❪ 🧿 ❫ 12. 𝘀𝘁𝗮𝘆 𝗮𝘄𝗮𝘆
;; 𝐈𝐍𝐄𝐅𝐀𝐁𝐋𝐄 ▪
♯ chapter twelve :
stay away ଽ
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ᝰ.ᐟ LUCERYS ESTABA EN una nueva etapa de su vida. Al menos una en la que era más fuerte, no cedió ante ninguna intimidación de su hermana mayor, ningún chantaje, ningún intento de sabotaje.
Había pasado más tiempo con la que sería su futura elegida para cambiarla por Maerys; Rhaena, y encontró muy agradable el tiempo a su lado, lo había decidido, ella sería su esposa en vez de la loca de su hermana Maerys.
Sin embargo, por su lado Maerys estaba más furiosa y ansiosa que en cualquier otro momento de su existencia.
Ella quería que Lucerys volviera a amarla, quería esa dedicación, esa obsesión y debilidad que su hermano antes le dedicaba pero ciertamente eso no sería posible ahora que el pensaba que era independiente.
Estúpido niño ingenuo, pensó Maerys al verlo caminar de la mano con Rhaena por los jardines de la fortaleza roja. Esa puta no puede ser la Señora de Driftmark, yo seré la Señora de Driftmark, la castaña siguió mirando a su prometido con su prima, odiaba tanto verlos juntos.
Durante una noche de insomnio y resentimiento Maerys decidió que necesitaba hacer algo para quitar a Rhaena del camino, necesitaba hacerle lo mismo que a Evangeline pero era obvio que Rhaena no era Evangeline, Rhaena era una dama noble, no podía matarla como a una simple sirvienta insignificante.
Y eso la frustraba.
Podía envenenarla, tal vez podría golpearla hasta matarla y culpar a Willow por ello pero sin embargo ninguna idea la convencía de que no sería castigada o juzgada por intentar matar a la dulce Rhaena.
Maerys, frustrada y sin poder dormir era una mala combinación por lo que sin más se levantó de la cama y salió de sus aposentos con dirección a la habitación de Rhaena, dispuesta a hacer algo para tener de nuevo asegurada su posición en Driftmark.
El guardia de la puerta de Rhaena le impidió el paso sin embargo no hizo falta mucho más que solo amenazarlo con cortarle la cabeza además de enseñarle los pechos para que el hombre la dejara pasar.
—¿Te preparas para ser la puta de mi hermano? —la voz de Maerys hizo que Rhaena, quien se preparaba para dormir, se girará a mirarla.
—¿Disculpa? —cuestiono la hija de Daemon mirando atentamente a su prima.
—Oh por favor, Rhaena —Maerys se acercó lentamente a la joven—, ¿crees que soy idiota?, he visto cuanto tiempo pasas con Lucerys, ¿quieres Driftmark, no es así?, por eso te convertiste en su perrita estos últimos días.
—Estas loca —el odio que Maerys sentía por Rhaena era mutuo—, lárgate o gritaré.
—¿Gritaras? —la princesa castaña soltó una risita, ella siempre había sido alta, más alta que las mujeres comunes y era algo que ciertamente intimidaba a Rhaena, al menos un poco.
—Sí, lo haré —declaró Rhaena retrocediendo ligeramente—, vete ya.
—¿Te pongo nerviosa? —cuestiono la princesa con una ligera sonrisa, siempre había disfrutado de torturar a la gente, hacerla sentir pequeña justo como ahora.
—Cualquier loca que entra a mi habitación de noche me pone nerviosa —explicó con sarcasmo poco disimulado en su tono de voz.
—Tal vez podría darte una razón para gritar —Maerys la empujo con fuerza hacia la pared detrás de ella—, tal vez puedo hacerte entender de Lucerys es mío y no tienes por que si quiera estar cerca de él.
—Aléjate —ordenó Rhaena pagándole con la misma acción y empujándola.
En un movimiento rápido e inesperado para ambas jóvenes, Maerys tomo a Rhaena por las rastas de su cabello blanco acercándola a su rostro permitiendo que su aliento hiciera estremecer a su prima.
—Quiero que te alejes de Lucerys.
—¿Ah si? —Rhaena la miró de arriba a abajo y a pesar del dolor que sentía en su nuca debido al agarre de Maerys—, ¿y si no lo hago?
—Te mato —declaró Maerys.
Y beso a Rhaena.
Genuinamente Maerys se sorprendió a si misma, consideraba los actos sexuales del mismo genero una aberración, en parte era una de las razones por las cuáles odiaba a Rhaenyra y Laenor. Maerys siempre supo de las aventuras de su madre con Laena Velaryon y las de su "padre" con Joffrey y lo detestaba, al menos hasta el momento en el que sus labios tocaron los de Rhaena.
Por su parte, la hija de Daemon no se alejó ni protestó ante las acciones de su prima, Rhaena siempre supo lo que quería y quien era ella misma nunca negó ante su abuela Rhaenys lo que sentía pero tampoco lo dijo en voz alta, igualmente, su atracción hacia Maerys fue disfrazada por si misma de un odio compartido debido a un hombre, cosa que no podía ser más falsa por su parte.
Maerys nunca había tocado piel tan suave como la de Rhaena cuando se colocó sobre ella en la cama y sus manos se adentraron a una expedición debajo de su camisón, su piel, morena por la combinación entre Daemon y Laena volvía loca a Maerys, algo que jamás le había pasado más que con Lucerys.
—Quítate esa mierda —ordenó la princesa a Rhaena refiriéndose al camisón—, que obediente, tal vez te haga mi esposa para tocarte todos los días.
Era como vomito verbal, Eris no controlaba lo que salía de su boca, ella nunca habría dicho tal cosa en situaciones ordinarias pero ese momento sin duda no era ordinario. Tal vez ersa el conjunto de frustración, deseo y enojo la que la hacía decir todas esas cosas pero sin duda no le importaba en absoluto, si hacia suya a Rhaena la alejaría de Lucerys y obtendría una nueva experiencia y un buen polvo, así que lo hizo.
Maerys colocó las manos en su vientre. Ese vientre imposiblemente plano. Sus largos dedos dibujaron delicados circulos sobre su piel, bajando hasta el pubis.
El movimiento de sus manos era hipnotizante para Rhaena, nunca nadie antes la había tocado así, nunca nadie la había tocado. Las manos de Maerys fueron a sus pechos, a sus preciosos pechos. Oscuros, como toda su suave y adorable piel. Sus pezones duros remataban una auténtica obra de arte.
—Tienes las tetas más hermosas que he visto jamás —declaró Maerys, se arrepentiría de decirle tantos cumplidos, nunca era así con nadie más que si misma.
—Y los únicos que has visto —Rhaena habló con una risita burlona sin embargo no duro mucho.
—Cállate —Maerys la abofeteo en el rostro.
Sin darle tiempo a pensar llevo sus manos a sus muslos, acariciando la parte interna, abriéndole las piernas a Rhaena con un ligero gemido y una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo, bajo por su pubis hasta detenerse en su sexo. Maerys la escucho suspirar de placer al tocarla pensar en alguien o algo más.
Si Maerys tuviese el más mínimo sentido común regresaria de inmediato a su habitación antes de que fuese demasiado tarde. Pero de sentido común ya no le quedaba nada. Solamente pudo mirar sus largas piernas abiertas, mientras sus manos recorren cada centimetro de esos preciosos muslos. Solo pudo mirar esa piel suya. Nadie podría imaginar su suavidad.
El futuro marido de Rhaena tendría mucha suerte en su noche de bodas.
Con las piernas abiertas, le ofrecería una vista espectacular a cualquier persona que entrará a aquella habitación buscando por ella o por simple equivocación, sería un escándalo, Maerys estaba acostumbrada a ellos.
Maerys, sin quitar la mirada de su prima, chupo uno de sus dedos y lo deslizó por su clítoris. Sus gemidos fuero ahora más evidentes para cualquier persona que pasara por el pasillo. Sus piernas completamente abiertas, pegadas a la cama. La otra mano de la princesa jugo con sus pezones, rodeándolos, acariciando la areola. Pellizcándolos. La espalda de Rhaena se arqueaba de vez en cuando, arrancando suspiros de su boca.
Y de Maerys.
Sin previo aviso u autorización el dedo medio de la castaña se cuela en el interior de su sexo. A ese dedo le siguió otro más, Rhaena cerró los ojos y tenso los músculos de la espalda, su boca abierta, como queriendo buscar aire. Maerys no dijo nada, era como si –a pesar de sus prejuicios– disfrutará observando como sus dedos entraban y salían cada vez más rápido. Escuchó el chapoteo que producían al entrar y salir de su húmedo sexo. Escuchó su respiración entrecortada.
Maerys observó detalladamente su cuerpo temblar, sus gemidos, sus jadeos. Rhaena apenas y podía mantener sus gemidos a raya.
—Dime que no volverás a ir con Lucerys —ordenó Maerys mirándola atentamente.
—¿Qué? —preguntó Rhaena, tan concentrada en el placer que Maerys le proporcionaba que ni siquiera podía concentrarse en alguna otra cosa.
—Dime que no volverás a acercarte a Lucerys —repitió la castaña acelerando los movimientos de sus dedos—, el es mío, al igual que tú.
—Yo... yo —la pobre Rhaena no pudo formular una sola palabra, tuvo que sostenerse en sus codos para poder enfocarse.
—¡Dilo! —exclamó una impaciente Maerys.
—Lo haré, lo haré...
Una de las manos de Rhaena apretó con fuerza las sábanas. Maerys aceleró, miró sus piernas temblando y, con un gemido más largo, Rhaena se dejó caer sobre la cama.
Estaba bellísima tumbada de espaldas totalmente desnuda, su cuerpo todavía temblando con pequeños espasmos tras el maravilloso orgasmo que acaba de tener.
El sudor hacia que su cuerpo brillará bajo la luz de la chimenea mientras que Maerys simplemente sacó sus dedos de entre sus pliegues limpiándose con el camisón de Rhaena. Dejándola sola sin decir una palabra más.
Había obtenido lo que quería, siempre lo hacía.
...
Zuputamadre.
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