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La razón eres tú, Mikey

—Mikey, despierta —susurró con suavidad en el oído del mencionado, y este suavemente comenzó a abrir sus ojos, algo confundido de su alrededor.

—¿Takemicchi? —respondió, apenas en un hilo de voz que al ojiazul le costó oír.

—Ya llegamos al apartamento —le sonrió dulcemente, y solo con esas palabras las mejillas pálidas del mayor se tiñeron de rojo, porque su sonrisa seguía siendo tan hermosa a pesar de todo, entonces entendiendo la situación, levantándose un poco para ver a Sanzu fuera del auto, esperando a que saliesen con un cigarrillo en su boca.

—¿M-me dormí?

—Jajaja, al parecer estabas cansado —acarició su mejilla con delicadeza, suspirando frustrado al sentirle temblar por tocar accidentalmente algunas de sus heridas.

El peliblanco no tardó en darse cuanta de su expresión, entonces bajando su mirada, sin saber qué hacer realmente, porque recién volvía en sí tras su larga siesta.

—Vamos, Sanzu debe irse —apresuró el de cabellos como la noche, recibiendo un asentimiento de cabeza como respuesta, entonces ambos saliendo del auto, consiguiendo la mirada aburrida de Sanzu sobre ellos.

—¿Estás bien? —fue casi un susurro, aunque no era sorpresa para nadie que el pelirosa se preocupaba por su estado.

El peliblanco simplemente asintió, la expresión seria en su rostro solo causando un suspiro en el pelirosa, porque ver heridas en él era algo normal, pero no hechas por alguien más que no fuese él mismo o Sanzu cuando le inyectaba drogas.

Después de eso, Sanzu simplemente subió al auto y cuando aquella pareja ya estaba a punto de entrar, pudieron escuchar el motor del auto alejándose, entonces ambos ya estando completamente solos.

Takemichi se acercó a la mesita de la sala para dejar caer allí las llaves, de repente escuchando un quejido de dolor por parte de Mikey, entonces volteándose con rapidez, su corazón exprimiéndose en su pecho al verle aguantar sus costillas, una expresión de dolor en su rostro lastimado.

Corrió hacia él sin pensarlo demasiado, ayudándole a mantenerse de pie, porque dolía demasiado solo caminar.

—¿Te duele mucho? —dijo, viendo cómo asentía en respuesta, y solo le dolió más, odiando ver sangre seca en su ropa—. Vamos, debes darte un baño.

Ambos se dirigieron al baño, Mikey poniendo todo su peso sobre el cuerpo de Takemichi, este sirviéndole como apoyo, entonces realmente entristecido, porque apenas tenía que esforzarse, su cuerpo siendo tan liviano.

Dejó la bañera llenarse de agua, Mikey subiendo sus manos para quitarse la bufanda, luego siguió con la chaqueta, dejando caer al suelo todo lo demás.

No era la primera vez que Takemichi le veía sin ropa, pues en el hospital le había ayudado varias veces, entonces se alteró menos.

Antes de entrar, Mikey rozó sus manos, consiguiendo la mirada de Takemichi, que recién había cerrado el grifo, evitando que el agua se desbordase.

—Entra conmigo, Takemicchi —dijo, y fue inmediata la respuesta, asintiendo con la cabeza, porque no era capaz de negarle nada, preocupándole más lo que sintiese Mikey que lo que pensase él, y tal vez era una mala persona, pero no le importaba, solo pudiendo pensar en Mikey y nadie más, y no sabía por qué, pues hace solo unas semanas su otro yo solo podía estar feliz por su casamiento, y ahora ni siquiera lo pensó demasiado cuando le explicó las cosas a Hina.

Mikey se metió en el agua y se recostó en el borde, limpiando la sangre de su rostro. El albino solo le había visto desnudo una vez, a sus quince años, cuando fueron a los baños públicos con Draken también, entonces él si se alteró un poco, más porque Mikey no disimulaba ni un poco la mirada curiosa sobre él, entonces entrando al agua rápidamente, nervioso bajo sus ojos oscuros más que con lo que hizo en aquel callejón, y lo recordó entonces, la dura realidad cacheteando su cara con fuerza.

Ya no tenían quince.

Y cuando el agua dejó de moverse, entonces Mikey encontrando su voz primero.

—Disculpa.

Takemichi le observó, confundido ante lo dicho, entonces ladeando su cabeza en una expresión curiosa.

—¿Por qué te disculpas?

—Te manchaste las manos por mi culpa, te dije que todo lo que toco lo destruyo —su voz acarició los oídos de Takemichi, ahora estando los dos de frente, el pelinegro tratando de controlarse para no tocarle y hacerle sentir mal.

—No destruiste nada, estoy aquí, contigo, siempre lo estaré —no pudo evitar acercarse un poco, odiando ver la respiración acelerada del contrario.

—Fue mi culpa, debí quedarme contigo, es todo mi culpa, ni siquiera deberías estar aquí, no es bueno, Takemicchi tú —el ojiazul no aguantó más, viendo cómo hablaba desesperadamente, al borde del llanto, y solo pensó en una cosa, besar sus labios, callar sus palabras.

Mikey le miró sorprendido, y lejos de detenerse, rodeó su cuello con sus brazos, correspondiendo sus movimientos lentos y pacientes, tan cariñosos y delicados como siempre solía ser con él, como nadie lo era, solo Sanzu, y esa ya era otra historia.

Takemichi le hizo sentarse sobre él, agradeciendo que la bañera era bastante grande para no estar incómodos, y era así más cálido, sin la tela interviniendo entre el roce de sus cuerpos.

—Fue mi decisión, solo les hice pagar por tocar lo que es mío, si no lo hubiesen hecho, no habría pasado nada.

Eso fue demasiado para Mikey, Takemichi hablando de esa manera le volvía loco, no pudiendo hacer más que volver a sus labios con desesperación, adorando cada parte de él.

Los besos cada vez fueron más intensos, y a Mikey no le importó que el agarre de Takemichi en su cintura doliese por los golpes, sino que se inclinó más hacia él, adorando eso también, la cercanía entre ambos no siendo suficiente, y supusieron que debían acostumbrarse, porque cuando estaban juntos nada parecía ser suficiente, solo queriendo más.

El problema entre sus cuerpos cada vez era más evidente, pero Takemichi no planeaba nada entre ellos, no por ahora, el ojinegro estaba en muy mal estado, no quería dañarle de ningún modo.

Pero no pudo evitar acercarle más, tomando sus caderas para pegarlas más a su cuerpo, ambos jadeando de pronto ante la fricción, sintiéndose demasiado bien el roce, y Mikey no pudo soportarlo más, viendo confuso a Takemichi, intentando saber por qué solo le estaba mirando y no besándole.

—Eres tan lindo —sonrió el menor, susurrando contra sus labios, logrando hacerle avergonzar, de repente sintiendo como le tomaba en su mano al volver a sus labios, ahogando un gemido en su boca.

Estaba sorprendido, y la punzada de placer aún no abandonaba su cuerpo cuando Takemichi volvió a mover su mano, entonces Mikey apartándose, tan perdido de pronto, con su respiración acelerada mientras sus mejillas ardían notablemente.

Y el contrario adoró verle así, su voz siendo tan melodiosa, entonces moviéndose otra vez, porque definitivamente quería escucharle así otra vez, y verle de esa forma cuando normalmente su expresión era tan neutra.

—¿Seguro que esto es lo que quieres?, ¿que está bien? —se aseguró de preguntarle, porque lo último que quería era presionarlo, entonces Mikey se inclinó hacia él, rozando sus labios, aguantándose con una de sus manos en el borde de la tina, tembloroso, tan perdido en la sensación de placer que recorría su cuerpo.

—Solo... más rápido —pidió, apenas logrando concentrarse en sus palabras al responder, eso bastando para que el contrario se moviese sobre él nuevamente, besándole suavemente entonces.

Mikey jadeó otra vez, cubriendo su boca con su mano, y Takemichi se acercó, negando con la cabeza, apartando su mano con la de él que estaba desocupada.

—No calles tu voz, déjame escucharte —susurró, seductoramente en su oído, logrando hacer su piel erizar, su aliento siendo tan tibio, y no pudo evitar gemir otra vez en voz alta, sintiéndole deslizarse sobre su longitud, muchas sensaciones de placer en su cuerpo, su vientre siendo solo cosquillas que lograban ponerle tembloroso.

El de orbes como el mar besó su cuello, dulcemente, solo disfrutando escuchar su voz en su oído, de repente escuchando su nombre en un jadeo, y la sensación que le hizo tener no podía ser más provocadora.

—Di mi nombre otra vez —susurró como hace minutos, bajito en su oído, y Mikey no lo pensó mucho antes de hacerlo, tan perdido en las sensaciones de sus manos en su cuerpo.

—Takemicchi, Takemicchi —jadeó, desesperadamente, con sus ojos cerrados al igual que sus puños sobre su espalda, y el nombrado sonrió, aumentando el ritmo, haciéndole sentir mucho mejor.

Mikey dejó caer su cabeza en su hombro, dejando escapar entre sus labios su voz, en sonidos precaminosos que solo provocaban más alteración en el contrario, porque estaba dándole placer a Mikey, pero él no estaba recibiendo nada, entonces el de cabellos blanquecinos lo notó, porque su erección ya era fácil de ver, y quiso tocarle también, acercando su mano en su dirección, entonces provocando un gemido en los labios de Takemichi, tan sensible bajo su toque.

—D-déjalo —negó con la cabeza, deteniendo su mano en un instante, sabiendo que si seguía así, no sería capaz de controlarse entonces.

—Pero tú...

—Está bien —le sonrió, con la respiración agitada y algunas gotas de sudor en su frente, haciendo que sus cabellos se pegasen a esta, Mikey sintiéndose más excitado ante la imagen.

Entonces volviendo a tocarle, y Mikey se apoyó en su hombro otra vez, no pudiendo pensar en nada más cuando le acariciaba de tal forma, sus roces solo siendo como fuego quemándole la piel, arrastrándole cada vez más a la desesperación, y no pudo más cuando sintió que terminaría pronto.

—Takemicchi, por favor... —rogó, entonces el ojiazul suspirando, sabiendo que no podría darle lo que el pedía.

—No, Mikey —negó con la cabeza, moviendo su mano más despacio, perdiendo un poco el ritmo, el chico mirándole aturdido entonces.

—¿P-por... qué? —apenas podía hablar con claridad, sin quitar su cabeza del hombro de su contrario, entonces recibiendo caricias en su cuello.

—Estás en mal estado aún, solo te haré daño —acarició su mejilla, luego haciéndole apartarse para tenerle frente a frente, queriendo sus labios otra vez contra su boca.

—Estoy bien, quiero... —murmuraba, sus ojos perdidos en el placer, entonces tomando a Takemichi en su mano, el contrario soltando un jadeo sorprendido, sintiendo sus mejillas enrojecer más de lo que ya estaban, luego tratando de negarse, pero siendo tan difícil, sintiéndose acorralado, pero de ningún modo le haría sentir mal, aunque se lo pidiese.

—N-no, basta —apartó su mano, entonces tomando sus caderas, haciéndole retroceder hasta llegar al otro extremo de la bañera, sin dejar de mover su mano para que no se sintiese tan frío.

Apegó su cuerpo al suyo, haciéndole gemir cuando presionó sus dedos allí donde comenzaba a latir.

—Perdón, solo... disfruta esto —dijo, introduciendo sus dedos en él, sintiendo su calidez envolverle, y Mikey contuvo la respiración, entonces un quejido de dolor escapando de sus labios, sintiéndose un poco extraño ante la intromisión.

Poco a poco, comenzó a moverse, sin dejar descuidada su lonjitud, el agua de vez en cuando cayendo fuera de la tina, debido a sus movimientos.

Mikey curveó la espalda cuando sintió el tercer dedo en su interior, chocando contra un punto que le hizo enloquecer más de lo que ya estaba, y Takemichi no era un experto, porque nunca había hecho algo así, pero si había escuchado menciones explícitas por parte de Baji solo para molestarle,  logrando darle el suficiente placer a su contrario como para que varias lágrimas se escapasen de sus ojos, su expresión ya estando lo suficientemente alejada de ser provocada por el dolor.

Entonces le miró, gimiendo su nombre con los ojos entrecerrados, su hermosa carita enrojecida envuelta en solo placer, y lo supo, quería verle así más, adorando cada expresión que hacía, y no soportándolo, acercándose a sus labios solo para ser recibido más que gustoso.

Sintió sus uñas clavarse en su espalda, su lengua saboreando todos los rincones de su boca, sabiendo que estaba a punto de llegar al final.

Mikey sintiendo un millón de emociones en su cuerpo, cada vez más fuertes, entonces ahogando un fuerte gemido en los labios que tanto amaba, corriéndose en su mano, Takemichi saliendo de su interior, sintiéndole temblar, derramar lágrimas susurrando su nombre una y otra vez, aferrándose a su cuerpo desnudo.

—Tan lindo —le dijo, besando sus mejillas dulcemente, en cortos besos viendo cómo bajaba de su altura, jadeando con la respiración acelerada.

Mikey le miró con ojos nublados, y él besó su frente, tomando su rostro entre sus manos, sonriéndole cálidamente.

Le dejó recuperarse, incluso le recostó en su hombro, abrazándole mientras le daba suaves caricias a su cabello, besando su piel en muestras de cariño que no fueron pasadas por alto por el peliblanco, sonriendo levemente, escondido en su cuello.

—Deberíamos salir —Mikey asintió a sus palabras, entonces levantándose ya en todos sus sentidos, enrollando una toalla en su cuerpo.

Takemichi estuvo a punto de salir también, sin embargo, Mikey le empujó de vuelta al agua.

—¿Qué haces? —se quejó, viéndole confuso, y el contrario sonrió burlón en respuesta.

—Tienes un problema que arreglar —le dijo, y Takemichi enrojeció, entendiendo de inmediato a lo que se refería, desviando la mirada entonces, luciendo tan tierno a la vista del mayor, quien se acercó dejando un beso en sus labios, sonriendo allí, luego dejándole solo.

Y Takemichi solo maldijo en voz baja, avergonzado totalmente, sabiendo que tardaría un poco más en salir.

Cuando salió del baño, le vió allí, acostado sobre las mantas, terminando de comer su dulce preferido, y se sorprendió, acercándose a él tras comenzar a secar su cabello con la toalla en sus manos.

—¿Estás bien? —parpadeó varias veces para creer lo que veía, de pronto sonriendo tan felizmente.

Mikey le miró, sonriendo un poco también.

—Claro, ¿por qué la pregunta? —se acercó, sentándose frente a él, quitándole la toalla para entonces secar él su cabello, haciéndole sentarse en la cama.

—¿Estabas comiendo por ti mismo?

—S-sí... —sus mejillas se tiñeron levemente rojas, entonces apartándose un poco de él—. Me dió hambre, supongo.

—Eso me hace muy feliz —le dirigió la mirada, quedando fascinado ante la vista, Takemichi sonriendo tan genuinamente, realmente feliz de verle avanzar.

Mikey solo le devolvió el gesto, más levemente, pero que pareció tan sincero, entonces solo el silencio reinando en la habitación, Takemichi acercándose a él, dejando sus frentes juntas.

—Mikey, yo... —comenzó a hablar, y el mencionado ni siquiera abrió los ojos, solo queriendo estar más cerca de él, sentir sus labios en los suyos.

—¿Si?

Takemichi suspiró, preparado para decir todo lo que pensó antes de salir del baño, su mirada viéndose cargada de emociones, entonces Mikey abriendo sus ojos al no escucharle responder, y se apartó, viendo cómo sus mejillas ahora estaban rojas, observando las sábanas que cubrían la cama como si fuesen lo más interesante del mundo.

—¿Estás bien? —tomó el rostro del ojiazul entre sus manos, sintiéndole tan cálido de pronto.

—Yo no quería salvarte porque fueses mi amigo, o porque yo fuese una buena persona, en realidad... —colocó sus manos sobre las suyas, entrelazando sus dedos, Mikey sintió su corazón latir con fuerza, ahora teniéndote tan cerca otra vez, pudiendo sentir sus aliento sobre sus labios—...desde que salvé a Hina, solo fueron excusas, intentando salvar a Draken, a Baji, Kazutora... solo era para salvarte a ti, porque sin ellos sabía que te sentirías mal e irías por el mal camino. Y eso me importaba, no solo por verte con cariño, o como mi familia, sino porque te amo, desde el principio, te amo tanto Manjiro —suspiró en su boca, sintiendo sus mejillas arder.

Mikey se paralizó en su lugar, sintiendo el aire abandonar sus pulmones, y ni siquiera tuvo que pensarlo demasiado encontrando las palabras, porque ya las sabía desde hace muchos años.

—Yo también te amo, desde que te conocí —le dijo, luchando por no romper en llanto, no quería seguir llorando, aún más porque sabía que a Takemichi le dolía verle así, porque él también solo miraba a aquel chico de ojos oceánicos, porque le resultaba tan fácil perderse en sus ojos, tan cálidos y brillantes, tan llenos de luz cuando su mundo estaba rodeado de oscuridad.

No pasó mucho cuando juntaron sus labios, y Takemichi si no pudo evitar dejar salir algunas lágrimas, pero de felicidad, porque se sentía tan bien aceptar lo que sentía, reconocerlo en voz alta, confesarlo a la persona que debía... no, que necesitaba saberlo.

Y mientras el mundo allá afuera era tan frío y solitario en comparación a ese pequeño y fugaz momento, antes del aterrador mañana, permanecieron juntos.

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