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𝐈𝐗.

El cielo está cubierto de nubes espesas, oscureciendo la luna que antes los había guiado. Sunghoon avanza por la playa con pasos firmes, sintiendo cómo la atmósfera se vuelve más densa con cada paso. Sabe que ya no hay vuelta atrás.

El Guardián lo espera.

El viento sopla con violencia, y de la negrura emerge una figura imponente.

No tiene un rostro definido; es una sombra en perpetuo movimiento, sus contornos cambiando como las olas. Sus ojos son pozos sin fondo que irradian temor y duda.

Es la encarnación de todo lo que Sunghoon había temido: el fracaso, la soledad, el rechazo.

—¿Por qué sigues avanzando? —Susurra la voz del Guardián, profunda y corrosiva, como si viniera desde lo más recóndito de su mente—. No puedes vencerme. Soy parte de ti. Siempre lo he sido.

Sunghoon se detiene, respirando hondo mientras siente el peso de cada palabra. Por un momento, los viejos pensamientos vuelven: ¿Y si nunca soy suficiente? ¿Y si la libertad que busco no es más que una ilusión?

Pero entonces recuerda la calidez de la mano de Jake, el brillo en sus ojos, la promesa silenciosa de que no tenía que enfrentar esto solo.

—Tienes razón —Dice Sunghoon en voz baja, y el Guardián parece inflarse con triunfo—. Eres parte de mí. Pero ya no serás quien me controle.

El Guardián sisea con furia, extendiendo sus sombras hacia Sunghoon, intentando envolverlo en su oscuridad. Pero esta vez, Sunghoon no retrocede. Da un paso adelante, y con cada paso, las sombras parecen desvanecerse un poco más.

—Te he temido toda mi vida —Continúa Sunghoon, su voz firme—. Pero no más. No soy perfecto, y no tengo todas las respuestas, pero eso está bien. No tengo que ser invencible. Solo tengo que seguir avanzando.

El Guardián lanza un rugido que resuena como un trueno, pero Sunghoon se mantiene en pie, sin vacilar.

Cierra los ojos por un momento, inhalando profundamente, y en su mente ve a Jake: su faro, su equilibrio, su compañero.

La oscuridad siempre estaría allí, pero ahora sabe cómo convivir con ella sin dejar que lo domine.

—No voy a destruirte —Susurra Sunghoon, y su voz se torna un eco sereno sobre las olas—. Voy a aceptarte. Porque eres parte de mi historia, pero no definirás mi destino.

Entonces, algo cambia.

Las sombras que forman al Guardián comienzan a disolverse, como niebla al amanecer. En lugar de luchar, Sunghoon abre los brazos, dejando que la oscuridad pase a través de él sin resistencia. Y en ese acto de aceptación, la figura del Guardián se desvanece por completo.

El viento se calma. Las nubes comienzan a dispersarse, y la luna, liberada de su prisión, ilumina la playa con una luz suave y plateada.

Sunghoon permanece quieto por un instante, sintiendo una paz que nunca antes había experimentado.

No es la ausencia de miedo, sino la certeza de que puede vivir con él sin ser esclavo de sus sombras.

—Lo lograste —Dice una voz conocida a su espalda.

Sunghoon gira lentamente y ve a Jake, de pie bajo la luz de la luna, observándolo con orgullo y afecto. Sin pensarlo dos veces, Sunghoon cierra la distancia entre ellos y lo abraza con fuerza.

—Gracias por estar conmigo —Susurra, su voz cargada de alivio y gratitud.

Jake le devuelve el abrazo, acariciando suavemente su cabello.

—Siempre estaré contigo, Hoon. Siempre.

Sunghoon sonríe, dejando que el último rastro de peso en su pecho se desvanezca.

El mar sigue extendiéndose ante ellos, vasto e infinito, pero ya no lo ve como una vía de escape.

Es una promesa de libertad, sí, pero no necesita sumergirse en sus profundidades para encontrar lo que busca. La verdadera libertad siempre había estado dentro de él.

Y esta vez, por fin, Sunghoon está listo para vivir plenamente.


La luz blanca que atraviesa mis párpados se siente como un recordatorio de que algo ha cambiado.

Mis sentidos despiertan poco a poco, confusos y pesados, como si estuviera emergiendo de las profundidades del océano. El sonido de murmullos apagados y el pitido constante de una máquina acompañan mi regreso a la consciencia.

Abro los ojos, pero todo parece borroso al principio.

Parpadeo varias veces, hasta que las siluetas a mi alrededor se vuelven más nítidas. Estoy en una habitación de hospital, rodeado por médicos que revisan monitores y ajustan equipos.

Mi cuerpo se siente extraño, entumecido, como si no me perteneciera. Y entonces lo veo: Jongseong, sentado junto a mí, con una mezcla de alivio y preocupación marcando su rostro.

—¡Hoon! —Exclama, inclinándose hacia mí con los ojos llenos de emoción contenida—. Por fin despertaste. Creí que te perderíamos.

Intento hablar, pero mi garganta está seca y sólo un leve susurro sale de mis labios. Jongseong parece entender.

Me pasa un vaso con agua y espero a que el líquido calme la quemazón en mi garganta antes de atreverme a formular la pregunta que me quema por dentro.

—¿Jake...?

El nombre sale de mis labios como una plegaria.

Todo en mi interior me dice que él era real: sus ojos dorados, su voz suave, el océano llevándome hacia él.

Pero la confusión en el rostro de Jongseong me da un golpe más fuerte que cualquier ola.

—¿Jake? —Repite, claramente desconcertado—. Hoon... No entiendo. Has estado en coma durante semanas.

Mi mente se nubla. ¿Coma? ¿Todo fue un sueño? Intento procesar lo que está diciendo, pero el peso de la realidad y la intensidad de mis recuerdos se entrelazan, creando un torbellino en mi interior.

—Te encontraron en la costa, medio ahogado —continúa Jongseong, intentando explicarlo todo con calma—. Un pescador y su hijo te rescataron. Dijeron que te encontraron flotando a la deriva en el mar, a punto de morir de hipotermia.

Mi corazón se acelera. Algo dentro de mí se ilumina con la esperanza.

—¿El hijo? —Pregunto, casi sin aliento—. ¿Cómo se llama el hijo?

Jongseong frunce el ceño, como si no entendiera por qué la pregunta es tan importante, pero finalmente responde.

—Jake. Su nombre es Jake.

El aire se queda atrapado en mis pulmones, y por un momento, el mundo parece detenerse.

Jake... El nombre no es una coincidencia. No puede serlo. De alguna manera, todo lo que viví en ese extraño sueño, si es que fue un sueño, tiene un eco en la realidad.

Intento levantarme de la cama, pero mi cuerpo se siente débil y los médicos intervienen, insistiendo en que necesito descansar. Jongseong me sujeta por los hombros con suavidad, pero firmeza.

—Tranquilo, Hoon. Estás a salvo.

A salvo.

Pero mi corazón y mi mente están lejos de aquí, en esa cala oculta, en esos ojos dorados que me prometieron un destino más grande.

Algo me dice que Jake no era solo un sueño, sino una pieza fundamental de mi vida, un puente entre lo que soy y lo que puedo ser.

Mientras cierro los ojos, el eco de las palabras de Jake resuena en mi mente: "El océano te ha llamado porque formas parte de algo más grande..."

Y ahora, más que nunca, estoy decidido a encontrar las respuestas que el océano y Jake parecen guardar para mí.

Gracias por leer la historia ❤️

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