𝟎𝟐𝟗. sunset
CAPÍTULO VEINTINUEVE: ATARDECER
MUSUTAFU, JAPÓN
Katsuki Bakugo,
Sus pisadas eran fuertes y despiadadas contra el acero, marcando un ritmo violento poco típico de él. Su ceño fruncido hacía esfuerzo en mantener las lágrimas causadas por el sentimiento de angustia dentro de sus glándulas lagrimales. No las quería dejar escapar, no quería ser el débil que lloraba por las noches con la cabeza escondida entre las almohadas, ese Bakugo vulnerable del que nadie sabía su existencia.
Justamente la persona más cercana a conocer cada uno de sus secretos era el idiota de cabellos azabaches y ojos platinados rozando el blanco.
Y Dios, que Katsuki no tenía más palabras en su diccionario para insultarlo.
─Estúpido extra, estúpido Morikuro.─murmuraba entre dientes mientras sus pasos se detenían, viéndose obligado a mantener la fuerza de voluntad para no llorar en la calle. Su corazón le dolía, no, le ardía a horrores.
No tenía ni una mínima idea de que le estaba sucediendo, de por qué la estúpida broma que había hecho el pelinegro le había dolido tanto. Pero la sensación de su corazón comprimiéndose, de sentir que todo aquello estaba y terminaría mal, no abandonó nunca su pecho. Su estómago también acompañaba, sintiendo el reflejo del vomito cerca de su garganta.
Quería lastimarlo, hacerle sentir todo lo que le estaba causando. Katsuki jamás había planeado tener sentimientos por él, tampoco le interesaba aceptarlos, pero de alguna forma u otra predecía que el no hacerlo iba a concluir en salir herido. Pero era culpa de Hachiro Morikuro el haber llegado ese día temprano a clases, de haber tomado justo ese asiento a su lado que nadie quería poseer por miedo a su personalidad. Fue su culpa que sus bonitos ojos platinos combinaran tan bien con el carmín de sus propios orbes.
Fue culpa suyo que su corazón se acelerara con cada acercamiento, o que el deseo de superarlo fuera mayor. Al principio creyó que había encontrado un oponente digno, alguien con la fuerza mental y la estabilidad emocional indicada para ser su mejor aliado. Pero solo descubrió se trataba de las máscaras que usaba ese azabache, y la necesidad de protegerlo emergió de su pecho.
Azabache... A Katsuki le gustaba el color, la textura y más que nada el olor de su cabello. En especial cuando acababa de salir de la ducha, siempre tenía el reflejo de enredar sus manos en él y tirar hasta que doliera, para tener luego la excusa de llamarlo "maricón" y acariciar la zona lastimada.
A veces tenía recuerdos con el "estúpido Deku", recordando la amabilidad grotesca de él. Era así con todas las malditas personas, queriendo ganar el apoyo incondicional de los otros. Se ganaba el amor de otros, cosa que él nunca logró hasta conocer al azabache. Sacaba todas sus buenas cualidades a flote, y le gustaba.
Se sentía vulnerable y por más extraño que fuera, le gustaba. Porque, mierda, tenían quince años. Les quedaba toda una vida por delante como para ser una mierda siempre.
Bakugo no quería ser una mierda con Hachiro, temía realmente lograrlo. Temía apartarlo de su lado. No quería que su azabache terminara siendo un segundo Deku en su vida, su corazón se encogía con ese pensamiento.
Pero en esos momentos tenía el deseo de matarlo. A él y al "estúpido de pelos de mierda". Haber visto el rostro sonrojado de Kirishima, le daba más furia de la que podía aguantar. ¿Por qué le avergonzaba tanto una broma, eh? No podía evitar pensar en que sí existían sentimientos encontrados en ese extraño dúo.
Nadie era mejor para Hachiro que él.
¿Debía actuar?
No necesitaba una pareja, era un estorbo y una pérdida de tiempo. Pero, quizás si quería perder su preciado tiempo para sacarle no una, sino miles de sonrisas a ese chico de ojos plata y mirada exclusivamente dulce para él.
Su labio inferior tembló con la ira de no saber que hacer.
─Katsuki.
Los ojos del aludido se abrieron con sorpresa, haciendo que las lágrimas automáticamente desaparecieran. Se tranquilizó y preparó mentalmente su imagen de siempre, frunciendo el ceño en un perfecto ángulo de ochenta grados, y girando con una sonrisa burlesca. Casi socarrona.
─Maldito extra, ¿también te me vas a confesar a mi? ¿No te alcanzó con el idiota pelos de mierda?─dejó hablar el rubio cenizo, escondiendo su molestia detrás de un manto de superioridad, juzgando al pelinegro que de alguna forma lo había alcanzado.
"Por favor, hazlo." Fueron sus pensamientos.
Hachiro hizo una mueca de incomodidad, sonriendo tímidamente al final. Katsuki Bakugo rodó los ojos, no solo porque actuaba como un estúpido, sino también porque con esa tonta reacción su corazón se había disparado a mil latidos por segundo.
─Lo siento, estaba aburrido y Kirishima se sonroja fácil.─explicó Hachiro con tranquilidad. Eso molestó a Bakugo, siempre era tan bueno expresándose sin hacerlo realmente, como guardando y controlando cada paso, cada sensación que tenía. La única manera de ponerlo nervioso era acorralándolo.─¿Puedo acompañarte?
─Tch.─chasqueó el peli cenizo.─¿En serio estás tan obsesionado conmigo?
─No te creas la gran cosa, pedazo de mierda.─antes de que Bakugo pudiera decir algo en respuesta, la mano de Hachiro le dio un suave golpe en la frente.
Una vena se marcó en la frente de Katsuki.
─¿¡A quién le dices pedazo de mierda, bastardo hijo de puta!?
Hachiro se tomó la libertad de reír, haciendo crecer un sentimiento dentro de Bakugo. La furia fue en aumento, estando muy cerca de lanzarse arriba suyo para darle un golpe y cerrar su maldita boca.
Sin embargo, fueron rápidas las acciones del pelinegro, rodeando por completo a Katsuki para comenzar a avanzar en dirección a lo que era su hogar.
─Vamos, Aizawa se va a reír de mi si llego antes.─murmuró mientras le regalaba una pequeña sonrisita, dejando anonadado una vez más al rubio.
Dejaron de prestarle mucha atención al entorno que los rodeaba a ambos, en las calles ahora adornadas por el tenue brillo del ocaso. Katsuki suspiró disimuladamente, mientras comenzaba a avanzar en dirección al pelinegro que se le había adelantado. En otra ocasión eso hubiera molestado su mal genio, pero quizás no quería admitir que le gustaba ver el cuerpo de su compañero ser un perfecto contraste con el espacio.
Se sonrojó sin quererlo, ganando furia con dicha acción.
─¿Te estás quedando con Aizawa?─preguntó con si típico tono molesto, pero sus cejas habían abandonado esa pose furiosa que poseían, demostrando la neutralidad en su ser.
Hachiro movió levemente la cabeza, notando como Bakugo había tomado lugar a su lado, remarcando la apenas notoria diferencia de alturas entre ellos.─Por ahora.─antes de que el silencio fuera muy incómodo, el pelinegro pareció comprender que Katsuki no sacaría mucho tema de conversación y que debía acoplarse a ello.─Para cuando terminen los exámenes ya me habré mudado, les quedan pocos papeles a mis padres para hacer legal la mudanza.
Katsuki asintió, conformado con la respuesta.
Los minutos avanzaban conforme a sus pasos, donde el silencio comenzaba a reinar. Bakugo estaba molesto, sabía que la casa de su sensei, donde Morikuro se hospedaba, quedaba mucho más lejos de su hogar. Estaba tan solo a unas cuadras, pero eso no evitaba que el pelinegro quisiera acompañarlo. No quiso pensar mucho sobre ello, pero su mente sola divagaba en ideas del por qué.
─Me gusta.
El corazón de Katsuki se paralizó ante las palabras del pelinegro que habían sido inesperadas, pero su rostro logró disimular la sorpresa.
─¿Qué mierda?
─Las tardes, es el mejor momento del día. En mi departamento me sentaba en el balcón y dibujaba con el sol poniéndose.─las palabras tanteaban el terreno con algo de timidez, algo que era entendible siendo que muchas veces a Katsuki le importaba poco o nada lo que las demás personas pronunciaban.
El rubio cenizo frunció el ceño, sin comprender el punto al cual quería llegar.
Se detuvieron pronto frente a su hogar, y fue allí donde se tomó la molestia de recorrer el cielo con la mirada. Los tonos anaranjados se mezclaban con el amarillo, celeste y violeta. El sol, se escondía de la noche entre las montañas de Musutafu, dejando los últimos rayos alumbrar la ciudad con un fulgor cálido. Hasta parecía que la fauna y la flora escasa en la zona urbana comenzaba a relajarse, notando como hasta los árboles de cerezo dejaban de perder la fuerza del viento moviendo sus hojas rojizas.
Realmente era algo bonito, y lo más cercano que tenía para comparar aquel hecho natural, era al pelinegro de cálida mirada frente suyo.
Sus ojos platinos, el derecho era cruzado por una cicatriz rojiza, apagada. Una nariz atípica y respingona, y unos labios carnosos. Se preguntaba cuál sería su sabor, si eran dulces o amargos, pues jamás tuvo la valentía de probarlos. Incluso, indagaba en lo más profundo de su ser si el piercing le daba un sabor metálico o frío al contacto, o cómo se sentiría este contra su propia lengua. Luego su vista pasaba a su cuello, el cual tenía escasos lunares, quizás unos tres, justo como en su rostro. Su piel tenía tonos más bronceados, eso le atraía mucho, esperaba que sus marcas en la tersa zona; únicamente adornada por otra cicatriz, pudieran ser visibles.
─Se me hará tarde.─murmuró con parsimonia Hachiro, arreglando involuntariamente su cabello. Desató la colita que había armado de forma desigual, revolviendo su melena azabache entre sus largos y huesudos dedos. Luego volvió a armar el mismo peinado, todo ante la mirada expectante de Katsuki.
Quería saber cómo se sentiría enredar sus dedos en su cabello. O como podrían verse sus ojitos platinos mientras reía, siempre se achicaban y pequeñas arrugas se formaban en sus costados. No tenía hoyuelos, eso lo había notado Bakugo, pues sus mejillas no eran muy carnosas.
No quería que se fuera.
─Como sea.─murmuró Bakugo fingiendo molestia, mientras afirmaba el agarre en la correa de su bolso. Iba a darse vuelta, pero su propio instinto le dijo que aguardara unos minutos, porque lo que quedaba valía la pena ver.
El sol estaba promulgando sus último rayos cálidos, alumbrando con su tenue luz todo lo que estuviera frente suyo. Hachiro tenía una leve sonrisa en el rostro, mientras pequeños mechones de su cabello azabache cubrían su cara, dándole el toque cuando el viento comenzaba a soplar y a mover estos.
Parecía la escena de una vieja película.
Los ojos platinos brillaban por la oscuridad que contrastaba la parte delantera de su cuerpo, recibiendo todo el brillo de la luz en su espalda y cabello, dejando una obra maestra pintada frente a Bakugo, quien tenía la boca levemente abierta.
─Gracias por las molestias, Suki.
Bakugo frunció el ceño, teniendo sentimientos encontrados por el nuevo apodo.
─No me llames así, Hachi de mierda.
Hachiro abrió los ojos en grande al escuchar aquello, pues nadie en toda su vida lo había llamado de esa forma. Desde el centro de su pecho, la necesidad de reír nació, dejando salir suaves carcajadas que embelesaron por completo los oídos de Katsuki, por más exageradas que fueran. El rubio cenizo lo vio llevar ambas manos a su estómago, evitando doblarse de la risa.
─¡Oi, ¿de qué te ríes bastardo?!─preguntó exaltado, sin entender que parte de lo que dijo había sido una broma. Ese "maldito emo sucio" le estaba provocando cosas raras, y ya quería dejar de encontrar nuevos sentimientos, pensaba que no había otro nivel de enamoramiento. Pero cada vez que escuchaba su risa se sentía en el paraíso.
Hachiro suspiró, sonriendo con sus dientes.─No es nada, lo siento.─movió la cabeza levemente hacía un costado, sonriendo ahora sin mostrar su dentadura.─Buenas noches, Katsuki.
Su corazón iba a dejar de latir en ese preciso instante, porque cuando el pelinegro se volteó contra el atardecer, sus ojos se iluminaron con las distintas tonalidades del cielo, dejando una sensación agria de desesperación en Bakugo. Quería tomarlo del brazo y atraerlo a su cuerpo, sin dejarlo escapar. Y se preguntaba por qué no lo estaba siendo, por qué no actuaba si era lo que deseaba en esos momentos.
Odiaba a la lógica que todavía luchaba contra su obstinado corazón, la odiaba.
─Vete a la mierda.
Otra risa tonta más, y los pasos alejándose. Aquello fue lo último que escuchó Katsuki antes de entrar a su casa con el corazón latiendo muy rápido. Se dejó caer contra la puerta una vez dentro, llevando sus manos a la zona de su caja torácica mientras una irregular y rara sonrisa se posaba en sus labios.
Mitsuki Bakugo escuchó la llegada de su hijo y sorprendida por la escases de gritos, asomó la cabeza para ver si todo iba en orden, llevándose la sorpresa de verlo tirado en el suelo y con una mueca extraña mientras acariciaba la tela sobre su pecho.
─Te ves como un tonto enamorado.─comentó dubitativa, sin saber bien si preocuparse o sentirse feliz por su hijo. Aunque no duró mucho, pues su comentario sacó a la bestia de siempre de su cueva, escuchándose ya explosiones.
─¡CÁLLATE, VIEJA BRUJA!
Hachiro, ya alejado y con una mirada algo triste por un raro sentimiento de rechazo en su pecho, obtuvo una sonrisa instantánea al escuchar las explosiones desde la casa Bakugo y los gritos de su amigo provenir de esta.
Algunas cosas no cambiaban.
buenos días! pido disculpas por no actualizar antes, pero tengo muchos caps para subir este sábado. les dejo este de adelanto.
he aquí mi excusa: escribí el capítulo del rescate de bakugo y lo posterior, y estuve llorando mucho como para tener pensamientos positivos y escribir cosas lindas, así que esto lo hice nostálgica.
amo mucho esta pareja, ojala ustedes sientan lo que yo ah, pero mi mayor deseo es que mi personaje haga lo que yo deseo causar en katsuki; un sentimiento de hogar y confianza, con la explosividad de un amor correspondido, lleno de nuevas aventuras y desafíos constantes. ahre me puse re maricons, chau <3
btw, seamos amiguis si son como yo y le tienen ganas a toga 🕴️
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