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1. pijama party.

capítulo uno
fiesta de pijamas.
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—La señal se ha estado perdiendo luego de que Agatha haya hecho de las suyas. —Resopló la rubia, explicándole a la recién llegada el motivo por la pérdida de conexión.

—¿Agatha? ¿Qué hizo esa mujer? —preguntó la extranjera con algo de confusión, frunciendo su ceño y centrándose en la carretera.

Sarah se rió, llevándose una mano a la cabeza. —No es una persona, fue un huracán. Hace unas… ¿semanas? —Dudó un momento y entrecerró los ojos con incertidumbre.

Mierda. —Ella apretó con más fuerza el volante, mascullando una maldición en su idioma natal. —Mi abuela no me había dicho nada… —confesó, su preocupación aumentaba a cada momento que pasaba. Pero antes de que pudiera expresarse más, la rubia la interrumpió.

La tranquilizó, sacudiendo la cabeza con seguridad. —Tu abuela estaba bien, solo algunos escombros cayeron en su jardín. —explicó, haciendo una pausa por un momento antes de agregar —Bueno, bastantes. Una estatua que mi madrastra había comprado también terminó en su jardín. Pero no te preocupes, la ayudamos a limpiar el desastre. —Apretó los dientes y admitió. —Desafortunadamente, las casas más cercanas a la playa se llevaron la peor parte de la tormenta.

—Por lo que he observado, las casas han quedado bastante limpias y las reparaciones se han hecho con rapidez. —Respondió apoyando las manos en el volante antes de inclinarse hacia delante para comprobar si había llegado al destino correcto. —Destino completado. —declaró, poniendo el freno de mano y apoyando las manos sobre los muslos.

—Gracias por traerme, Less —Agradeció Sarah con una sonrisa, mientras recogía sus bolsas de ropa nueva. —Si alguna vez necesitas algo, solo toca a mi puerta. Estaré en la casa detrás de la tuya —le guiñó un ojo y se despidió con la mano.

Esta le devolvió su sonrisa amistosa y respondió. —No hay problema, y gracias también.

Mientras Sarah se dirigía hacia la parte trasera de la casa, Alessia se tomó un momento para observar los alrededores.

La casa era realmente enorme, con un patio extenso, exuberante y meticulosamente mantenido. El entorno era pintoresco y no pudo evitar sentir una sensación de asombro ante la belleza del paisaje.

Con un pequeño suspiro, vio cómo Sarah desaparecía en el interior de la casa. Soltó el freno de mano y agarró el volante, girando ligeramente para maniobrar el vehículo unos metros más antes de dar finalmente un giro.

Su mirada se posó en la casa de su abuela, que, aunque algo vieja, conservaba cierto encanto. La arquitectura recordaba a la década de los 80, lo que le daba a la casa una estética vintage distintiva de las demás casas.

Sacó con cuidado las maletas y dejó que su gran bolso colgara de su hombro derecho. Con un movimiento del mando a distancia, cerró el coche y empezó a subir el único tramo de escaleras que conducía al porche de la anciana.

Dejó las pesadas maletas en el suelo un momento, levantó una mano y golpeó con los nudillos firmemente la puerta de madera.

El sonido de pasos suaves y ligeros resonó cerca. La puerta se abrió lentamente, revelando mechones plateados mientras aparecía la figura de la anciana, su rostro se iluminó con una amplia y alegre sonrisa.

—¡Nonna! —exclamó Alessia feliz, su rostro se iluminó con una sonrisa de oreja a oreja y se llenó de emoción. Su voz resonó en el aire y los ojos de la anciana brillaron de cariño al escuchar el apodo tan familiar.

—¡Cariño mío! —Odelia respondió igualmente feliz, abriendo más la puerta para ver mejor a su nieta. Su sonrisa se ensanchó mientras extendía sus brazos en un gesto de afecto.

El corazón de la castaña clara latió a mil por hora, millones de emociones recorrieron su cuerpo, tal así que algunas lágrimas resbalaron por su mejilla. —Te extrañé mucho. —Sorbió su nariz, riendo por los nervios que la situación había generado.

La mujer mayor acarició suavemente la espalda de la joven, y su sonrisa se hizo más cálida. Con un movimiento de la mano, le hizo un gesto a Alessia para que entrara a la casa. —¿Cómo estuvo tu viaje, querida? Por favor, entra, es tu casa. —dijo, con su voz irradiando afecto y consuelo.

La ojiazul levantó la pesada maleta mientras su abuela se dirigía al interior de la casa, permitiéndole entrar primero. Agarrando la tira de su bolso, cruzó la puerta y entró.

Alessia inhaló profundamente, reconociendo el inconfundible aroma que impregnaba la casa: una mezcla del té humeante y las galletas recién horneadas. Le trajo recuerdos de las tardes en Italia que pasaba tomando té en la terraza con Lia, y cómo conversaban mientras imaginaban historias.

Mientras miraba a su alrededor, las fotografías en las paredes llamaron su atención y, de repente, una ola de nostalgia la invadió, inundando su mente con un torrente de recuerdos y emociones.

Una sonrisa tiró de sus labios, agridulce y melancólica. —Nunca perdió su sonrisa. —Agregó de repente, señalando aquella foto de su abuelo.

—No, de hecho no. —Su abuela se acercó a su nieta, su sonrisa nostálgica acompañaba la de Alessia. —Siempre decía que debíamos sonreír para tener un mejor día.

Se quedaron en silencio por un momento, ambas perdidas en sus pensamientos. —Bien, iré a buscar el resto del equipaje. —Avisó la castaña con determinación.

Alessia había terminado de desempacar sus pertenencias mientras parloteaba con su abuela de como había sido estar sin ella durante los meses que se había mudado a Outer Banks, y su habitación ahora estaba decorada con los detalles acogedores que su abuela había preparado para ella. Las paredes estaban decoradas con un papel tapiz con motivos playeros, con encantadores detalles de estrellas de mar. Las fotografías enmarcadas de la familia añadían calidez al espacio.

Recostada en su cama, la mirada de Alessia se fijó en las puertas cerradas del armario. Necesitaba saber si había traído su remera celeste favorita.

Dió unos pocos pasos y se detuvo frente al armario, la madera pulida brillaba a la luz del sol que entraba por la ventana, y, sin pensarlo dos veces, abrió las puertas. Un suave aroma a lavanda la envolvió.

El armario estaba repleto de su ropa —que ella misma había organizado previamente—, comenzó a retirar las prendas que había doblado y las lanzó sobre la cama. Fue entonces cuando unas cajas apiladas, que antes no había visto, captaron su atención.

Con un poco de esfuerzo, logró sacar una de ellas y la colocó sobre la cama. La tapa estaba cubierta de polvo, lo que indicaba que no se había abierto en mucho tiempo. Alessia inhaló hondo antes de levantarla.

Al abrir la caja, encontró un vestido veraniego con estampados coloridos, que parecía haber sido tejido por aquellas manos qué ella sabía. También había un sombrero de paja con una cinta rosa descolorida. No pudo evitar sonreír al imaginar a su madre luciendo aquel atuendo en una playa lejana.

Pero lo que realmente capturó su atención fue un pequeño diario escondido entre las prendas. Con manos temblorosas, lo sacó y lo sostuvo frente a ella. La tapa estaba decorada con dibujos infantiles: estrellas, corazones y olas del mar. Sintió una punzada en el corazón; era como si su madre le estuviera hablando desde el pasado.

Al abrir el diario, las páginas estaban llenas de garabatos y letras desiguales. Alessia comenzó a leer en voz alta: “ Hoy fui a la playa con mis amigos. Hicimos castillos de arena y encontramos una estrella de mar. ” Sus ojos brillaron al imaginar a su madre riendo bajo el sol.

Pasó las páginas rápidamente, descubriendo sueños e ilusiones: “ Quiero viajar por el mundo ”, decía en una entrada. “ Un día tendré mi propia tienda de recuerdos ”. Alessia sonrió, reconociendo esa chispa soñadora que también sentía dentro de sí misma.

Sin embargo, al leer algunas líneas más, su sonrisa se desvaneció. “ A veces me siento sola ”, escribió su madre una vez. “ Espero encontrar mi lugar en este mundo ” Alessia sintió un nudo en la garganta mientras se preguntaba si alguna vez había compartido esos sentimientos con ella.

Con lágrimas brillando en sus ojos, cerró el diario y lo abrazó contra su pecho. En ese instante, comprendió que los sueños y anhelos de su madre vivían en cada página de aquel diario, y notó que también tenía el mismo hobby que su progenitora; ambas habían encontrado consuelo y conexión en las palabras escritas.

En eso, la ojiazul había descubierto un par de álbumes de fotografías, los recogió y comenzó a pasar las páginas.

Riendo al ver las imágenes, la puerta se abre y entra Odelia, con su sonrisa característica y curiosa impregnada en su rostro.

—Veo que estás concentrada, querida. —Cerró la puerta con suavidad, dando suaves pasos hasta ella. —¿Qué encontraste?

—Lo estoy. —Asintió, dejando escapar una risita divertida. —Estaba mirando estas fotos viejas de mamá. Se veía una persona divertida, como lo sigue siendo.

La mayor se sienta junto a ella en la cama. Su mirada llena de nostalgia mientras miraba una foto de un lindo día que ella misma habia tomado.

—Tu madre siempre fue traviesa, Alessia. —Sonrió y señalaba la foto con su dedo índice. Las arrugas le daban un poco de tristeza a su nieta. —Aquí había hecho un pastel para su cumpleaños y terminó llenando toda la cocina de harina. Fue un desastre, pero nos reímos mucho.

Alessia rió levemente, mirando a su abuela con curiosidad y muchas preguntas. —¿De verdad? Nunca me había contado eso. ¿Siempre fue así de traviesa?

—Sí, querida. Siempre tenía una chispa en sus ojos. Era muy creativa y le encantaba inventar cosas. Una vez organizó una obra de teatro en nuestro patio, llamó a sus amigos y se disfrazaron.

Levantó las cejas con sorpresa. —Me hubiera encantado estar allí. A veces siento que no conozco bien a mamá cuando era joven.

Lia tomó la mano de su nieta con ternura. —Eso es normal, querida. Todos tenemos nuestras historias y recuerdos. Pero siempre puedes preguntarme lo que sea sobre ella.

Alessia asintió y frunció los labios, formando una especie de sonrisa. Se quedó en silencio unos segundos, aprovechando a su abuela para que le cuente más sobre su madre. —¿Qué más recuerdas, nonna? ¿Tenía algún sueño en especial?

La mencionada sonrió pensativa, recordando con cariño. —De hecho, sí… Tuvo dos. —Suspiró e hizo una breve pausa, para poder continuar. —Primero, quería ser artista. La encantaba pintar con tu abuelo. Una vez le dijo que quería hacer del mundo un lugar más bonito con sus obras, en conjunto.

El corazón de la joven se hizo añicos, la dulzura la envolvió por completo. Se dio cuenta de que ese sueño sí se había hecho realidad; al menos su madre tenía pinturas por toda la casa, algunas hechas por ella y otras por su padre.

—Y como ya has visto, —señaló el diario ya leído por Alessia. —también quería ser escritora. Aunque se frustraba mucho en escribir borradores.

Ahora, la castaña se sentía motivada por todo lo que su abuela le había compartido. Su madre siguió sus pasiones, convirtiéndose poco después en pintora como su hobby.

—Es… increíble. —Suspiró suavemente, observando a su abuela. —Un día deberías hablarme de tu juventud. —se rió con encanto, ofreciéndole una sonrisa.

Una hora después por la tarde, luego de la emotiva conversación, un llamado a la puerta interrumpió el momento de la novela que Odelia y Alessia estaban mirando.

—¿Voy por tí? —La italiana le preguntó a su abuela, levantándose del sofá.

—Me harías un favor, querida. —respondió, sacudiendo la cabeza.

La ojiazul saltó alegremente hacia la puerta, luciendo sus medias con estampados de dibujos animados. Abrió la puerta y unos cabellos rubios se asomaron.

—¡Hey, Less! —saludó Sarah con su sonrisa radiante, y una canasta con galletas en su mano. A su lado, había una mujer. —Oh, sí. Ella es mi madrastra. Rose.

La joven no pudo evitar sonreír ante el gesto de la rubia vecina, luego miró a la mencionada. —Un gusto, soy Alessia. —Asintió. —Adelante, mi abuela está en el sofá.

Sarah se situó junto a la italiana y dejó la cesta de galletas sobre la mesa. —Hay dos razones por las que vinimos. —Habló, sentándose con Alessia en una mesa apartada de las otras mujeres. —La primera es que hoy vendrá la madre de Rose, por si no sabías, es la amiga de tu abuela. —hizo una breve pausa por unos segundos. —Entonces se irán por la noche, tal vez a pasear o a realizar ya sabes, actividades para las de su edad. —rió levemente, apoyando los brazos sobre la mesa.

—¿Y la segunda? —preguntó alessia, desesperadamente curiosa.

—Mi padre y mi hermano no estarán. Rose tampoco, pues irá con nuestras abuelas. Con lo cual… Es una invitación a una pijamada conmigo y mi hermana. —sugirió, con su sonrisa que iba de oreja a oreja. —¿Qué te parece?

—¡Qué divertido! —dijo Alessia, con una sonrisa amplia. —Me encantaría unirme a ustedes. ¿Qué actividades tienen pensadas para la noche?

—¡Genial! —respondió la ojimarrón, llena de entusiasmo. —Tal vez una noche de películas y jugar algunos juegos de mesa. También vamos a preparar muchas golosinas y, por supuesto, ¡no faltarán las galletas!

La noche llegó, y el ambiente se llenó de una suave luz dorada que iluminaba la casa playera. Alessia estaba en la habitación de su abuela, rodeada de frascos de perfume y joyas brillantes.

—Vamos a hacer que te veas espectacular —dijo Alessia con una sonrisa, mientras buscaba el rubor perfecto en la mesa.

La mujer se sentó frente al espejo, con una expresión de emoción mezclada con nerviosismo.

—No estoy segura de si esto es necesario, querida —respondió la mayor, riendo suavemente. —Solo voy a cenar.

—¡Pero eso es precisamente por lo que necesitas verte fabulosa! —exclamó Alessia, aplicando un poco de rubor en las mejillas de su abuela. —Quiero que te sientas tan bien como te ves.

Mientras Alessia trabajaba con cuidado, Lia comenzó a contarle historias sobre sus propias citas y encuentros de juventud.

—Recuerdo la primera vez que salí con tu abuelo —dijo su abuela, sus ojos brillando con nostalgia. —Estaba tan nerviosa, pero él me dijo que me veía hermosa.

Alessia sonrió mientras continuaba aplicando la máscara de pestañas.

—Y ahora es tu turno de brillar. ¡Vamos a hacer que este sea un recuerdo especial!

Con cada toque de maquillaje, la confianza de su abuela crecía. Al final, Alessia se dio un paso atrás y admiró su trabajo.

—¡Listo! Te ves increíble. —declaró, satisfecha.

Odelia se miró en el espejo y sonrió, sintiéndose rejuvenecida.

—Gracias, cariño. No sé qué haría sin ti —dijo, abrazándola con cariño. Luego se echó un poco de perfume. —Diviértete en la fiesta de pijamas.

Alessia se la quedó mirando, asintió fascinada y orgullosa.

Alessia miró el reloj en la pared, aún quedaban un par de horas antes de que tuviera que prepararse para la pijamada en casa de Sarah.

La casa estaba en silencio, excepto por el suave murmullo de la televisión en la sala, donde su abuela había dejado una telenovela encendida antes de salir.

Decidió aprovechar el tiempo y hacer algo divertido. Se levantó del sofá y se dirigió a la cocina, donde empezó a buscar ingredientes para preparar algunos snacks para llevar a la pijamada.

Abrió la despensa y encontró una bolsa de palomitas de maíz. « Perfecto. » pensó, y luego se dirigió hacia el tocadiscos qué había en la casa, para alegrar el ambiente.

Primero, puso una cacerola en la estufa y vertió un poco de aceite. Mientras el aceite se calentaba, se permitió un momento para bailar al ritmo de la canción que sonaba de fondo. La cocina se llenó de energía y risas mientras movía los pies al compás.

Cuando el aceite estuvo caliente, echó las palomitas y cubrió la cacerola con una tapa. Escuchó el característico estallido de las palomitas y no pudo evitar reírse.

Cuando finalmente dejó de sonar, destapó la cacerola y fue recibida por un aroma delicioso.

Con su tupper lleno de palomitas listas y su bolsa de tela con su pijama favorito, antes, decidió verse en el espejo del pasillo.

Se arregló el cabello y dejó caer aquellas suaves ondas por los hombros.

Al abrir la puerta, sintió la refrescante brisa nocturna que solía haber en las cálidas noches de verano.

No le llevó mucho tiempo llegar a la casa de Sarah. Solo tuvo que girar en la esquina y caminar unos pocos pasos por la calle iluminada.

A medida que se acercaba, podía ver la lujosa reja que marcaba la entrada, brillando bajo la luz de las farolas.

—Bien, ¿entonces qué prefieres? —Sarah levantó con entusiasmo una caja enorme que contenía una variedad de discos de películas.

Con una sonrisa en su rostro, la balanceó ligeramente mientras se acercaba, mostrando su emoción por la elección de filmes que tenían para esa noche.

Las cajas estaban llenas de títulos clásicos y algunas novedades. —Tenemos… “10 cosas que odio de tí.” —Hablaba con concentración mientras revolvía la caja. —“Siempre el mismo día”... “500 días con ella.”

—“Siempre el mismo día” es mi película favorita, sin pensarlo. —Aseguró Wheezie, la más pequeña.

—Es increíble, pero paso. No es un día para llorar. —Clavó los dientes en su labio inferior, mientras negaba con su cabeza y soltaba una suave risa. —“10 cosas que odio de ti” es definitivamente mi favorita —comentó con entusiasmo la italiana, iluminando su rostro con una sonrisa.

—Bueno, chicas… Malas noticias, la última película es mi favorita. —rió Sarah, pasando su mano por su suave cabello rubio. —¿Qué les parece si hacemos una maratón de las tres películas?

—¿Vamos a estar aquí metidas viendo casi cinco horas de películas? —añadió Wheezie, con una expresión de sorpresa.

—¿Hay un plan mejor que este? —se halagó a sí misma la rubia, sonriendo. —Tenemos unos snacks y Less trajo palomitas. ¡Va a ser la mejor noche! —aseguró.

—Además, después de las películas podríamos ver una de terror. Si mis cálculos son correctos, terminaríamos alrededor de las tres y pico de la mañana. —se encogió de hombros y propuso la recién llegada.

—Nos parece perfecto. —Respondieron las hermanas al unísono.

Alessia, Sarah y Wheezie se acomodaron en el suelo, rodeadas de mantas suaves y un mar de almohadas. La luz tenue de la lámpara iluminaba la habitación, creando un ambiente acogedor y perfecto para la noche de cine.

La pantalla parpadeó al inicio de “Siempre el mismo día”, y el suave sonido de la música envolvió el espacio.

A medida que la trama se desarrollaba, las emociones comenzaron a fluir. Alessia se abrazó a una almohada, sus ojos fijos en la pantalla mientras las lágrimas amenazaban con brotar.

Sarah, con su cabello rubio iluminado por la luz del televisor, mordisqueaba nerviosamente unas palomitas, sintiendo cómo cada escena la tocaba profundamente.

Wheezie, sentada entre ambas, no pudo evitar soltar un suspiro ahogado en momentos clave, su corazón latiendo al ritmo de la historia.

—Estúpida película, debieron estar juntos hasta su vejez —sollozó Alessia, dejando escapar sus emociones con su acento italiano marcado, sus ojos brillaban mientras las lágrimas caían por sus mejillas, y se secó rápidamente con la manga de su sudadera.

Sarah y Wheezie intercambiaron miradas, sintiendo la intensidad de su dolor.

—Lo sé, es tan injusto —respondió Wheezie, tratando de consolarla mientras se acercaba un poco más. —Pero eso es lo que hace que la historia sea tan impactante. Y también hace que sea mi película favorita.

Sarah asintió, aunque también sentía un nudo en el estómago. La conexión entre los personajes era tan real que les hacía reflexionar sobre sus vidas.

—Él la estaba esperando, quería tener hijos, una familia... —Alessia se echó a llorar, su voz entrecortada entre sollozos y risas, reconociendo lo absurdo de su reacción.

El contraste entre la tristeza de la película y su risa nerviosa creaba un momento surrealista que hacía que las demás también sonrieran a pesar de las lágrimas.

Wheezie no pudo evitar reír suavemente, mientras le pasaba un pañuelo a Alessia. —Es verdad, es tan frustrante que no terminen juntos. —dijo, intentando contener su propia risa.

Sarah se unió a ellas, también sus lágrimas resbalando por sus mejillas. —Mierda, estuvieron tanto tiempo siendo ‘amigos’ que pareja.

El ambiente se volvió más ligero mientras las tres compartían esa mezcla de emociones. La risa y el llanto se entrelazaban en un remolino de sentimientos, haciendo que esa primera noche de cine fuera aún más memorable para ellas.

A medida que avanzaba la película, las chicas se dieron cuenta de que, a pesar de haberse conocido hace solo un día, habían creado una conexión especial. Las lágrimas y risas compartidas ante la historia triste les mostraron que entendían lo que sentían.

La forma en que se abrían y compartían sus emociones les permitió crear un espacio seguro donde podían ser ellas mismas. En medio del drama de la película, descubrieron que la amistad podía crecer rápidamente, incluso en momentos inesperados.

Esa noche se convirtió en un momento especial en su relación, consolidando un vínculo que prometía ser duradero.

—No me tardo, chicas. —Alessia se levantó del suelo y, con una ligera sensación de mareo por las emociones de la película, se dirigió al baño.

Al mirarse en el espejo, notó que su rimel estaba un poco corrido por las lágrimas, pero no le importó demasiado. Se lavó la cara rápidamente y, antes de salir, escuchó unas voces masculinas provenientes de la sala de estar abajo.

Intrigada, se detuvo un momento y se asomó con discreción por el barandal. Desde allí, pudo ver a un chico aproximadamente de su edad, con una camisa blanca y un corte buzz cut. Una voz le era familiar; la más grave resonaba en el aire como si la hubiera oído antes.

La castaña frunció el ceño, intentando recordar dónde había escuchado esa voz. El chico reía con aquel hombre mayor, y su risa era contagiosa.

Se sintió un poco nerviosa al observarlos desde las sombras, pero al mismo tiempo, una chispa de curiosidad la llevó a querer saber más sobre ellos.

—¡Less! —La voz aguda de Sarah la sacó del trance y reveló su ubicación.

—Mierda —susurró ella, sintiendo que el color le subía a las mejillas mientras se apartaba rápidamente del barandal. Aunque nadie la había visto, la sensación de haber sido descubierta la hizo sentir nerviosa.

¿Y si las personas de abajo ahora sabían que había otra persona en la casa?

Con ese pensamiento en mente, se dirigió apresuradamente a la habitación donde estaban sus amigas.

Al entrar, trató de mostrar una actitud despreocupada, pero su corazón seguía latiendo con fuerza. La intriga por el chico de la sala seguía presente, pero ahora también había una pizca de ansiedad por haber estado tan cerca de ser descubierta. ¿Qué haría si el chico y el otro hombre subían?






























mar's note

¡Heelloou! Al fin actualizo este fic 🙂‍↕️ Se me hizo complicado escribir todas las escenas improvisadas, pero me gustó el resultado.

¿QUÉ LES PARECIÓ OBX4? les juro que no puedo esperar hasta 7 de noviembre 🫠

HABLEMOS DE RAFE. QUE HOMBRE.

Sin mucho que decir, espero que disfruten este capítulo! Los quiero y nos vemos en el próximo 🫶🏻

xoxo, mar.
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