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𝐈.

•𝙰𝙱𝚂𝙲𝙾𝙽𝙳𝙸𝚃𝚄𝚂•
ᴱˢᶜᵒⁿᵈⁱᵈᵒ

Estoy terriblemente cansado, he conducido por más de seis horas y aún falta para llegar a destino. Eve a mi lado sigue inconsciente, todos esos medicamentos que le suministraron lo único que hicieron fue doparla, alejarla de la realidad y no permitirle defenderse de las injusticias que sus propios padres causaron. Personas superficiales, despreciables y egoístas. Jamás quisieron ver feliz a su hija. Para ellos Eve era solo un complemento para sus sucios fines.

Nosotros fuimos esa bonita casualidad que terminó en un sentimiento mutuo y profundo.

Nos enamoramos, fuerte.

Queríamos pasar el resto de nuestras vidas juntos, formar una familia, poder vivir en paz, sin embargo, eso no se nos tenía permitido, no.

Eve estaba destinada a casarse con un hombre mayor, un magnate de un conglomerado. Estaba negada a tener una vida al lado de un hombre que le doblaba en edad y hasta podría ser su padre. Escapamos unos días antes de la ceremonia.

La idea principal era escondernos hasta que pase la controversia y luego salir del país, pero nos encontraron antes de siquiera alejarnos muy lejos. A mí me metieron a la cárcel con mentiras y calumnias. Me atribuyeron el tráfico de drogas y armas mientras a Eve, a su propia hija la metieron a un centro psiquiátrico.

Gracias a unos amigos trabajando en la policía logré salir. Ellos mismos me ayudaron a encontrarla, a idear un plan un tanto arriesgado para sacarla de ahí.

Costó mucho, dure días sin saber su paradero, desesperado por saber qué le había ocurrido. Esquizofrenia paranoide, eso fue lo que le diagnosticaron. Lo que inventaron no solo para mantenerla encerrada sino para torturarla de maneras insospechadas.

Verla perdida, ida y fuera de sí misma me destrozó el alma. Aunaron todavía más mi creencia de que debía sacarla de ese aberrante lugar antes de que fuera demasiado tarde.

Y lo hice.

Después de una titánica confusión en donde debí fingir ser un agente de la policía investigando un caso de asesinato que buscaba a un paciente recién ingresado. Tuve que mentirle a una de las enfermeras con mis escasos encantos. Encerrarla una vez me dio la información que necesitaba, y después de una llamada alertando a los bomberos, hacer que la campana de incendios suene alterando no solo a los pacientes sino también al personal. La saqué rápidamente, a tientas. La subí al auto aparcado al costado del edificio, escondido pero lo suficientemente cerca y huimos.

Ahora que la noche estaba llegando éramos solo Eve y yo contra el mundo.

Balbucea, gime removiéndose con dificultad contra el asiento.

¿Cuánto daño te hicieron, mi amor? ¿Qué tanto te han torturado?

No me detengo en ningún momento. Sigo conduciendo hasta que en una bifurcación decido meterme por un camino de tierra. Es la nada misma y no están señalados en los mapas del país a menos que conozcas perfectamente bien estos lados.

Son mas o menos diez kilómetros de distancia hasta la cabaña donde nos quedaremos de momento. En medio de un pueblo olvidado y tranquilo donde nadie podrá encontrarnos. Es ahí donde la llevaré, nos esconderé hasta que pueda recuperarse, luego, con nuevos documentos e identidades cruzaremos frontera. Entonces Eve y yo seremos por fin felices.

Me detengo una vez llegamos. Rápidamente desciendo lanzando una mirada fugaz a Eve. Sigue dormida en el asiento de copiloto. Es entonces que me adelanto para abrir la casa, tengo las llaves.

Contaba con el contacto de una señora vecina a la cual le pedí que limpiará y acondicionará todo tiempo atrás. Al menos tendríamos un lugar limpio y cómodo para vivir mientras tanto.

Me encargo de ingresar a Eve en mis brazos, no logra abrir sus ojos del todo, tampoco tiene control de su cuerpo. La deposito en la cama matrimonial y me siento a su lado acariciando su rostro.

—Tranquila. Pronto pasará, lo prometo.

Vuelve abrir sus ojos, me mira, balbucea, apenas puede mover la cabeza. Le sonrío y me inclino para besarle los agrietados labios. Está muy fría. La cubro con una manta. Afuera hace calor, un calor de los mil demonios, pero ella está helada. Son las consecuencias de los malditos medicamentos. Debe descansar para seguir recuperándose y recobrar la consciencia. Mientras tanto yo me encargaré de cuidarla.

Guarde el auto detrás, cubriendo con una lona que impida a alguien reconocer algún detalle mientras viajamos en la ruta. Ya dentro de la casa me ocupe de arreglar nuestras pocas pertenencias, de cocinar algo con lo poco que había dentro de la heladera y alacena. Suficiente para estar encerrados un par de días. Cuando falte yo saldría algún mercado cerca o le pediría a la señora vecina.

Tiempo después, regreso a la habitación con una jarra llena de agua fresca y un vaso. Dejo ambos sobre la mesa de luz de madera al ver que Eve se mueve torpemente intentando sentarse sobre el colchón, lo más seguro que desorientada. La auxilio siseando, la escucho sollozar bajito y atraigo su cuerpo junto al mío para proporcionarle consuelo y calor. Aún cuando tiembla mientras sus movimientos son lentos logra aferrarse a mi camisa.

—Y-yoon. —gimotea. Vuelvo a sisear para que se mantenga calmada, que haga esfuerzos solo puede hacerle mal.

—Ya no estás en peligro, jagi, vas a estar bien. —la apretó un poco más, suda en frío y su llanto escala con los segundos en que está volviendo en sí. Apenas me separo, mi mano acuna su rostro para que me mire directo a los ojos— Esperaremos, —digo en voz baja— ¿está bien? Esperaremos el tiempo necesario para irnos, para salir de aquí.

Mis labios se apoyan en su frente. Su mano con un poco más de fuerza se empuña en la tela de mi camisa.

—T-te a-amo.

—Yo más, jagi. Yo mucho más.

Nos merecemos ser feliz.

Merezco ser feliz.

¡Here we go!

🖤🖤🖤

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