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Nostalgia

—¡Ya vete! ¡¿cuántas veces tengo que decirlo?! —gritaba aquel ojinegro de cabellos blancos, había rabia en su voz, esta retumbando en todas las paredes de aquella habitación.

—Ni siquiera viene al tema lo que dices, no me iré, cálmate Manjiro —acarició sus manos el de ojos azules, sentado al lado del contrario, en el borde de la cama, ya comenzaba a acostumbrarse a sus constantes alteraciones de repente, sabía que después de que le dieran de alta se pondría así, ahora que no estaba medicado, comenzaba a padecer de abstinencia, y era difícil, aunque él no estuviese en su cuerpo, le dolía verle así, constantes pesadillas, tenía que despertarse en medio de las noches solo para calmarle, y agradecía que con solo rodearle con sus brazos volvía a dormir tranquilo, también su apetito era cada vez menos, se negaba a comer, incluso si le insistía, constantes temblores, cambios de humor, era incontrolable.

—Maldición —maldijo en voz baja, tirando de sus cabellos blanquecinos con fuerza, y Takemichi solo le miró preocupado, entonces apartando sus manos de allí.

—Tranquilo —le sonrió un poco, entonces tomando su rostro entre sus manos y acercándole, presionando sus labios sobre su frente, y se quedaron así, pronto Mikey envolvió sus brazos en su cuerpo, en un abrazo que poco a poco le hacía respirar con tranquilidad nuevamente, dejando atrás su repentino enojo.

—Perdón, yo no... —intentó disculparse después de percatarse que le había gritado, y sabía que Takemichi se ponía nervioso al verle así.

—No te preocupes —acarició sus cabellos, entonces separándose un poco—, ahora, ¿me dejas darte de comer?

—No quiero...

—Vamos, tienes que comer algo, debes recuperarte —insistió, sin soltar sus manos, y él le miró frustrado, entonces una idea pasando por su cabeza— ¿Y si salimos?

—¿A comer?

—Sí, así te distraes un poco, ¿te apetece? —más que una propuesta parecía una súplica, el chico se quedó pensativo, después terminó asintiendo y los ojos de Takemichi se iluminaron de alegría.

Takemichi se cambió, y Mikey solo tenía que cambiarse su pullover, entonces el de ojos azules teniendo que ayudarle.

—Puedo hacerlo solo —se inclinó un poco hacia atrás cuando le vió acercarse.

—Déjame ayudarte —pidió, y aunque se negó varias veces más, él lo hizo, sin su consentimiento hasta el final, entonces cuando vió su piel descubierta entendió por qué se negaba tanto—. Mikey... —susurró con sus ojos más abiertos de lo normal, el dolor estancado en el fondo de su garganta, debió doler, pero para Manjiro, no más que la soledad que sintió en ese entonces.

—No las mires... —desvió la mirada, con una expresión de tristeza en sus ojos, no quería que las viera, pero el de cabellos negros hizo caso omiso, entonces deslizando con cuidado la yema de sus dedos sobre aquellas cortadas, algunas pareciendo demasiado recientes, y Mikey jadeó sorprendido—. Detente... —susurró, suplicando, estrujando entre sus manos las sábanas de la cama donde estaba sentado, ahora Takemichi estando arrodillado frente a él, viéndole desde abajo.

—Cielos... —observó hacia algunas de ellas que tenían una forma muy fina, casi un punto—...¿con qué fueron estas?

—Agujas... —murmuró, en un hilo de voz, jadeando nuevamente al sentir su dedo presionando allí, esa era de hace muy poco—. B-basta.

Takemichi observó hacia arriba, había pequeñas lágrimas en los bordes de sus ojos, entonces subió su cuerpo un poco, abrazándole, aferrándose a él, debió pasarlo demasiado mal como para autolesionarse, porque lo sabía, Mikey no era tan débil.

—Lo siento... —se disculpó, por dejarle solo, por no estar a su lado cuando más lo necesitó, y Mikey no tuvo fuerzas para responderle, solo escondiendo su cabeza en su cuello—...no volveré a dejarte solo, lo prometo, perdón.

Luego de esto Mikey terminó de vestirse, Takemichi aún viéndole con dolor, tardaría mucho tiempo que se perdónase a si mismo, y si es que lo hacía.

Ambos salieron de aquel lugar, en el camino encontrándose a Sanzu, pues habían ido a Bonten antes por algunos asuntos pendientes.

—Mikey, ¿podríamos dejarnos a solas? —pidió el de cabellos rosa, el mencionado viéndole confuso y con curiosidad, pero al final solo asintiendo, alejándose de allí hacia la oficina de Koko, conversaría un poco con él.

De repente Takemichi sintió un ruido muy familiar, y cuando observó hacia Sanzu, este teniendo un arma en sus manos, demasiado cerca de su cuerpo, y tembló ante ella por unos instantes.

—¿Qué haces? —tartamudeó al hablar, y el chico solo le vió con seriedad, una mirada tan fría que hizo erizar su piel en un instante.

—Debes tenerla —respondió, acercándola a sus manos.

—No quiero un arma —siquiera lo dejó terminar de hablar, no quería ver ese trasto ni en pintura, entonces alejándola de él con sus manos, pero Sanzu la acercó de vuelta.

—Ahora que Mikey no puede defenderse, tú debes protegerlo, tienes que portar esta arma, ¿sabes cuántas veces han intentado matarlo? Ya van cinco, y si no fuera por nosotros ya hubiese estado muerto —explicó, y Takemichi dudó, porque ya había visto lo suficiente como para odiar las armas, entonces no pudiendo negarse, porque si Mikey estaba así, tan débil, él debía cuidarlo, y si hacía falta un arma, la tendría.

—No sé usarla... —dijo, y no tenía muy buen maestro, porque Sanzu no tenía paciencia, este entonces suspirando.

—Es bastante fácil, quitas el seguro de aquí, tienes la corredera acá, reemplazas las balas aquí —explicó,con movimientos tan rápidos que les costó ver, y sabía que no podría hacerlo así, suspuso que Sanzu simplemente tenía mucha práctica, luego fue alzada a su cabeza, se paralizó por un segundo, aunque al recordar que no podía dispararle porque Mikey le quería y si a él le importaba demasiado como para hacerle daño, entonces se tranquilisó un poco—. Te aseguras de nunca apuntarle a alguien que no quieras muerto, y luego tiras del gatillo cuando le apuntes a la cabeza o al pecho, no apuntes a otro lado, si quieren matarlos, ellos no van a parar, así que los matas tú, o te matan ellos.

Colocó el arma en sus manos, y Takemichi la tomó entre sus dedos, era fría y pesaba.

—No le digas nada a Mikey.

—¿Por qué?

—Se lo que te digo. De nada, asegúrate de cuidarlo —lo último lo dijo en susurro antes de marcharse, haciéndo que después que Takemichi lo analizara, levantase su cabeza algo sorprendido, pero ya no estaba, se había esfumado en aquel largo pasillo.

—Takemicchi —no pudo evitar soltar un pequeño chillido, el arma entonces cayendo al suelo, y ante el impacto se disparó, la bala, por suerte, alcanzando la pared y no alguna parte de su cuerpo, fue entonces cuando maldijo en su mente no haberle puesto el seguro que Sanzu le quitó.

Tanto Mikey como Takemichi se quedaron paralizados al sentir el estruendoso ruido del disparo, entonces el peliblanco más acostumbrado a escucharlo fue el primero en reaccionar, tomando el arma del suelo entre sus dedos, dándole algunas vueltas allí.

—¿Qué hacías con un arma? —habló, observándole a los ojos, en su expresión fría ocultando su preocupación, porque se había asustado con la posibilidad de que le hubiese dado al de hebras negras.

—M-me la dió... —se detuvo, recordando las palabras del pelirosa "No le digas nada a Mikey"—. Eso no importa —sonrió nervioso, quitándole el arma, siendo tan fácil, viendo que ahora los reflejos del peliblanco eran tan lentos.

Mikey estuvo a punto de insistir cuando sintieron las voces de varios chicos acercarse, sus pisadas retumbando en todo el lugar al ser tan rápidas y desesperadas.

—¡¿Que fué ese disparo?! —exclamó Koko, viendoles preocupado.

—No te preocupes, se disparó sola —le respondió Mikey, señalando el arma que ahora sostenía Takemichi.

—¿Y tú qué mierda haces con un arma? —el Haitani mayor se hizo notar.

—Lo primero que le digo lo primero que hace —Sanzu se les acercó, entonces proporcionándole un sape a Takemichi, este quejándose al instante—. Él debe tenerla.

Un silencio se hizo dueño del ambiente, Rindou suspiró, ganándose la mirada de todos.

—¿Qué?

Rodaron los ojos, volviendo sus vistas hacia Takemichi.

—Bueno, tenemos cosas que hacer —Koko le hizo una seña a los hermanos Haitani, estos comenzando a caminar a su lado, dejando a Mikey confuso al verle tan poco curiosos, pero no preguntaría.

—No juegues con eso, a la próxima que lo hagas de paso me llamas y jugamos juntos, tú corres y yo disparo —le sonrió Sanzu genuinamente, sus mejillas tornándose de un tenue rojo, demasiado hermosa su expresión como para embobar a Takemichi por unos instantes, viendo cómo se fue dando pequeños saltos, entonces Manjiro dándose cuenta de su estado, sacudiendo una de sus manos frente a sus ojos, Takemichi reaccionando de inmediato.

—Ah, ¿qué pasó? —preguntó a la nada, entonces volviendo en si—. Oh, amm, ¿nos vamos ya? —rascó su nuca con vergüenza, el ojinegro analizando cada una de sus acciones, él sintiendo como atravesaba su alma con una espada.

—Sí, vamos —susurró, comenzando a caminar con las manos ocultas en sus bolsillos—. Guarda esa mierda y apúrate —escupió sus palabras, sin verle a los ojos, el pelinegro temblando momentáneamente, ¿ese cambio de humor se debía a su abstinencia? ¿o a...?

—¡E-espera Mikey!

El de cabellos blanquecinos solo le veía mal, sus manos trataba de apartarlas con las suyas, no quería ponerse aquello.

—No tengo que usarla, no soy un niño.

—Te vas a resfriar, tienes que ponértela —decía el de ojos azules, acomodando aquella bufanda en el cuello del otro, este desviando la mirada, no era que le importa se mucho aquello, solo estaba enfadado, y ya Takemichi comenzaba a darse cuenta, y no sabía por qué.

—Ya está bien, puedo yo —se apartó con brusquedad, acomodándose la bufanda roja él solo, Takemichi viéndole confuso, pero restándole importancia, tal vez solo era el mal rato con sus cambios de humor.

—En una hora vengo a buscarlos —avisó Sanzu bajando el cristal de la ventanilla del auto, Takemichi asintiendo en respuesta, pronto viendo aquel auto de lujo marcharse.

Se adentraron en aquel restaurante, las luces de los candelabros eran amarillentas y daban un buen toque de elegancia, también las velas y adornos dorados repartidos por todo el lugar. Las personas presentes vestían bastante formal, y parecían muy adineradas, se veía que era costoso, aunque a Takemichi no le importó, Sanzu le había dejado un cheque y dijo que lo gastase todo si quería, que complaciese a Manjiro.

—Bienvenido, señor Sano, Takemichi —el chico que recibía en la entrada, que a vista de Takemichi parecía más presidente, hizo una reverencia, Mikey solo ignorándole como si nada, Takemichi agradeciendo su bienvenida, ignorando el hecho de que había mencionado su nombre.

—Deberías ser más educado —regañó, más en juego que seriamente, sentándose frente a él en aquella mesa de mantel fino.

—¿De qué hablas? —ladeó su cabeza, duda inundando su voz, y Takemichi lo supo, estaba tan acostumbrado a la atención que le daban que ya ni siquiera se daba cuenta.

—Olvídalo —sacudió su mano frente a su rostro, sonriéndole un poco, Mikey solo mirando a otro lado con su expresión neutral, Takemichi sintiendo un nudo de nervios en su estómago al no saber el por qué de su comportamiento, y cuando justo iba a preguntar, sintió una suave y amable voz a sus espaldas.

—Buenos días, ¿qué van a ordenar? —al voltearse vió a una chica de estatura baja, cabellos blanquecinos un poco ondulados que llegaban hasta topar sus hombros, sus ojos eran de un azul eléctrico que rápidamente reconoció, esta se sorprendió también al hacerlo— ¿Takemichi?, ¿Mikey?

—¿Senju? —ambos pronunciaron, viéndole sorprendidos, Mikey en cuestión de segundos pensó en Sanzu, ¿cómo demonios Senju había ido a parar allí, un restaurante tan frecuentado por Bonten? Solo sintió su corazón acelerarse, porque Sanzu era una de las personas que más le importaba, y no sabía exactamente cuál era su relación ahora con su hermana, que sabía de sobra que no se habían visto en muchos años, pero lo que sí sabía, es que si se encontraban ahora, no sería bueno.

—Que coincidencia —decía paralizada aún, su boca quedando ligeramente abierta, entonces al parpadear varias veces sonriendo, dejando ágilmente la libreta de notas en su mano sobre la mesa, lanzándose a abrazar al pelinegro—. ¡Cielos Takemichi!, ¿cómo has estado? —decía emocionada, restregando su mejilla contra la del chico, este sonriendo un poco nervioso, dando palmaditas a su espalda.

—Jeje he estado bien, ¿tú qué tal? —preguntó una vez se separaron.

—¡Muy bien!, me alegro por ti —dirigió su curiosa mirada a Manjiro, sintiendo leves escalofríos al encontrar sus ojos, tan fríos y oscuros—. ¿Qué tal tú, Mikey? —su sonrisa se borró un poco, sus labios levemente fruncidos en disgusto al ver su figura, algo que solo Takemichi vió al estar a su lado, ya que era muy leve.

—Bien, supongo —respondió, desviando su mirada hacia la ventana, su barbilla apoyándose en su mano izquierda.

Algunos segundos transcurrieron en silencio, Takemichi estando algo tenso por la interacción de aquellos dos, Senju de repente recordando su trabajo.

—¿Cuál es la orden?

—Yo solo tomaré algo, mmm, un cóctel de frutas —sonrió un poco el de cabellos negros, entonces Senju antotándolo, su bolígrafo moviéndose con rapidez, luego dirigiéndose a Mikey, este negando con la cabeza.

—No quiero nada.

—¡Mikey! —Takemichi reclamó, este solo bufando en respuesta, pareciendo un niño caprichoso.

—Ya dije.

—Te traje para que comieses porque no querías hacerlo en casa, por favor, aunque sea bebe algo —y Takemichi se escuchó tonto a si mismo, porque un restaurante de ese tipo no era solo para beber pequeñeces.

—No quiero —negó, otra vez, el ojiazul suspiró con disgusto, Senju solo les veía con ojos curiosos, pero preocupada, no sabía que su estado era así, no lo esperaba.

—¿Quieres dar un paseo? —propuso, Mikey viéndole unos instantes en silencio, luego levantándose en dirección a la salida, Takemichi apresurándose a ir tras el, no sin antes hablarle a la de cabellos blanquecinos— Senju, hablamos después, ¿si?

—¿M-me das tu número de teléfono? —dijo lo primero que se le ocurrió, y Takemichi aceptó de inmediato, anotándo el contacto en su teléfono, rápidamente se despidió, apresurándose a alcanzar a Mikey.

Cuando salió del lugar se vió en la acera traficada por personas, no encontraba al chico por ningún lado desde su lugar, por lo que tuvo que comenzar a moverse, ante sus movimientos rápidos su bufanda azul moviéndose de un lado para otro en el aire.

La desesperación comenzaba aconsumirlo, y justo cuando estaba a punto de volver atrás por ayuda de Senju le vió, sentado bajo la sombra de un árbol cubierto de nieve, él estando en un banco de madera oscura.

—¡Mik-...! —el chico detuvo sus palabras, también sus pasos, viendo cómo veía con una expresión de tristeza y nostalgia aquel grupo de hermanos, eran cuatro, tres varones y una hembra, esta pareciendo ser la más pequeña.

Todos jugaban lanzándose las frías bolas de nieve, entre risas, dos de ellos peleándose constantemente, el mayor y la menor solo haciendo figuras en el suelo, y Takemichi lo sabía, eran bastante semejantes a la familia Sano.

—Me asustaste —Mikey tembló al sentir su mano en su hombro, pronto dejando salir vaho de su boca, este esfumándose en el aire, sus párpados se cerraron al juntarse, entonces dirigiendo su delgada mano a la de Takemichi, este sorprendiéndose un poco de su acción, pues desde que salieron parecía querer evitarlo.

Sin poder resistirse al verle de tal forma, la nostalgia viéndose en sus ojos, se inclinó hacia adelante, abrazando su cuello desde atrás al estar del otro lado del espaldar del banco, enterrando su rostro en su cuello, parte de este acobijándose entre ambas bufandas, estrechando el enlace de sus manos juntas. Manjiro sintió una inmensa calidez envolverlo, siempre era así cuando sentía su piel contra la suya aunque fuese con la intervención de telas, sentir su respiración en su cuello erizaba su piel, solo tenerle así calentaba sus mejillas a tope.

—¿Hice algo mal? —pregutnó, en un tono muy bajito, que a penas Mikey pudo escuchar, entonces abrió sus ojos, volviendo a ver a aquella familia jugado a unos cuantos metros de ellos.

—¿Por qué lo dices? —respondió con otra pregunta, Takemichi levantándose de ahí, el contrario sintiéndose frío de repente, pero luego agradeció que el ojiazul se sentó a su lado, pasando su brazo por detrás de su espalda, él recostando su cabeza en su hombro, solo queriendo estar lo más cerca posible de él.

—Has estado extraño desde que estuvimos en el edificio de Bonten, parecías enojado, y tratabas de evitarme —explicó, Mikey suspirando un poco, luego un puchero formándose en sus labios, sus mejillas dejando ver aquella vergüenza otra vez.

—¿Qué hablaste a solas con Sanzu?, ¿por qué tenías un arma? ¿por qué no quisiste explicar? ¿por qué cuando-...? —apenas pudo terminar de hablar mientras se tropezaba al preguntar con rapidez, Takemichi había tomado su rostro entre sus manos, obligándole a verle directo a sus ojos, sonriendo genuinamente al verle preocupado por algo así.

—Era para protegerte de ser necesario, ¿sentiste celos? —sonrió un poco burlón, Mikey poniendo los ojos en blanco, negando con rapidez, girando su cabeza a otro lado, al tenerle Takemichi entre sus manos solo logrando girarse un poco.

—¡Claro que no! —inlfó sus mejillas, frunciendo su seño, de repente pareciéndose tanto al Manjiro de hace doce años, que Takemichi no pudo resistirse más, y lo empujó contra él, besando sus labios con cariño, Mikey accediendo instantáneamente, porque era imposible negarse a aquellos labios, abrazó su cuello, queriendo tenerle cerca, aferrándose como si no hubiese un mañana, el mundo a su alrededor pareciendo desaparecer por completo.

—Eres un idiota —rió contra sus labios, Mikey imitando su acción, siendo música para los oídos del contrario, este apegando sus frentes.

—Mira quien habla, el que cuando hablé dejó que una pistola se disparase sola, pudiste salir herido, estúpido —se quejó ahí tan cerca, sus mejillas rozaban cada que sus labios se movían, y sintieron ese momento único, pero fue interrumpido por la sensación de unas pequeñas manos debajo del abrigo de Takemichi, luego escucharon aquella corredera y aquellas balas cayendo al suelo.

—¡Señor, señor!, ¿por qué tiene un arma?

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