❛04. el chico del carrito de golf
CAPÍTULO CUATRO
❛EL CHICO DEL CARRITO DE GOLF❜
Cumplí con lo que le dije a mí mamá y saqué a Dante a recorrer el hotel y por más que apenas llevábamos media hora afuera, ya me dolía la cabeza de tanto ir detrás de este pibito que solo me causaba problemas. Intenté llevarlo a la piscina, no quiso porque dijo que tenía hambre, quise llevarlo al restaurante del hotel a comer, no quiso porque allí había mucha gente.
Por más que tuviera la cabeza medio atrofiada, si que le funcionaba para pensar a la hora de joderme. Altas ganas de meterle la piña que mis viejos no le pusieron de chiquito, a ver si así deja de ser tan hincha pelotas.
Ahora yo estaba corriendo detrás de él por todo el campo de Golf, pues él creyó que sería divertidísimo jugar carreras por todo el hotel, como si fuera divertido para mí perseguirlo de un lado a otro. Así que, mientras que él corría feliz de la vida entre un montón de golfistas que al pasar nos gritaban “locos”, yo tenía que preocuparme por todo el desastre que él dejaba a su paso.
Sin embargo, al parecer no éramos los únicos causando estragos, pues mi hermanito se detuvo abruptamente al escuchar los gritos de una señora. Yo hice lo mismo que él y me paré detrás suyo, observando como un pibe de camisa verde y anteojos de sol rojos trataba inútilmente de manejar uno de los carritos de golf poniendo en problemas a la mujer.
Se veía que quizás él no lo hacía a propósito, pero estaba literalmente persiguiendo a la mujer con el carrito de golf, acorralandola.
—¡Cuidado! ¡Cuidado! —gritaba él, tratando de que la señora saliera de su camino.
Rápidamente la acorraló contra uno de los pequeños lagos del campo y ella, inevitablemente, cayó allí.
Dante se dió la vuelta con ojos suplicantes a mirarme.
—¿¡Podemos ir a mirar?! —gritó/preguntó, aunque no hacía falta ni que preguntará, porque a mí también me daba curiosidad.
A paso rápido nos acercamos a la escena, escuchando como la mujer, ahora desde el lago, le gritaba al carrito de golf que forzosamente maniobraba intentando esquivar más cosas. El carrito paró e inmediatamente apresuré mis pasos con mi hermano prácticamente ya corriendo a mi lado, pues queríamos ver qué pasaría ahora.
Si, ambos éramos unos chismosos, venía de familia.
—¡Muchacho salvaje! —gritaba la señora. —¡¿Qué hacías con mi carrito?!
Para este punto, mi hermano y yo ya llegamos, estábamos prácticamente a unos cuatro pasos del borde de aquel lago, bastante cerca de la señora a decir verdad. Y cuando ví quien bajó del carrito de golf, se me bajó la presión.
Pero, literalmente se me bajó el azúcar. Yo esperaba que el pibe que bajara del carrito fuera algún empleado, o algún curioso que simplemente se había metido en problemas porque si.
Para nada me esperaba que el que bajara de allí fuera Luis Miguel. No Luis, no Miguel, Luis Miguel. El mismo que tengo prácticamente pegado en un poster de su álbum ‘Decidete’ por la puerta de mi pieza en Argentina.
Mi respiración quedó atrapada en mi garganta y ni siquiera era capaz de soltar un suspiro. Mis ojos se clavaron en su silueta parada al lado del carrito de golf mientras que discutía con la pobre señora que estaba parada aún dentro del lago. Él se veía etéreo, irreal, como una ilusión creada por mí propia mente para engañarme, pero no podía ser, porque él estaba ahí, a tan solo unos pasos de mí, luciendo más deslumbrante que nunca: sus cabellos rubios brillaban con la resolana del sol, su piel bronceada era visible debajo de su camisa y su altura era, a su vez, impresionante. Nunca pensé que pudiera ser más alto que yo en la vida real, pero lo es, bastante más alto que yo o que cualquier otro muchacho de quince años.
Sentía que no podía respirar, ni tan siquiera moverme. ¿Esto sentían las fans que lograban realmente estar cerca suyo? Si estoy soñando de nuevo, que nadie me despierte por favor.
Ni siquiera me lo imaginé así alguna vez, no me imaginé jamás conocerlo así. Mi respiración no podía regularse ni volver a su normalidad, pero mi cuerpo ya estaba recibiendo aire en su sistema nuevamente.
—Che —me susurró mi hermanito. —¿Este pibe no es el que canta re mal? —me preguntó.
Ni siquiera pude responder, porqué las palabras de mi estaban imposibilitadas para salir.
—Dale Isabel, decí algo, te estás poniendo lila, parece que no podés respirar —siguió susurrándome Dante.
Y tenía razón, no podía respirar. ¿O es que acaso me morí? ¿O de repente me volví la favorita de Dios? En todo caso, gracias San Expedito por el favorazo que me estás haciendo, prometo ponerte un pasacalles enfrente de mi casa cuando llegué a Argentina que diga «Gracias por los favores recibidos.»
—Tratando de controlarlo —respondió él a la señora—. Lo siento, pero es que no lo sé manejar muy bien.
—¡Si, ya me di cuenta! —siguió gritándole la mujer. —Pero te aconsejo que no andes practicando, porque si no vas a acabar con todos los golfistas de Acapulco! —ella arrojó su gorro al suelo en señal de enojo, cuando nos vio a mi y a mi hermano parados a un costado, presenciado todo.—¡¿Y ustedes que miran?!
Ella salió del lago, enojada y frustrada, mientras que la vista de él se enfocaba en nosotros.
Ay, Ay. ¿Qué hago ahora? ¿Le sonrió de forma incómoda? ¿Voy y le choreo los anteojos como otras fans? ¿Me desaparezco con mi hermanito a cuestas? ¿¡Que hago?!
Le regresé la mirada, notando cómo comenzó a mirarme directamente a mí. Me hubiera desmayado de no ser porque este contacto duró solo unos segundos y rápidamente él volvió a intentar disculparse con la golfista que casi atropella.
—Siento mucho que usted se haya mojado por mi culpa —es increíble, este pibe tenía hasta a la hora de hablar una voz perfecta. —Pero por favor, dígame dónde usted se hospeda para enviarle otra ropa de regalo.
Sentía a mi hermanito burlándose de la situación en voz baja al lado mío, pero no le di ni pelota, estaba concentrada en el buen gesto que él estaba teniendo con la señora.
—¡Nooo, muchas gracias, hijo de...—ahí cortó su oración, para no insultarlo. —¡Acapulco! Mi talle es muy difícil, mejor cómprate un carrito de cuerda para que juegues —se burló.
Dante soltó una risa por el comentario de la mujer y yo le pegué un zape. A mí también me dió risa, pero que no nos haga quedar mal riéndose a diestra y siniestra de la situación, por favor.
La mujer acomodó de vuelta la pelotita de golf y se concentró para golpearla, pero falló y la pequeña pelota terminó hundiéndose en el lago. Fastidiada, se dió vuelta para insultar al pobre Luis Miguel de nuevo.
Me gustaría acortar su nombre, pero no sé cómo decirle, porque si no digo los dos nombres juntos se siente raro.
—¡Tu! —lo señaló.— ¡Tú has sido el culpable de que yo haya fallado un golpe en un año! —por cada palabra que decía, recalcaba alguna.
Ella, furiosa, se acercó al carrito de golf para guardar sus cosas.
—Y tiene usted razón, está bien, pero por favor-...escucheme señora —intentaba dialogar con ella.
—¡Señorita!, ¡S-e-ñ-o-r-i-t-a! —separa en sílabas. —¡Aunque me veas gordita, soy una señorita!
—No parece —murmuré algo por fin, haciendo que ella se diera vuelta a mirarme.
—¿¡Y tú qué chamaca metida?!, ¿¡Que tenías que ver aquí o que?! —me retó, enojada.
Mí hermano pareció ponerse incluso más cómodo está vez, esperando impacientemente ver de qué forma iba a reaccionar yo contra la señora. Meterme en problemas casi siempre me sucedía, está vez, parecía no ser la excepción tampoco.
—Bue, no teníamos nada que ver acá señora —remarqué la palabra ‘señora’, viendo cómo su rostro se desfiguraba de enojo. —Pero con esos gritos que soltó, fue imposible no venir.
Escuché dos risas masculinas al lado mío y traté de concentrarme en la mujer que estaba parada enfrente de mí y no en que probablemente ahora tenía a mí cantante favorito a lado mío.
—¡No soy una señora! —contradijo lo que dije anteriormente.
—Bueno, creo que de eso nosotros no tenemos la culpa —respondió aún con un tono amable el chico arrubiado qué, efectivamente, ahora estaba parado al lado mío.
—¡Malditos escuincles malcriados! —comenzó a gritar de vuelta mientras nos tiraba las pelotas de golf.
Luis Miguel (ya no tiene sentido para mí encontrar una forma de llamarlo que no sea esa) me tomó de la mano y me arrastró detrás de una de las palmeras y nos tratamos de esconder ahí, porque la vieja solo nos tiraba a nosotros las pelotas de golf. Mi hermanito, en cambió, se quedó ahí y el pobre tuvo que enfrentar solo a la señora loca, matándome de la risa y preocupación al mismo tiempo.
—¡Qué le pasa gorda loca, si no es guerra! —grito el pobre de Dante, sin tener un lugar dónde esconderse de ella.
Si yo creía que la señora estaba mal del termo tanque, es porqué todavía no la ví haciendo la mayor de sus locuras de menopáusica.
—¡¿Ah sí?!, ¡Pues ojo por ojo y diente por diente, ahora van a ver lo que se siente!
Corrió de vuelta al carrito de golf y se subió en el y en cuanto ví lo que pensaba hacer, mis ojos se abrieron de par en par.
Señora loca.
—¡Dante, corre! ¡Corre pelotudo! —le grite al ver cómo se quedaba congelado en su lugar.
Mi hermano de diez años vió la vida pasar frente a sus ojos, no lo dudo. Reaccionó ante mi grito y comenzó a correr, pero ya era medio tarde para el chaboncito, porque la señora estaba a nada de atropellarlo. Yo, por mi parte, me quedé en mi lugar, asustada, sin preocuparme por nadie de los que estuvieran a mi alrededor, solo por mi hermano.
Si le pasa algo será mi culpa...¡Si le pasa algo será mi culpa!, ¿¡Saben lo preocupante que es eso?! ¡Él tendrá un brazo roto, pero yo tendré que ir a catecismo por lo que resta del año si eso pasa!
Alarmada, comencé a darle indicaciones de cómo burlar a la vieja, antes de que le pasará algo malo.
—¡El señor! —le grité, pero mi hermano no hacía caso. —¡Ahí viene un señor en un carrito!
Dante pareció escucharme por fin y corrió en dirección al carrito del señor, haciendo que la vieja tuviera que, finalmente desviarse del camino y que el pobre señor terminará con todas sus cosas hundido en el lago. Fue un quilombo enorme, pero al menos eso logró distraer a la mujer el tiempo suficiente para que mi hermano llegará corriendo hasta nosotros y me abrazará por la cintura.
—A esa vieja la tendríamos que llevar con la yuta —le murmuré, mientras le correspondía el mini abrazo que me estaba dando por el susto.
Deberíamos de comer bolillo para el susto, así como nos dijo la señora de la limpieza, para que “se nos baje el muerto.”
Por un momento me olvidé de que estábamos acompañados por mi cantante favorito, y digo ‘momento’ porqué me acordé de eso en cuánto escuché el sonido de otro carrito de golf prácticamente en mi oído. Me gire aún abrazando a mi hermanito solo para ver a una mujer de vestido blanco y cabello corto subida en el carrito.
—¿Están bien? —nos preguntó en general—. Ví como perseguía ese carrito al niño —señaló a Dante, quién seguía pegado a mí. —¿Qué pasó?
—Nada, nada —respondí yo, por mi hermano y por mí. — Ya pasó, por suerte —sonreí amable.
Yo no sabía ni porqué nos estaba hablando, pero si actuaba de buena forma no podía contestarle mal.
—Mónica —la llamó amablemente el cantante que seguía al lado mío. —Averiguame dónde vive esa amenaza de gordita o señorita y envíele unas flores —miró hacía donde la mujer seguía retando al señor y añadió: —Y a ese pobre señor que está saliendo del lago envíale otras —pidió, sin aliento.
—¿De tu parte? ¿O de parte de ustedes? —nos miró.
—No, no, a nosotros ni nos menciones.
—¿Entonces?
—A ella enviárselas de parte de él, y a él, de parte de ella —pidió.
Sonreí enternecida al escucharlo, pensando que quizás lo que quería hacer era unir al par de viejos.
Se dió vuelta a mirarme y sentí que la respiración se me cortaba otra vez. A este paso iba a morir de asfixia sin razón aparente.
Al notar la mirada del chico encima mío, mi hermano me soltó lentamente, algo celoso. Era igual de celoso que nuestro viejo.
—Iré a seguir recorriendo, ¿Quieres venir? —me preguntó el rubio, amablemente.
Bueno, hay dos posibilidades. O estoy soñando nuevamente y nada de esto es real (cosa que es muy probable), o es real y está a nada de darme un paro cardíaco. Mí cara a este punto debe de parecer semáforo de lo rojo que ya está, porqué realmente siento mí cara ardiendo.
—¿Por qué? —fue lo único que pude preguntar en un susurro.
Bue, alta película romántica me estoy montando yo sola, pero pónganse en mí lugar y se que no estarían ni vivas en este momento. Al menos yo no me desmayé como algunas otras fans.
Ante mí pregunta, el muy pelotudito (sin ofender, porque realmente lo quiero mucho) sólo se encogió de hombros, pues ni él parecía tener una respuesta. Solo quería que lo acompañara y ya, pero no sabía cómo sentirme al respecto. Estaba que bailaba tango con una sola pierna, pero a la vez sabía que no debía de emocionarme de más; él ni siquiera sabía mi nombre o que era fan suyo, así que tampoco debía de asustarlo con mí temperamento de fan loca.
Dije que si con la cabeza porque las palabras de mí no salían. Ir con él podía salir tanto bien como mal, pero yo esperaba que resultara bien, porque si no me pegaba un tiro mental.
Él comenzó a caminar y lo seguí, dejando a mí hermano con cara de culo detrás mío.
—¿Después de todo lo que ha pasado no será mejor que regreses a la villa? —le preguntó la mujer, Mónica, al arrubiado en cuanto lo vió caminar conmigo.
—¡No! —respondió firme. —No te preocupes.
Ella comenzó a dar marcha atrás al carrito, sonriéndole cómplice. —Bueno, tú sabrás lo que haces.
—¡Tranquila, yo sé cuidarme solo!
Y como si el universo se empeñara en contradecirlo, después de decir eso se resbaló, cayendo de cara al pasto. Y en ese lapso de tiempo que le tomó levantarse, escuche a mí hermano gritarme desde atrás mío.
—¡¿Me vas a dejar acá por irte a chamuyar con un pibe?! —Yo fingí que no lo escuché y seguí caminando. — ¿¡Cómo voy a regresar?!
—¡Bancatela!
Y eso fue lo último que le dije antes de irme acompañada de cierto rubio que antes solo había visto en fotos y revistas. Suena surrealista y en gran parte lo es, al punto de que ni yo lo creo, pero si así están las cosas, es mejor seguir la corriente y más cuando tengo la oportunidad de pasar la tarde de hoy con él, ya que mañana era el concierto.
En momentos como estos solo me queda decir: gracias señor, por tenerme favoritismo a veces.
NOTA!
no lo piensen mucho,
esto está hecho para
ser un romance
tonto y cálido para
alimentar mi propia nostalgia
por una época que no viví.
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