escenarios, justo lo que no quería imaginar.

Unos pasos acelerados resonaron en el pasillo. Al levantar la mirada, Eunhye se encontró con Taehyung quien al instante la abrazó con fuerza, el mismo estaba acompañado por Jin.

-Vayan a descansar, estuvieron toda la noche con él. Nosotros lo cuidaremos un rato por ustedes -dijo Taehyung con una voz llena de comprensión y apoyo.

-Gracias, Taehyung. En cuanto recuperemos energía, volveremos a ver a nuestro pequeño -respondió Haesoo, intentando sonreír, aunque sus ojos reflejaban la preocupación.

Taehyung observó a la distancia al doctor que estaba con Jimin, casi al borde de la desesperación, rogándole que despertara.

-Estaremos con ustedes y con él, nunca los dejaremos solos. -dijo Taehyung, dirigiéndose a Eunhye y Haesoo con una determinación que intentaba darles algo de consuelo en medio de la tormenta.

Taehyung observó a la distancia al doctor que estaba con Jimin, parecía más desesperado que él en que Jimin despertara y lo entendía, de verdad que no podía entender como había ocurrido todo, agradecía tener a Jin a su lado.

Mientras tanto, lejos de la angustia de Eunhye y Haesoo en el hospital, Jimin estaba inmerso en un mundo que parecía sacado de un sueño: un lugar tan vasto y hermoso que no terminaba de comprenderlo. A su lado, caminaba el sphintir Jeon, un ser tan extraño como fascinante. Aunque el paisaje que lo rodeaba era casi hipnótico, Jimin no podía evitar sentir una inquietud creciente. La maravilla no lograba opacar su preocupación. Quería regresar a casa, sentir el abrazo de su madre, escuchar la voz tranquila de su padre. Pero esas voces, que antes retumbaban en su mente como un eco persistente, ahora parecían desvanecerse. Cada paso lo alejaba más.

El cielo se alzaba sobre él, teñido de un rosado brillante, como si fuera un lienzo infinito. Las nubes lilas flotaban con una suavidad irreal, y el aire olía a algo dulce, un aroma que le recordaba las flores que su madre solía cuidar en el jardín. Bajo sus pies, la hierba parecía más verde que cualquier cosa que hubiera visto antes, salpicada con flores de colores imposibles. Incluso las mariposas eran diferentes: gigantescas, con alas que reflejaban destellos iridiscentes cuando giraban en el aire. Todo era hermoso, pero... demasiado perfecto. Tanto que comenzaba a sentirse inquietante.

-¿Dónde estoy? -murmuró para sí, deteniéndose un momento. Cerró los ojos y respiró profundamente, intentando calmarse. El aroma del césped fresco y las flores llenó sus pulmones, pero no pudo sacudirse la sensación de que algo estaba mal.

A su alrededor, todo parecía vivo. Las plantas se inclinaban ligeramente hacia él, como si lo reconocieran. Los colores del paisaje parecían intensificarse con cada paso que daba, envolviéndolo en un espectáculo surrealista que parecía responder a su presencia. A lo lejos, el sonido de un arroyo burbujeante lo invitaba a seguir explorando, pero Jimin no estaba seguro de querer hacerlo. Era como si este mundo estuviera tratando de atraerlo, de mantenerlo allí.

-Sphintir Jeon... -su voz tembló un poco al pronunciar el nombre del hombre que lo acompañaba. Lo miró con una mezcla de curiosidad y recelo, sus ojos buscando respuestas.

Jeon, que caminaba unos pasos por delante, giró ligeramente el rostro. Había algo tranquilizador en su mirada, como si entendiera lo que Jimin sentía incluso antes de que lo dijera.

-¿Sí, Jimin? -preguntó con calma, deteniéndose para observarlo.

Jimin dudó por un instante, pero al final las palabras salieron de golpe:

-¿Dónde estamos? ¿Y a dónde me estás llevando? -Su voz era un reflejo de la confusión que lo invadía. Había algo casi infantil en la forma en que lo miraba, como un niño que necesitaba desesperadamente que alguien le explicara qué estaba pasando.

Jeon suspiró y bajó la mirada por un momento, como si estuviera decidiendo cuánto debía decir. Luego volvió a mirarlo, con una expresión que mezclaba comprensión y seriedad.

-Esto es... difícil de explicar. Pero intentaré ser claro. -Hizo una pausa, y su voz adoptó un tono más suave-. Sabes que estás en un estado de coma, ¿verdad?

Jimin asintió lentamente, pero frunció el ceño.

-Eso ya lo sé. Deberías decirme algo que no sepa -dijo con un tono impaciente, apretando los puños. La frustración burbujeaba en su interior. Este lugar lo confundía y, aunque Jeon parecía dispuesto a ayudarlo, no podía evitar desconfiar de él.

El sphintir no se ofendió por su reacción. En cambio, mantuvo su mirada fija en él, con una paciencia casi infinita.

-Tu subconsciente te ha traído aquí. Pero no en un buen sentido -dijo Jeon, sus palabras cargadas de una gravedad que hizo que el estómago de Jimin se revolviera-. Este lugar... no es solo un sueño. Existe, aunque no como tú lo imaginas. Es un espacio entre la realidad y la magia, un refugio para aquellos que nunca deberían haber sido tocados por el caos del mundo humano. Nosotros lo llamamos Áequilum.

-¿Áequilum? -repitió Jimin, tropezando un poco con la palabra. El sonido era extraño, pero parecía encajar con lo surrealista del lugar-. ¿Qué significa?

-El Equilibrio. -Jeon hizo una pausa, como si la palabra tuviera un peso que él mismo dudaba en cargar-. Es el lugar donde convergen las energías que mantienen nuestra existencia. Para ti, podría parecer un sueño hermoso, pero para nosotros, este lugar es todo. Es nuestra vida, nuestra esencia... y también nuestra mayor vulnerabilidad.

Jimin frunció el ceño, tratando de procesar lo que Jeon decía.

-¿Vulnerabilidad? ¿Qué tiene que ver eso conmigo? -preguntó, la confusión en su voz cada vez más evidente.

Jeon lo miró directamente, y por primera vez, Jimin notó una chispa de preocupación en los ojos del sphintir.

-Cada vez que un humano como tú llega aquí, Áequilum entra en un estado de desequilibrio. Este mundo no está hecho para sostener conciencias humanas. Tu presencia altera las conexiones que mantienen el flujo de energía estable, y si permaneces aquí demasiado tiempo... -Jeon desvió la mirada hacia el horizonte, donde el cielo rosado parecía brillar con menos intensidad que antes-. Podrías destruirlo.

Jimin sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

-¿Destruirlo? Pero yo no pedí venir aquí. No entiendo por qué estoy aquí en primer lugar.

-Lo sé. -Jeon suspiró, su tono volviéndose más suave-. No es tu culpa. Pero eso no cambia lo que está ocurriendo. Cada paso que das, cada segundo que pasas aquí, afecta al equilibrio de este mundo. Las grietas comienzan a aparecer... y si esas grietas se expanden, no habrá forma de repararlas.

-¿Grietas? -Jimin sintió que su voz temblaba al pronunciar la palabra-. ¿Estás diciendo que este lugar se está... rompiendo?

-Es una forma de decirlo -respondió Jeon, mirándolo con seriedad-. Áequilum es como un tejido. Un tejido hermoso, pero delicado. Tu conciencia es como una aguja que atraviesa ese tejido, deshilándolo poco a poco. Por eso debemos encontrar la salida cuanto antes. No solo por ti, sino por todo lo que vive aquí.

Jimin se quedó en silencio, intentando asimilar la información. La idea de que su mera presencia estuviera causando daño lo llenaba de una mezcla de culpa y desesperación.

-Entonces... si me quedo aquí demasiado tiempo, ¿todo este lugar podría desaparecer? -preguntó, su voz apenas un susurro.

Jeon asintió lentamente.

-Sí. Y no solo eso. Si Áequilum colapsa, el impacto podría extenderse más allá. El equilibrio entre nuestro mundo y... tu cuerpo físico también se rompería. Es por eso que no puedo permitir que te quedes aquí. -La voz de Jeon era firme, inquebrantable. Su mirada intensa se fijó en Jimin, y por un momento, el joven pudo sentir el peso de aquella determinación, como si cada palabra fuera una promesa grabada en piedra-. No importa lo que cueste, voy a sacarte de aquí.

Jimin tragó saliva, intentando ignorar el nudo que comenzaba a formarse en su estómago. A pesar de la seguridad con la que hablaba Jeon, todavía no entendía por qué alguien como él estaría tan decidido a ayudarlo.

-¿Y por qué te importa? -preguntó finalmente, su voz baja, aunque cargada de escepticismo. Dio un paso hacia adelante, encarándolo de frente-. Ni siquiera me conoces. Cuando te encontré, casi me lanzas una flecha a la cara. ¿Qué te hace querer ayudarme ahora? -Su mirada se estrechó mientras escudriñaba el rostro de Jeon, buscando respuestas.

Jeon no apartó la mirada. La intensidad de sus ojos hizo que Jimin se sintiera ligeramente incómodo, como si el sphintir pudiera ver más allá de su fachada, más allá de sus palabras. Había algo imponente en él, pero también una calma que contrastaba con el caos interno que sentía Jimin.

-No lo sé con certeza -admitió Jeon finalmente, su voz baja, como si esa incertidumbre le molestara más de lo que quería mostrar. Hizo una pausa, como si intentara encontrar las palabras adecuadas-. Pero es como si... -Desvió la mirada un instante hacia el horizonte antes de regresar a los ojos de Jimin-. Como si algo en mí estuviera diseñado para ayudarte. Es una sensación que no puedo ignorar. Algo que me dice que, si no lo hago, todo esto... -Se detuvo, haciendo un gesto con la mano que abarcaba el paisaje mágico a su alrededor-. Todo se romperá. Y yo con ello.

Jimin permaneció en silencio, observándolo con atención. Había algo en la voz de Jeon que no podía ignorar: no era solo sinceridad, era vulnerabilidad. Por primera vez, sintió que este extraño ser, con su apariencia perfecta y su aire etéreo, no era tan distinto de él. Pero eso no impidió que su instinto desconfiara.

-¿Y eso se supone que me hace confiar en ti? -dijo al fin, alzando una ceja con un toque de ironía-. Lo único que sé es que, cuando aparecí, parecías más interesado en convertirme en un blanco de tiro que en salvarme.

Jeon dejó escapar un suspiro, aunque sus labios se curvaron apenas en una sonrisa. Era una sonrisa pequeña, contenida, pero logró suavizar la dureza de su rostro.

-Fue una reacción instintiva. -Hizo una pausa, como si estuviera decidiendo si debía añadir algo más-. Los humanos no suelen aparecer en Áequilum, y cuando lo hacen... no suelen ser una buena señal. -Su tono era tranquilo, pero había algo en sus palabras que hizo que Jimin sintiera un ligero escalofrío.

-Entonces, ¿soy una mala señal? -preguntó Jimin, medio en broma, aunque su voz traicionaba cierta inquietud.

-Eso está por verse. -La respuesta de Jeon fue directa, aunque dicha con una calma que solo logró intrigar más a Jimin-. Pero lo que importa ahora no es lo que creo de ti, sino sacarte de aquí antes de que sea demasiado tarde. Por Áequilum. Y por ti.

Jimin lo observó por un momento más, tratando de encontrar alguna fisura en su aparente seguridad. Pero lo único que encontró fue sinceridad. Una sinceridad tan firme que comenzó a desarmarlo, casi a su pesar.

-¿Eres algo así como un ángel guardián? -murmuró Jimin, con una pequeña sonrisa que se asomó en sus labios antes de que pudiera evitarlo. Su mirada recorrió el rostro de Jeon, notando de nuevo lo extrañamente perfecto que era. Sus facciones afiladas, las marcas lilas que enmarcaban sus ojos, e incluso la forma en que la luz parecía envolverlo, dándole un aire casi irreal.

Jeon se tensó de inmediato. Por un breve instante, apartó la mirada y cruzó los brazos, como si intentara bloquear algo que no quería dejar salir. Era un gesto pequeño, pero no pasó desapercibido para Jimin.

-Deja de distraerte. Tenemos un camino que recorrer. -El sphintir recomponiéndose rápidamente, su tono firme una vez más, aunque Jimin pudo percibir una leve nota de nerviosismo en sus palabras. Era casi divertido.

-¿A dónde vamos? -preguntó Jimin, alzando una ceja. Decidió no insistir, pero la reacción de Jeon no dejó de intrigarle.

-Al Valle de las Hadas. -Jeon comenzó a caminar sin mirarlo, su voz firme como si quisiera evitar más distracciones.

-¿Valle de...? -empezó a decir Jimin, pero Jeon lo interrumpió.

-Ya lo entenderás. -Una leve sonrisa apareció en los labios del sphintir, lo suficientemente pequeña como para que Jimin no estuviera seguro de si la había imaginado o no.

Sin más, Jimin siguió a Jeon mientras el paisaje a su alrededor comenzaba a transformarse. Cada paso que daban parecía llevarlos más profundamente a un mundo que desbordaba magia y vida. El Valle de las Hadas se desplegó ante ellos como una pintura viviente, un lugar donde la naturaleza y la magia se entrelazaban con una armonía que desafiaba toda lógica.

Flores resplandecientes iluminaban el suelo con una luz propia, y las ramas de los árboles se curvaban formando arcos naturales que filtraban la luz del sol en destellos dorados. Pequeñas hadas con alas translúcidas revoloteaban entre los arbustos, dejando un rastro de polvo brillante a su paso. Pequeños duendes se deslizaban entre las raíces, riendo mientras jugaban en su propio idioma, lleno de sonidos melodiosos. Era imposible no sonreír ante el espectáculo.

-Es como un cuento de hadas... -murmuró Jimin, con los ojos abiertos de par en par. Por un instante, casi logró olvidar lo que Jeon le había dicho sobre el peligro de este mundo. Todo era demasiado hermoso, demasiado vibrante, como si la idea de que pudiera desmoronarse no tuviera cabida en ese lugar.

Jeon, caminando unos pasos por delante, lo miró de reojo. Sus ojos, aunque tranquilos, escondían una seriedad que nunca parecía desvanecerse del todo.

-Eso es lo que quiere que pienses -dijo, su tono apenas un susurro. Pero no explicó más. Simplemente siguió avanzando, con esa misma determinación que parecía impulsarlo a no detenerse nunca.

De repente, una luz intensa captó la atención de Jimin. Una pequeña figura resplandeciente apareció frente a ellos, flotando como si el aire mismo la sostuviera. Alrededor de Jeon comenzaron a reunirse otras figuras similares, todas emitiendo destellos de colores que oscilaban entre el blanco puro y un amarillo cálido. Eran pequeñas, apenas del tamaño de la palma de una mano, pero su luz era lo suficientemente fuerte como para cegarlo por un momento.

Jimin se fijó entonces en algo extraño: las alas de aquellas criaturas no se movían como las de una mariposa, sino que parecían vibrar con una energía constante, como si estuvieran conectadas directamente a la magia del lugar. Pero lo que más le llamó la atención fue la reacción de una de ellas, que levantó las manos con un brillo rojizo acumulándose en ellas.

El miedo golpeó a Jimin como una ráfaga de viento helado. Dio un paso atrás, señalando frenéticamente hacia la criatura.

-¡Quiere hacerme daño! -gritó, sus ojos fijos en la esfera de luz que parecía formarse entre las manos de la pequeña figura. Sin pensarlo, se escondió detrás de Jeon, apretando su brazo como si eso pudiera protegerlo.

Jeon levantó una mano en un gesto calmado, su postura permaneciendo relajada a pesar de la amenaza inminente.

-Hana, tranquilízate -dijo con voz firme pero suave, como quien intenta razonar con un niño testarudo-. Él no está aquí para hacernos daño. Es... ya sabes, un caso especial. No hay nada que temer.

El hada, que brillaba con una luz casi cegadora, bajó lentamente las manos, aunque su mirada seguía fija en Jimin. Sus ojos eran como pequeñas esferas de cristal que reflejaban todo lo que tenían frente a sí.

-¿Es un...? -empezó a decir Hana, pero se interrumpió cuando otra figura flotó hacia adelante, deteniéndose justo al lado de Jeon.

La nueva hada, que brillaba con un tono plateado más tenue, observó a Jimin con detenimiento, como si lo estuviera evaluando.

-Lamento mucho la confusión -dijo al fin, con una voz clara y musical-. Hana se precipitó porque le dije que se escondiera y estuviera alerta. Pero ahora veo que he juzgado mal tu apariencia. Mi nombre es Ji-a, hada de la sabiduría y la belleza, y ella es Hana, hada de la luz. Déjame explicarte lo que está ocurriendo, humano, mientras observamos el valle.

Jimin miró a Jeon, buscando alguna confirmación de que todo estaba bien. El sphintir le devolvió una mirada tranquila, pero con una ligera inclinación de cabeza que parecía decirle: Es seguro. Puedes confiar en ellas.

A regañadientes, Jimin siguió a Ji-a mientras esta los guiaba a través del valle. El grupo de hadas que los rodeaba comenzó a retomar sus actividades, revoloteando entre las flores con un ritmo alegre y natural, como si la tensión de hacía unos minutos no hubiera existido.

-Tu mente se conectó a este mundo en el momento en que algo te ocurrió en el tuyo -explicó Ji-a mientras avanzaban, su voz resonando con una mezcla de sabiduría y curiosidad-. Quizá fue un accidente, un desmayo... no lo sabemos. Pero cuando caíste en coma, tu conciencia fue atraída a Áequilum. Es algo raro, un caso entre millones. -Ji-a hizo una pausa y miró a Jimin por encima del hombro-. Tal vez Jeon ya te haya dicho que esto es malo para nosotros, pero no todo lo malo es completamente negativo. Hace siglos que no ocurre algo como esto, y, aunque nos pone en peligro, también significa que las grietas entre tu mundo y el nuestro permanecen abiertas. Algo que ya casi habíamos olvidado.

Jimin frunció el ceño. Aunque las palabras de Ji-a eran tranquilas, la idea de que él fuera el causante de esas grietas no dejaba de incomodarlo. Aun así, se encontró maravillado por la forma en que hablaba, como si cada palabra estuviera impregnada de una verdad antigua.

-¿Grietas? -preguntó al fin, tratando de entender. Su tono era una mezcla de confusión y curiosidad.

-Exacto. -Ji-a asintió-. Tu presencia aquí altera las conexiones que mantienen el equilibrio de este lugar. Pero, al mismo tiempo, nos recuerda que no estamos tan separados de tu mundo como creíamos. Es extraño. Es peligroso. Pero también es una oportunidad.

A medida que caminaban, Jimin comenzó a sentir que el valle lo envolvía de una manera distinta. Las hadas ya no parecían tan extrañas o amenazantes; sus luces lo hacían sentir cálido y seguro. Había algo en el aire, algo que no podía describir, pero que le daba una sensación de familiaridad, como si este lugar tuviera un significado que aún no comprendía.

-Como habrás notado, incluso en este mundo aparentemente perfecto, existen peligros. -Ji-a lo miró con seriedad, su tono volviéndose más sombrío-. Los humanos de este lugar no son como tú. Nos cazan, nos venden, nos tratan como objetos. Es un recordatorio constante de que incluso aquí debemos cuidarnos.

-Entiendo... -murmuró Jimin, sintiendo un nudo en el estómago-. Pero... ¿cómo puedo regresar? ¿Cómo puedo despertar?

Ji-a se detuvo de repente, girándose hacia él con una expresión solemne.

-Por ahora, puedo ayudarte a camuflarte. -Sus ojos brillaron con un destello plateado mientras hablaba-. Otros sphintir podrían no ser tan comprensivos como Jeon. Pero recuerda algo, Jimin: este lugar hará todo lo posible para que no quieras regresar. Es tentador. Te ofrecerá todo lo que necesitas, pero no puedes confiar en él.

Jimin asintió lentamente, aunque la sensación de peligro en sus palabras lo dejó inquieto.

-Entonces... ¿qué debo hacer? -preguntó, su voz casi un susurro.

-Cierra los ojos y confía en mí -dijo Ji-a con determinación.

Jimin cerró los ojos con cautela, sintiendo un extraño cosquilleo recorrer su cuerpo, como si algo bajo su piel estuviera despertando. Era una sensación cálida, pero a la vez inquietante, como si el mundo a su alrededor estuviera reconfigurándose para adaptarse a él. Por un momento, casi perdió la noción de dónde estaba, envuelto en la extraña energía que parecía moverse a través de cada fibra de su ser.

Cuando finalmente abrió los ojos, lo primero que vio fue el agua frente a él. Era tan cristalina que reflejaba su imagen como si fuera un espejo perfecto. Pero la figura que veía no era suya... o al menos no como él la recordaba.

Su cabello, antes castaño, ahora caía en ondas de un lila suave, casi plateado bajo la luz del valle. Su piel, cálida y morena, era ahora pálida, como si el color se hubiera desvanecido por completo. Sus ojos no brillaban como los de Jeon, pero tenían un tono violeta profundo que parecía hipnótico, rodeados por finas marcas que se extendían desde las comisuras hasta sus sienes, como si estuvieran pintadas con un cuidado exquisito. Incluso su ropa había cambiado: llevaba un traje blanco que parecía hecho de pétalos de flores, adornado con delicados brotes que se movían como si estuvieran vivos.

Jimin parpadeó, observando su reflejo con una mezcla de asombro y desconcierto. Era hermoso... pero también profundamente ajeno.

-¿Qué opinas, Jeon? -preguntó finalmente, su voz temblando un poco por los nervios. No podía apartar los ojos de la imagen frente a él, como si intentara reconocer algo familiar en esa figura.

Jeon lo miró en silencio, inmóvil como una estatua, pero algo en sus ojos delataba que estaba procesando más de lo que estaba dispuesto a decir. Su mirada recorrió a Jimin de arriba abajo, analizando cada detalle con una intensidad casi incómoda. Había algo diferente en la forma en que sus ojos se detenían en los de Jimin un segundo más de lo necesario, en cómo la línea de su mandíbula parecía tensarse antes de volver a relajarse.

El reflejo de Jimin en el agua era innegable: su cabello lila, su piel pálida, los ojos violetas que parecían traspasar el tiempo... todo encajaba a la perfección con el mundo de Áequilum. Pero mientras Jeon lo observaba, algo dentro de él -algo que preferiría ignorar- comenzó a incomodarlo.

No era solo que el disfraz fuera convincente. Era algo más. Jimin se veía hermoso de una manera que no debería haberlo afectado, y eso lo irritaba. No tenía tiempo para ese tipo de distracciones. No ahora.

-Es... convincente. -La palabra pareció salir con un esfuerzo mayor del necesario. Jeon carraspeó ligeramente, cruzando los brazos como si quisiera establecer una barrera física entre ellos-. Incluso podrías engañar a otros sphintir. -Su tono era neutral, casi frío, pero Jimin notó el leve desvío de su mirada, como si Jeon estuviera evitando volver a enfrentarse al reflejo.

-¿De verdad? -preguntó Jimin, observándolo con una mezcla de curiosidad e inseguridad. Sus ojos, ahora del color de las amatistas, buscaron en Jeon alguna señal de aprobación genuina, algo que pudiera calmar el nudo que se había formado en su estómago.

Jeon asintió, aún con los brazos cruzados, su postura más rígida que de costumbre.

-Sí. Pero recuerda esto, Jimin: no todos serán como yo. -Hizo una pausa, apretando ligeramente la mandíbula antes de continuar-. Algunos no necesitarán verte para saber lo que eres. El disfraz no es una solución, solo una capa. -Sus palabras eran prácticas, casi mecánicas, pero el leve tono bajo de su voz traicionaba algo más: un intento de mantener una distancia que parecía estar desmoronándose a cada segundo.

Jimin inclinó la cabeza, observándolo con cuidado. Había algo en la manera en que Jeon evitaba mirarlo directamente que lo hizo sonreír un poco, casi imperceptiblemente.

-Entonces... ¿funciona? -preguntó de nuevo, su tono cargado de nerviosismo, pero también de una leve esperanza. No era solo por el disfraz; era por algo más, algo que ni él mismo entendía del todo.

Por fin, Jeon lo miró directamente. Sus ojos, siempre brillantes, parecían analizarlo una vez más, como si intentara convencer a su propio juicio de que todo estaba bien. Se permitió un leve asentimiento, pero no dijo nada. Las palabras que le rondaban en la mente eran demasiado arriesgadas para pronunciarlas.

-Recuerda lo que dije -fue todo lo que añadió, su tono volviendo a la neutralidad forzada.

Jimin parpadeó, un poco desconcertado por la falta de respuesta concreta. Desvió la mirada hacia el agua, donde su reflejo seguía mirándolo fijamente, y se inclinó ligeramente para tocar la superficie con la punta de los dedos. El contacto hizo que las ondas del agua distorsionaran su imagen, devolviéndole una figura borrosa, irreconocible.

Antes de que Jimin pudiera responder, la voz de Ji-a rompió el momento.

-No durará mucho. -El tono de Ji-a era serio, casi frío, mientras flotaba hacia ellos-. Algunos sphintir comenzarán a sentir tu aroma y se darán cuenta de lo que realmente eres. El disfraz es útil, pero frágil. No podemos permitirnos entretenernos demasiado.

La pequeña hada se volvió hacia Jeon, su luz plateada reflejándose en el agua.

-Sigan hacia el Puente de las Sombras. Nosotros no diremos nada a nadie. Sabemos lo importante que es proteger a los casos especiales... y lo que está en juego. -Ji-a hizo una pausa, su expresión relajándose un poco-. Estamos en deuda contigo, Jeon. Lo que menos haríamos sería traicionarte. Pero no olvides lo que estás arriesgando. Guía a Jimin. Llévalo de vuelta a casa antes de que sea demasiado tarde.

Jeon inclinó la cabeza levemente en señal de agradecimiento.

-Eso haré, Ji-a. Eso haré.

Jimin miró a Jeon, notando el leve endurecimiento de su mandíbula. Había algo más detrás de sus palabras, algo que no estaba diciendo, pero Jimin no se atrevió a preguntar.

En ese momento, el agua ante ellos comenzó a vibrar, como si algo invisible la hubiera tocado. Por un breve instante, Jimin escuchó un eco distante, una voz baja y monótona que parecía provenir de un lugar completamente diferente.

En el mundo real, una enfermera movía la camilla de Jimin con cuidado, ajustando los cables que lo conectaban a las máquinas. Su rostro mostraba una mezcla de cansancio y empatía mientras intercambiaba unas palabras con el médico que lo supervisaba.

-La actividad cerebral se mantiene estable -dijo el médico, revisando una gráfica-. Aunque... algo parece haber cambiado. Como si hubiera un leve incremento en las ondas. ¿Podría ser una señal?

-Tal vez -respondió la enfermera, mirando al joven con una leve sonrisa de compasión-. Quizás está peleando por volver.

El eco de las palabras del médico pareció resonar en Áequilum, y Jimin sintió un escalofrío recorrerlo. No sabía por qué, pero una extraña certeza lo llenó: su tiempo se estaba agotando.

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