O9
El abismo del cambio.
Miró el cielo, todavía estaba oscuro y hacía bastante frío, ella terminó de cambiarse para tomar sus cosas para prácticar.
El mundial está a la vuelta de la esquina y su equipo no parecía colaborar para darle ánimos, tomó algo de aire mientras se marchaba en silencio, con cuidado de no despertar a su primo.
Al llegar, empezó a acomodar sus cosas. Tomó uno de los balones y miró la red, canalizo sus emociones mientras disparaba.
Fue un excelente tiro directo qué terminó en gol. Pero no era suficiente, no lo sentía suficiente y aquéllo le generaba algo en su interior qué la mataba.
Qué la apuñalaba por dentro, recordando los tiros de la pelirroja.
― Mis tiros son mejores. ― Dijo, en busca de animarse así misma.
Lucyna disparó con fuerza contra la red mientras su interior ardía en un ardiente fuego. Sus ojos mantenían aquélla mirada llena de odio.
Lanzó una y otra vez, mientras la imagen de Akari no desaparecía de su mente. Apretó sus labios para ahogar un suspiro
Cerró sus ojos mientras limpiaba su sudor, empezó a quitarse su chaqueta para practicar más cómoda.
El mundial está en la vuelta de la esquina, está segura qué la Itoshi será capitana de su equipo y ella no podía quedarse atrás.
La albina limpió su sudor mientras peinaba sus cabellos, llevó sus manos a su cintura. Frustrada, miró la hora.
No faltaba demasiado para qué el resto de sus compañeras llegase a la cancha. Se sentó en una de las bancas para tomar agua, manteniéndose en constantes pensamientos
Todavía recuerda aquél trabajo en equipo con la Itoshi, por primera vez, aquéllos ojos turquesas la habían visto con otro destello.
Y quería comprender el porque, entre tantas personas...¿Por qué eligió hacer equipo con ella?
Lucyna intenta mantener su odio fijo en ella, pero las dudas carcomen su interior. Al igual qué cierta culpabilidad
― ¿Todavía sigues en tu etapa de redención? ― Lucyna levantó su mirada para encontrarse con unacde sus compañeras
― Yo no necesito redención, así cómo tampoco necesito escuchar tus palabras tan innecesarias. ― Respondió Lucyna, mientras escupía el agua.
― Qué grosera, apenas tienes dos semanas de qué volviste. ¿Los japoneses te permiten ser tan agresiva? ― Soltó una risa, mientras se cruzaba de brazos.
― Dagna, apartate de mi camino. ― La albina aparta a la pelinegra de puntas moradas.
― Lo siento, lo siento señorita soy mejor qué blue lock. ― Dagna vuelve a burlarse.
Lucyna la ignora totalmente, mientras se dirige hacia sus demás compañeras qué hacían una fila.
Al ver una cabellera roja, Lucyna frunce su ceño. La imagen de la Itoshi a su lado esperando las posiciones del Bastard München aparece en su mente.
― ¿Por qué sigo pensando en esa tontería? ― se preguntó así misma en un simple pensamiento que la llevaría a miles de respuestas.
Pero aún así, decidió mantenerse fuera de esos pensamientos. Solo le importaba los resultados de su esfuerzo.
― Ahora mismo anunciaré a la capitana del equipo. ― Dijo el entrenador.
Lucyna tenía fé en ella, después de todo nadie podría igualarla.
Alemania la necesitaba, Alemania sin ella no era nada.
O tal vez sí.
― Quiero aclarar qué este año, tomé en cuenta el rendimiento y votos de los demás integrantes. ― Aquéllo la hace palidecer.
― Disculpe pero, ¿No cree qué los votos fueron innecesarios?, un capitán debe cumplir con más requisitos qué solo la popularidad. ― Dijo Lucyna, haciendo qué gran parte del equipo la mirase mal.
― Solo lo dices porqué nadie te quiere cómo capitana y lo sabes. ― Mencionó una peliverde de ojos heterocromaticos.
― Lucyna tiene razón, un capitán no solo debe ser popular. De nada le sirve ser popular pero no saber liderar. ― Una pelinegra apoyó a su compañera.
― Huelo a miedo por los resultados, Lucy. ― Dagna soltó una pequeña risa melosa.
Su sonrisa logra irritar un poco a Lucyna, mientras desviaba su mirada.
― Lo lamento pero tomé en cuenta los aspectos qué dices, Lucyna. ― Habló el entrenador.
― Debí considerarlo mejor al elegir a Alemania antes qué a Francia. ― Pensó de mala gana.
―
La capitana para este gran equipo, es nada más ni nada menos qué...¡Dagna! ― Sus compañeros aplaudieron.
La pelinegra de puntas moradas vio a la peliblanca con una sonrisa burlona, llena de triunfo.
― Veo qué tu momento de brillar se apagó, dejale el escenario a las qué si tenemos un buen objetivo. ― Susurró Dagna.
Lucyna mantuvo su postura, sus ojos miraron atentamente los dorados qué parecían los de una depredadora llena de maldad.
No, eran más qué los de una depredadora. Ella había visto esa mirada antes pero, ¿En dónde?
Esa mirada sin empatía, llena de maldad dentro suyo, que le desean todo el mal a ella y a su futuro.
― Pudrete. ― Respondió la peliblanca.
― ¿Con esa boca besaste a Isagi Yoichi?, pobrecito, debió de saberle horrible. ― Aquel tono venenoso la hacía enojar
Quería borrarle aquélla sonrisa del rostro, dejarla en la ruina.
― Calmate, Dagna. Lucyna no te hizo nada ― Defendió una de sus compañeras.
― Veo qué entre perdedoras se defienden. ― Dijo Dagna, al ver la salvadora de Lucyna.
― Dagna, mejor vámonos. ― Agna, la hermana menor de Dagna se acercó.
La pelinegra miró a ambas chicas con una sonrisa llena de malicia, sus ojos de demonio parecían mostrarle la pizca del abismo de malas intenciones qué tenía dentro suyo.
El resto del equipo se marchó, dejando a Lucyna y a la otra chica solas.
― Mi nombre es Elodie, mucho gusto. ― La de cabellos cobrizo.
― Hola, Elodie. ― Saludó la peliblanca.
Ambas se miraron, Lucyna se mantenía algo calmada mientras qué Elodie mantenía una sonrisa dulce.
[...]
― Yo daré todo por este mundial. ― Sus cabellos se movieron gracias al viento.
Sus ojos miraban el atardecer mientras sus cabellos marrones se movían gracias a la brisa.
El aroma de Italia crea una sensación diferente a cualquier, mientras qué ella observa cómo el sol se oculta.
― Ginevra, vámonos. Has estado aquí desde 12 horas. ― Bernadeth intenta hacer qué su capitana se vaya con las demás a casa.
El equipo femenino de Italia observa a su capitana, quién parece esperar a la noche.
― Quiero ver al sol ocultarse por completo, Bernadeth. ― Dijo.
Las demás no la dejaron sola pero Ginevra miraba atentamente al sol, sus labios dejaron escapar un suave suspiro.
― Ginevra, perdóname qué te pregunté pero...¿Esto es por la japonesa? ― Preguntó Emily.
― Es más qué eso, quiero ajustar cuentas con Lucyna. Este año Alemania perderá ante Italia ― Dijo ella, decidida.
Ginevra miró el cuarzo qué le pertenecía a Akari, lo apretó con fuerza mientras su ceño se fruncía.
― Sea lo qué sea, nosotras te apoyaremos, te ayudaremos. ― Bernadeth toca suavemente su espalda.
Las demás confirman aquéllo, haciendo sonreír a Ginevra.
Le pedía a Dios qué a Akari también tuviera un buen equipo y fuese feliz hasta qué se vuelvan a ver, qué la espere porque volverá.
Y volverá en una mejor versión, le demostrará de lo qué esta hecha.
Ginevra vio a una mariposa pasar frente a sus ojos, sus alas eran tan bellas, de un color turquesa.
Cómo sus ojos.
― Qué inicie el mundial femenil. ― Dijo la Santa trinidad del fútbol.
Qué comience la verdadera dificultad, hasta que sus piernas no aguanten, qué sus pulmones se queden sin aire.
Qué sus pies sangren hasta no poder patear más, demostrar su valía. Su talento y ser parte de la generación de los milagros.
― Ginevra, vámonos. Ya oscurecio ― Bernadeth la devuelve a la realidad.
La mariposa se alejó, haciendo qué ella extendiera su mano para alcanzarla pero le fue imposible.
La mariposa se había ido, Al igual qué ella.
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