
01. Mi nombre es 𝗗𝗮𝗹𝘁𝗼𝗻 𝗟𝗮𝗺𝗯𝗲𝗿𝘁
𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐏𝐑𝐄𝐏𝐀𝐑𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐋𝐀 𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐂𝐎𝐌𝐏𝐀𝐑𝐓𝐈𝐃𝐀 alisando primero mis sábanas blancas y luego colocando la ropa de la mejor manera posible en el interior del armario. Quería dar buena presencia antes que nada y sobre todo, confianza a mi roomie. Era la primera vez que compartía una estancia con alguien. En este caso, era una habitación conformada por dos camas separadas, una a cada lado apoyadas a la pared y separadas por una mesita de noche iluminada por la ventana de cristal que residía encima e iluminaba el centro de la estancia.
Al otro lado se encontraba el armario de madera, colocado al lado de la pared castaño oscuro que daba a la puerta de entrada del mismo color. Parecía una de esas habitaciones con ese estilo dark academy que tanto me gustaba. Justo al lado del armario se encontraba el baño. Un baño sencillo para dos personas pero eficaz. En el lado opuesto de esa zona y próxima a la puerta se encontraba un pequeño comedor con su cocina.
Suspiré cuando oí el timbre. Me alisé el vestido oscuro que llevaba puesto.
¡Ahí está...! ¡Tú puedes!
En realidad tenía muchísimos nervios, no me habían informado de nada sobre esa persona, solo sabía que era un chico, motivo demás para ponerme nerviosa. Solo esperaba que no fuera problemático... ya bastante nervios tenía ya con los exámenes.
Suspiré de nuevo y me acerqué a la puerta, me ordené un poco el cabello ondulado y abrí.
Me encontré con un chico alto. Llevaba una gorra hacia atrás y su cabello castaño era ondulado al igual que el mío, le llegaba por encima de los hombros y tenía los ojos claros de un color esmeralda precioso. Tenía una camisa gris cortada a la altura de los hombros como los antiguos rockeros dejando entrever sus brazos. Me sonrió tímidamente y le devolví el gesto pero en su mirada vi un atisbo de cansancio.
Voy a estar con un chico. Voy a dormir con un chico y además es muy guapo.
El estómago me rugió por los nervios.
Yo tampoco había descansando esa noche. Tuve un sueño bastante raro pero no era el momento de pensar en ello.
—Hola, bienvenido —le dije, instándole a pasar con una mano-. Ahora esta es tu casa.
—Muchas gracias pero no más que la tuya —contestó mientras se agachaba para coger tres cajas juntas; una encima de la otra—, me ofrecí para ayudarlo y pese a su negación, lo hice igualmente. Cogí la que estaba por encima.
Justo la que menos pesaba... no fue a propósito. Si fuera por mí hubiera cogido la que más pesaba.
—No te sientas obligada a ayudarme —insistió una vez dentro y colocándolas en el suelo-: mis trastos a veces son demasiado trastos —bromeó mientras se reía, acercándose a mí para coger la caja de entre mis brazos intentando ayudarme pero antes de que pudiera hacerlo, la deposité en el suelo.
—Tampoco es para tanto... cuando yo vine aquí, ¿sabes cuántas cajas traje?
Él miró alrededor y se quedó observando detenidamente la estantería que estaba encima de mi cama, la cual estaba llena de libros. Estaba asombrado y con razón. Me reí. Como mínimo había treinta. Me los había traído todos.
—Humm... ¿cien como mínimo, no? —preguntó a modo de broma.
—Casi, casi, ciento uno —le seguí el juego—: Ciento uno por los marcadores y los post-it.
Sus labios se doblaron en una sonrisa verdadera.
—Mañana te traeré las noventa y ocho restantes para que mi resultado sea algo más equitativo al tuyo —bromeó él alzando una ceja.
—¡Me pregunto qué traerás! —exclamé, divertida pero noté que las manos me sudaban un poco a causa de los nervios por hablar con una persona nueva. Lo disimulaba. Al menos, lo intentaba.
—De dibujos, acuarelas y muchos marcos —respondió él con una risita—. Me encanta dibujar como podrás intuir al haber accedido a estudiar aquí. Siempre me ha relajado y puedo evadirme de los problemas.
¡Claro! Era lógico, ¿qué se iba a traer en una escuela expresamente de arte? Soy una idiota.
En ese momento no me paré para fijarme en lo último que había dicho.
—¿Y la ropa? —pregunté para disimular—. ¡No te olvides de la ropa como me pasó a mí! —Era mentira lógicamente pero casi se me olvidaba. Primero empaqueté los libros.
—Te vas a reír pero casi se me olvida. Lo primero que hice fue preparar todos los utensilios de pintura. —Contemplé cómo un leve rubor apareció en sus mejillas—. Soy un desastre, lo sé.
No me lo podía creer... ¿le pasó lo mismo que a mí? Pensé que yo era la única desastre como por casi olvidarse de la ropa.
—No te preocupes —le tranquilicé—. Al menos nos dimos cuenta y ahora andamos con la ropa puesta. —Esa frase me salió sola, ni siquiera la pensé. Fue como un acto reflejo pero unos segundos más tarde me di cuenta de lo que dije y la sangre se me subió a la cabeza por la vergüenza—. Quiero decir... —intenté arreglarlo a duras penas—: yo.. quería decir que..., bueno...
—Tranquila —se rió, parece que se lo tomó a bien—: te he entendido y no podría estar más de acuerdo contigo —suspiré para mis adentros y el chico se agachó para empezar a abrir las cajas, primero la más pesada, no obstante, levantó la vista hacia mí para dirigirme una pequeña sonrisa—. Por cierto, mi nombre es Dalton Lambert, es un placer conocerte.
—El placer es mío, Dalton. Yo soy Sherley; Sherley Bright.
Había tenido suerte. Era un chico muy agradable y su sonrisa, muy reconfortante pero sobre todo, cálida. Transmitía confianza.
Reto superado.
❤️¡Espero que os haya gustado!❤️
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