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Estrellas

Existen veces donde debes alejarte de cierta persona bajo cualquier circunstancia. No importa lo mucho que no te puedas imaginar una vida sin ella, porque aunque alejarte sea lo que más te duela en el mundo, lo mejor es la distancia. Aunque parezca que eso te está matando, aunque cada segundo se sienta como que no puedes seguir soportándolo... Lo mejor es huir y nunca más mirar hacia atrás. Tienes que recordarte que lo haces por tu bienestar, tu salud mental, tus sentimientos y tus emociones. Tienes que priorizar cuidar de ti mismo, porque al final, por mucho que ames a esa persona, ella no te puede traer felicidad, porque claramente no es una persona que deba estar en tu vida. Así que aunque sea entendible que suframos por alguien, pues somos humanos, llega un momento donde se vuelve dañino y debemos cortarlo de raíz, y debemos hacerlo por nosotros mismos. Por reconocer que merecemos algo mejor. Por reconocer que valemos más que eso, porque aunque en ese momento no veamos lo valiosos que somos, podemos trabajar para darnos cuenta de que importamos más de lo que creemos y no tenemos que estar atados a una persona que sólo nos mantiene en su vida por obligación.

Después de tanto tiempo maté todo lazo entre mi padre y yo. Le puse fin a tan amargo dolor y no tuve que esperar que alguien más lo hiciera por mí, pues yo mismo decidí que ya era suficiente. ¿Para qué preguntarme a mí mismo la razón por la que él no me quería? Si aún siendo una pregunta natural de mi parte, el hijo no amado por su padre, aún así no llegaría a ningún lado intentando conocer el porqué, ya que nunca obtendría respuestas en una conversación que siempre tenía a solas con mi mente. Y lo único que haría sería torturarme y quebrarme a mí mismo cada vez más.

Estaba cansado de sentirme tan roto. Si estaba tan destruido, ¿por qué tenía que seguir trayendo más dolor a mi vida? ¿por qué no sólo todo se detenía?

Él no me amaría, pero al menos tenía gente que sí estaba ahí para mí y debía aprender a valorarlas, porque esa gente sería un apoyo en mi largo camino de la vida, donde aprendería muchas cosas nuevas. Quizá hasta aprendería del amor propio y la felicidad genuina, quizá las cosas podían cambiar. Quizá un día todo estaría bien y ni siquiera pensaría en mi padre.

Zhang Hao pasó la noche en casa con mamá y conmigo. No había nadie en su casa, así que él no podía volver aún. Se suponía que luego del viaje dormiría en la casa de Matthew hasta que llegara su mamá, porque era su mejor amigo y la señora confiaba en los padres de Matthew, pero Zhang Hao mismo había dicho en voz alta que tenía muchas ganas de dormir junto a mí.

Y claro que yo estaba feliz de que se quedara, en este poco tiempo mis momentos junto a él se habían convertido en mi mayor tesoro. Además, mi madre también estaba emocionada con la idea de que Zhang Hao se quedara. Incluso nos propuso una noche de películas y compró dulces para nosotros.

Al final todos nos recostamos juntos en el sofá a ver películas de comedia, muriendo de la risa juntos. Amaba que cuando Zhang Hao reía, buscaba mis ojos con los suyos y se quedaba viéndome fijamente mientras sus ojos se arrugaban en las esquinas y él, sonrojado y mirándome atento, se reía de manera tierna. También amaba cuando dejaba su cabeza en mi hombro para seguir riendo y en general amaba tenerlo cerca y sentir su aroma. Además, yo tampoco podía evitar buscar su mirada cada vez que tenía ganas de reír sin parar. Y también había visto el cariño con el que mi madre nos observaba reír juntos y caer en los brazos del otro para más risas.

El teléfono de Zhang Hao sonó incontables veces. Matthew no paraba de enviarle mensajes y llamarlo, pues Zhang Hao me lo dijo y en cuanto fue a revisar quién era, y para mi sorpresa, no estaba afectado en lo absoluto. Era como si nadie pudiera arruinar su felicidad en ese momento, y tan sólo porque estaba en compañía de mi madre y también porque yo estaba ahí. Porque ambos estábamos ahí con él y eso era genial.

Mi teléfono tampoco paró de sonar. Era mi padre, llamando y mensajeando sin control alguno. Pero esta vez fui yo quién no estuvo ahí para él, sin importar lo mucho que insistiera.

Hao apagó su teléfono para que Matthew no molestara más, dicho en sus propias palabras.

Entonces yo sonreí y también apagué mi teléfono, porque tampoco quería ninguna molestia en tal momento de pura felicidad.

Vimos unas cuatro películas y luego nos quedamos los tres dormidos en el sofá. No fue cómodo, pero no importaba que no fuera cómodo cuando nos sentíamos en tan agradable compañía.

Mamá amaneció en el suelo. Hao y yo tomamos el sofá entero para ambos.

Y como si fuera poco, amanecí entre las piernas de Hao, con mi rostro hundido en su estómago y abrazado a su torso fuertemente. Él estaba durmiendo boca arriba y no se veía en una posición cómoda, con sus piernas a cada lado de mis caderas, rodeándome como de manera protectora con sus brazos, abrazándome y aferrándose a mí como si fuera lo que más quisiera cuidar en el mundo. Y aunque la posición fuera rara, en cuanto desperté y miré su rostro, él lucía tan relajado y feliz durmiendo, que sonreí con toda la paz del mundo e incluso me aferré más a él para seguir durmiendo.

Finalmente ambos despertamos por la tarde y en cuanto nos encontramos abrazados y con nuestros rostros cerca, no hicimos más que sonreírnos al mirarnos a los ojos.

Mamá nos llamó a comer y por alguna razón cada momento, cada segundo y cada pequeño instante parecía ser obra del destino. Era como si todo estuviera perfectamente en su lugar.

Se sentía correcto, se sentía bien. Nos sentíamos felices.

Mamá hacía waffles y bromeaba con nosotros, haciéndonos reír por sus ocurrencias.

Hao y yo decidimos ayudarla en la cocina, entonces en nuestro hogar reinó las risas por parte de todos, las conversaciones entretenidas y el olor a waffles.

—¿Saben qué? Creo que aprendí lo que es el amor. —nos confesó Hao de la nada, y mi corazón dolió al ver cómo miraba en mi dirección al soltar aquellas palabras.

—A ver, pequeño. Dime lo que es el amor. —sonriendo con dulzura, mi madre posó toda su atención en él.

—Es un sentimiento genuino hacia otra persona. Un sentimiento que no lastima, que sólo quiere lo bueno para esa persona que amas. Un sentimiento que muchos confunden con algo explosivo que te hace llorar eternamente, pero lo cierto es que, al menos para mí, el amor se siente exactamente cómo este momento que estamos viviendo, despreocupados haciendo waffles y haciéndonos felices entre nosotros. Creo que el amor es quererle hacer bien al otro y ser un apoyo sin esperar nada a cambio, no herirte y herir a otros por tu concepto de entregarlo todo. Porque sé que el amor es algo puro, y sé que el amor no es una pesadilla. Al menos ahora sí lo sé. Gracias al amor tienes la mayoría de tus mejores días, porque el amor está en todos lados. En tu madre, Hanbin. En ti. En mí. Y también ojalá pronto también esté en uno que se dirija hacia nosotros mismos, porque así podríamos ver incluso más claramente que el amor es amable. Y al menos yo quiero quedarme con este concepto del amor.

Ante cada palabra de Zhang Hao, algo crecía cada vez más en mi pecho. Y creo que eso que crecía era mi amor por él, entonces pude sentir ese amor amable del que Hao hablaba, pues era igual al amor que sentía por él y por mi madre.

—Cien puntos para el pequeño Hao. —riéndose, mi madre palmeó afectuosamente el hombro de Hao, haciéndolo sonreír con ganas. —¿Y tú qué piensas, Hanbin?

—Creo que el amor debe ser exactamente lo que estoy sintiendo en este momento. —confesé sin más, perdiendo mi mirada en Zhang Hao.

Porque él también me estaba mirando, atento y feliz de tener su mirada conectada a la mía. Su rostro tenía un brillo especial.

—Bien, creo que hemos aprendido mucho últimamente. Aprendimos que todos somos rosas y también aprendimos lo que es el amor. —suspirando, mi madre nos miró cómo si de alguna manera estuviera orgullosa de nosotros —. ¿Les digo un secreto? La vida se trata de eso, aprender cosas nuevas e ir creciendo como persona.

Podía creer que era así, porque mientras más cosas descubría, encontraba una motivación nueva para seguir adelante.

—Rosas... No todos tenemos que ser rosas. —mencionó Zhang Hao de repente.

—¿A qué te refieres? —mi madre arqueó una ceja, pensando que era imposible que le llevara la contraria.

—Nada malo. Sólo que hay muchas cosas con las que comparar a una persona, no sólo rosas. También podemos ser estrellas, porque el punto es que, siempre seremos el tesoro de alguien, siempre le iluminaremos la vida a alguien y siempre alguien nos iluminará la vida a nosotras. Como una estrella. No importa qué estrella seas, todas brillan para alguien. Sin importar lo lejos o cerca que estén, ahí está su brillo y lo sabemos. La cosa es que al final de todo todos valemos lo mismo, y valemos mucho. Porque ahí están las personas que nos aman, como dijo la señora Sung ayer, somos preciosos y únicos para alguien en esta tierra y sólo falta que nosotros mismos veamos lo preciosos que somos para darnos cuentas de que todos tenemos el mismo valor especial, empezando por nosotros mismos. —suspirando, de un segundo a otro Hao estaba estirando su mano hacia la mía, para tomarla en la suya con fuerza y mirarme a los ojos con sinceridad para decirme: —Y quiero decir que ante mis ojos, aunque todos sean estrellas, por lo menos para mí eres la que me está iluminando.

Sentí mi rostro caliente luego de sus honestas palabras. Seguramente estaba rojo hasta las orejas.

Aún me faltaba mucho por aprender en la vida.

Aún me faltaba descifrar el amor propio.

Pero estaba bien comenzar conociendo sobre el amor, con lo que sentía hacia Zhang Hao y mi madre.

Sería un camino largo, muchas cosas pasarían en la vida y muchas rutas se enredarían. Pero por primera vez podía ver la opción de un final feliz y eso era parte de avanzar y cerrar ciclos.

Al menos ya sabía que valía lo mismo que todos los demás.

Que yo importaba.

Que yo era la estrella de Zhang Hao...

Y él la mía.

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