15.
< chapter 15: culpabilidad >
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El tren de Hogwarts estaba repleto de estudiantes que volvían después de las vacaciones, llenos de entusiasmo y expectativas por el nuevo año escolar. Sin embargo, Scorpius se sentía más aislado que nunca. Se había asegurado de encontrar un compartimento vacío, lejos de todos, lejos de los ojos inquisitivos de sus amigos, lejos de la preocupación palpable de Ginny. Cerró la puerta detrás de él y se dejó caer en el asiento, sintiendo el peso del silencio envolviéndolo.
El tren comenzó a moverse, pero la mente de Scorpius estaba atrapada en un torbellino de pensamientos oscuros. El regreso a Hogwarts solo intensificaba la ansiedad que lo había estado consumiendo durante las últimas semanas. Cada día en casa se había sentido como una prisión, especialmente con la creciente distancia entre él y su padre, Regulus. Antes, siempre había una conexión silenciosa entre ellos, pero ahora, Regulus estaba casi siempre ausente. Scorpius apenas lo veía, y cuando lo hacía, siempre parecía haber algo extraño, algo que Scorpius no lograba comprender del todo.
Un recuerdo reciente se apoderó de su mente: había llegado a casa un día y había visto a Regulus en una conversación en susurros con Draco y Theodore. Los tres estaban de pie en la sala de estar, y cuando Scorpius se acercó, todos se callaron de repente. Pero lo que más le preocupaba era la forma en que miraban sus antebrazos, como si estuvieran compartiendo un secreto. Un mal presentimiento se había instalado en su estómago desde entonces. ¿Voldemort había vuelto? ¿Se habrían unido ellos al Señor Tenebroso? Scorpius había luchado con esas preguntas sin obtener respuestas. ¿Se lo dirían si fuera verdad? La confianza que alguna vez había sentido con ellos ahora estaba llena de dudas y sospechas. Pero entonces, se recordó a sí mismo que él tampoco había sido honesto. No les había contado que había vuelto a las drogas, que había roto su promesa.
Scorpius se removió en su asiento, su piel se sentía incómodamente apretada. Las pastillas estaban ahí, justo a unos centímetros de distancia, escondidas en su mochila. La tentación de tomar una era casi insoportable. Cada segundo que pasaba lo acercaba más a la posibilidad de ceder, pero en lo profundo de su ser, sabía que ceder significaría perder todo lo que le importaba.
La puerta del compartimento se deslizó con un chasquido, y Scorpius levantó la vista para ver a Draco y Theodore de pie en la entrada. Sus expresiones eran una mezcla de preocupación y determinación.
—Scorpius, ¿qué te pasa? —preguntó Theo, su voz cargada de preocupación.
—Nada, estoy bien —respondió Scorpius con un tono cortante, evitando mirar a Theo a los ojos.
Draco frunció el ceño, claramente no convencido.
—No has respondido nuestras cartas en todo el verano, y ahora te comportas como si fuéramos extraños. ¿Qué está pasando? Ni siquiera quisiste ir a la cena de mi madre.
—No es nada —repitió Scorpius, su voz más baja esta vez, casi temblando. No podía hacer esto, no podía enfrentarlos ahora. Las emociones reprimidas luchaban por salir a la superficie, pero las empujó de nuevo, enterrándolas bajo una capa de indiferencia forzada.
—Scorpius —comenzó Draco, su voz calmada pero cargada de una tensión que no podía ocultar—. Sabemos que algo está mal.
Theodore, que siempre había sido más directo, no se molestó en suavizar sus palabras.
—Hemos estado preocupados por ti. No has sido el mismo desde hace un tiempo.
Scorpius sintió su corazón latir con fuerza. La preocupación en sus rostros era genuina, y una parte de él quería desesperadamente abrirse a ellos, contarles todo. Pero la otra parte, la que estaba gobernada por la vergüenza y el miedo, lo mantuvo en silencio.
—Estoy bien —mintió, apartando la mirada para evitar los ojos de sus amigos—. Solo... necesito un poco de tiempo a solas.
Draco frunció el ceño, no convencido.
—Scorpius, somos tus amigos. No tienes que pasar por esto solo. Lo que sea que esté pasando, podemos ayudarte.
Theodore asintió, su tono más suave ahora.
—No vamos a dejar que te alejes de nosotros. No esta vez.
Pero Scorpius no podía soportarlo. La culpa y el dolor eran demasiado. No merecía su preocupación, no después de haberles fallado a todos. Así que hizo lo único que podía hacer en ese momento: se levantó bruscamente y salió del compartimento, sin decir una palabra más.
—¡Scorpius!—escuchó por última vez la voz de Theodore.
El resto del viaje fue un borrón de imágenes y sonidos, pero nada se fijaba en su mente. Cuando el tren finalmente llegó a Hogwarts, Scorpius se apresuró a salir, evitando las miradas curiosas de sus compañeros de clase. Ignoró a Draco y Theodore cuando lo llamaron, y caminó solo hacia los carruajes que lo llevarían al castillo.
El Gran Comedor estaba iluminado con velas flotantes, como siempre, pero para Scorpius, la luz solo hacía que las sombras dentro de él se sintieran más intensas. Se sentó en la mesa de Slytherin, tratando de concentrarse en el discurso de bienvenida de Dumbledore, pero las palabras del director parecían desvanecerse en el aire, sin llegar realmente a sus oídos. Todo lo que podía pensar era en las pastillas que tenía en su bolsillo, en la promesa rota que había hecho a su padre, a sus amigos, y a Ginny.
Ginny… El pensamiento de ella hizo que su corazón se encogiera. La amaba, la necesitaba, pero al mismo tiempo, se sentía como si la estuviera arrastrando al mismo pozo oscuro en el que él estaba. No podía soportar verla preocupada, verla sufrir por él.
Cuando la cena finalmente terminó, Scorpius se levantó rápidamente, decidido a salir del Gran Comedor antes de que alguien pudiera detenerlo. Pero no fue lo suficientemente rápido. Ginny lo alcanzó justo antes de que pudiera salir por las puertas.
—Scorpius —su voz estaba llena de preocupación, y cuando él la miró, pudo ver la desesperación en sus ojos—. ¿Todo está bien? Me tienes muy preocupada. No respondiste mis cartas.
Scorpius sintió como si su corazón se rompiera un poco más al escuchar esas palabras. Pero no podía mostrarle la verdad, no podía dejar que viera lo destrozado que estaba por dentro.
—Estoy bien, Ginny —le respondió, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos—. No tienes que preocuparte por nada.
Ginny no parecía convencida, pero antes de que pudiera decir algo más, Scorpius se inclinó y la besó. Fue un beso breve, lleno de una desesperación que Scorpius no podía expresar con palabras.
—Mañana tendremos una cita —le dijo, tratando de sonar convincente—. No me importa sacarte de Hogwarts, pero haré que sea un día especial para ti. Para compensar tu preocupación.
Ginny lo miró con una mezcla de sorpresa y esperanza.
—Me encantaría, Scorpius.
Scorpius le dio otro beso, tratando de sellar la mentira con su afecto, y luego se apartó rápidamente, antes de que ella pudiera notar el temblor en sus manos.
Salió del Gran Comedor con paso rápido, dirigiéndose a la sala común de Slytherin. A cada paso, sentía el peso de sus decisiones aplastándolo. No podía enfrentar a Draco, a Theodore, ni siquiera a Ginny. Había cavado su propia tumba y ahora estaba atrapado en ella.
Cuando finalmente llegó a la sala común, se dejó caer en uno de los sillones, exhausto tanto física como emocionalmente. Sus pensamientos eran un caos, un torbellino de desesperación y autodesprecio.
—Ni siquiera puedo mirarla a la cara —se dijo a sí mismo en un susurro. Ginny, que alguna vez había sido su ancla, ya no podía salvarlo. Había caído demasiado profundo, y ahora no veía forma de salir.
El peso de la culpa lo aplastaba, y aunque quería luchar, sentía que ya era demasiado tarde.
Y si lo era.
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