31| ❝tranquilidad❞
╰─────➤Cuántas
cosas han sido negadas un día, solo para convertirse en realidades el siguiente.
J.V
CALIPSO CAMINÓ, mirando a los lados, detrás suyo, y así constantemente, tratando de ver qué nadie la siguiese. Salió del pabellón tratando de que la oxidada reja no hiciese ruido y caminó a través de la cafetería hasta ir a la salida.
Había pasado semanas desde lo ocurrido con Merle, desde la desaparición del gobernador que había huido, no siquiera había vuelto a Woodbury luego de la masacre, había escapado a cualquier otro lado que ellos trataban de localizar. En especial Michonne.
La morena intentaba rastrearlo, la primera semana iban todos, la segunda simplemente Calipso y ella, momentos que la menor de los Dixon aprovechó para enseñarle cómo rastrear a la morena, a tal punto que, ahora, Michonne era la última en intentar seguir buscándolo. Calipso la acompañaba cuando sabía que el viaje no duraría más de una semana. Luego, se esforzó en pasar más tiempo con Daryl.
No quería perder a su hermano, no ahora cuando eran los dos últimos Dixon en pie. Además, si no estaba con él, estaba con Glenn y Damon, si, Damon Ferrara, el chico de lunares, torpe, con un enamoramiento fuerte en Beth, que se había vuelto la tercera parte de Glenn y Calipso. Ahora eran un trío, Glenn, Calipso y Damon. Claro, pasaba tiempo con ellos de día.
Porque en la noche se escapaba. Cómo en esos momentos.
Iba a salir para ir a la torre de vigilancia pero sintió una mano tomar su brazo y empujarla dentro de otro pasillo, volteó dispuesta a golpear al intruso pero, sabiendo como era Calipso, la sostuvo de las muñecas y la puso contra la pared.
—¡Grimes! —le gritó en susurro, él sonrió mostrando su perfecta dentadura —¿Qué haces?
—no podemos ir a la torre —La soltó, bajando sus manos hasta entrelazar sus dedos y comenzar a caminar —parece que se nos adelantaron —rió, en un tono bajo para que no los escuchen.
—¿Quienes? —preguntó, con curiosidad, mientras iban a la biblioteca.
Las cosas en la prisión habían cambiado bastante desde que la gente de Woodbury se trasladó allí, ahora ya no había pabellón sin limpiar, todos estaban en uso, los muros caídos los habian levantado y habían reforzado la seguridad del lugar. Ya tenían la cafetería, la enfermería y la biblioteca en un estado decente. Incluso había clubes de lectura, Hershel le enseñaba a los demás de enfermería y se dividían para cocinar.
La tarea de los Dixon fue enseñarle cómo poner trampas o rastrear a algunos, Rick había tenido que ir con ellos para que no golpeen a los “novatos” cuando les hacían perder la paciencia.
—Maggie y Glenn —Calipso, ante su respuesta, soltó la carcajada escuchando a Rick tratar de chitarla para que no despierte a los demás.
—Son como conejos —se burló, abriendo la puerta de la biblioteca y entrando, detrás suya, Rick cerró la puerta.
—si, pero que no nos roben el lugar —bromeó, acercándose a tomarla de las caderas.
Calipso rió, acercándose a besar al ojiceleste mientras retrocedia hasta una de las mesas. Cada noche, desde la segunda semana de la expansión del grupo, fingían que hacían guardia en las torres delante de quienes, en verdad, hacían guardia. Al ser dos de los líderes, participes “del consejo” no hacían preguntas. Claro que esa noche, no podían arriesgarse a que los vean Maggie y Glenn.
A pasos torpes, retrocedieron, sus lenguas jugaban entre si, sus labios comenzaban a hincharse en ese color rosado intenso, la respiración agitada, mezclada, de los dos hacía eco en la pequeña habitación llena de estantes y libros. Grimes la hizo chocar contra una mesa y tomó sus piernas para sentarla sobre esta. Ella enrolló sus brazos detrás de su nuca, despeinando su cabello.
—Mañana tengo que irme temprano a una expedición —susurró, mientras Rick comenzaba a besar su cuello.
—¿Y ahora me avisas? —se alejó, llevando sus manos al rostro de la contraria.
—Es por una sorpresa para Glenn y Maggie, ya sabes que se casaron sin decirle a nadie y quiero darles un presente de bodas. No iré muy lejos, volveré antes del medio día —murmuró, acercándose a repartir besos por su rostro con delicadeza.
—No puedes ir sola —negó, mientras bajaba sus manos a sus piernas para tirar de ellas y pegar aún más sus caderas.
—tú sales solo y desarmado todo el tiempo, yo iré con mi arco y ballesta. No soy tan tonta como tú —Se burló, acariciando sus fuertes brazos mientras sonreía con diversión.
—¿Cómo me dijiste? —cuestionó, acercándose provocativo. Él bajó la mirada de sus ojos a sus labios, una y otra vez, admirando como ella se los relamía.
—Dije que eres un idiota —Susurró, acercándose hasta rozar sus labios.
—¿Ah, si?
Se lanzó a devorar sus labios con salvajismo, escuchando la risa de Calipso entre medio del beso por su acción. Esos momentos eran los que él disfrutaba hacer sin que nadie se entere, pero también deseaba poder agarrar su mano frente al grupo, quería tener la posibilidad de despedirse de ella con un beso cuando alguno de los dos salía. Más le había hecho una promesa. Nadie se iba a enterar.
Él bajó sus manos hasta meterlas debajo de su camiseta y ella comenzó a desabrochar la camisa de él. Jamás habían llegado tan lejos, mayormente solo eran largas sesiones de besos por no tener tiempo, ni oportunidad. Pero ahora la tenían... O eso creyeron.
—Grimes —suspiró, cuando él le quitó la prenda de ropa superior, dejándola en sujetador.
El ojiceleste admiró esa imagen, pero cuando se acercó a besarla nuevamente, creyendo que tendría su momento, al fin, con Calipso. La puerta de la biblioteca se abrió y los dos abrieron los ojos asustados, corriendo a ponerse detrás de un estante de libros. Trataron de no hacer ruido, en sus pintas, no sería fácil cubrir lo que estaban haciendo.
Vieron a Sasha y Tyreese entrar.
—te estoy diciendo que escuche algo —Le dijo la morena a su hermano —Carol pidió que si viéramos niños aquí, en la noche, no los dejemos.
—puede ser alguien leyendo o un producto de su mente —rió, su hermano, alumbrando con la linterna —¿Hola? —Calipso tapó la boca de Grimes, los dos pegándose más a la pared. Tragó saliva, cerrando sus ojos con fuerza mientras suplicaba que se vayan —ves, no hay nadie.
—a mi no me trates de loca —se quejó, saliendo de la biblioteca.
—¡Yo jamás te dije loca! —salió detrás de su hermana.
Calipso suspiró, apoyó su cabeza contra el hombro de Rick, sintiendo como el dejaba un beso en la palma de su mano, haciéndole cosquillas, bajó la mano y los dos se miraron. No, no tenían oportunidad de hacer lo que querían cuando no tenían el lugar adecuado y debían hacerlo callados.
[…]
—Daryl, dile algo a tú hermana.
Calipso estaba comiendo en la mesa, afuera del lugar, mientras escuchaba la queja de Grimes sobre su salida, lo miró con ojos entrecerrados. Él podía solo salir pero ella no.
—¿Sabes por dónde me paso tú opinión sobre mi salida? —le preguntó al ojiceleste que la miró con la boca entreabierta, fingiendo molestia.
—no digas vulgaridades tan temprano —se quejó, Glenn, mientras apoyaba su cabeza contra la mesa. Al parecer no había dormido en toda la noche, por qué será, pensó Calipso divertida.
—estoy con Rick, no deberías salir sola —Su hermano, habló, mientras la señalaba con la boca llena.
—estoy de acuerdo —Damon, levantó su mano, sentandose a un lado de Glenn y comenzando a sobar su espalda, el asiático lo sacó de un manotazo —auch.
—¿Ahora todos tienen derecho a opinar sobre lo que hago? —Se quejó, la castaña, terminando de comer.
—en teoría, si, porque todas las personas tienen derechos, aún en el fin del mundo —Asintió, Damon, nuevamente mientras sonreía. Calipso lo miró de mala manera —es decir... No dije nada.
—no, tienes razón —lo señaló, levantándose y caminando hasta estar frente a Rick que puso las manos en sus bolsillos alzando una ceja —toda persona tiene derecho a ser estúpida, pero tú abusas del privilegio —Le sonrió con burla, pasando a su lado y chocando su hombro.
—auch, eso dolió —Glenn, rió, mientras se ponía derecho.
—¡No vas a salir! —Le gritó, Maggie, a la menor de los Dixon en cuanto la vió a punto de ir a su celda.
La chica alzó su dedo de en medio, sin voltear, logrando que Maggie niegue molesta a pesar de que no la veía. Calipso, ignorando que ninguno quería que salga, fue hasta su celda para tomar su arco y su ballesta junto a sus flechas y su mochila, volteó para encontrarse con Beth que tenía a Judith en brazos.
—¿Vas a salir? —preguntó. Calipso se acercó a besar su mejilla y la frente de Judith.
—Si, diles que me fui al este —le pidió, sabiendo que, en realidad, se iba al suroeste.
Corrió hasta escabullirse para ir a la reja, Karen estaba allí, la morena le sonrió mientras le abría el portón y Calipso la saludó con la mano, corriendo a meterse en el bosque rápido antes de que los caminantes noten que estaba allí y el grupo note su ausencia.
[…]
La menor de los Dixon entró a la tienda, sacó su cuchillo y lo puso en su boca, alzando su ballesta para estar preparada por cualquier cosa. Veía los estantes del lugar, algunos caídos y otros en perfecto estado, aún que no había casi nada de comida, agradecía que no iba a por eso.
Caminó, disparandole a un caminante que había por allí y frenando su paso cuando escuchó un ruido estruendoso.
Sacó su cuchillo de su boca y lo alzó con precaución, sus pasos fueron sigilosos hasta donde provino el ruido que le advirtió de otra presencia, esperaba que fuese solo un simple caminante que chocó, pero vió una figura detrás de los refrigeradores que no tenían energía, obviamente.
Se acercó, dispuesta a clavar el cuchillo en su cráneo con bestialidad cuando frenó toda acción al ver que era. O más bien, quien era.
Damon estaba acuclillado con una sonrisa inocente mientras fingía demencia.
—¿Que haces aquí? —cuestionó, bajando la guardia.
—¡Es que te fuiste cuando dijeron que no te vayas! —se excusó, levantándose. Calipso rodó los ojos, volteando a tomar un carrito del supermercado —entonces Beth me dijo que te fuiste, pero como me enseñaste a rastrear te encontré rápido...
—iba a volver antes de que se diesen cuenta —se defendió, mientras Damon se subía dentro del carrito y ella sonrió, empujando. Cómo si fuesen dos niños.
—si, pero igual, tampoco lo pensé mucho —Admitió mientras veía los estantes —por cierto ¿Qué vinimos a buscar?
—un regalo de bodas para Maggie y Glenn —admitió, viendo la sección de ropa —¿Viniste desarmado? —lo examinó de arriba abajo.
—si, te dije que no lo pensé mucho antes de ir detrás de ti, debía apresurarme —murmuró, parándose dentro del carrito para ver si había caminantes.
—¿Y sin auto?
—no, no pensé en tomar uno...
—¿Y en avisarle a Daryl o Grimes que salí?
—ahm, no, no pensé en eso tampoco.
—¿Le avisaste a Karen al menos? —preguntó, volviendo a empujar el carrito, logrando que él casi caiga. Karen era como una madre adoptiva para el chico luego de que quedó solo en el apocalipsis.
—No... —negó, rascando su ceja.
—vaya, me tranquiliza saber que pensaste esto con tú usual atención al detalle —se burló, irónica.
—¡Oye! Solo pensé en llevarte de regreso antes de que capitán Grimes se enoje y empiecen a discutir como todos los días —se defendió, los dos salieron del establecimiento, aún con el carrito, para ir a la tienda de enfrente —que, por cierto, ¿No se cansan de discutir?
—¿Tú te cansas de tropezar? —cuestionó, entrando a una tienda de ropa elegante y dándole su cuchillo para que no esté indefenso.
—no, pero no puedo evitarlo —Rió, con cierta vergüenza, mientras bajaba del carrito.
—ahí tienes tú respuesta.
Los dos comenzaron a buscar, hasta que encontraron algo que serviria para lo que Calipso quería hacer, luego, sin poder evitarlo, comenzaron a hacer carreras con los carritos de compras.
—cuidado que no tiene freno —se quejó, Damon, cuando los dos llegaron a la carretera que iba hacia abajo.
—tranquilo, solo ten cuidado de no enterarte el cuchillo si caemos, hay que aprovechar que no hay más de tres caminantes —le sonrió, pero eso no lo calmó, lo asustó.
—Bien, pero que conste, que si muero, que quede en tú consciencia.
Ella se subió al carrito también, pero en la parte trasera, para impulsarse con el pie y empujar el carrito dónde Damon estaba dentro. Las ruedas rápidamente se combinaron con la carretera en bajada y comenzaron a bajar a gran velocidad. Los dos reían hasta que, como era de esperarse, una rueda se desestabilizó y los dos cayeron.
Calipso soltó un quejido de dolor, levantándose y riendo al ver a Damon con las bolsas sobre él, se apresuró a tomar todo pero vieron a algunos caminantes salir del bosque por sus gritos.
—corre, corre —le pidió, tomando las bolsas.
—corro, corro —asintió, el de lunares, tomando las últimas.
Los dos comenzaron a correr en dirección a la prisión, a través del bosque, trataban de que sus cortas piernas basten, volteando cada segundos para ver si esos caminantes los seguían, siguieron y siguieron hasta que Damon tropezó.
—¿Puedes ser más inútil? —Calipso, frenó, volteando a verlo con una expresión sarcásticamente molesta.
—lo intente pero no, mi nivel es muy alto como para superarlo —admitió, Damon, mientras hacía una mueca adolorida.
Pero cuando se levantaron, vieron una pequeña cabaña con unas vallas y un pequeño granero, se apresuraron a entrar pero, dentro de la casa, había al menos cinco caminantes, así que cerraron la puerta y se apresuraron a ir al granero.
Allí, se encontraron con un caballo en su bloque, bastante hambriento, acostado casi sin fuerzas, mientras un caminante trataba de llegar a él, sin poder por la valla. Frente a él, había dos cerdos, y el cadáver de uno.
—¿Los cerdos cometen canibalismo entre ellos? —preguntó, Damon, con terror. Calipso bajó las bolsas y cerró el granero, volteando a asesinar al caminante con su ballesta.
—no sé, pero necesitamos saber cómo llevarlos a la prisión, encontramos oro, querido amigo mío.
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