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28| ❝trato con el gobernador❞

╰─────➤El curso
del verdadero amor
nunca fue tranquilo.

W.S




HERSHEL, YENDO en la parte trasera del auto, escuchaba la discusión de Rick y Calipso, donde ambos peleaban sobre lo que había ocurrido cuando el ojiceleste se fue con Michonne y Carl en busca de armas. Se habían encontrado con un viejo amigo de Rick, Morgan, quien lo ayudó cuando se despertó del apocalipsis, pero el hombre había perdido la cordura.

—¡Si, pero Carl me dijo que Michonne lo ayudó mientras tú estabas con ese Morgan! —se quejó, la castaña, notablemente molesta.

—Muchachos —Hershel, los interrumpió antes de que Rick le devolviese el grito —somos adultos responsables, en especial ustedes dos, siendo líderes del grupo. Así que, con la madurez más posible, les pido que no griten a horas tan tempranas del día —habló, tranquilamente, mientras los dos suspiraban.

El auto estacionó, a su lado, la moto de Daryl también. Habían ido los cuatro a un encuentro con el gobernador, los había citado en una especie de granja vieja, acudieron luego de una discusión entre todos. Yendo ellos como respaldo de Rick, que sería quien “acuda” a la pequeña “reunion de negocios” con el gobernador.

—esto no acaba aquí —lo señaló, Calipso, bajando del auto.

—por supuesto que no —murmuró, Rick, mientras se quejaba. Hershel lo miró con cejas alzadas pero Grimes tambien bajó. El ojiceleste le hizo una seña al granjero, para que espere allí, alerta.

—no veo ni una puta mosca —susurró, Calipso, corriendo con su arco en mano mientras Rick iba detrás suya.

Los dos fueron detrás de Daryl, pasando entre los grandes muros de ese pequeño campo al que los habían citado. Alertas a cualquier movimiento. Frenaron cuando Daryl les señaló un granero al final. Asintieron, corriendo a la entrada de ese lugar. Sin señales de caminante alguno. Cuando llegaron a la entrada, Daryl fue a revisar la parte trasera por afuera.

—ten cuidado —le susurró, Calipso, viendo las puertas abiertas —si te dispara, me quedo con tú revolver —miró al ojiceleste que sonrió —y luego, lo mato.

—que cariñosa —se acercó a darle un pequeño beso —por si me dispara —ironizó, yendo dentro, Calipso negó mientras se daba la vuelta, esperando que Daryl no haya visto aquello.

Calipso rodeó el lugar, se asomó por una ventana, viendo a Rick encontrarse finalmente con el gobernador y tuvo la tentación de dispararle desde allí, mas Daryl llegó a su lado, pidiéndole ir con Hershel. La menor de los Dixon suspiró, acompañándolo hasta el auto verde que estacionó frente a ambos.

—ya está adentro, se sentó con Rick —le dijo, Daryl, al anciano.

—no veo autos —obvió, Hershel. Los hermanos miraron la calle desierta.

—algo anda mal, no lo apagues —señaló a Hershel.

—ese idiota sin un ojo no pudo venir solo, menos a pie —se quejó, Calipso, pero justo sonó el ruido de un motor y los dos levantaron sus armas. Apuntando a una camioneta que se estacionó frente a ambos y bajaron dos hombres con Andrea

—¿Qué demonios? —miró a Andrea —¿Por qué ya está tú chico aquí?

—¿Está ahí? —Andrea, señaló. Daryl asintió y Andrea comenzó a caminar.

—oye ¿A dónde vas? —le preguntó, Calipso, frenandola. Andrea la miró obvia.

—a tratar de solucionar el problema —admitió, mientras, se encogia de hombros.

—claro ¿A quién le harás la paja primero? ¿A Rick o al gobernador? —preguntó con cinismo, Andrea solo negó, yendose.

A Calipso no le molestaba que una mujer complazca su deseo sexual, lo que le molestaba era que Andrea quería la paz con el gobernador como si él fuese el bueno y los miraba como si fuesen los villanos que no reconocía, pero solo era por eso, porque se acostaba con el gobernador y creía que era razón suficiente para que él fuera buena persona. Oh, que ingenua era.

Calipso terminó por sentarse sobre el capó del auto verde. Admirando a los dos extraños.

Uno, moreno, que Calipso conocía por ser su mano derecha; el otro, rubio con lentes, no parecía capaz de lastimar ni a una mosca, él solo escribía en una libreta. Miró eso, su escribir, así hasta que los minutos pasaron. Al quinto suspiro de Calipso, Hershel decidió hablar.

—Quizas debería entrar.

—el gobernador pensó que sería mejor si, él y Rick, hablarán en privado —negó, el de lentes.

—¿Quién eres? —cuestionó, Daryl, en cuanto habló.

—Estoy entre Winnie the Pooh, o... —Calipso, lo señaló, con una sonrisa ladina.

—En realidad, me llamo Milton Mamet —corrigió, el de lentes, sin molestarse por el apodo.

—fantastico, trajo al mayordomo —bramó, su hermano.

—¿Te hacían bullying en la escuela por tú nombre? Porque yo lo haría —El moreno del gobernador aguantaba la risa ante los comentarios de los Dixon.

—soy su consejero...

—¿Qué tipo de consejero? —cuestionó, Daryl.

—planeamiento, mordedores. Ah, lo siento, no creo que necesite explicarme con los matones —se defendió, volteando de nuevo a su libreta, Calipso pasó su lengua por sus dientes de arriba, queriendo golpearlo.

—cuida lo que dices, niño —advirtió, Daryl.

—o verás lo que hacen los matones —amenazó, Calipso, mientras sonreía.

—si vamos a estar aquí, apuntandonos con un arma, todo el día, háganme un favor. Cierren la boca —habló el otro, Calipso se bajó del auto y sostuvo a Daryl del brazo que quería avanzar hasta él, el otro no quedó atrás, acercándose.

—no necesitamos esto —Hershel, los frenó —si las cosas resultan mal ahí adentro, estaremos peleando pronto.

—Guardalo para luego —le susurró, Calipso, a su hermano —a mi tampoco me agradan.

Empujó a su hermano y volvió a sentarse sobre el auto, aprovechando para afilar su cuchillo mientras tarareaba en su cabeza y pensaba las mil formas de sacarle el ojo al gobernador y dárselo de comer. Claro, todo pensamiento retorcido fue interrumpido por Andrea que salió y se sentó en una banca frente a ellos. Calipso sonrió, sabiendo que no había salido como ella quiso.

—Daryl, quitate las hormigas del trasero y quédate quieto —le pidió, Calipso, a su vez que veía a su hermano dar vueltas.

—no veo por qué no podamos aprovechar el tiempo para explorar juntos nuestros problemas —Milton, caminó, acercándose a ellos.

—el jefe dijo que no habláramos —lo frenó, su amigo.

—¿Dices, el gobernador? —cuestionó, Daryl, apoyándose a un lado de su hermana.

—Yo si quiero hablar, el silencio incómodo hace que haga comentarios incómodos —caminó hasta estar frente a Milton y estiró su mano —Soy Calipso Dixon, y digo más cosas estúpidas antes de las nueve de la mañana que las que dice la mayoría de la gente en todo el día, así que cuidado —estrechó su mano y señaló el reloj del de lentes, marcando que eran las ocho de la mañana.

—un placer —murmuró, notando el sarcasmo en todas sus facciones, Calipso se alejó y él acomodó sus lentes —es bueno que se hayan reunido, en especial, con lo que pasó. Van a solucionarlo, nadie quiere otra batalla.

—yo no llamaría una batalla —lo corrigió, Daryl.

—yo si lo llamaría batalla, y lo hice —mostró su libreta —lo registré.

—¿Para qué?

—¿Para que salga en los diarios y televisión? Oh, espera, cierto, no hay —Calipso, le habló ironica.

—alguien tiene que dejar asentado lo que vivimos —admitió, viendo a la joven —sera parte de nuestra historia.

—eso tiene sentido —alagó, Hershel, haciendo resoplar divertida a Calipso.

—tengo decenas de entrevistas... —se acercó, emocionado, a hablar con el granjero cuando escucharon gruñidos.

—te toca, Daryl, yo no voy —Calipso le dijo a su hermano. El castaño fue con Andrea y el hombre del gobernador. Pero, a los segundos, volvió Andrea —¿Qué pasó?

—Son unos idiotas —se limitó a contestar, Calipso le hizo una seña a Hershel y tomó su ballesta, corriendo por dónde se habían ido. Vió unos cadáveres en el suelo y a su hermano con el hombre, los dos quietos.

—Hey —saludó, viendo cómo Daryl sacaba un paquete de cigarrillos del cadáver —oye, eso es oro hoy en dia.

—lo sé —llevó uno a su boca y luego le dió otro a su hermana, Calipso lo tomó, su hermano le quiso dar uno al hombre.

—no, prefiero los de menta —se negó, apoyado contra una biga.

—imbecil —bramó, Daryl, encendiendo el cigarrillo y el de su hermana —creí que lo habías dejado.

—Estoy nerviosa, déjame —se justificó, inhalando el humo. Se puso frente al hombre y lo examinó.

—¿Eras del ejército? —se atrevió a preguntar, Daryl.

—no, solo odio estas cosas —negó, sorprendiendo a ambos —despues de lo que le hicieron... A mi esposa... A mis hijos.

—apesta —Asintió, Daryl, comprendiendo. Calipso se quitó el cigarrillo de los labios y lo señaló.

—Lo sentimos —Murmuró, el hombre asintió.

—Gracias... —luego de unos segundos en silencio, volvió a hablar —es broma ¿No? No van a solucionar nada. Si, van a hablar un poco; y mañana o al día siguiente darán la orden.

—tranquilo...

—...que lo sabemos —terminó, Daryl, la frase de su hermana. El hombre afirmó con su cabeza, terminando por aceptar el cigarrillo que antes le habían ofrecido.

—al menos hasta mañana, o al día siguiente, tendremos calma. Es más de lo que podemos pedir —Calipso, murmuró, soltando el humo por su nariz.

—O tiempo para prepararse —asintió, Calipso hizo una mueca pero le dió la razón. El hombre estiró su mano —Martinez —Calipso aceptó su mano.

—Los Dixon —se quitó el cigarrillo y luego miró a su hermano y a Martínez —vamos de vuelta.

Sabía que tarde o temprano, él los atacaría con el gobernador. Después de todo, eran lo mismo, soldados que defendían su pueblo.

Calipso terminó su cigarrillo y lo lanzó lejos, exhaló el humo e ignoró la mirada de reproche de Hershel, justo, la puerta del lugar se abría, mostrando a los dos líderes. Cada uno se fue a su auto, sin decir palabra alguna. Calipso terminó por subir al asiento de copiloto, Rick de piloto.

En cuanto llegaron a la prisión, todos se formaron en el pabellón para tener una junta. Rick comenzó a contarles lo que habían hablado, para finalizar con solo una frase que les puso la piel de gallina.

—iremos a la guerra.

Y salió. Calipso fue detrás de él, con cierta tristeza al saber que estarían arriesgando sus vidas por la prisión. Comenzó a discutir con él, los demás escucharon sus gritos, quedándose allí para no interrumpir la discusión de los dos. Ella estaba de acuerdo en defender su hogar ¿Pero arriesgar a qué un disparo acabe en la frente de Carl?

—¡Piensa en Carl, en Judith! —le gritó, molesta, Rick la frenó, tomándola por los hombros.

—eso estoy haciendo —murmuró, bajando la voz —Cali, él me dio una alternativa. Un escape.

—¿Cuál? —susurró, calmando su molestia.

—quiere a Michonne —Calipso, lo miró con sus cejas fruncidas —la matará y a nosotros también. Pero... Necesito que me convenzas de no hacerlo, porque...

—Ella se ganó su lugar aquí, Grimes —Murmuró, acercándose a tomar su rostro entre sus manos —pero me estas pidiendo ayudarte a elegir si su vida o la nuestra cuando ninguna está asegurada.

Rick suspiró y apoyó su frente contra la suya, Calipso terminó por abrazarlo fuerte, esperando que tome la desición correcta. Rick se alejó y tomó su rostro entre sus manos para besarla, era lo que necesitaba, la necesitaba a ella. Pero no podía acobardarse y huir por mantenerla a salvo.

—Yo estoy aquí para ti, Grimes —murmuró, alejandose mientras sus alientos se mezclaban.

—lo sé —volvió a besarla. Podría vivir oculto entre su alma, mezclando sus labios y sostenerla entre sus brazos. No quería que ella vuelva a alejarse, no cuando desde el primero beso se volvió sumiso, ahora que podía besarla cuando quería, esperaba a que nadie los viese para hacerlo —lo sé.

Calipso se alejó, besando su mejilla y volteando para abrir la reja, todos allí estaban esperando a que terminen su discusión.

—¿Lo mataste? —Preguntó, Glenn —se callaron de golpe.

—si, ayudame a ocultar el cadáver —bufó, irónica, subiendo las escaleras —Hershel, ve a hablar con el imbecil, necesita un consejo —pidió, entrando a su celda.

Vieron al hombre de muletas caminar fuera, en busca de Rick, y ellos se dispersaron. Beth tomó en brazos a Judith para ir a llevarsela a Calipso, así estar las tres juntas un rato.

[…]

—¿En qué piensas?

Calipso estaba en la torre, vigilaba con Rick mientras pensaba en lo sucedido, no solo el gobernador, sino todo desde el principio. Cómo todo lo que sucedió fue un factor importante para que ahora se encuentren en ese puto problema. Cómo si Rick nunca hubiese esposado a Merle, Merle nunca hubiera secuestrado a Glenn.

—en todo —volteó a ver al ojiceleste que se puso a su lado, mirándola con una pequeña sonrisa.

—¿Cómo qué? —murmuró, acercándose para poner un mechón de su cabello detrás de su oreja. Admirando como le quedaba el cabello recogido.

—Como... En Shane —se acercó un paso, comenzando a jugar con la camisa de Rick que miraba hacia abajo por la diferencia de altura y cercanía —¿Sabes? Tal vez no estaba demente, tal vez... Simplemente se adaptó antes que nosotros. Ahora, no somos muy diferentes a lo que él era —susurró, alzando la cabeza y él puso una mano en su nuca.

Rick suspiró pero su atención se la llevó un movimiento repentino fuera de la cárcel, Calipso siguió su mirada y él tomó su rifle para ver en esa dirección.

—¿Qué sucede? —le preguntó, confundida.

—creí ver... —bajó el arma, girando a verla —no, nada —negó, encogiéndose de hombros.

—de acuerdo —rió confundida, gesto que él imitó. Calipso miró a los lados, y luego murmuró —¿Vamos dentro de la torre?

—si, creo que los caminantes no se irán —asintió, escuchando su risa. Los dos entraron y cerraron detrás de ellos.

En cuanto Calipso puso un pie dentro, Rick tomó el bolsillo de su pantalón y tiró de él, girandola. Ella rió y el ojiceleste la besó, rodeando su cintura con sus brazos mientras ella jugaba con su cabello.

—me siento como una jodida adolescente otra vez —rió, volviendo a darle un casto beso.

—ni que lo digas.

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