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09.

< chapter 09: Marioneta >

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Scorpius caminaba lentamente por los pasillos oscuros y sombríos de Grimmauld Place, su respiración irregular, pero su expresión intentando mantenerse dura. Sabía lo que se avecinaba, había escuchado las historias, y cada palabra de desprecio de Sirius le atormentaba en sueños. Pero esta vez, se había prometido a sí mismo que no se dejaría intimidar. No le daría el gusto de verlo romperse. No otra vez.

Empujó la pesada puerta de madera cara que daba al salón principal y allí estaba Sirius, junto a la chimenea apagada, sus ojos llenos de un fuego frío que parecía capaz de consumir todo a su paso. Scorpius sintió que sus manos temblaban levemente, pero las escondió en los bolsillos de su abrigo, con la esperanza de que Sirius no notara la tensión en su cuerpo.

—Vaya, mira quién decidió aparecer —la voz de Sirius resonó en la habitación, cargada de sarcasmo y desprecio—. Pensé que te habías acobardado, que te habías dado cuenta de que no merecías estar aquí.

Scorpius forzó una sonrisa fría, una que no llegaba a sus ojos.

—Lamento desilusionarte, pero no me asusta lo que tengas que decirme, Sirius.

—¿No te asusta? —repitió Sirius, su tono bordeando la burla—. Veo que estás aprendiendo a mentirte a ti mismo, Scorpius. No debería sorprenderme, después de todo, eres muy bueno para fingir.

Scorpius sintió que la sangre le hervía en las venas, pero se obligó a mantener su postura fría.

—¿Y tú qué sabrás sobre mí? Nunca te has molestado en conocerme.

Sirius dio un paso adelante, su mirada penetrante.

—No necesito conocerte para saber que eres un error, Scorpius. Un error que nunca debió existir.

Scorpius sintió un pinchazo en su pecho, pero se negó a mostrar debilidad.

—Si soy un error, entonces tú eres el responsable de ello. Pero supongo que es más fácil culparme a mí que aceptar tu propio fracaso.

—¿Fracasos? —Sirius rió con amargura—. No, Scorpius, tú no eres un fracaso mío. Eres el reflejo de todo lo que está mal en esta familia. Eres una carga, una sombra que nunca debería haber existido.

Scorpius sintió que sus labios se apretaban en una línea delgada.

—Puedes pensar lo que quieras, Sirius. No me importa.

—¿No te importa? —la voz de Sirius se volvió más baja, casi un susurro venenoso—. Si no te importara, no estarías aquí, desmoronándote frente a mí, tratando desesperadamente de actuar como si nada te afectara.

—¡No me estoy desmoronando! —gritó Scorpius, sin poder contenerse más—. ¡No tienes idea de lo que he pasado! ¡No tienes idea de lo que es ser yo!

Sirius lo miró con una mezcla de desprecio y lástima.

—Claro que sé lo que es ser tú. Sé lo que es ser alguien que nunca será suficiente, alguien que siempre estará a la sombra de otros, tratando de encontrar su lugar y fallando en cada intento.

Scorpius sintió las lágrimas arder en sus ojos, pero las mantuvo a raya, negándose a ceder a esa debilidad.

—Puedes seguir hablando, pero no cambiarás nada. No necesito tu aprobación, Sirius. No necesito que me reconozcas.

Sirius rió de nuevo, esta vez con una frialdad que cortó el aire.

—Te mientes a ti mismo, Scorpius. Te importa más de lo que quieres admitir. Porque sabes que, en el fondo, siempre serás un segundo plato, alguien que nadie realmente quiere.

Scorpius sintió que sus defensas se debilitaban, pero se negó a ceder.

—¡Ya basta, Sirius! —gritó, su voz quebrándose—. ¡Basta!

Pero Sirius no había terminado. Dio otro paso adelante, acortando la distancia entre ellos, su voz ahora baja y peligrosa.

—¿Sabes lo que realmente duele, Scorpius? No es que seas un error, es que ni siquiera estoy seguro de que seas mi hijo. ¿Alguna vez te lo has preguntado? ¿Alguna vez has pensado que tal vez, solo tal vez, no eres un Black?

Las palabras cayeron como un martillo sobre Scorpius. La frialdad que había tratado de mantener se derrumbó, y todo lo que quedó fue un joven destrozado, sintiendo que su mundo se desmoronaba.

—Tú... tú no sabes lo que estás diciendo —murmuró, incapaz de controlar el temblor en su voz.

Sirius no mostró piedad.

—Lo sé muy bien, Scorpius. Sé que siempre te has preguntado si realmente perteneces aquí. Y la respuesta es no. Nunca pertenecerás, porque no eres uno de nosotros. Eres solo una sombra, un reflejo distorsionado de lo que nunca serás.

Scorpius sintió que las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas, y esta vez no pudo detenerlas. Intentó hablar, pero las palabras se atascaban en su garganta, ahogadas por el dolor que sentía.

—¡Cállate! —gritó finalmente, sus palabras quebrándose mientras sollozaba—. ¡Cállate! No... no puedes... no puedes decirme eso...

Pero Sirius no se detuvo.

—¿Por qué no, Scorpius? ¿Porque duele? Pues bienvenido a la realidad. Bienvenido a la vida que siempre trataste de evitar. Ya es hora de que enfrentes la verdad.

En ese momento, la puerta del salón se abrió de golpe, y Regulus entró, su rostro pálido por la furia. Sus ojos se clavaron en Sirius con una intensidad que pocos habían visto antes.

—¡Basta, Sirius! —gritó Regulus, su voz resonando como un trueno—. ¡Ya es suficiente!

Sirius se giró hacia su hermano menor, su expresión aún fría, pero había un destello de algo en sus ojos, quizás arrepentimiento, aunque se desvaneció rápidamente.

—No estoy haciendo nada más que decirle la verdad, Regulus. Él necesita escucharla.

Regulus cruzó la habitación en un par de zancadas, poniéndose entre Sirius y Scorpius, su cuerpo temblando de rabia.

—¿Verdad? ¡Esto no es verdad, es crueldad! ¡Has ido demasiado lejos!

Sirius levantó una ceja, desafiando a su hermano.

—¿De verdad crees que estoy equivocado, Regulus? ¿De verdad crees que este niño tiene un lugar aquí?

—¡Él es mi hijo! —gritó Regulus, su voz llena de una furia protectora—. ¡Scorpius es mi hijo y no permitiré que lo lastimes más! No tienes derecho a decirle nada, Sirius. ¡Nada!

Scorpius, aún sollozando, miró a Regulus con ojos llenos de gratitud y dolor. Las palabras de Sirius habían calado hondo, y aunque sabía que Regulus lo amaba, una parte de él se sentía rota, irreparablemente dañada por la crueldad de su padre biológico.

Sirius observó la escena con una expresión dura, pero no pudo evitar sentir un peso en su pecho al ver a Scorpius destrozado, protegido por Regulus. Durante un breve momento, algo parecido a la culpa cruzó su mente, pero lo rechazó rápidamente.

—Haz lo que quieras, Regulus —dijo finalmente, con la voz teñida de cansancio—. Pero no cambies los hechos. Scorpius nunca será lo que esperabas.

Regulus apretó los puños, pero antes de que pudiera responder, Sirius se dio la vuelta y salió del salón, dejando tras de sí un silencio opresivo.

Regulus se volvió hacia Scorpius, su expresión cambiando inmediatamente a una de preocupación y cariño. Se colocó frente a él y lo abrazó con fuerza, sus brazos fuertes rodeando el frágil cuerpo de Scorpius.

—Lo siento, hijo. Lo siento tanto... —murmuró Regulus, su voz quebrándose mientras sentía las lágrimas de Scorpius empapando su hombro.

Scorpius se aferró a Regulus como si fuera su única ancla en un mar de dolor, sollozando incontrolablemente. Todo lo que había intentado ser, toda la frialdad que había intentado mantener, se había desmoronado por completo. En ese momento, se sintió más solo y vulnerable que nunca.

Pero Regulus no lo soltó. No importaba cuántas veces Sirius intentara lastimarlo, Regulus siempre estaría allí para protegerlo, para amarlo. Y mientras abrazaba a su hijo, juró que nunca permitiría que Sirius o cualquier otra persona volviera a herir a Scorpius de esa manera.


















[ • • • ]




















El silencio en la habitación de Ginny era ensordecedor. Se sentó en el borde de su cama, las manos temblorosas mientras su mente reproducía una y otra vez las palabras que había lanzado como cuchillos a Scorpius. “¿Cómo pude ser tan cruel?” se preguntó, sintiendo que el remordimiento se extendía como veneno por su cuerpo. Los recuerdos la acechaban sin piedad, como fantasmas. Recordó cómo él había bajado la cabeza, sus ojos cargados de un dolor profundo, y cómo cada palabra suya parecía arrancarle un pedazo de alma.

Ginny cerró los ojos con fuerza, luchando por contener las lágrimas. No podía sacarse de la cabeza la expresión de Scorpius cuando lo atacó sobre su adicción. En ese momento, había creído que estaba haciendo lo correcto, que debía ser dura para protegerse a sí misma. Pero ahora… ahora entendía que no había sido más que una marioneta en manos de Harry.

Los flashbacks la golpearon con fuerza. Recordó cuando Scorpius le había contado cómo se sentía atrapado en un ciclo del que no podía salir. El dolor que había visto en sus ojos al confesarle su adicción a las pastillas para dormir y otras sustancias. Ella había sido una de las pocas personas a las que se había atrevido a confiar ese oscuro secreto, y ¿cómo lo había recompensado? Destruyéndolo con sus palabras, arrojando su vulnerabilidad como un arma.

Se levantó de la cama, incapaz de permanecer sentada en su desesperación. Comenzó a pasearse por la habitación, sintiendo que la culpa la aplastaba. Pensó en Draco y Theodore, quienes la habían aceptado, permitiéndole acercarse a Scorpius. Ahora sentía que había traicionado no solo a Scorpius, sino también a ellos.

Pero lo que más la atormentaba eran sus propios sentimientos. Ginny había creído que podía manejar lo que sentía por Scorpius, que podía ignorarlo o enterrarlo bajo capas de justificaciones y mentiras. Pero la verdad era que esos sentimientos habían crecido, y con ellos, la desesperación por haberlo herido.

Minutos más tarde, Harry la encontró sentada en la Sala Común, mirando fijamente el fuego crepitante en la chimenea. Se acercó lentamente, colocando una mano sobre su hombro. Ginny se sobresaltó ligeramente, pero no apartó la mirada de las llamas.

—Ginny, ¿estás bien? —preguntó Harry con una voz suave, casi susurrante.

Ella asintió, aunque sabía que mentía. No estaba bien, y no lo estaría mientras las palabras que había dicho a Scorpius la persiguieran.

—He estado pensando en Scorpius —dijo Harry, sentándose a su lado, con una expresión que parecía sincera pero que ocultaba su verdadera intención—. No quiero verte lastimada, Ginny. Sabes que no es alguien en quien puedas confiar.

Las palabras resonaron en la cabeza de Ginny, como si fuesen un eco de lo que ella misma había tratado de convencerse. Pero ahora, empezaba a dudar de cada una de esas palabras.

—Scorpius… —comenzó Ginny, pero se detuvo. No sabía cómo articular lo que sentía. Sabía que Harry estaba intentando ayudarla, o al menos eso era lo que él le había hecho creer.

—Ginny, él no va a cambiar. No importa cuánto te preocupes por él. Sigue siendo el mismo, atrapado en sus adicciones. —Harry se inclinó hacia ella, la preocupación fingida pintada en su rostro—. Te lastimará, y no quiero que sufras más por él.

—Lo sé, Harry —dijo Ginny, su voz apenas un susurro. Pero en su interior, algo se rebelaba contra esas palabras.

Harry notó la vacilación en su voz y decidió presionar un poco más. Necesitaba asegurarse de que Ginny se mantuviera alejada de Scorpius, de que no volviera a caer en los brazos del chico que tanto despreciaba.

—Piensa en lo que pasó, Ginny. Las cosas que le dijiste… —Harry hizo una pausa, evaluando la reacción de Ginny—. Tal vez fue lo mejor. Ahora él sabe que no puede manipularte con su dolor, que no puede usarte como una salida fácil. Estás siendo fuerte, y eso es lo que él necesita ver.

Ginny se estremeció. Las palabras de Harry empezaban a chocar con algo dentro de ella, como si una pequeña parte de su mente estuviera gritando que esto no estaba bien, que todo era un error.

—Harry, ¿y si me equivoqué? —dijo finalmente, girando la cabeza para mirarlo a los ojos—. ¿Y si fui demasiado dura?

Harry sintió que el control se le escapaba por un momento, pero rápidamente recuperó su compostura. Sonrió, aunque no llegó a sus ojos.

—Ginny, estás pensando demasiado en esto. No fue un error. Él necesitaba escuchar la verdad, y tú solo fuiste honesta con él. A veces, la verdad duele, pero es lo mejor para todos.

Ginny asintió lentamente, aunque la duda no desaparecía. Se sentía atrapada entre lo que Harry le decía y lo que su corazón empezaba a murmurar en voz baja.

Esa noche, Ginny no pudo conciliar el sueño. Las palabras de Harry se mezclaban con los recuerdos de Scorpius, y finalmente decidió que necesitaba verlo. Necesitaba hablar con él, aunque temía lo que podría suceder.

Se escabulló por los pasillos oscuros del castillo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Cuando llegó al lugar donde sabía que encontraría a Scorpius, un rincón apartado cerca de la Torre de Astronomía, se detuvo, respirando profundamente para calmar sus nervios.

Scorpius estaba allí, tal como lo había imaginado, con la mirada perdida en las estrellas. Mientras un cigarrillo estaba entre sus labios, un olor demasiaod fuerte para ser solo nicotina. Ginny dudó por un momento antes de acercarse.

—Scorpius… —su voz era apenas un susurro, pero él la escuchó, girándose lentamente para mirarla.

Sus ojos se encontraron, y Ginny vio el dolor reflejado en el rostro de Scorpius, un dolor que ella misma había causado. Tragó saliva, sintiendo el peso de la culpa aplastándola.

—¿Qué haces aquí, Ginny? —preguntó Scorpius con una voz fría, distante.

Ginny sintió que cada palabra era como una daga en su corazón, pero sabía que tenía que intentarlo.

—Vine a hablar contigo. —Se acercó un poco más, pero Scorpius no se movió, manteniendo la distancia entre ellos.

—No creo que tengamos mucho de qué hablar —respondió Scorpius, volviendo a mirar las estrellas—. Ya dijiste todo lo que tenías que decir.

Ginny sintió que las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos, pero las contuvo. No podía permitirse llorar, no ahora.

—Lo siento, Scorpius —dijo, su voz quebrándose—. No debí haber dicho lo que dije. Estaba… confundida, y…

Scorpius la interrumpió, girando su mirada hacia ella con una expresión de incredulidad.

—¿Confundida? ¿Eso es lo que llamas decirme que soy un drogadicto patético y que nunca seré lo suficientemente bueno para ti? Porque eso fue prácticamente lo que diste a entender—Su voz estaba llena de una mezcla de dolor y rabia contenida—. Porque eso no suena a confusión, Ginny. Suena a alguien que sabía exactamente lo que quería decir.

Ginny se estremeció, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que Scorpius tenía razón. Había sido cruel, más de lo que jamás había querido ser, pero en ese momento, había estado cegada por sus propias inseguridades y por la influencia de Harry.

—No… no quise decirlo de esa manera. Estaba herida, y… —Intentó acercarse más, pero Scorpius levantó una mano, deteniéndola.

—No intentes justificarte, Ginny. Lo dijiste porque lo creías. Tal vez no en la superficie, pero en algún lugar dentro de ti, eso es lo que piensas de mí. —Las palabras de Scorpius eran cortantes, como cuchillas que atravesaban su corazón.

Ginny sintió que la desesperación la invadía. Sabía que si no lograba hacerle entender lo que realmente sentía, lo perdería para siempre.

—No, Scorpius, por favor, escúchame. —Ginny dio un paso más, ignorando el frío en su voz—. Estaba equivocada, no debí decir esas cosas. Harry… —se detuvo, dudando en revelar lo que realmente había pasado.

Scorpius frunció el ceño, notando su vacilación.

—¿Potter? —repitió con desconfianza.

Ginny sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que tendría que confesar la influencia que Harry había tenido en sus palabras. No quería traicionar a Harry, pero tampoco podía seguir mintiendo.

—Harry… me hizo ver las cosas de una manera equivocada —admitió finalmente, su voz apenas un susurro—. Me convenció de que estaba haciendo lo correcto al ser dura contigo, que era lo mejor para ti… y para mí.

Scorpius se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Ginny acababa de decir. Sus ojos reflejaban una mezcla de emociones: incredulidad, ira y un profundo dolor.

—Así que fuiste su marioneta —dijo finalmente, su voz cargada de amargura—. Me usaste como una herramienta para demostrar tu lealtad a él, ¿no?

Ginny negó con la cabeza rápidamente, las lágrimas comenzando a caer por sus mejillas.

—No, Scorpius, no es eso. Solo… solo quería protegerme, protegerte. Pensé que si eras más fuerte, podrías superar todo… pero lo arruiné. No debí haber dejado que Harry me manipulara de esa manera.

Scorpius la miró, su expresión endurecida.

—¿Y qué se supone que haga con esto, Ginny? ¿Perdonarte porque te dejaste manipular? ¿Porque no fuiste lo suficientemente fuerte como para confiar en lo que realmente sientes en lugar de seguir las órdenes de Harry?

Ginny bajó la mirada, sintiéndose pequeña y vulnerable bajo la intensidad de sus palabras.

—Solo quiero que sepas que lo siento —dijo, su voz temblando—. Lo siento por todo lo que dije, por cómo te hice sentir. Lo último que quiero es perderte, Scorpius.

Scorpius la miró durante un largo momento, evaluando la sinceridad en sus ojos. Por un breve instante, Ginny vio una chispa de ternura en su mirada, como si una parte de él quisiera creer en ella, en lo que estaba diciendo. Pero la realidad de lo que había pasado era demasiado pesada para ignorarla.

—Ginny… —Scorpius suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado—. No sé si puedo perdonarte. No es solo lo que dijiste, sino lo que eso representa. No puedo seguir confiando en ti si cada vez que Harry decide manipularte, terminas atacándome.

Las palabras de Scorpius la golpearon con la fuerza de una bofetada. Ginny sintió que su mundo se desmoronaba mientras él se alejaba, dejándola sola bajo la fría luz de las estrellas.

—Scorpius, por favor… —intentó detenerlo, pero él se giró, mirándola una última vez.

—No sigas, Ginny. No esta noche. —Y con esas palabras, se dio la vuelta y se perdió en la oscuridad, dejándola sola con su dolor y su culpa.

Ginny se quedó allí, mirando el lugar donde él había desaparecido, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos. Sabía que había perdido algo invaluable esa noche, algo que tal vez nunca podría recuperar.

Al día siguiente, Ginny evitó a Harry. No podía enfrentarlo, no después de lo que había pasado con Scorpius. Pero sabía que no podría esquivarlo para siempre.

Finalmente, lo encontró esperándola en la Sala Común.

—Ginny, ¿qué pasa? Has estado evitándome todo el día —dijo Harry, su voz cargada de preocupación.

Ginny lo miró, su corazón lleno de resentimiento y dolor. Sabía que tenía que enfrentarlo, que no podía seguir escondiéndose.

—Harry, lo que hiciste… no estuvo bien —dijo con firmeza, aunque su voz temblaba—. Me manipulaste para que atacara a Scorpius, para que lo alejase de mi vida. Y ahora… ahora lo he perdido.

Harry la miró, su expresión cambiando de preocupación a frialdad en un instante.

—Ginny, hice lo que era necesario. Scorpius es una mala influencia para ti, y lo sabes. No podías seguir con él, te estaba arrastrando hacia su mundo oscuro.

—Eso no era tu decisión para tomar —replicó Ginny, sintiendo que la rabia crecía dentro de ella—. Nunca debiste haberte metido en esto. Scorpius tiene problemas, sí, pero eso no te da el derecho de manipularme para que lo lastime.

Harry dio un paso hacia ella, su mirada dura y calculadora.

—Ginny, lo hice porque me importas. Porque no quería verte destruida por alguien como él. Tal vez no lo entiendas ahora, pero fue lo mejor para ti.

Ginny lo miró, sus ojos llenos de desilusión y dolor.

—Nunca sentiré nada verdadero por ti, Harry —dijo finalmente, con una calma mortal—. Nunca podré verte de esa manera. Lo que hiciste solo me aleja más de ti.

Harry sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Nunca había esperado escuchar esas palabras de Ginny, nunca había pensado que su manipulación se volvería en su contra de esta manera.

—Ginny… —intentó protestar, pero ella levantó una mano, deteniéndolo.

—No, Harry. Esto se terminó. Lo que sea que tu hayas creído que sucedía. Lo que hiciste fue imperdonable. —las palabras de Ginny eran frías, y Harry supo que había perdido algo invaluable esa noche.

Ginny se alejó, dejándolo solo en la Sala Común, mientras Harry se daba cuenta de que su manipulación había destruido no solo su amistad con Ginny, sino quizás, también cualquier posibilidad de algo más.

Ginny se dirigió a su dormitorio, sintiéndose más sola que nunca. Había perdido a Scorpius, había perdido a Harry, y lo peor de todo, se había perdido a sí misma en el proceso.

Se sentó en su cama, mirando el techo, y supo que tendría que reconstruir todo desde el principio. Scorpius podía no perdonarla nunca, y Harry… Harry era alguien en quien no podía confiar nunca más.

Pero mientras se acurrucaba bajo las mantas, una pequeña chispa de esperanza comenzó a arder en su interior. Tal vez, solo tal vez, algún día podría enmendar lo que había hecho. Tal vez podría demostrarle a Scorpius que había cambiado, que lo que sentía por él era real, a pesar de todo.

Con ese pensamiento, Ginny cerró los ojos, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas, sabiendo que la redención sería un camino largo y doloroso, pero uno que estaba dispuesta a recorrer.

Una lástima que todo siempre terminaría igual.

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