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❀34

Narrador Omnisciente

La mesa del comedor en Grimmauld Place parecía estar a punto de estallar. Entre risas, bromas y vasos que tintineaban con cada choque accidental, la casa había perdido por completo su usual atmósfera lúgubre. Tonks, Eros, Amaltea y Leonor estaban en el centro del caos, mientras los Weasley y Hermione observaban, algunos con una mezcla de diversión y desconcierto.

—Te lo juro, tío Sirius—exclamó Eros, mientras se levantaba de su silla y señalaba a su tío con una expresión exagerada—. Si vuelves a posar frente al espejo del baño con esa chaqueta de cuero, tendré que cobrarte entrada.

—Es estilo, mocoso —replicó Sirius con una sonrisa, aunque trataba de no reír—. No esperes entenderlo. Además, está casa es mía, yo debería cobrarte a ti.

—Sí, claro, “estilo” —intervino Tonks, llevándose una mano a la barbilla como si reflexionara profundamente—. Aunque yo lo llamaría más bien “una crisis de los cuarenta adelantada”.

—¡No tengo cuarenta! —protestó Sirius, claramente indignado, mientras Fred y George aplaudían la respuesta de Tonks.

—¿Ah, no? —Eros arqueó una ceja, con una sonrisa traviesa—. Porque tu cabello gris dice lo contrario.

La carcajada fue inmediata, y Sirius fingió lanzarle un tenedor a su sobrino, pero Eros lo atrapó al vuelo, inclinándose hacia Tonks.

—¿Ves? Ni siquiera tiene puntería. Es la vejez.

—Tal vez lo heredaste tú, Eros —respondió Leonor con una sonrisa cómplice, mientras jugaba con un mechón de su cabello castaño oscuro.

Amaltea dejó escapar una pequeña risa detrás de su taza de té, pero sus ojos brillaban con diversión mientras observaba a su mejor amigo y Tonks continuar con su competencia de insultos.

—¡Ya basta! —exclamó Sirius, alzando las manos como si pidiera una tregua—. Si me van a atacar, al menos dejen que Remus participe.

—¿Participar en qué? —preguntó Remus desde la esquina, levantando la mirada de un libro que había estado leyendo en silencio.

—En las críticas a mi maravillosa personalidad —respondió Sirius, con una expresión ofendida que nadie creyó.

—Nah, Sirius —Eros se inclinó hacia atrás en su silla, balanceándola peligrosamente—. No es tu personalidad lo que criticamos, es tu… existencia general.

La mesa volvió a estallar en carcajadas, y Tonks chocó los cinco con Eros, mientras Molly Weasley rodaba los ojos desde su asiento.

—¡Cuidado con esa silla, Eros! —advirtió Molly, pero apenas había terminado de hablar cuando la silla perdió el equilibrio, y Eros cayó al suelo con un estrépito.

—Estoy bien, estoy bien —dijo, levantando una mano desde el suelo antes de que Tonks pudiera burlarse de él—. Sólo estaba practicando mi actuación para cuando Sirius me empuje de un puente.

—¿Un puente? —Sirius fingió estar ofendido—. Nunca haría algo tan obvio.

El ambiente festivo fue interrumpido abruptamente cuando la puerta del comedor se abrió de golpe. Ahí estaba James con su habitual expresión de confianza, pero su presencia ya había bastado para borrar las sonrisas de varios rostros.

Pandora, que había estado observando la escena desde su lugar en la mesa, tensó los labios en una línea recta y dejó su taza con un ruido seco sobre el platillo. Amy miró a su madre con cautela, mientras Nelly fruncía el ceño ligeramente.

Eros se levantó lentamente, su rostro transformándose por completo. La chispa de diversión había desaparecido, y su mirada ahora era fría como el acero.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Eros, sin molestarse en ocultar su desagrado.

James dio un paso hacia adelante, pero antes de que pudiera responder, Pandora se levantó, colocándose entre él y la mesa.

—Potter —dijo con un tono gélido—. ¿Quién te invitó?

—Vine a hablar con mi hijo —respondió James, intentando sonar firme, aunque su voz temblaba ligeramente.

—¿Hablar? —repitió Eros, cruzándose de brazos—. Interesante elección de palabras, considerando que llevas años sin intentarlo.

La tensión en la sala era palpable. Sirius desvió la mirada, claramente incómodo, mientras Tonks mordía su labio inferior, tratando de decidir si era mejor quedarse callada por una vez en su vida.

James suspiró y dirigió su atención a Eros.

—Mira, sé que he cometido errores. Sé que te he fallado a ti, a Harry…

—¿Fallar? —interrumpió Eros con una risa amarga—. No me hagas reír, ya tuve suficiente de ti y tu estúpida presencia.

Pandora, que había estado observando en silencio, dio un paso hacia adelante, poniéndose cara a cara con James.

—No tienes derecho a venir aquí y esperar que todo esté bien, James. No después de todo lo que has hecho.

—Pandora, por favor… —intentó James, pero fue interrumpido nuevamente, esta vez por la propia Pandora, que alzó la mano con furia.

—¡No! —exclamó, su voz temblando de ira—. No tienes idea del daño que has causado. Y no me refiero sólo a Eros. Todo esto es culpa tuya. Si no fuera por ti, mi mejor amiga aún estaría viva, y hubiera visto a sus hijos crecer.

—Pandora, vine porque…

—¿De verdad? —lo interrumpió Pandora, girándose hacia él con una mirada fulminante—. ¿De verdad crees que me interesa lo que tienes que decir?

James parpadeó, claramente desarmado por su tono.

—Pandora, solo quiero hablar.

—¿Hablar? —su voz era como un látigo, cortante y llena de desprecio—. ¿Hablar de qué, James? ¿De cómo abandonaste a tus hijos? ¿De cómo llevas años viviendo como si ellos no existieran?

—No es tan simple —protestó James, tratando de mantener la compostura.

Pandora avanzó hacia él, su figura más imponente de lo que él recordaba.

—No es simple, claro que no. Requiere esfuerzo, responsabilidad, algo de lo que tú no sabes nada.

Pandora lo rodeó lentamente, como un depredador acechando a su presa.

—¿Quieres que te recuerde cómo empezó todo? —preguntó, su tono peligrosamente bajo—. Lily confiaba en ti, James. Te amaba. Eros, su mejor amigo, acababa de morir, y ella estaba destrozada. ¿Qué hiciste tú?

James miró al suelo, incapaz de responder.

—Te acostaste con otra mujer. Cinco días después de la muerte de Eros Parkinson, mientras Lily lloraba por la pérdida de su amigo, tú estabas con alguien más.

—¡Yo no…! —James intentó defenderse, pero Pandora levantó una mano para silenciarlo.

—Eros, escuchó todo—continuó, su voz ahora temblando de rabia—. Escuchó a su madre gritarte, escuchó cómo admitías tu traición. Tenía solo tres años, James. Tres años, y esa noche marcó el resto de su vida.

—Pandora, yo...

—¡Cállate! —gritó ella, su voz resonando en el salón—. No tienes derecho a justificarte. Esa misma noche, cuando Voldemort llegó a Godric’s Hollow, ¿dónde estabas?

James abrió la boca, pero no salió ningún sonido.

—¿Sabes dónde estabas, James? Huyendo. Dejaste a Lily sola con Harry. La dejaste sola para enfrentarse a Voldemort mientras tú corrías como el cobarde que eres.

Pandora se detuvo frente a él, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Y luego, ¿qué hiciste? ¿Te quedaste para cuidar de tus hijos? No. Dejaste que Harry creciera en un hogar lleno de odio, con una familia que lo despreciaba. Petunia tratando de no mirar a Harry a los ojos para no ver a su hermana. Dejaste que Eros viviera conmigo, con Xenophilius, y aunque hicimos todo lo posible por darle amor, no pudimos borrar la herida que tú causaste.

James finalmente levantó la vista, su rostro lleno de una mezcla de vergüenza y furia contenida.

—¿Crees que fue fácil para mí?

Pandora soltó una risa amarga.

—¿Fácil? ¿De verdad estás hablando de facilidad? ¿Tienes idea de lo que significó para esos niños crecer sin un padre? Harry todavía lleva las cicatrices de su infancia con los Dursley. Eros… Eros tuvo que aprender a ser fuerte por sí mismo porque tú no estabas ahí para enseñarle.

James apretó los puños, pero no dijo nada.

—¿Y sabes lo que es peor, James? —Pandora avanzó un paso hacia él, su voz un susurro lleno de veneno—. Que durante todos estos años, te vi disfrutar de tu fama. Te vi salir con mujeres, reír en reuniones, aceptar aplausos como si fueras el héroe perfecto. Mientras tanto, tus hijos crecían separados, solos.

—Pandora, estoy aquí porque quiero arreglar las cosas.

Pandora lo miró fijamente, sus ojos llenos de una furia fría.

—¿Arreglar las cosas? ¿Crees que puedes venir aquí, después de años de abandono, y simplemente "arreglar las cosas"?

—No sé qué más hacer —admitió James.

Pandora negó con la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa amarga.

—No hay nada que puedas hacer, James. Tus hijos no necesitan tus disculpas vacías ni tus promesas. Ellos aprendieron a vivir sin ti. Y, sinceramente, están mejor así.

James retrocedió un paso, como si las palabras de Pandora lo hubieran golpeado físicamente.

—¿Es eso lo que piensas? —preguntó—. ¿Que estoy mejor lejos de ellos?

Pandora alzó una ceja.

—No, James. No lo pienso. Lo sé. Eros tiene una familia que lo ama. Tiene a Xenophilius, a Remus, y a mí, a las chicas, a Pansy. Harry nos tienes a todos nosotros, a los Weasley, todos excepto tú. Harry ha encontrado su lugar en el mundo, a pesar de todo. No porque tú lo hayas ayudado, sino porque él es más fuerte de lo que jamás serás.

James apretó los labios, asintiendo lentamente.

—Entiendo…

—No, James. No entiendes. Y nunca lo harás.

—Pandora…

Antes de que pudiera terminar, Pandora levantó el brazo y le dio un golpe en el rostro que resonó en el silencio. James retrocedió, sorprendido, mientras Pandora se inclinaba hacia él.

—Escucha bien, James Potter. No quiero que te acerques a mis hijos. No ahora, no nunca.

James abrió la boca para protestar, pero Eros lo interrumpió con una mirada fulminante.

—¿Quieres una segunda oportunidad, James? —preguntó, su tono lleno de sarcasmo—. Pues buena suerte. Porque yo no estoy interesado.

El silencio que siguió fue abrumador. James bajó la mirada, derrotado, y salió de la sala sin decir una palabra más. Amaltea, Leonor y los Weasley intercambiaron miradas incómodas, mientras Eros se dejaba caer en su silla, todavía con el rostro endurecido.

Pandora suspiró y se volvió hacia la mesa, intentando recuperar la compostura.

—Bueno, ¿dónde estábamos?

—Creo que Eros estaba a punto de demostrar cómo caerse de una silla con estilo —comentó Tonks, intentando aliviar la tensión.

La risa volvió lentamente, pero el incidente dejó una marca.















[ • • • ]




















El comedor de Grimmauld Place parecía más lúgubre que de costumbre esa noche. La única luz que lo iluminaba era la de un par de candelabros antiguos que habían visto mejores tiempos. Sirius  estaba sentado en el extremo de la mesa, con una botella de whisky de fuego medio vacía frente a él. A pesar del ambiente frío, llevaba su camisa desabrochada, como si no le importara el mundo a su alrededor.

Eros, que había bajado en silencio desde el dormitorio que compartía con los gemelos Weasley, se detuvo en el umbral, observándolo por un momento. Había algo en su tío que siempre lo había desconcertado: una mezcla entre rebeldía y tristeza que parecía definirlo por completo.

—¿Tío Sirius? —llamó finalmente, rompiendo el silencio.

Sirius levantó la vista, sus ojos grises brillando bajo la tenue luz.

—Ah, Eros. ¿Qué haces despierto a estas horas?

Eros entró con cautela, tomando asiento frente a él.

—No podía dormir —respondió, encogiéndose de hombros—. Y, bueno, quería hablar contigo.

Sirius arqueó una ceja, intrigado.

—¿Hablar conmigo? ¿Es una emergencia, o simplemente estás aburrido?

Eros sonrió débilmente, pero su expresión rápidamente se tornó seria.

—Quiero saber más sobre ti. Sobre cómo era todo cuando estabas en Hogwarts.

Sirius parpadeó, sorprendido por la sinceridad de la pregunta. Durante un momento, pareció debatirse entre desviar el tema o responder con honestidad. Finalmente, tomó un sorbo de su bebida y dejó la botella a un lado.

—¿Por qué quieres saber eso?

—Porque siento que nunca hablas de ti. Siempre son historias de los merodeadores, de James, de Remus… pero no de ti realmente.

Sirius dejó escapar una risa corta, cargada de ironía.

—Eso es porque mi historia no es tan gloriosa como parece.

—Entonces empieza desde el principio —insistió Eros, inclinándose hacia adelante con interés—. ¿Cómo era ser un Black?

Sirius suspiró, entrelazando las manos frente a él.

—Ser un Black nunca fue fácil, Eros. Crecer en esta casa, rodeado de todo este… odio y fanatismo, me convirtió en alguien que odiaba a su propia familia. En Hogwarts, era diferente. Tenía libertad, amigos, aventuras. Pero esa libertad no venía sin un costo.

—¿Cómo fue escapar de aquí? —preguntó Eros, con los ojos brillando de curiosidad.

Sirius dejó escapar un suspiro pesado.

—Fue aterrador y liberador al mismo tiempo. Tenía dieciséis años cuando me fui. Una noche, empaqué lo poco que tenía y corrí hacia la única familia que realmente me aceptaba: los Potter. James y sus padres me acogieron como uno más. Me dieron un hogar, algo que nunca tuve aquí.

Eros asintió lentamente, intentando imaginarse a su tío como un adolescente rebelde enfrentando todo.

—¿Y Regulus? —preguntó en voz baja.
Sirius se tensó, como si el nombre de su hermano le provocara una punzada en el pecho.

—Regulus… —repitió con amargura—. Era diferente. Siempre quiso complacer a nuestra familia, ser el hijo perfecto. Pero al final, creo que se dio cuenta de lo equivocada que estaba nuestra casa.

Eros cambió ligeramente de postura, sintiendo que su tío estaba empezando a abrirse más.

—¿Y qué hay de tus amigos? Siempre hablas de James, pero… ¿había alguien más importante para ti?

Sirius vaciló, y sus ojos parecieron perderse en un recuerdo lejano.

—Sí. Hubo alguien más. Antes de James, tenía otro mejor amigo: Eros Parkinson.

Eros abrió los ojos, sorprendido.

—¿Eros Parkinson? ¿El padre de Nelly?

Sirius asintió lentamente, su voz volviéndose más suave.

—Sí. Eros y yo éramos inseparables durante los primeros años en Hogwarts. Él era diferente a los demás Slytherins. Aunque era ambicioso, no creía en las tonterías de la pureza de sangre. Nos entendíamos de una forma que no volví a experimentar hasta que conocí a James.

—¿Qué pasó?

Sirius dejó escapar un suspiro pesado, su rostro ensombreciéndose.

—Lo arruiné. Como siempre.
Eros lo miró en silencio, esperando que continuara.

—Eros tenía una novia y… bueno, me acosté con ella. Fue un error estúpido, uno que destrozó nuestra amistad. Eros nunca me perdonó.

Eros frunció el ceño, confundido.

—¿Eso fue todo?

Sirius negó con la cabeza, esbozando una sonrisa amarga.

—No. La verdad es que había algo más.

—¿Qué cosa?

Sirius levantó la vista, mirándolo directamente a los ojos.

—Estaba celoso. Eros comenzó a salir con alguien más. Alguien que yo… bueno, alguien que yo también quería.

Eros parpadeó, sorprendido.

—¿Remus?
Sirius asintió, su expresión llena de arrepentimiento.

—Sí. Siempre sentí algo por Remus, pero nunca lo entendí del todo hasta que lo vi con Eros. Me carcomía la envidia, y me comporté como un imbécil.

—¿Qué hiciste?

—Todo lo que pude para separarlos. Inventé rumores, hice comentarios hirientes, incluso intenté seducir a Remus. Por supuesto, nada funcionó.

El rostro de Sirius se volvió aún más sombrío mientras continuaba.

—La última vez que vi a Eros fue en una misión para la Orden del Fénix. Fuimos enviados juntos, aunque ambos sabíamos que nuestra amistad nunca sería la misma.

Eros sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Qué pasó?

Sirius cerró los ojos, su voz apenas un susurro.

—Nos capturaron. Voldemort estaba allí, junto con Perseus Parkinson. El propio hermano de Eros lo torturó frente a mí. Fue… fue horrible.

—¿Y tú?

—Me soltaron, pero dejaron a Eros atrás. Narcissa llegó a la casa...sinceramente no lo recuerdo bien, pero dijo que había muerto, el mismo día que Regulus desapareció y Kreacher llegó con una carta. Nadie sabe exactamente cómo murió, solo el elfo amargado, pero Pandora siempre ha defendido que no fue por cobardía.

Eros permaneció en silencio, dejando que las palabras de su tío se asentaran. Finalmente, preguntó:

—¿Te arrepientes?

Sirius lo miró directamente a los ojos, y en su mirada había una sinceridad que Eros nunca había visto antes.

—Todos los días de mi vida.

Eros asintió lentamente.

—Lo siento. —dijo y luego se levantó, colocando una mano en el hombro de su tío antes de salir del comedor.

Sirius se quedó solo, perdido en sus pensamientos, preguntándose si algún día podría redimirse.

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