❝ 03.- Fascinación. ❞
La manera en que Michael llegó más que animado a su casa fue extremadamente sorprendente, la sonrisa que poseía el cantante era en cierta parte escalofriante, el hombre no dejaba de sonreír en ningún momento, poseía una sonrisa embobada, que expresaba su encanto hacía algo desconocido para sus guardaespaldas ¿Que o quién era aquello que tenía tan así a su jefe?.
Ambos hombres solo se quedaron mirando al rizado de cabellos largos, quien no dejaba de tararear y sonreír en el regreso a casa, lo animado que los saludó, su reacción luego de ver a la señorita Collins, fue sumamente insignificantemente a comparación de la emoción ahora expresada ¿A quien había conocido? ¿Acaso habrá sido una encantadora mujer? ¿Que tan encantadora habrá sido ella para tenerlo así?. La mente de uno en especial divagaba bastante, el apreciaba bastante a su jefe, era como un hermano para el, y tenía la necesidad de conocer a quien lo mantenía así, a quien con solo conocer por cuestión de horas dejo tan encantado al rizado, él debía de asegurarse de que sea la mejor mujer para Jackson, lo que menos deseaba era que ese hombre supiera a causa de algo o de alguien.
Bill, el hombre preocupado, dirigió su mirada hacia Michael, quien continuaba tarareando, mirando el cielo nocturno de la ventana del carro, con una sonrisa encantadora y brillante, mostrando de una hermosa manera sus tan cuidados y perfectos dientes.
— ¿No es acaso una hermosa noche? ¿Vieron la luna? Está bellísima.
El destello en los ojos del hablante no pasó desapercibido para ambos trabajadores.
— La luna nunca había estado tan bella ¿O es que acaso nunca la aprecie con detenimiento?.
Definitivamente deberían de averiguar que había provocado ese notable rastro de encanto en él.
— Creo que nunca aprecié de la mejor manera la Luna
Mientras tanto la mente de Michael se encontraba divagando en su recuerdo.
El recuerdo se deslizó por mi mente como una cinta de película vieja, con bordes desgastados y colores desvaídos. La música, un torbellino de jazz vibrante, se mezclaba con el murmullo de las conversaciones en aquel gran "local". Era una de esas fiestas de Hollywood, donde las estrellas brillaban más que las luces.
Y entonces, la ví, acercándose a mi con una sonrisa, yo presa de pánico por su gran belleza. Entre la multitud, su belleza se alzaba como un faro en la noche. Su vestido rojo, un torbellino de seda, se movía con gracia mientras reía con un grupo de amigos. Sus ojos, color marrones oscuros, brillaban con una alegría contagiosa.
En ese momento, el mundo se redujo a ella. Las conversaciones se apagaron, la música se desvaneció, solo existía ella. Una vez la tuve delante mío, fue más maravillante el verla, ella me saludó cortésmente, como toda una mujer educada, estaba impulsado por una fuerza invisible que me decía "perfecta", y me encontré hablando con ella, maravillado con su manera de actuar. Sus palabras, suaves y llenas de inteligencia, audacia y diversión me cautivaron. Sus risas, melodiosas como el carillón de un reloj antiguo, me llenaban de una alegría inexplicable.
La noche se deslizó como un sueño. Recuerdo su sonrisa, radiante como el sol de la mañana, y la forma en que sus ojos se iluminaban cuando hablaba. Recuerdo la calidez de su mano en la mía cuando casualmente las rozamos, la sensación de conexión que me recorrió como una descarga eléctrica.
Pero la fiesta terminó, como todas las fiestas, y ella desapareció en la noche. La recuerdo como un fantasma, un sueño fugaz que dejó una huella imborrable en mi corazón.
La fiesta de Hollywood, las estrellas, el glamour, todo se desvaneció. Solo ella, la mujer de ojos marrones encantadores, quedó grabada en mi alma, un recuerdo que me persigue como si hubiera Sido de hace muchísimos años, cuando tan solo han pasado algunas horas.
~
— Señor Jackson ¿Se encuentra bien?, está muy pensativo.
— Estoy de maravilla Javon, no te preocupes...¿Por qué estaría mal?, hoy a sido un día encantador, aunque también agotador.
La melodiosa risa del rizado se hizo presente en el lugar, el hombre se sentía tan animado, tan vivo.
— ¿De casualidad trajeron mi grabadora? — Jackson pregunto con total respeto y también con algo de timidez.
Bill le hizo una señal con la mano a Javon para que le diera la grabadora. Este recibió la señal casi al instante y sin demora dirigió su mano hacia el lugar en dónde se encontraba guardado, lo tomó con delicadeza y se lo entregó a su jefe, quien al tenerlo en sus manos, agradeció.
No mucho después el conductor y el copitolo escucharon como su jefe empezaba a cantar melodiosamente, manteniendo el ritmo y melodía que cuando empezó a cantar luego de regresar de aquella reunión en dónde conoció a Neveah Collins, la bonita modelo.
El Rolls Royce Phantom, un mausoleo rodante de cuero y madera pulida, se deslizaba suavemente por la autopista. Dentro, Michael Jackson tarareaba una melodía sin palabras, un hilo de sonido que se elevaba y caía con la cadencia del vehículo. No era un tarareo cualquiera; tenía la misma fluidez y gracia que sus pasos de baile, la misma chispa impredecible que sus composiciones más innovadoras.
Era un murmullo íntimo, casi inaudible sobre el suave ronroneo del motor, un diálogo silencioso entre él y la música que habitaba en su alma. A su alrededor, el silencio era denso, roto únicamente por el susurro del aire acondicionado y el ocasional crujir de los asientos de cuero. Sus dos guardaespaldas, impasibles como estatuas, permanecían en sus puestos, el piloto concentrado en la carretera, el copiloto vigilando el entorno con una mirada alerta.
Ellos eran testigos silenciosos de este momento íntimo, de la magia que se gestaba en la mente de su pasajero, una melodía sin palabras que, en ese espacio confinado y silencioso, se expandía hasta llenar el lujoso habitáculo, un preludio invisible de la próxima obra maestra. El tarareo, un susurro de creatividad, flotaba en el aire acondicionado, un secreto compartido entre Michael y el vasto paisaje que se desplegaba más allá de las ventanillas.
¿Acaso la intuición de ambos se equivocó con la señorita Collins?
Ambos trabajadores hacían pensado que la chica ideal para su jefe era la señorita Collins, ya que Michael la había descrito con sus ojos muy luminosos. Estaban más que curiosos por saber sobre la mujer que lo había dejado tan embobado.
El último acorde, apenas susurrado, se desvaneció en el aire acondicionado del Rolls Royce. Un silencio expectante, cargado de la resonancia de la melodía recién nacida, colmó el espacio. Michael Jackson, la sonrisa iluminándole el rostro como el sol de la mañana, dejó escapar un suspiro de satisfacción. No era solo una sonrisa; era una explosión de alegría contenida, una manifestación física de la creatividad desatada. Sus ojos, normalmente profundos y enigmáticos, brillaban con una luz infantil, la de un niño que ha descubierto un tesoro escondido.
Las arrugas alrededor de sus ojos se profundizaron, trazando un mapa de las emociones que lo recorrían, emociones que iban más allá de la simple satisfacción: era la alegría del descubrimiento, la emoción de haber dado vida a algo nuevo, la certeza de haber capturado un instante de inspiración fugaz y transformarlo en algo tangible.
Sus dedos, largos y elegantes, tamborileaban ligeramente sobre el reposabrazos, como si aún estuvieran jugando con las notas musicales que acababan de fluir de él. Estaba encantado.
Los guardaespaldas, aunque inmutables en su apariencia, no podían dejar de percibir el cambio en la atmósfera. La tensión habitual que ellos ponian para mantener un toque de formalidad, y que normalmente los acompañaba se había disipado, reemplazada por una calma serena, una especie de aura de felicidad que emanaba de Michael, envolviéndolos a ambos en su cálido resplandor.
En ese instante, dentro del lujo silencioso del Rolls Royce, el mundo exterior parecía desvanecerse, dejando espacio solo para la alegría pura e incontenible de un artista que había encontrado, una vez más, la magia en la música. La sonrisa de Michael, sincera y radiante, era el testimonio más elocuente de ese momento mágico, un instante de pura creatividad capturado en una expresión facial.
—Es agradable verlo contento señor.
Michael dirigió su vista hacia quien le hablo y le sonrió. — Es muy reconfortante cuando puedo capturar en su totalidad la esencia de mi momento de inspiración.
La alegría era palpable, una entidad tangible que vibraba en el aire acondicionado del Rolls Royce. No era una simple felicidad efímera, sino una satisfacción profunda, arraigada en la esencia misma de su ser.
Para Michael Jackson, la creación artística no era solo un trabajo, sino una necesidad vital, una forma de expresarse, de conectar con su alma y con el mundo. Cada nota, cada palabra, cada movimiento de baile, era una extensión de sí mismo, una manifestación física de sus emociones, sus sueños, sus miedos, sus esperanzas. Y cuando la inspiración lo embargaba, cuando la música fluía a través de él sin esfuerzo, como un río que encuentra su cauce natural, la satisfacción era inmensa, una sensación de plenitud que pocas cosas en la vida podían igualar.
En este caso, la alegría era aún mayor. La melodía que acababa de componer, la que bautizaría como "She Drives Me Wild", lo había cautivado por completo. No era solo una canción; era una experiencia sensorial, un viaje emocional que lo había transportado a un lugar de pura belleza y pasión. El sonido, la estructura, la progresión armónica, todo era perfecto, una sinfonía de emociones que resonaba en su interior.
Le encantaba la forma en que las notas se entrelazaban, la manera en que la melodía se elevaba y caía, la intensidad de las emociones que transmitía. Era una canción que resonaba con su propia esencia, con su propia historia, con su propia alma. La sonrisa en su rostro no era solo una expresión facial; era la manifestación física de esa conexión profunda, de esa satisfacción plena que solo el arte podía proporcionar. Era la culminación de un proceso creativo, el nacimiento de una obra maestra, un momento de perfecta armonía entre la inspiración divina y su propia habilidad innata.
En ese instante, dentro del lujo silencioso del Rolls Royce, Michael Jackson no era solo un artista; era un creador, un dios de la música, un ser tocado por la gracia de la inspiración, bañado en la luz dorada de la satisfacción artística. Pero no solo eso, el en ese entonces era la representación material de la satisfacción; era un peón de la música y su hipnorisante mundo.
—Puedo notarlo señor...puedo notarlo.
Hablo con una un tanto notable tono de satisfacción. Aquel guardaespaldas siempre buscaría lo mejor para su agradable jefe. Por lo que también esbozo una sonrisa que no se notó, ya que se encontraba manejando.
___________________________________________
Nuevo cap!!!. Me escribe bastante describiendo JAJAJAJ ha mejorado ¡^^!
Espero que les guste, por favor ¡voten y comenten!
¡Cuidense!
atte: mikegguk_ (Edén)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro