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𝟎𝟓𝟎. the end

CAPÍTULO CINCUENTA: EL FINAL
U.A. MUSUTAFU, JAPÓN
Festival Cultural ( 文化祭 )

Es hoy...

Un suspiro abandonó sus belfos enrojecidos. Bajó su mirada hacia el par de tijeras que ocupaban lugar en su mano diestra, con la cual tenía mejor manejo. Ignoró la cantidad importante de hebras azabaches cubriendo el suelo, las mismas que minutos atrás había cortado y emparejado, dejando su frente libre del flequillo partido en tres que generalmente lo acompañaba.

Se veía tan distinto.
Ver al pasado y reconocer que las nimiedades dentro de su vida ahora eran el principal motivo de su quiebre. Su familia y su estabilidad mental; no sabía que para ser un héroe debía renunciar al velo que cubría sus ojos y afrontar la hipocridad que durante años lo persiguió.

Llevó los dientes del peine sobre la línea que dividía los dos hemisferios de su cabello. Separó con sus puntas ciertas partes de las hebras color carbón. Sus orbes platinados resaltaban entre la oscuridad de su propia persona, con ahora su vista completamente al descubierto. Incluyendo la amplia cicatriz que cruzaba por sobre su ojo, aquella que durante tiempo y en la actualidad continuaba acomplejándolo.

Su cabello estaba más corto, no le llegaba a los hombros y dudaba que ahora pudiese atarlo en alguna coleta. Sus rasgos parecían de porcelana si los miraba desde aquel punto, hacia tiempo su piel había perdido su tono bronceado para sumirse en una palidez enfermiza. Las bolsas oscuras bajo sus ojos esta vez no le harían compañía, las había cubierto tras una capa ligera de maquillaje que sus amigas le habían enseñado a aplicar.
Se sentía bien ocultarse de la realidad por una última vez.

El reloj en la pared daba las nueve de la mañana.

Observó las manecillas moverse con pereza, contagiándose con el sentimiento poco a poco. Dejó el peine que antes había utilizado sobre el tocador, observando el reflejo en el espejo una última vez antes de abandonar el asiento en su sofá individual.

El color naranja se veía extremadamente incómodo en él, no comprendía cómo su pareja podía considerarlo su color favorito. Pero fuera de ser una decisión propia el portar una camiseta de dicha tonalidad, era parte del código de vestimenta designado para la presentación. Si bien estaría encargándose de que el escenario no fuera un caos ni de que hubieran accidentes, tenía que seguir un esquema organizado.

Aún así, no evitó colocarse una gorra de lana oscura sobre su cabello, cubriendo el deplorable estado en el que sus hebras ahora cortas se hallaban. Seguro y harían un escándalo de notar su actual estilo, y aquello era lo último que quería. Permanecer en las sombras hasta la hora en que se presentara en el concurso que abriría era su idea, no había forma de que alguien pudiese estropearla.

Anheló en silencio, mientras abandonaba la frialdad de su cuarto completamente arreglado, poder suspender su salida de la escuela. Las cajas estaban apiladas con las cosas que se llevaría al finalizar la jornada y entrar en el receso del fin de semana. Había pasado gran parte de la noche encargándose de aquello, para luego tomarse la molestia de quedarse a dormir en el cuarto de Bakugo. No fue muy bien recibido, pues patadas e insultos no faltaron. No obstante, sólo bastó escupirle en la cara que si seguía haciendo un escándalo terminaría por compartir la cama con un demonio en el infierno del golpazo que se iba a ganar de su parte.

Así concilió un sueño plácido y su novio, entre gruñidos salvajes y rabietas infantiles, consiguió suaves y delicadas caricias por su cabello.

Pensó para sus adentros lo mucho que no quería perder esa relación. Lo mucho que le hubiese gustado cerrar esa etapa antes de que iniciara, quizás ahorrándose el dolor emocional de enamorarse de alguien como Bakugo. Pero sabía que la culpa no recaía en el rubio, las cosas habían cambiado, ambos cambiaron.

La persona ruda cada vez maduraba con el aprendizaje. Y aquel muchacho frívolo, misterioso e insoportablemente insensible, se terminó convirtiendo en un mar de inseguridades, guiándose sólo dentro de una tormenta que nadie más sabía cómo evitar.

Sí, Morikuro Hachiro comenzaba a descubrirse.
Cuando todo comenzó trazando una figura con carbonilla sobre una simple hoja canson.

Hizo una mueca de asombro cuando tras el telón pudo vislumbrar la cantidad de personas reunidas, aguardando a que la presentación diera inicio. A su lado, Kirishima y Todoroki estaban preparados para subir a la estructura colocada en la parte superior del gimnasio, siendo que eran parte del equipo encargado de la decoración del espectáculo.

Ciertamente, si antes había asegurado no tener nervios con respecto a la situación, podía decir con seguridad de que se había autoengañado. No era de aquellos que sufrían pánico escénico o una ansiedad incomprensible frente a mucha gente, pero si era bastante susceptible a sumirse en una gran timidez si la mayor parte de las personas en su entorno eran desconocidos. Como mínimo, se regocijaba en la idea de que no estaría expuesto a la mirada ajena en ese momento y podría evitar la vergüenza de bailar el ritmo inusual que Mina Ashido había escogido.

Eso no quitaba que más tarde tendría que desfilar.
Desfilar. En ropa bonita, viéndose atractivo.
Frente a toda la santa escuela.

Sonrojado hasta las orejas, como pocas veces le sucedía, llevó sus manos hacia su rostro. Cubrió el calor aglomerado en sus mejillas mientras murmuraba un millón de insultos hacia su propio ser. Muchas preguntas se repetían en su cabeza. ¿Por qué había aceptado la propuesta de Nejire-san? ¿De dónde carajos había sacado el orgullo suficiente como para creer siquiera en ser capaz de desfilar? No era un modelo, no estaba preparado para aquello.

Había funcionado durante tanto tiempo en automático mientras la joven estudiante le enseñaba a modelar sobre la pasarela que ahora a medias recordaba todo lo que le había mostrado.

─Me imagino que no te vas a poner a llorar ahora. ─ y un demonio, pensó para sus adentros, mientras aquella voz rasposa e irritable iba dirigida hacia él. Volteó sobre su eje, enfrascando su mirada platinada contra los carmines flameantes que durante un largo tiempo lo habían estado acechando.─El naranja no te queda, ¿y esa gorra?

Hachiro sonrió, casi de forma imperceptible, molestando a su pareja al considerar aquella mueca como señal de que no prestaba atención a sus palabras. Katsuki se acercó todavía más a su espacio personal, irrumpiendo sin permiso y sin consideración.

─Me corté el cabello.

Las palabras abandonaron sus labios incluso antes de pasar por su inconsciente. Y al notarlo, Morikuro quiso golpearse, ante la mueca ahora sorprendida de Bakugo. El rubio cenizo mentiría si negaba que el cabello azabache, crecido hasta poco arriba de sus hombros, sedoso y lacio, le gustaba.

El rubio llevó el peso a una de sus piernas, apoyándose así en una pose similar a la de una madre a punto de regañar a su hijo. Cruzó los brazos sobre su pecho y de su usual mueca de enojo, una ceja se elevó, analizando su atuendo como si quisiera encontrar pistas del corte de su pareja.
Todo aquello fue tan fácil de leer para Hachiro que la tentación de largarse a llorar de la emoción fue suprimida y suplantada por una mueca estoica e inexpresiva.

─Déjame ver que te hiciste, inútil.─exigió Bakugo, omitiendo cualquier pizca de respeto o cariño en su tono, probablemente aguardando el momento para hacerle burla a su novio. Morikuro lo conocía lo suficiente como para saber lo cruel que llegaba a ser a causa de su orgullo y buscó prevenir un ataque verbal con la misma medicina.

Era la forma en la que se comunicaban cuando había alguien alrededor, en este caso, sus compañeros; quienes miraban entre la ternura y el terror como la compleja pareja del salón llevaba aquella tarde. Y no podían juzgarlos, a ninguno de los dos, no le tenían lástima ni a Katsuki, ni a Hachiro. Eran como dos bestias coexistiendo: mientras que uno se asimilaba con alguna clase de animal rabioso, el otro era lo más similar a un monstruo nocturno.

Calmo y misterioso, con tal sigilo que nunca se esperarían el golpe.

─Lo verás cuando desfile.─respondió tajante Hachiro, apenas tomando segundos después del ataque de Katsuki. Este último gruñó mientras viraba los ojos, volviendo a enderezar su postura. Sin embargo, las palabras del pelinegro dirigidas a su pareja no terminaban allí. Pasó la lengua sobre sus labios resecos, haciendo resaltar la pequeña bola metálica en ella, cosa que no pasó desapercibida por Bakugo. Lo miró a los ojos y el de orbes platinos le mantuvo la mirada, apostando en aquel contacto visual la tensión que acababa de extenderse entre los dos─ Te conviene, Bakugo, que tus ojos sean simplemente para mí.

Lo dijo con mucha tranquilidad, tanta que iba en desacuerdo y completamente descoordinada de la mirada que sus ojos daban.

─Sí, sí. Esos celos te los metes por el culo.─bramó enfurecido el rubio cenizo, señalándolo luego con descaro. Morikuro no hizo más que alzar una ceja mientras se cruzaba de brazos de repente olvidó toda aquella preocupación anterior─. Encárgate de dejarle en claro al bastardo mitad-mitad que es un sentimiento recíproco.─finalizó entonces de acusar Bakugo, mientras movía su dedo índice hacia el lugar en donde Shoto Todoroki, su mejor amigo, se encontraba. El aludido ni siquiera notó que hablaban de él, un milagro teniendo en cuenta a los pocos metros que se encontraban.

Hachiro sonrió. No fue un gesto tímido y pequeño, como a veces suprimía sus ansias por sonreír, sino uno amplio y burlesco. Dejaba en claro en sus expresiones lo impotente que Katsuki se veía declarando y dejando a la vista algo tan tonto; aunque no podía culparlo del todo, él también sentía celos reiteradas veces del mejor amigo de su pareja. Pero la confianza seguía estando.

─Mmm, nah.─musitó Hachiro, mientras acomodaba su gorra de lana sobre sus hebras azabaches, acomodando un poco el flequillo que ahora había dividido en dos. Con un tono que resultó caótico para la estabilidad emocional del de ojos carmines, terminó de comentar:─ Te dejo las riendas a ti, es tu trabajo después de todo.

Disfrutó el rostro sonrojado bajo la luz sensible que había tras el telón. De fondo, una voz anunciaba la cuenta regresiva para el comienzo de la presentación, comenzando a alterar al resto de los alumnos de la clase 1-A. Era momento de prepararse en sus posiciones, fue testigo de como Jiro Kyoka llamaba en susurros bastante fuertes a Bakugo para que se fuera al lugar que le correspondía.

Hachiro suspiró, fingiendo estar abatido con exageración con tal de dejar en claro que no iba enserio. Se acercó a su pareja mientras se dirigía a un lado de los otros dos chicos que estarían tras bambalinas, dejando un beso un tanto húmedo en el espacio reducido entre la mejilla y la comisura izquierda de Katsuki.

Sonrió nuevamente cuando lo oyó atragantarse con su propia saliva, volteando de inmediato con la intención completa de insultarlo, más otro llamado de Jiro lo hizo retroceder su acción.

─Demos lo mejor hoy.

Esa frase continuaba dando vueltas por su cabeza.
"Demos lo mejor hoy", eso se extendió por la totalidad de la mañana, mientras desfilaba en una pasarela, tragándose la vergüenza y levantando la cabeza con orgullo. Aunque Shoto lo observara como si fuera a estallar en carcajadas en cualquier momento, aunque Itsuku soltara maldiciones cada dos por tres, queriendo ella también participar a su lado para que su amigo masculino más cercano no se muriera de pena. No bajó la cabeza ni aunque los ojos carmines de Bakugo Katsuki lo perforaran de arriba abajo, buscando cualquier respuesta posible a las miles de preguntas que podían surcar su cabeza en aquellos momentos, a todas las dudas acumuladas con el tiempo y a todas las que todavía quedaban por descubrir.

Su cabello ahora, como máximo, llegaba a sus mejillas. Se ceñía por encima de la forma de su rostro, en un corte de capas, similar a un estilo desarreglado. Lo había comparado en su momento con un corte de lobo, acompañado con sus profundos y misteriosos ojos platinos, que ahora poseían sus irises como un par de lunas crecientes, cubriendo casi la totalidad de su orbe con su dilatada forma. Su flequillo apenas se movía con cada paso que daba, rozando sus pestañas en las ocasiones en que cruzaban su visión.

Se recordaba a cada paso que, por su propio bien, no debía actuar como un jodido modelo de Gucci, Chanel o Dior. Sólo era un adolescente más con la suerte de ser guapo, que se encargaba de abrir el desfile portando una mueca inexpresiva, alabado en los aplausos de los presentes como si fuera un concursante más. No debía disfrutarlo.

Y sin embargo lo hizo.

Lo disfrutó como si fuera el último día de su vida. Y a pesar de que no lo fuera, se sintió de aquella forma.
Tanta adrenalina que ni bien bajó de la pasarela, se tuvo que esconder en la pared más cercana, echando un gritito ahogado por sus brazos, con lágrimas casi imperceptibles asomándose por sus ojos. Tamaki, quien esperaba su salida con algo de timidez para darle sus felicitaciones y acompañarlo a cambiarse, no hizo más que apoyarse a su lado y tranquilizarlo colocando la palma de su mano en uno de sus hombros.

─Qué vergüenza, mierda, qué vergüenza.─exclamó el pelinegro de orbes platinados, siendo apenas oído por los sensibles oídos de su mayor. Tamaki no hizo más que observarlo con sus labios temblorosos, sin saber exactamente que palabras utilizar.─Nunca más haré algo así, jamás.

Tamaki mordió su labio inferior con nerviosismo, corriendo su mano del hombro ajeno.─T-Te veías bien... Supongo.─murmuró con suavidad, siendo el sonido de su voz captada inmediatamente por los aparatos auditivos de Morikuro. El más bajo volteó su mirada hacia Amajiki, observándolo de arriba abajo con una tranquilidad que el mayor no se esperaba.

─Gracias.

Esa fue su última palabra antes de desaparecer del festival.

Supo que las horas pasaron, porque desde la terraza del edificio de los dormitorios se podía apreciar la vista del alba estando cada minuto más cerca de concluir. Podía ser testigo de como los tonos anaranjados, rojizos y violáceos se mezclaban entre sí, formando óleos que desde su perspectiva eran fascinantes.
Los pequeños detalles le hacían sentir tan pleno en aquel mar de dolor en el cual se sentía navegar, que le era imposible no terminar suspirando.

Y con ello pensar.

Pensar en el futuro, el presente y aún peor, en el pasado. Su mayor enemiga era su mente engañosa, comenzaba a despreciar su capacidad propia de destruirse constantemente.

El suspiro no llegó a sus oídos, una voz ajena lo hizo en su lugar.

─Definitivamente gozas el poner nerviosa a toda persona a tu alrededor, idiota. Tu amiga medio perro y el mitad-mitad me acosaron para que encuentre tu sucio trasero.─aclamó el no tan desconocido dueño de aquella tonalidad un tanto agresiva, captando por completo la atención del pelinegro.

Hachiro movió sus orbes grisáceos del cielo pigmentado en tonos cálidos, el mismo que se ceñían poco a poco en la oscuridad, únicamente para poder concentrarse en la persona que estaba a sus espaldas. Bakugo no sonreía, pero se mostraba mucho más calmo de lo esperado, lo cual podría o no ser una buena señal desde la perspectiva de Morikuro.

─Es una tarde hermosa.─finalmente Hachiro decidió comentar, volviendo a enfocar su mirada en el alba, consiguiendo un bufido de su reciente acompañante. Claro, habiendo ignorado sus anteriores palabras, no esperaba otra reacción que aquella.

Bakugo dio un par de pasos hasta lograr estar a su lado. Apoyado contra la barandilla, intentando encontrar también el interés en el paisaje frente suyo, pero fallando por completo en su tarea.

─No me jodas.─masculló el de ojos carmines al cabo de unos minutos, gruñendo levemente. Hachiro no hizo más que sonreír de lado, sintiéndose extrañamente satisfecho. Su simple presencia a su lado le aliviaba al mismo tiempo en que le hacía estallar en nerviosismo, y al final de aquel día tan especial, le alegraba que fuera Bakugo quien estuviese a su lado.─¿Vamos a hablar?

Y así fue como todo lo que pensó antes se vino abajo.

─Uhm.─vaciló, jugueteó con sus dedos sobre la barandilla, siendo presa de un sudor frío repentino. Los orbes carmines, fulminantes en una ira irremediable, ahora estaban enfocados en él, impartiendo con densidad una gran presión a la hora de responder. Hachiro terminó cediendo.─Te debo una charla.

Bakugo dejó un gruñido salir de sus labios, camuflándose en forma de suspiro. Sus cejas apenas fruncidas hacia abajo, sin expresar en realidad alguna molestia directa hacia su pareja.
Cosa que Hachiro realmente agradecía.

─¿Es por lo de ser pareja?─preguntó en voz baja el chico de quirk explosivo, como si se tratara de un secreto entre ambos. Hachiro mordió su labio inferior con levedad, sin llegar a dañarse, sin responder a pesar de tener en claro que aquel no era el dichoso motivo. Pero Bakugo no podía leer mentes y prosiguió con una excusa torpe─. Es decir, mierda, Hachi. No me importa lo que los demás piensen.

─No seas patético.─espetó Morikuro entonces. Su ceño se volvió pesado, sintiéndose tenso de repente. Intentó calmarse tras respirar con profundidad, después de todo se negaba a empezar una discusión con Katsuki─. Fue la mejor decisión que pudiste tomar conmigo. Estoy muy feliz de ser tu novio.─un rubor apenas palpable se extendió en sus mejillas conforme avanzaba con sus palabras, algo avergonzado de su cambio repentino de emociones terminó cubriéndose el rostro─. Eso suena tan bien, ser novio de Katsuki Bakugo.

Katsuki rodó los ojos, negando la posibilidad de alimentar su ego con aquello─. Tú jamás dirías eso.

Hachiro sonrió mostrando sus dientes, con honestidad desbordando de sus ojos, con tanto cariño que hasta el peli-cenizo a su lado lo desconoció. Anonado, Bakugo parpadeó un par de veces, tentando con arruinar el momento con alguna grosería o comentario fuera de lugar.

─Lo estoy diciendo ahora. De verdad, me gusta estar contigo.

Con un bufido ahogado, Katsuki se cruzó de brazos, negándole la mirada y evitando así delatar su ruborizado rostro. Aún si Hachiro lo había interceptado con tan solo observar sus orejas colorearse.

─Por supuesto que lo sé, quiero decir, tan sólo mírame. ¡Eres afortunado de estar conmigo! Y...─su voz titubeó por unos segundos. Había intentado eliminar aquella visión tan disparatada de ternura que tenía Morikuro sobre él, pero fracasó intensamente cuando tembloroso terminó de hablar─...yo soy afortunado de tenerte.

─Ahora ninguno actúa como de costumbre.─se mofó Hachiro, soltando una risa en forma de resoplido. Apoyó sus brazos en la barandilla frente suyo, enfocando sus ojos ahora en la extensión nocturna que comenzaba a acariciar el cielo. La escena, extrañamente, le parecía similar a muchas otras en las que había sido Bakugo su partícipe.

¿Cuándo fue?, se preguntó. Miró de reojo a Bakugo y entre pensamientos dubitativos se preguntó, ¿cuándo se había enamorado de él?

─Lo siento.─al hablar de improviso, Bakugo lo miró expectante, casi ansioso. En especial por la pesadez que sus palabras dejaron sobre su pecho─. No entiendo por qué cuesta tanto dejar de lado mis problemas, quizás soy egoísta. Perdón por haberte hecho sentir el culpable en cada discusión.─ Morikuro bajó la cabeza, encontrando ahora el interés en las uñas de su mano diestra, con una sonrisa débil en sus labios temblorosos.

─Hachiro, no digas estupideces.─Bakugo le gruñó y, en otra ocasión, Morikuro hubiese encontrado su forma en responderle con burla. Sin embargo, le fue imposible.

─No son estupideces, es la verdad.

Tomó una bocanada de aire y la dejó ir. El momento que tanto tiempo había aguardado al fin había llegado. Finalmente, estaba frente a frente con aquel reflejo suyo que tanto tiempo quiso ignorar.

Y ahora, había caído en el egoísmo de acercar a Bakugo a dicho reflejo.

Frunció los labios, despejando su mente, ya preparado para hablar.─Bien, la hice larga porque estaba asustado. No quería decirte algo que siquiera yo sabía, pero ahora estoy más seguro que nunca de que lo que sea que me pasa, está empeorando.─hizo una pausa breve, pero por el cambio en el ambiente, supo que Katsuki contenía la respiración─. De pequeño me dijeron que mi quirk era peligroso para mi cuerpo: en un pasado era atribuido al poder de las brujas en el occidente, por lo que sólo lo heredan las mujeres. Es mucho más complejo, yo sólo puedo transformar magia negra en energía.

Aclaró su garganta, sintiendo un nudo formarse en ella. No iba a llorar, no por lo que contaba al menos. Pero su pecho comenzaba a doler y su garganta se sentía extrañamente estrecha. Podía percibir un brillo raro en los ojos de Bakugo, uno que pocas y efímeras veces había visto en él.

No hizo más que voltear la vista, evitando cargar con la culpa silenciosa en los ojos carmines de su novio.

─En fin. ─continuó, restando importancia como quien no tiene idea de que se está metiendo en la boca del lobo. Como siempre solía, reduciendo los problemas al mínimo para evitar la tortuosa realidad─. No es algo normal que yo tenga esa capacidad y me está cobrando factura. La única forma que veían de ayudarme era controlando mi salud y ayudándome a canalizar mi quirk. Y... Actualmente la Yuuei no está capacitada para ello.

─¿A dónde diablos vas con todo esto?

Los pensamientos de Hachiro se filtraron con facilidad al escuchar la voz ronca de Bakugo, casi lastimera. Como si la mentira se hubiese visto descubierta, no hizo más que comenzar a sincerarse.

Y, oh... Cuán arrepentido estuvo luego.

─No me queda más de un año si continúo aquí.─su murmullo fue como un grito en el silencio de la ahora noche─. Me estoy pudriendo en vida y no quiero que sea así, Kats.─mordió su labio inferior. Se quiso golpear por no tener control sobre sus propios labios al pronunciar con tanto dolor aquel sobrenombre. Pero una vez comenzó a ser honesto, simplemente no pudo detenerse─. Hay muchas cosas que quiero hacer, todavía no estoy preparado para irme. Todavía no cumplí mi sueño.

Parecía un niño, llorando en silencio sin hacerlo realmente. Rogando por una ayuda desesperado, sabiendo bien que las formas de salir de esa no dependían de terceros.

─No te vas a morir.─aquella fue la única contestación de Katsuki.

Hachiro volvió a mirar el cielo apenas estrellado, negando─Eso ninguno de los dos lo sabe.─su voz salió despacio, almacenando una vez más todos esos sentimientos que lo acompañaron a lo largo de sus explicaciones.

Y eso fue el detonante para Bakugo.

─¡Pero tiene que haber una puta forma!─el rubio cenizo exclamó enfadado. Contra todo pronóstico, tomó con fuerza el brazo de Hachiro que estaba más cerca suyo; el diestro. Lo apretó en su agarre explosivo, sin controlar la ansiedad de su quirk de explotar. Morikuro lo miró sorprendido, para luego bajar su vista hacia el agarre.

Sentía la desesperación de Katsuki. Podía verla.

Tragó saliva con dureza, mirando una vez más con la intensidad suya los ojos contrarios. Quería asegurar la credibilidad de sus palabras, porque las promesas eran promesas y bien sabía que no cumplirlas no sería una opción viable. No cuando se trataba de alguien que había llegado a amar.

─Me iré por un tiempo y cuando nos reencontremos estaré preparado para no dejarte ir.─Bakugo dejó su aliento salir, denotando en sus expresiones la negación. Hachiro intentó aliviar el ambiente con una sonrisa pequeña, suave, o en un intento de serlo, pues aparentar emociones inversas no era lo suyo─. Es una promesa, de mí para ti.

Vio un atisbo de brillo nostálgico en los ojos de Bakugo, uno que contagió su tristeza e incrementó la culpa.─Prometes muchas cosas.─afirmó, haciendo que finalmente Hachiro suspirara abatido.

Bajó su vista al suelo, en un fugaz tic nervisoso─Mis promesas solo te pertenecen a ti. ─y con ello, logró penetrar el alma de su pareja en una mirada platinada, ahora brillante bajo el reflejo de la luna.

Lejos de ensimismarse y caer en su manipulación, Bakugo explotó. Explotó las emociones que se arrimaban en su pecho y amenazaban con colapsar cada capa de razonamiento en su cabeza. Explotó en palabras y por poco explotó en lágrimas, lágrimas que se ahogaron en la necedad de un alma que nunca cedía a la creencia de que llorar le haría verse inferior. Soltó su brazo y retrocedió, al menos, tres pasos hacia atrás.

─Vete a la mierda, Hachiro. Siempre que abres la boca para decir las cosas, terminas alejándote. ¡¿Cómo diablos pretendes que yo permita que te vayas ahora que sé lo que te está pasando?!─los gritos de Bakugo eran más que escandalosos. Eran violentos, estaba enfurecido. Cualquiera que pasara cerca podría notar que la discusión se tornaría en algo peor, pero la mala suerte acompañó a Hachiro y nadie estuvo cerca para evitar en enfrentamiento─. No puedo entenderlo, no quiero entender cómo diablos se te ocurre a ti guardar esta mierda hasta hoy. No me lo dijiste antes porque era el último día del semestre, ¿verdad?

Tan pronto cayó en cuenta de sus palabras, el ceño fruncido en una mueca de enojo en el rostro de Bakugo, se dispersó. Su boca se abrió en sorpresa, dolido. Los hilos que desde el comienzo había estado extendiendo comenzaron a atar sus cabos sueltos y terminó por comprender los planes de Morikuro.

─Ibas a aprovechar la oportunidad para huir...─susurró entonces, demostrando que comprendió el mensaje oculto entre las palabras de Hachiro. Este no hizo más que asentir, alimentando una vez más la furia ajena.

─Tienes razón.

¿Y para qué mentirle? Ya no importaba.
Al final, había acabado odiándolo. Hachiro podía percibirlo en la manera en la que sus ojos carmines, aquellos que en algún momento le habían mirado con tanto cariño y aprecio, se teñían de una rabia imposible de aminorar.

─Eres un cobarde de mierda. ─Katsuki murmuró, pero no dudó en levantar su tono cuando vió que sus palabras estaban afectando el caparazón de resistencia falsa en Hachiro─¡Yo no me enamoré de un cobarde!─gritó asqueado con el simple pensamiento. Gritó porque de otra forma, no sabía como destruir al azabache al punto en que este lo había destruido a él.

Hachiro sintió sus ojos llenarse de lágrimas.

─Te dije que nada de lo habías conocido de mí era real, Katsuki.─la primera lágrima se resbaló por su mejilla, limitándose a limpiarla con rapidez para no dejarla en evidencia y evitar reclamar una lástima que no merecía.

─¿Por qué me hiciste esto?─la voz del rubio continuaba reflejando el dolor que sentía. Hachiro fue consciente de que quizás sus lágrimas no habían pasado desapercibidas de la mirada analítica de Katsuki y de que ahora estaba vengándose de la manera más cruel que encontró en el momento; la culpa. O quizás, su propia mente le jugaba una mala partida.
Aun así, el reclamo no se detuvo y Katsuki continuó buscando respuestas─. ¿Por qué me arrastraste contigo? Si te ibas a caer, ¿por qué te aferraste tanto a mí?─terminó por preguntar ya en un hilo de voz, alarmado cuando el rostro de Hachiro flaqueó a la tristeza extrema.

Supo lo que iba a decir. Y, sin embargo, no lo detuvo.

No tuvo fuerza para hacerlo.

─Porque te amo.─exclamó Hachiro, con sus ojos platinados brillando en lágrimas que dejaron de almacenarse en sus lagrimales y abarcaron todo lugar en sus mejillas. Se sentía mal, no era una liberación correcta, el peso invisible en sus hombros sólo incrementaba con el paso de los segundos. Y dolía, dolía mucho.

Hachiro llevó sus manos a su propio pecho, apretando el lado de su camiseta que daba a su corazón. Bajó la mirada al suelo, presionando con fuerza su mano hecha un puño sobre la prenda, jalando en busca de un consuelo que no llegaría. Los silencios de Bakugo eran aún más expresivos que sus propias palabras, siendo que el pelinegro había aprendido como interpretarlos hacía mucho tiempo.

Con la voz temblorosa, logró excusarse: ─Te amo tanto. Desde la primera vez que te vi supe que ibas a ser mi salvación, todo de ti, absolutamente todo de ti es lo que necesito. Te necesito, te quiero conmigo. Pero no quiero darte esta versión de mí.

─No...─Katsuki logró musitar entre sus pensamientos nublados por la confusión y el corazón del pelinegro se sintió inmenso contra su caja torácica, como si doliera su desenfrenado latido.

─Lo siento.─murmuró con un hilo de voz completamente roto, buscando desesperado la mirada de Bakugo, quien se negó a devolvérsela.─Lo siento.─repitió como un mantra, hipando cuando los sentimientos pudieron sobre su razón.

─Tú dijiste que eso sería la despedida. ¿Por qué me haces esto? Sigues haciéndolo, una y otra vez.─Katsuki sonaba apaciguado, como si por primera vez en mucho tiempo, se hubiese rendido ante una batalla. El corazón de Morikuro dio un brinco cuando escuchó aquellas palabras, sabiendo que realmente lo había perdido.

¿Estaba mal que Hachiro enserio no quisiese dejarlo ir?

─Perdón.─consiguió responder, conteniendo los sollozos que al final se ahogaban en su propia garganta. Pero sus lágrimas delatoras no dejaron de mojar sus mejillas. Katsuki le dedicó una mirada endurecida, seria e insulsa.

Y el aliento ahora, junto con su coraje, abandonó a Hachiro.

─Tus promesas nunca valieron una mierda, Morikuro.

El agarre sobre su pecho se intensifico al mismo tiempo en que el dolor se extendió a cada rincón de su ser. Hachiro no quería seguir llorando, pero sentía que merecía humillarle una y otra vez frente a Katsuki por todas las mierdas a las que le había arrastrado por su maldito egoísmo. Porque era una maldición que lo seguiría por el resto de sus días, mientras más cerca estaba de alcanzar la felicidad, más abajo el destino lo arrastraría.

Con todo el esfuerzo que requirió recomponerse, y aun con la voz destrozada, logró formular una oración sin trabarse. Una oración que, por más que doliera pronunciarla, sabía que sería elemental en aquella situación.

─¿Realmente arruiné todo?─Bakugo alzó una ceja, todavía enmudecido con su temple serio e inexpresivo─. ¿No me vas a perdonar esta vez?─Morikuro le sostuvo la mirada, a la espera de que su respuesta le diera una mínima esperanza.

Una esperanza de que podría quedarse a su lado aún conociendo sus imperfecciones.

─No lo sé.─articuló el peli-cenizo, ansiando a Hachiro─. Me va a costar.

Hachiro volvió a morder su labio inferior─. Me sorprende que algo le cueste al Rey de las explosiones o como mierdas te hallas apodado como héroe.─intentó bromear, con una risa rota que pareció más un llanto que otra cosa. Por supuesto, esto no causó mayor reacción en Bakugo─. Por favor, perdóname. Sólo te necesito a ti para saber que todo estará bien.

─¿Dirás que te matarás si te dejo ahora?─cuestionó un tanto frustrado Bakugo, quizás hasta con un deje de diversión o picardía. Los ojos de Hachiro recuperaron un brillo de esperanza tan pronto presenció el doble sentido.

─Si eso sirve para mantenerte a mi lado, lo haría. Así que, por favor.─arriesgando todo el ambiente que habían construido, Hachiro se acercó a Katsuki para tomar sus manos entre las suyas. Sus ojos se encontraron: plata y escarlata brillando bajo el reflejo de la luna sobre ellos. El rostro de Morikuro rogaba desesperado una oportunidad─. Me arrepiento, totalmente. Por favor, no me dejes.

Y Bakugo terminó asintiendo, dejando fundirse en el abrazo de Morikuro.
El llanto del pelinegro era fuerte, desgarrador, como si el miedo por fin estuviera drenándose de su cuerpo de aquella manera tan destructiva. Se aferraba a él con desespero y buscaba el calor en el gesto con anhelo, tan confundido con las emociones del momento que se comenzaba a fundir en un sueño profundo.

Dónde más encajarían dos piezas rotas si no era entre ellas mismas. Obligando a sus pedazos débiles a encajar mediante golpes y forcejeos sólo por la similitud entre sus reflejos. Se hacían creer mediante ello ser el uno para el otro, cegándose solos con un sentimiento de dependencia que pronto les pasaría factura a ambos. De distintas formas, pero igualmente autodestructivas.

Qué podían saber dos jóvenes sobre el amor si es un arte que se expresa de maneras abstractas.
Donde el pintor nunca sintió una profunda sensación como aquella y terminó dibujando la existencia de algo perfecto. Terminando por forjar una ilusión.

Ni Bakugo era perfecto, ni Morikuro tenía idea de lo que sus sentimientos eran realmente.
Pero, mientras sus trozos despedazados encajaban con tanta dulzura en aquel abrazo, en el mismo en el cual Katsuki acariciaba sus cabellos con un cariño irracional comparado con la lluvia de emociones que habían experimentado minutos atrás, Hachiro fue consciente de que de algo estaba seguro.

Como Katsuki, nadie podría ocupar un lugar en su corazón.

Se aferró a esa idea.

















pronto saldrá el epílogo y una nota de autor.
me gustaría saber sus opiniones.
lamento mi tardanza en actualizar, espero haber
alcanzado sus espectativas y de ser lo contrario, daré lo mejor de mí por mejorar el final.

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