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𝟎𝟑𝟑. bakugō

CAPÍTULO TREINTA Y TRES: BAKUGO
QUIRK TRAINING CAMP
( トレーニングキャンプ、日本 )

5:30 am

Hachiro lucía horriblemente destrozado.

Las ojeras marcaban las cuencas bajas de sus ojos, dejando en claro que las horas de sueño no habían bastado para darle un tiempo bueno de descanso. Sus mejillas estaban rojizas por el calor y su frente perlada, pues su futón había estado más caliente de lo normal y era culpa de Kaminari, que decidió abrazar sus piernas mientras dormía.
Su cabello azabache estaba mal peinado, demostrando unos rizos mañaneros anormales en él, justamente a falta de peine, y había intentado atar los mechones largos en una colita, pero se había perdido en el camino.
Otro punto que reclamar, era el color menos tostado que su piel tenía ahora, demostrando el desastre que la noche marcó en su piel.

Y envidiaba a Katsuki, parecía una lechuga de lo fresco que estaba.

Y Katsuki... Seguía siendo el mismo tsundere, gritándole a Hachiro que se veía como una mierda mientras por dentro se mordía la lengua para no pensar en lo tierno que lucía estando demacrado.

Aizawa los había citado a una parte del complejo del campamento, donde había lugar suficiente para que la clase 1-A y 1-B pudiesen entrar, sin embargos los de la segunda división no estaban allí. Y eso era algo que Hachiro agradecía, pues ver tantos adolescentes y hormonas perezosas juntas solo le provocaría ganas al azabache de lanzarse al suelo y rodar de sueño.

Bostezó, tapando su boca al instante con la palma de su mano.

─Buenos días a todos.─saludó Aizawa, con su típico tono de voz. Él siempre estaba dormido, nada nuevo.─Hoy iniciaremos el entrenamiento de refuerzo. Con esto podrán obtener sus licencias provisionales y prepararse para enfrentar situaciones cada vez más reales.─el profesor sacó de algún lado de su prenda una pelota de softball, igual a la de la prueba que hicieron el primer día.─Bakugo, lanza esto. Tu registro anterior fue de 705.2 metros, veamos cuánto mejoraste.

La mirada platina y curiosa de Hachiro voló hacia el rubio arrogante, quien con seriedad tomaba la pelota. Supo por la expresión que luego adornó su rostro que lanzaría su típica frase idiota deseándole la muerte a la pobre bola, y de alguna forma sintió pena por si mismo. Le impresionaba como sus tímpanos todavía seguían funcionales por los ataques brutales del chico en el Festival Deportivo.

─¡¡Muere!!

Viró los ojos, tenía razón.

El aparato en manos de Aizawa emitió un pitido, marcando el puntaje conseguido.─709.6 metros─. Hachiro sabía que a pesar de que la voz del sensei sonaba aburrida, estaba disfrutando mucho del rostro descolocado de Bakugo la no cumplir con sus propias expectativas.

─Eso no está ni cerca de lo que esperábamos...─murmuró Sero Hanta a su lado, ganándose así la mirada sorprendida de Hachiro. Al parecer no era el único sin miedo de tentar la suerte y hacer enojar a Bakugo.

Aizawa asintió, buscando palabras para empezar a hablar.─En estos meses ustedes han ganado mucha experiencia, y han crecido. Pero ese crecimiento ha sido principalmente emocional y técnico, es tiempo de concentrarse en el físico también. Así que a partir de hoy nos concentraremos en mejorar sus quirks.─Hachiro cerró los ojos, no quería ver la sonrisa macabra de su padrino, le provocaba vergüenza.─No me decepcionen.

Así dieron por comenzados los entrenamientos. Todos se habían desparramado por el terreno, recibiendo distintas consignas de parte de Aizawa. Hachiro se mantuvo al margen, escuchando atento las correcciones que podrían servirle a futuro, era el último en quedar a solas con el profesor. Eso ya de por si le daba una pista de que su entrenamiento no sería igual al de los demás, sin embargo se mantuvo quieto e inexpresivo, aguardando.

Se tomó un tiempo para observar en lugar pacífico en el que estaban. El bosque era frondoso, con los árboles elevándose de manera elegante. La naturaleza le gustaba en cierta forma, pero se había acostumbrado a la vida ajetreada de la ciudad. Inhaló con suavidad el aire fresco que desprendía el ambiente, sintiendo su nariz picar para terminar estornudando.

Aizawa lo miró por el rabillo del ojo, sonriendo levemente. Volteó en su dirección. Ya no quedaban más estudiantes de la 1-A a su lado.─Hiro, quiero que entrenes tu telequinesis.─comentó el mayor ganándose enseguida la atención de Hachiro, que se rascaba la nariz con el dorso de su mano.─A ciegas.─añadió.

El ceño de Hachiro se frunció, sin comprender muy bien a que se refería.

─¿A ciegas?─indagó, curioso.

Aizawa asintió.─No quiero que te asustes, pero estoy seguro de que puedes combinar tus koseis.─explicó con cansancio digno de él, Hachiro frunció más el ceño de ser posible. No estaba de acuerdo.─Les he dicho a tus padres que no puede tratarse de dos habilidades separadas, sino que tu propia mentalidad las divide.

Hachiro hizo una mueca, mientras movía las manos de forma frenética, buscando espantar sus palabras de su cabeza.─El quirk de mi madre es peligroso, Shota. Lo viste en el examen.─su tono de voz fue descendiendo con cada palabra, a la espera de que no se enojara por estar contradiciéndolo.

─Por eso mismo te estoy pidiendo que aprendamos a controlarlo.─con aquellas palabras que terminaron resonando en la mente del azabache menor, comenzó a moverse en dirección contraria a la suya. Pidiendo con acciones que lo siga.

Hachiro bufó por lo bajo, dejando libre su entrecejo y caminando de vuelta inexpresivo. Estaba demasiado cansado como para discutir, así que se limitó a caminar detrás de Aizawa. Bostezó un par de veces más, despidiéndose así de su perezoso ser y poner su máximo esfuerzo en seguir despierto.

Aizawa lo llevó a una zona montañosa, entre las rocas. Había una caja metálica, quizás de un metro de altura. Con curiosidad, alzó una ceja, esperando que la idea de su profesor y padrino no fuera meterlo ahí dentro. Desde su interior se podían apreciar cadenas en forma de esposas, y realmente el espacio se veía muy reducido.

Tragó saliva en seco.

─¿Me tengo que meter ahí?─preguntó mientras detenía su paso a la par de Aizawa. Este asintió, mientras se cruzaba de brazos.─¿Y qué hago?

Se encogió de hombros, moviendo su larga cabellera pelinegra a la vez.─Lo que sabes a hacer. Encuentra las piezas que desmontan la caja y escapa. Pero quiero que la destroces. Luego trabajaremos con otras cosas.─explicó con brevedad. A la vez, Aizawa dio la vuelta y se apoyó sobre la roca más cercana.

Pareció barrer el perímetro con la mirada, cayendo en cuenta de quienes estaban cerca suyo. Entre ellos, Katsuki Bakugo reventando explosiones en un lugar en el que los árboles no pudiesen dañarse. Miró con una sonrisa ladina y maliciosa a su ahijado, sabiendo bien que hacer para divertirse un rato con su vergüenza.

─¡Bakugo!─lo llamó el profesor, recibiendo la mirada rojiza y furiosa del adolescente, que al instante detuvo sus movimientos. Alzó su quijada, esperando. Aizawa solo miró de regreso a Hachiro antes de hablar.─Necesito tu ayuda.

Hachiro abrió los ojos como platos, sonrojándose levemente. Le dedicó una mirada mortal al adulto que solo se limitaba a ignorarlo olímpicamente. La simple idea de que Bakugo tuviera que ponerle esposas no le estaba jugando una buena racha en su mente, no era nada sano siquiera imaginarlo. Apartando el hecho de que también iba a hacer despegar el ego del rubio cenizo hasta la estratosfera.

Cuando Bakugo se vio a un lado de Aizawa, examinando ahora la caja con curiosidad, fue el momento en el que decidió calmarse. Hachiro respiró, exhaló e inhaló, encontrando un poco de calma en su ser. Odiaba ser un idiota enamorado, le quitaba la seriedad a la vida. Puso su mejor cara inexpresiva.

─Hay que encerrarlo en la caja.─Aizawa habló con tranquilidad, como si no supiera que la bestia de Bakugo iba a aprovechar cualquier ocasión para hacerle pasar vergüenza extrema.

La sonrisa psicópata que le dedicó a Hachiro, esa sonrisa, lo hizo sentir como si fuera a fallecer. Incluso llevó una mano a su nariz para comprobar que no estaba teniendo un derrame ni nada por el estilo.

Dio dos pasos hacía atrás, haciendo levitar pequeñas piedras con su telequinesis, preparado para lanzárselas si se atrevía a tocarlo.

─¡Quédate quieto, extra!─exclamó Bakugo, caminando en su dirección de forma intimidante, la cual claramente no causaba nada en Hachiro. Pequeñas explosiones brotaban de su dermis, apuntando directamente hacia el pelinegro de ojos platinos.

─Quiero verte intentándolo.─Hachiro lo desafió, y ese fue su error.

Ni siquiera le dio tiempo de actuar cuando ya lo había tomado de los hombros, haciéndole cosquillas para que cediera. Hachiro estaba muy seguro de algo: odiaba las cosquillas.
Las odiaba porque era un mecanismo de tortura que no estaba prohibido, obligaba a las personas a reír aunque estuvieran partiéndose de dolor, a expresar una emoción que no podía sentir en todo momento. Estaban forzándolo a reírse como un desgraciado sin siquiera ser sincero, simplemente era horrible y no lo soportaba. El dolor en las mejillas, estómago, y la sensación de que su rostro se calentaba al punto en que sus orejas llegaban a sonrojarse. Todo era insoportable.

Katsuki lo arrojó dentro de la caja, poniendo las esposas con brusquedad. Seguro le iba a dejar marcas.

Hachiro le dedicó una mirada de odio profundo. Entre la tensión, las cosquillas y las ganas de arrancarle su virilidad con unas tijeras, no sabía con cuál actuar, así que decidió hacer lo mejor que sabía: fingir.

Fingió que no le molestaba, que le daba igual estar en aquella situación. Como si su corazón no se hubiera estremecido cuando cerró la puerta de esa pequeña caja metálica, quedando resguardado en el interior de poco espacio. Podía sentir como el aire escaseaba en una cantidad importante, y como el silencio y oscuridad sólo era cubierto por su respiración agitada.

Desde dentro escuchaba a Aizawa hablar con Bakugo, pero sus voces se volvían distantes. Estaba un poco mareado.

─Aizawa, no creo poder hacer esto.─habló con dificultad. Tenía sus piernas contra su pecho, y no podía estirar sus manos hacia ellas. No tenía claustrofobia, pero de alguna forma podía sentir que las paredes se volvían cada vez más pequeñas.

Cerró los ojos, iba a actuar.

Dejó las sombras acumuladas cubrir el espacio entre sus falanges, escalando lentamente el antebrazo con su color negruzco. Sus venas poco a poco tomaron ese color, sin provocarle ningún dolor agudo por la medicina que había tomado antes. La esclerótica de su ojo derecho se volvió negra, y la pupila tomó un tono azulado, resaltando la cicatriz rojiza que Stain le había obsequiado.
Se concentró en su pensamiento, buscando entre las sombras una comunicación que pudiera rebelar la ubicación de los repuestos que mantenían el metal unido. Dar un golpe especial con ellas sería imposible, todavía tenía las esposas en sus muñecas.

Manipular un objeto sin verlo o conocer su ubicación exacta era lo mismo que caminar ciego. Un paso en falso podía terminar en la nada misma y en un feo dolor de cabeza que no se iría en horas. Sus sombras lo agotaban a cierto punto.

─Llevas cinco minutos, Hachiro.

¿Cinco minutos? No podía creer que el tiempo avanzara tan rápido.

Cerró sus ojos con fuerza, esforzándose lo máximo en encontrar las piezas que lo mantenían encerrado. De un momento a otro, su espina dorsal sintió un escalofrío que lo sacudió en su lugar, dando una fuerte patada involuntaria contra la puerta. Lo había logrado.

Sus manos se hicieron puños, y desarmó aquellas refacciones, dejándolas salir disparadas de donde provenían. La fuerza que mantenían firme contra las paredes de pequeño tamaño se desarmaron, cayendo rápidamente y dándole la oportunidad de levantarse tambaleando.
Estiró ambas manos, que aún poseían las cadenas en forma de esposas, haciendo levitar con una extraña bruma oscura las piezas restantes. Sus palmas estaban abiertas, revelando las venas negras, teñidas por las sombras, mientras que ese mismo tono comenzaba a surcar la esclerótica de su ojo izquierdo.

Las piezas, a la par en la que su palma se cerró, se chocaron entre sí, provocando un sonido insoportable de sus metales rozándose. Hasta que se convirtieron en una sola formación sin silueta, simplemente sus componentes destrozados hasta quedar irreconocibles.

Aizawa sonrió, mientras miraba de reojo a Bakugo: estaba sorprendido.

─Bien, gracias Bakugo, puedes seguir con lo tuyo.─el aludido asintió. Hachiro le dio una mirada a él también, con la respiración agitada y los ojos entrecerrados, mostrando la mutación de la oscuridad surcándolos.

Katsuki chasqueó la lengua.─Pareces un cuervo.─espetó, para seguidamente comenzar a alejarse de aquel espacio y volver a su entrenamiento.

Hachiro dejó que el color desapareciera de forma involuntaria, frunciendo el entrecejo mientras rodaba los ojos. Siempre tan amoroso.

─Puta triste, pelo quemado, cuervo. ¡Tus apodos son un amor, Katsuki! ¡Gracias por ser mi amigo!─Hachiro exclamaba aquello con sarcasmo, pero divertido en el fondo de su corazón. Recibió como respuesta un gruñido gutural que erizó su propio cuerpo, sacándole una sonrisa amplia.

Aizawa le hizo un par de señas para que continuaran el entrenamiento, sacándolo de sus pensamientos profundos.

Hachiro había tomado su baño junto a los demás, de forma tranquila y relajada. Aprovechó el tiempo que poseía libre para entablar una conversación parsimónica con Todoroki, que se veía un poco más distraído que de costumbre. Justamente, era en esos momentos que Hachiro estaba ayudando a transportar las verduras con su telequinesis, mientras sacaba temas para hablar con el chico de cabellos bicolores.
Hizo levitar un par de zanahorias hacia la plancha de madera que reposaba sobre su mesón, mientras atraía el cuchillo con un delicado movimiento de manos.

El objeto afilado llegó a su mano, lo tomó y comenzó con su tarea de cortar la zanahoria. Frente a él, Kaminari y Kirishima estaban mirando la rapidez en la que sus dedos comenzaban a moverse, comentando cosas sobre como les asombraba que no se cortara un dedo cocinando así de rápido.

En cierto punto, Hachiro suspiró, cansado por todo el día pesado de entrenamiento que habían tenido.─Es imposible que algo pueda lastimarme cuando me concentro en ello.─murmuró hacia los chicos, mientras seguía con sus ojos clavados en la parte afilada del cubierto.

Kaminari sonrió, dispuesto a comentar algo, Hachiro lo vio por el rabillo de su ojo, pero se detuvo y miró atento algo detrás suyo. Luego, su sonrisa sólo se ensanchó en una pervertida, alarmando al instante al azabache.─Kacchan parece estar pasándola bien con Uraraka-chan.

Kirishima hizo una mueca, a sabiendas de que eso no era bueno de mencionar frente a cierto pelinegro.

Hachiro frunció el ceño y volteó levemente sobre su lugar, encontrando a la castaña mirando los movimientos brutos del rubio cenizo como si fuera lo mejor del mundo.

Su nariz se arrugó en un tic y sintió un nervio en su ojo izquierdo titilar.

El filo rasgó la dermis de su dedo anular, dejando una cortada larga.

Hachiro volvió su vista al dedo ahora, que comenzaba a dejar la sangre salir a borbotones por la profundidad del rasguño. Alzó las cejas con sorpresa, comprendiendo pronto la sensación horrible de celos que había robado su concentración. Hizo un mueca, alarmando a los dos chicos frente a él que ahora estaban mirándolo.

─¡Hachi-kun, te cortaste!─exclamó Kaminari, casi saltando la mesa para ir a su lado y tomar un paño húmedo que estaba cerca.

Hachiro rodó los ojos.─No lo había notado, Denki.

Un rubor adornó las mejillas del aludido, que enredó el paño en el dedo del azabache. Hachiro se concentró en los orbes dorados de Kaminari mientras este cubría la longitud de aquella huesuda extremidad, haciendo una mueca cuando el ardor por fin se hizo presente.
Kirishima sólo se limitó a mirar de reojo a Todoroki, quien miraba así mismo de reojo al chico de dientes afilados. No eran de charlar entre ellos, pero cuando se trataba de Hachiro podían ser dos cómplices en un crimen organizado.

─¡Hachi-kun, ¿está bien?!─el grito de Midoriya fue lo que alertó al resto del pequeño accidente ocurrido. Ahora, no solo los ojos ajenos estaban sobre Hachiro, sino también los orbes carmines de Bakugo. Su mirada levemente preocupada cambió por una mueca de odio cuando vio a Kaminari tan cerca del pelinegro.

Hachiro suspiró, ignorando al resto.

─Si, me distraje.─contestó suavemente, mientras sus ojod continuaban analizando las facciones de Kaminari frente suyo.

Kaminari se rio, fuerte, pero sus palabras fueron contrarias a su actitud. En un susurro apenas audible para los demás, le musitó:─Mirando a tu platónico te distraes.

La cara de Hachiro se tornó de mil colores más opacos al rojo, dejando en evidencia que lo que fuera que el rubio había dicho había provocado su vergüenza y calidez subir a un nuevo nivel. Casi como la vez que dos de sus amigos lo vieron apenas cubierto por la cortina de su bañera, quizás hasta peor.
Al instante preguntas como si era muy discreto, o si era muy obvio con sus miradas furtivas y actitudes, eran muy obvias, pero se limitó a respirar con dificultad.

─No le digas a nadie.─murmuró de regreso, mientras a duras penas intentaba esconder su rostro de las miradas curiosas. Kaminari sonrió amplio y sincero, estirando las manos hasta lograr apretar las sonrojadas mejillas de Hachiro.

─¡Hachi-kun es muy tierno, me agrada ser su amigo!

Lo siguiente que Hachiro tuvo a su alrededor, fueron los brazos de Kaminari atrapándolo en un cálido abrazo. Con un poco de confusión, pero devolviendo el gesto con intensidad, pudo apoyar su mentón sobre la cabeza del rubio, siendo este unos cuantos centímetros más bajo que él.
Una sonrisa se formó en sus labios, no pudo contenerla.

─¡Oi, ustedes dos, dejen de jotear frente a mi! ¡Malditos extras de mierda!

Hachiro rodó los ojos al escuchar los gritos de Bakugo.

─Cállate, lagarto.

Tras comer y terminar de lavar todos los objetos que habían utilizado en la cocina, finalmente habían tenido la oportunidad de tocar las camas. Ya todos estaban prácticamente descansando, exceptuando un pequeño grupo compuesto por Kirishima, Kaminari, Sero y él mismo. Hachiro por su parte estaba dibujando un par de cosas en silencio, aprovechando la poca iluminación del lugar a su favor.
Los murmullos de los chicos llegaban tarde a sus oídos por el hecho de que estaban al menos cuatro futones lejos del suyo. De alguna extraña forma de la cual no se tomó el tiempo de analizar, Kirishima le había dicho que tome su lugar a un lado de Bakugo para ir él junto al chico de kosei eléctrico.

De vez en cuando, le era imposible no dejar la carbonilla del lápiz reposar entre sus falanges, para permitirle a sus ojos pasear por el entorno hasta caer en Katsuki. Estaba dormido, muy tranquilo. Notaba que el rubio dormía boca arriba, poniendo los brazos sobre su cabeza. Era algo que a Hachiro simplemente le pareció tierno.

Una sonrisa pequeña ablandó sus facciones, ya perdiendo completamente las ganas de dibujar.

─¡Hachi-kun!─el grito-susurro de Kaminari lo hizo asustarse, y lo demostró en sus acciones. Su espalda se jorobó, perdiendo la forma recta que tenía, y finalmente volteó hacía él con los ojos bien abiertos.─Cuéntanos una historia.

─¡Sólo una!─Sero apoyó la moción, pasando un brazo por los hombros de Kaminari.

Hachiro tan pronto escuchó sus palabras, soltó un sonoro suspiro. No podía creer que por simple capricho de ellos tendría que irse del lado de Katsuki. No habían entablado una mísera conversación desde que el rubio encerró a Hachiro en esa caja, a partir de eso simplemente se dedicó a evitarlo y entrenar por su cuenta.

Una idea azotó la mente de Hachiro, y sin acercarse comenzó el relato.─En un lugar muy, muy lejano, un par de idiotas curiosos creyeron muy lógico molestar a la persona equivocada cuando estaba muy cansada, y murieron de una forma brutal y trágica.─las miradas extrañadas y horrorizadas de sus compañeros eran un poema.─Dicen que pasa cada cien años, así que si no quieren ser los próximos dos idiotas no me molesten.

Dicha su última oración e ignorando los quejidos de los chicos, se limitó a acostarse en su futón por completo. Cubrió su cuerpo frívolo con los edredones preparados por él mismo antes. Apoyó su cabeza en la suave almohada, dejando sus ojos cerrarse por estar enfrentando directamente a Katsuki. No le gustaba dormir para el lado de la cama que no daba a la pared, así que era una costumbre que no perdería ni por su propia dignidad.
Con todo el cabello azabache desparramado en muchas direcciones, demostrando cuán voluminoso era de por si, su vista estaba completamente cubierta. Dormía de costado, abrazando un poco las almohadas a su alrededor, y esa vez fue igual.

Las cosas se desarrollaban bien en la tranquilidad de la noche, ya no escuchaba los murmullos de los chicos y supuso que se iban a dormir. Hachiro bostezó una vez más antes se proponerse por completo el caer dormido, pero una mano apretando levemente su muslo descubierto lo despertó totalmente.

Abrió los ojos con lentitud, encontrando la mirada rojiza de Bakugo escudriñar la suya como si pudiera ver su alma. Un sentimiento de confort se instaló en su pecho, esparciendo calidez por toda la zona, brindando al instante una suave sonrisa a sus inexpresivas facciones.

─¿Disfrutando la vista?─preguntó sin miedo Hachiro, mientras acomodaba uno de sus brazos debajo de su cabeza para obtener una mejor visión. Vio a Bakugo bufar y sintió la calidez solo incrementar en la boca de su estómago.

Hachiro en serio quería decirle a Bakugo lo que sentía.

No era estúpido, jamás lo fue. Menos despistado. Sabía que las relaciones amistosas no eran así, sabía muy bien que los amigos no lloraban cantidades ilimitadas el uno por el otro, también que aquél tipo de miradas expresaba algo más que un sentimiento de hermandad o de un cariño familiar. Había una chispa en esos ojos carmines, tan brillantes y expresivos como una fogata en invierno, derritiendo todo a su cálido paso. Bakugo dejaba todo a su libre interpretación con solo conectar sus orbes con los suyos, y amaba que esa sensación de nervios jamás desapareciera.

Pero no soportaba estar detrás de alguien constantemente, comenzaba a abrumarle.

Y a parte, Bakugo Katsuki lo había lastimado mucho. No sabía cuán lejos querían llegar a su lado.

Sus pensamientos se vieron apartados cuando una sábana blanca cubrió su cabeza, despeinando aún más sus cabellos oscuros, dejando tan solo una gran porción de la noche cubrirlos. Tenía la suficiente luz para ver esos ojos rojos que tanto amaba. Sintió su paladar secarse a la vez que la sensación cálida se extendía hasta su corazón, haciendo un presión molesta sobre el músculo.

─Lo que quieras decir, dilo ya, bastardo. No soporto tu tensión de mierda.─musitó en un murmullo apenas audible el rubio cenizo, cerciorándose de que nadie pudiese oír su conversación.

Hachiro hizo una leve mueca. Se recriminaba por ser tan obvio con sus pensamientos, mordiendo su labio solo pensó en que palabras poner en la mesa sin describir totalmente sus sentimientos.

Suspiró, solo un avance y el resto se lo dejaría a Katsuki.

Confiaba en él.

─Cuando nos conocimos pensé que eras molesto y ruidoso.─susurró aquello con tanta nostalgia, que lejos de hacer enojar a su compañero explosivo, este solo sonrió. A sabiendas de que la oscuridad no dejaría ver ese gesto escondido.

La mente de Hachiro viajó a ese momento fugazmente: los ojos rojizos de Bakugo viajando desde su lapiz en el banco hacia Aizawa con aburrimiento, con el ceño fruncido por haber discutido antes con él. También, la forma en la que volteó hacia él con una mirada que ahora si podía describir perfectamente: curiosidad. Para él, para Hachiro, el simple hecho de haber captado su atención ahora solo le daba serotonina suficiente como para sonreír.

─¿Y qué?─preguntó Bakugo, invitándolo a seguir.

Hachiro suspiró.─Lo eres.─ante sus palabras serias, recibió un fuerte golpe en su estómago. Seguramente, una patada.─No me dejaste terminar.─susurró entre palabras ahogadas por el dolor, mientras acariciaba la zona en búsqueda de recuperarse.─Lo primero que noté fueron tus ojos, son más expresivos de lo que crees.

─Vete a la mierda.─Bakugo chasqueó su lengua, dejando notar entre la casi nula iluminación su ceño fruncirse.

El azabache le dio una risa casi nasal, sonriendo por breves segundos para calmarse de vuelta.─Eres un idiota y te odio.─su tono fue tan honesto que logró hacer molestar a Bakugo, pero no le permitió interrumpirlo.─Te detesto tanto que termino siendo honesto conmigo mismo y me doy cuenta de que no es verdad.─Hachiro corrió su mirada platinada del punto muerto que observaba, asegurándose que las palabras llegaran justo a donde él quería.─Me doy cuenta de que no te odio ni un poco. Sólo...-

Katsuki lo interrumpió, con una risa desganada y ronca. Hachiro inmediatamente detuvo su hablar, a sabiendas de que algo interesante estaba por venir.

─Odias la forma en la que terminas dependiendo de otra persona.─Hachiro intentó formular una palabra para negar lo innegable, pero sólo termino en balbucear nervioso.─Sé como es el puto sentimiento. Sé cómo eres.

Se sintió más expuesto que de costumbre.

El temor de ser tan simple de leer.

─Eres... Un estúpido,─la voz ronca pero silenciosa del rubio volvió a captar su atención.─
...pero te soporto.─una sonrisa surcó los labios del de ojos platinos, no pudo evitarlo.─Aunque te rías como un enfermo mental, aunque te vivas quejando de tus mierdas.─Hachiro rodó los ojos, el agarre en su muslo pasó a ser una caricia algo áspera. Luego, se extinguió.─Como te atrevas a decírselo a alguien te mato, pero...

« Te envidio.

El corazón de Hachiro dio un vuelco en su lugar, bombeando más sangre de lo normal por todo el cuerpo, haciendo que los vasos sanguíneos del rostro se colorearan en un opaco tono rojizo.

¿Bakugo en serio estaba diciendo eso?

Hachiro parpadeó confundido.

El rubio suspiró, frunciendo el ceño aún más, de ser posible─Eres fuerte, lo sabes, lo saben todos. Te respetan y te quieren, aunque seas una mierda fría y rara. Y aún así...─la pausa hizo a Hachiro impacientarse, algo poco usual en él. Estaba nervioso y la espera lo mataba.─Puedes expresarte, sin miedo. Y eliges hacerlo conmigo. Eres un estúpido. Masoquista de mierda.

La risa nerviosa que se le escapó al pelinegro fue bastante alta como para ser oída por el resto, así que pronto tuvo que taparse los labios con ambas manos. Bakugo sólo lo miró con furia.

─Me gustan tus formas de consolar.─comentó divertido.

─Piérdete.

Sonrió aún más. Acercó su cuerpo voluntariamente al de Bakugo, con las rodillas chocando contra las suyas, y sus respiraciones mezclándose por los escasos centímetros que los separaban.
Bakugo tragó saliva duramente, intentando no provocar ruido que delatara su nerviosismo. Por su parte, Morikuro sólo podía sonreír con esa forma perversa que pocas veces dejaba salir al aire. Ahora él tenía el mando, él tenía la situación en sus manos. Y le gustaba el rumbo que tomaba.

─Sé que si sucediera, me buscarías.─una nueva sonrisa. Bakugo aparentó seguridad, acercándose él también. Solo hacía falta un pequeño movimiento y sus labios encontrarían los del contrario. Un leve empujón, un detonante.─No puedes vivir sin mi, ¿ah?

Y la cagó.

Katsuki se separó bruscamente, destapándolos en el proceso, dejando ahora su ceño fruncido y facciones molestas a la luz de la luna. Hachiro se maldijo en su interior por ser un bocazas, haciendo una mueca rara con la comisura de sus labios cuando notó un par de miradas extrañadas sobre la escena.
Vlad King, profesor tutor de la 1-B, y Aizawa, estaban despiertos, y mirándolos desde el pequeño cuarto que daba enfrente a donde sus futones estaban.

─¡¿Quieres que te golpee?!

─Te dejaría que me pises, de ser posible.

Un sonrojo nuevo, eso bastó para que las cosas se fueran de sus manos. No tenía al rubio encima suyo golpeándolo como un animal gracias a la suerte de las cintas de Aizawa deteniendo a Bakugo justo antes de culminar su intento de homicidio.
Con una amenaza de castigo, los mandó a ambos a dormirse antes de que se arrepintiera y los enviara fuera del complejo a descansar. No había mucho que discutir, así que obedecieron sus condiciones.

Bakugo creyó que Hachiro había caído dormido rápidamente, sin pensar mucho en lo que había sucedido antes. O al menos eso le hacía creer su silenciosa respiración acompañada por el vaivén de su pecho, o el como sus pestañas densas se estiraban sobre sus párpados. Tan tranquilo que lo hizo suspirar, el rubio esperaba adrede el momento en el que la conciencia de Morikuro estuviera en paz.

Chasqueó la lengua, sintiéndose ridículo por sus acciones.

Claro que eso no evitó que su dedo índice se enterrara en la mejilla del rubio, acariciando la zona suave de la piel contraria. Como si la punta hormigueante de su dedo comenzara a trazar una línea imaginaría sobre su piel levemente bronceada. En su propio rostro un sonrojo apareció, causando que retirara la mano rápidamente y le diera la espalda.

Si tan solo pudiera decir esas simples palabras.

perdón si bakugo es
muy o.o.c en esta fic,
intento lo mejor que puedo.
es difícil tratar
con alguien así, en especial
porque en la vida realista
una relación así es sumamente
tóxica y autodestructiva, creo que
por eso me gusta katsuki.

anyways...
desde ya perdón por los
caps que se vienen.

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