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❛03. historias entretejidas

CAPÍTULO TRES
❛HISTORIAS ENTRETEJIDAS❜

     Llegué tranquilamente a la villa del hotel dónde nos hospedamos y guardé mi bicicleta. No es que desconfíe de la seguridad del hotel, pero la última vez que no guarde mi bicicleta en un viaje me la afanaron y no dejaron ningún tipo de rastro. Despacio, entré adentro escuchando ya el eco de la voz de mis viejos, probablemente discutiendo por teléfono.

    No es nada nuevo, así que actuó con normalidad e ingreso silenciosamente para que nadie me note y evitar que me metan en sus problemas.

     —¡¿Entendés que no quiero que ese tipo vaya junto a ustedes!? ¡Es un negocio importante, y vos seguramente vas a meter la pata! —gritaba mi viejo al otro lado de la línea.

    —¿¡Qué te pensas, que soy una chiquilina?! ¡Vos mismo lo dijiste, es un negocio importante! ¡Mira si ese tipo no viene y perdes la guita! —apeló mi mamá, con la cara ya roja de los nervios.

     Yo pasé por detrás de ella rezando para que no me retará al verme con las zapatillas todas sucias y me dirigí a la cocina por un vaso de agua. Ellos siguieron discutiendo detrás mío, pero yo solo me hice la sorda mientras tomaba el líquido que fui a buscar.

     —Está bien —accedió mi papá a regañadientes.—Voy a avisarle para que vaya junto a ustedes, pero por favor Victoria, no metas la pata y controla a esos dos pendejitos que tenés allá, ¿Si? Y cualquier cosa me llamas de vuelta.

     Mi mamá rodó los ojos fastidiada y terminó la llamada, cuándo se dió la vuelta y me miró mientras yo terminaba de tomar mi agua y volvía a poner delicadamente el vaso en su lugar, yo solo estaba esperando que nada en mi actitud la irrite como para que me retará.

    —¿Hace cuánto estás parada ahí?

    —Llegué hace...—Revise el pequeño reloj en mi muñeca. —Dos minutos.

    —Bien, ni una palabra a tu hermano —me advirtió. —El señor que va venir es un tipo horrible, alto cornudo, pero nadie le dice nada porque tiene mucha guita. Quiere comprar unos apartamentos por acá que están a nombre de tu papá, pero como él no está nos toca a nosotros hablar con él.

    Ahora sí entendí, no es tan difícil explicarme  algo. Excepto matemáticas, esas sí que no las puedo entender ni aunque me las hagas canción y la escuché todos los días.

     —¿Y por eso nomás se estaban gritando? —pregunté yo, haciendo que la cara de mi vieja se ponga colorada de nuevo.

  —Tu papá es un viejo amargado y cree que porque yo soy más joven que él no voy a entender nada de finanzas ni negocios, pero eso es un hipócrita, si él me conoció en la facultad de administración —se quejó.

    Bueno, tenía razón.

    A mí nunca me gustó la historia de "amor" de mis viejos, porque es, desde mi humilde opinión, muy turbia. Digo, mi papá era socio del profesor de mi mamá cuando ella iba a la facultad de administración y digamos que por ahí se conocieron. Muy raro y muy asqueroso.

    Dos años después, ya se casaron porque yo ya estaba en camino.

    Siempre un paso adelante yo.

    —¿Y vos estás bien? —me preguntó. —Acordate que el concierto es mañana ya, ¿No estás emocionada?

    Inmediatamente sonreí.

    —¡Obvio que sí! —contesté con la sonrisa a un paso de prácticamente romperme la cara. —Y, ¿Vas a querer que me lleve a Dante a otro lado para que hables bien con ese señor?

    —Si podés, si—se acercó a mí y me dió un beso en la cabeza. —Anda a recorrer un poco con tu hermanito o vayan a la piscina en lo que hablo con él.

    Asentí.

     El teléfono volvió a sonar y mi mamá corrió a atenderlo.

    —¿Hola?

    —¿Señora Echagüe? —Del otro lado de la línea sonó la voz de un hombre.

    Supuse que era hora de que rajara de acá en lo que mi mamá hablaba telefónicamente con ese hombre, ya que probablemente era el con el que tendría que tratar de negocios.

    Hora de recorrer.

.⋆☾⋆.

    —¿Hola? —preguntó una voz de mujer del otro lado de la línea al atenderle el teléfono a aquel hombre con el cual tendría que hacer negocios.

    —¿Señora Echagüe? Habla Frank de Laurentis, si, estamos a punto de resolver, pero me gustaría ir a ver los departamentos nuevamente e ir a hablar con usted en persona.

    Victoria Echagüe dudó un poco, pero aceptó rápidamente.

    —Está bien señor Laurentis, lo espero acá en la dirección que le dió mi marido. Hasta luego —se despidió.

    Tal vez su marido tenía razón, ella no sabía manejar este tipo de negocios. O al menos, no con gente peligrosa como está, que entre menos involucrados estén con ellos, mejor.
Es así como mientras la mujer argentina iba junto a sus hijos para convivir juntos, en un lugar alejado de ellos, más precisamente en el muelle, en un yate lujoso, un hombre revisaba cuidadosamente pequeños diamantes que fácilmente costarían más de un millón de dólares cada uno.

    —¡Urraca! —gritó, llamando al hombre que dirigía el yate.

    —Aquí estoy, ¿Qué pasa? —preguntó cuando llegó junto a su jefe.

     Sonrío maliciosamente.—Ten todo listo, porque está noche vamos a tener un poco de acción.

    El dirigente del yate frunció su peluda cara  luego de escuchar aquello.

    —Ya estoy harto de tener 'todo listo' —se quejó. —Hace más de tres meses que no nos separamos ni tres pies del muelle.

    —Yo también sigo instrucciones —lo acalló, mordaz.—Así que cierra el pico, si no quieres que te mandé a buscar conchitas en el fondo del mar con una piedra amarrada en el pescuezo —lo amenazó, cortante. —Ras está apunto de llegar, dile que me espere, ¿Entendido?

    Después de dar esa orden comenzó a alejarse.

    —Claro que entendí —protestaba el de barba entre murmullos. —Si no soy una bestia salvaje y sanguinaria cómo el.

    Por suerte su jefe no lo escuchó, porque si no, estaría en graves problemas.

.⋆☾⋆.

    Así era como diferentes realidades se iban entretejiendo bajo el caluroso clima de Acapulco y mientras que en otros lugares había gente planeando maldades y familias vendiendo departamentos, el joven conocido como el 'Sol de México’ se encontraba aún caminado por la villa dónde le había tocado quedarse, mientras que miraba a dos mujeres hablar con un perro en medio de ellas.

   Se quedó allí parado observando el gran patio enfrente de él mientras que sus anteojos de sol con bordes rojos cubrían un poco su identidad y miraba a la gente que allí se encontraba. Había personas jugando golf y tirando aquella pelotita de aquí para allá intentando que entrara dentro de aquellos hoyos en el piso.

    Estaba aburrido, pero muy aburrido, demasiado.

    Deseaba estar en compañía de alguien de su edad, no sabía con exactitud por qué. Quería salir a jugar o simplemente a explorar aquel nuevo hotel en el que le tocó quedarse. Tenía pensado salir, pero sabía que le dirían que no. De igual forma, no perdía nada intentándolo porque quería salir, ya lo sentía como una necesidad

    Escuchó los pasos de la organizadora y de su manager bajar por las escaleras de la villa, después de haber recorrido todo y haber revisado que no había ningún inconveniente.

    —Me parece que todo está bien —comentaba la mujer de pelo corto mientras hablaba con el manager del artista que había traído a Acapulco. —Ahora voy a la administración a confirmar que se quedarán aquí y voy a pedirles que no le den información a nadie.

    —Gracias Mónica, el sitio está perfecto, aquí no tendremos ningún problema.

    Al escuchar los pasos de su manager más cerca, el joven de cabellos arrubiados se acercó lentamente a ellos.

    —Bueno, voy a dar una vuelta al centro de convenciones para ver cómo está todo —le aviso al adolescente.

   —Yo también, voy a conocer el hotel —avisó, esperando que su anunció pasará desapercibido y lo dejaran salir.

    Al ver cómo la cara de su manager pasaba de una sonrisa a una mueca incómoda, supo que no saldría, o al menos no con permiso.

    —No, no, no —comenzó a negar el hombre. —Tú no sales de aquí y menos sin protección, espera a que regrese con guaruras a dar esa vuelta, ¿Te parece?

    Lentamente, resignado, el adolescente bajó la mirada al suelo, para luego levantarla y mirar hacia el horizonte, viendo cómo el perro que vió anteriormente en medio de esas dos señoras era arrastrado por una cadena que traía en el cuello.

    —Soy peor que el perro ese —ironizó. — Lo único que me falta es que me saquen a pasear con una cadena.

     Luego de tirar aquel molestó comentario, miró con sus grandes ojos a su manager dándole una clara indirecta, después comenzó a alejarse de ahí dispuesto a ir a sentarse al sillón.

    —¡La popularidad tiene sus sacrificios! —gritaron detrás suyo.—Sé un buen chico y quédate aquí.

    Frustrado, soltó un profundo suspiro. Odiaba ser regañado y más por cuestiones ridículas cómo estás.

    Seguido de eso, Mónica sólo se limitó a decir que volvería más tarde y se fue, dejándolo solo.

    Bueno, después de todo, él tampoco era demasiado obediente, ¿Verdad? Ir a recorrer un poco no le haría daño, o eso pensaba.

    Quizás, salir a recorrer sin permiso si fue una buena idea.

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