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14.

< chapter 14: caer >

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El sol apenas empezaba a filtrarse por las cortinas pesadas de la habitación, pero para Scorpius Black, la luz del día no traía consuelo alguno. El calor del verano parecía sofocante, pero era un calor que no lograba disipar el frío que sentía en sus huesos. Sudoroso y temblando, estaba tumbado en su cama, sintiendo que su cuerpo era una prisión de agonía. La abstinencia se había apoderado de él de nuevo, como un demonio que nunca lo dejaría en paz, y todo lo que había prometido a su padre, a Draco, a Theo y, sobre todo, a Ginny, se desmoronaba frente a él.

Scorpius apretó los ojos, intentando alejar las imágenes que se formaban en su mente, pero era inútil. Su piel ardía, sus músculos se contraían en espasmos involuntarios, y su mente estaba en un torbellino de pensamientos oscuros. Cada fibra de su ser clamaba por el alivio que sólo las pastillas podían darle, el dulce escape que lo había atrapado una vez, que casi lo había matado. Una vez, había estado tan cerca de la muerte que podía sentir su gélido aliento, y aun así, aquí estaba, de nuevo al borde del abismo.

Pensó en su padre, Regulus, quien había sido una figura constante en su vida, incluso cuando todo lo demás parecía desmoronarse. Scorpius sabía que le había roto el corazón más de una vez, pero la expresión en su rostro el día que prometió dejar las drogas para siempre lo había devastado. Regulus no era un hombre de muchas palabras, pero sus ojos hablaban de una esperanza que Scorpius temía no poder cumplir.

Recordó el día de la sobredosis, cómo todo se había vuelto borroso y el dolor había desaparecido brevemente, sólo para ser reemplazado por un miedo abrumador cuando se dio cuenta de que podía no despertar. Y luego, la promesa. Scorpius había mirado a su padre, a Draco y Theo, quienes habían estado a su lado en San Mungo, y había hecho un juramento que en ese momento parecía sincero: "Nunca más". Pero ahora, mientras el sudor empapaba su camiseta y el dolor lo desgarraba por dentro, sentía que ese "nunca más" se desvanecía en un susurro vacío.

Scorpius pensó en Ginny. Su Ginny. Había sido ella la que le había dado una razón para intentar ser mejor. Su sonrisa, su risa, la manera en que lo miraba como si fuera alguien que merecía ser amado, todo eso había sido un ancla en la tempestad que era su vida. Pero ahora, se sentía indigno de todo lo que ella le había dado. Recordaba sus palabras, la promesa que le hizo la última vez que estuvieron juntos, cuando le tomó las manos y le dijo que nunca volvería a caer en ese infierno.

"Te amo, Ginny", había dicho con todo el peso de su corazón, y ella le había creído. Eso era lo que lo atormentaba más que nada: ella había confiado en él, y él había traicionado esa confianza.

Sus pensamientos eran un caos, una batalla constante entre la culpa y la desesperación. Era como si una parte de él quisiera rendirse, aceptar que era un fracaso, que nunca podría ser el hombre que todos esperaban que fuera. Pero otra parte, pequeña y débil, se aferraba a la esperanza, a la idea de que podía ser mejor, de que podía vencer a este demonio.

Scorpius cerró los ojos con fuerza, tratando de ignorar el dolor en su pecho, el vacío en su estómago, pero los síntomas de abstinencia eran implacables. Su cuerpo lo traicionaba, cada fibra gritaba por alivio, y sabía dónde encontrarlo. Estaba tan cerca, sólo a unos centímetros de distancia. Sabía que era cuestión de levantarse, caminar hasta el cajón en su escritorio, abrirlo y tomar lo que su cuerpo y mente estaban pidiendo a gritos.

Pero si lo hacía, todo estaría perdido. Su padre nunca lo miraría de la misma manera, Draco y Theo lo verían como un traidor, y Ginny… Ginny se alejaría, con el corazón roto por un hombre que no merecía su amor.

Los pensamientos se sucedían como una película rota, un ciclo interminable de autocompasión, desesperación y un deseo tan oscuro que lo asustaba. Scorpius sabía que estaba perdiendo la batalla, que cada segundo que pasaba lo acercaba más a ceder. Su respiración era entrecortada, y el temblor en sus manos se hizo más violento. Intentó aferrarse a la imagen de Ginny, a los recuerdos felices que compartieron, pero esos momentos parecían desvanecerse como un espejismo, reemplazados por la cruda realidad de su situación.

Finalmente, no pudo más. Con un grito ahogado, se levantó de la cama, tambaleándose hacia el escritorio. Su corazón latía desbocado, y su mente era un hervidero de pensamientos contradictorios. Con manos temblorosas, abrió el cajón y encontró lo que había estado buscando: un pequeño frasco de pastillas, el único testigo de su debilidad.

Scorpius se quedó allí, mirándolo, sintiendo el peso de su decisión como una losa sobre su pecho. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que todo lo que amaba se redujera a un puñado de pastillas en su mano? Sabía que si cruzaba esa línea, no habría vuelta atrás. Pero en ese momento, la lógica y la razón parecían conceptos ajenos, insignificantes en comparación con el dolor que lo consumía.

Una lágrima solitaria rodó por su mejilla mientras recordaba la mirada de Ginny la última vez que lo vio. Había tanto amor en sus ojos, tanta esperanza. Scorpius sentía que no merecía nada de eso, que era un fraude, un mentiroso que no podía cumplir ni la promesa más simple.

El frasco temblaba en su mano, y por un momento, pensó en tirarlo, en destruirlo y luchar una vez más. Pero la lucha lo había agotado, lo había dejado vacío y roto, y ya no tenía fuerzas para seguir adelante. Con un suspiro que era una mezcla de resignación y autodesprecio, destapó el frasco.

Mientras las pastillas caían en su mano, sintió que todo lo bueno en su vida se desvanecía, que cada promesa que había hecho, cada relación que había construido, se desmoronaba en un suspiro. Sabía que estaba eligiendo el camino más fácil, el de la autodestrucción, pero en ese momento, la idea de escapar del dolor, aunque fuera por un breve momento, era más tentadora que cualquier otra cosa.

Lentamente, como en un trance, llevó las pastillas a su boca, sintiendo el amargo sabor mientras las tragaba. Cerró los ojos, esperando que el alivio llegara, pero lo único que sintió fue un abrumador sentido de fracaso. Se había rendido, había caído de nuevo, y ahora, no había nada que lo redimiera.

Mientras el efecto de las pastillas comenzaba a hacer su trabajo, una oscura calma se apoderó de él. El dolor se fue desvaneciendo, reemplazado por una sensación de entumecimiento, pero junto con ello, la culpa, el odio a sí mismo y la desesperanza se hundieron más profundamente en su corazón. Scorpius se dejó caer en la cama, sintiendo que se desvanecía en la oscuridad que había creado para sí mismo.

Los últimos pensamientos que cruzaron por su mente antes de perderse en el olvido fueron para Ginny, su Ginny, la persona que más había decepcionado. Mientras sus ojos se cerraban, una única lágrima rodó por su mejilla, simbolizando todo lo que había perdido, todo lo que había destruido con su elección.

Y con ese último vestigio de conciencia, supo que la lucha no había terminado, que la batalla sólo había cambiado de campo. Pero ahora, había una montaña de culpa y remordimiento que lo separaba de la redención, una que tal vez nunca podría escalar.

El silencio llenó la habitación, y Scorpius se perdió en él, sabiendo que había cruzado una línea que lo alejaba de todo lo que amaba, tal vez para siempre.

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