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𝐕𝐈𝐈𝐈.

La luna brilla alta en el cielo esa noche, como un ojo omnisciente que lo observa todo desde las alturas.

El aire se siente diferente: denso, cargado de una tensión casi eléctrica. Las olas, que suelen bailar en un vaivén sereno, ahora golpean la orilla con furia contenida, como si el océano estuviera anticipando una tormenta inevitable.

Sunghoon camina por la playa, con Jake a su lado en silencio, ambos conscientes de que algo se acerca. Es una sensación que no pueden explicar pero que vibra en el aire, como un presagio.

La conexión que habían forjado en las últimas semanas los ha fortalecido, pero también ha desenterrado lo inevitable: el Guardián está cerca, acechando en cada sombra, en cada rincón de la mente de Sunghoon.

—¿Lo sientes? —Pregunta Jake, deteniéndose un momento y alzando la vista hacia la luna.

Sunghoon asiente, su cuerpo entero en alerta, como si su instinto supiera lo que su mente aún no puede comprender del todo.

—Es como si todo lo que he evitado enfrentara ahora hubiera decidido cobrar su deuda —Susurra Sunghoon—. Está más cerca que nunca.

Jake lo observa con esa calma inquebrantable que siempre parecía acompañarlo, pero sus ojos delatan una leve preocupación. Sabe que no puede intervenir en lo que viene, pero tampoco puede alejarse.

Sunghoon debe enfrentarlo por sí mismo, pero eso no significa que tenga que hacerlo solo.

—No huyas esta vez —Dice Jake con voz suave—. El Guardián es más fuerte cuanto más lo evades. Enfréntalo y lo verás por lo que realmente es.

Sunghoon aprieta los puños, sintiendo la vieja resistencia crecer en su pecho. Quiere ser libre, pero el miedo sigue anclado en él, luchando por mantenerlo bajo control. La vida que había conocido siempre le había enseñado que enfrentar sus miedos es una tarea solitaria. Sin embargo, Jake lo ha cambiado todo. Ya no tiene que cargar con esa batalla completamente solo.

—¿Y si no puedo? —Pregunta Sunghoon, su voz apenas un murmullo—. ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte?

Jake da un paso más cerca, hasta que sus manos rozan las de Sunghoon.

—No tienes que ser perfecto para vencerlo —Responde Jake—. Solo tienes que ser tú. Eso es lo que el Guardián nunca podrá destruir.

El viento sopla con fuerza, haciendo danzar los cabellos dorados de Jake como si fueran reflejos del sol atrapados en la noche. La luna ilumina sus rasgos con una luz fantasmal, y en ese momento Sunghoon siente una certeza profunda: Jake es tanto su ancla como su faro.

Lo había traído hasta aquí, al límite de todo lo que temía, pero no para abandonarlo, sino para mostrarle que el miedo no es el fin, sino un nuevo comienzo.

—Mañana, cuando llegue el momento, ¿estarás conmigo? —Pregunta Sunghoon, aunque ya conoce la respuesta.

Jake sonríe, y su mirada refleja tanto la calma del océano como la fuerza de una tempestad que se había aprendido a dominar.

—Siempre —Responde, apretando suavemente la mano de Sunghoon—. Siempre estaré contigo.

Sunghoon exhala lentamente, dejando ir una parte de la angustia que había acumulado durante tanto tiempo.

Sabe que el enfrentamiento final está cerca, que pronto tendrá que mirar al Guardián a los ojos y aceptar todas las partes de sí mismo que había negado por tanto tiempo. No habría marcha atrás. Pero, por primera vez en su vida, no siente que está solo en la oscuridad.

Mientras las olas rompe contra la costa y la luna sigue su camino por el cielo, Sunghoon sabe que el verdadero desafío no es vencer al Guardián, sino aceptar que no hay nada que vencer. La tormenta estaba por llegar, y él estaba listo para navegarla.

Esa noche, mientras el mundo duerme, Sunghoon permanece despierto bajo el manto estrellado, escuchando el murmullo de las olas que acarician la costa.

Cada sonido parece contarle una historia: de sus miedos enterrados, de las expectativas de la corona que nunca quiso cargar, de los errores que lo persiguen. Pero también le hablan de esperanza, de posibilidades que aún no se han perdido, y de la libertad que siempre ha anhelado.

Cierra los ojos por un instante, sintiendo la mano de Jake entrelazada con la suya, y en ese pequeño gesto halla la valentía que necesita.

El Guardián puede ser poderoso, pero Sunghoon entiende ahora que no se trata de derrotarlo, sino de reconocerlo como parte de sí mismo y seguir adelante, libre de las cadenas que él mismo había creado.


Gracias por leer la historia ❤️

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