04.
< chapter 03: pelea >
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En los rincones más profundos de la antigua Asia Oriental, donde los suspiros se entrelazan con los sueños y las estrellas guardan secretos, existe una leyenda que ha perdurado a lo largo de los siglos. La Leyenda del Hilo Rojo, un relato que nos habla de conexiones predestinadas, de almas entrelazadas y de amores que trascienden el tiempo y la distancia.
Hace mucho, mucho tiempo, en un imperio lejano, vivía un emperador que anhelaba encontrar el amor verdadero. Se decía que en una de las provincias de su reino habitaba una bruja excepcional, capaz de ver hilos invisibles que conectaban a las personas. El emperador, intrigado por esta habilidad, la mandó llamar ante su presencia.
La bruja, con ojos profundos como pozos de sabiduría, llegó al palacio. El emperador le pidió que encontrara el extremo de un hilo rojo que llevaba atado al meñique. Este hilo, según la leyenda, unía a las personas destinadas a conocerse. No importaba el tiempo ni la distancia; el hilo permanecía inquebrantable.
La bruja aceptó la tarea y comenzó su búsqueda. Siguió el hilo a través de montañas, ríos y campos de arroz. Finalmente, llegaron a un mercado bullicioso. Allí, una campesina sostenía a su bebé en brazos mientras ofrecía sus productos. La bruja se detuvo frente a ella y le pidió que se pusiera de pie. Luego, señaló al joven emperador y dijo: "Aquí termina tu hilo".
El emperador, enfurecido, creyó que era una burla. ¿Cómo podía ser que su destino estuviera ligado a una simple campesina? Pero cuando sus ojos se encontraron con los de ella, algo cambió. El hilo rojo se tensó, vibrando con una fuerza inexplicable. El emperador comprendió que el amor no entiende de títulos ni riquezas, sino de corazones que laten al unísono.
Se dice que el Abuelo de la Luna, cada noche, ata un cordón de este color alrededor del dedo meñique de dos personas destinadas a encontrarse. Ninguno de ellos puede querer y amar a otra persona de la misma manera que se quieren entre sí. El hilo, invisible pero poderoso, guía sus pasos, sus encuentros y sus desencuentros.
El amor, como el hilo rojo, no entiende de lógica ni de obstáculos. Es un viaje que comienza antes de nacer y continúa más allá de la muerte. Así que, cuando mires al cielo y veas las estrellas titilando como suspiros cósmicos, recuerda que quizás, en algún rincón del mundo, tu hilo rojo está esperando su momento para estirarse hasta el infinito y unirte a quien está destinado a ser parte de tu historia.
Pero en esas mismas, se oculta un secreto que todos compartimos. Un secreto que se esconde en los pliegues más profundos de nuestros corazones, como una antigua carta de amor olvidada en el fondo de un cajón. Es la paradoja del amor no correspondido, la danza dolorosa entre el deseo y la negación.
Se dice que cuando una persona se niega a seguir enamorada de alguien que no la ama, que no siente atracción por ella o que ni siquiera sabe que existe, debe alejarse. Debe cortar los hilos invisibles que la atan al objeto de su afecto. Debe renunciar al anhelo, al desvelo nocturno, a las miradas furtivas y a los suspiros contenidos. Pero, ¿qué ocurre cuando el corazón se rebela contra la lógica? ¿Cuando se aferra a la esperanza como un náufrago a la última tabla de salvación?
Eso Scorpius lo sabía bien. Su corazón era un campo de batalla, y el enemigo era la propia Ginny Weasley, la chica que habitaba sus sueños y sus pensamientos. Ella, ajena a su existencia, seguía su vida sin sospechar que el estaba atrapado en una telaraña de emociones. Scorpius se repetía a sí mismo que debía alejarse, que debía dejar de buscar su mirada cada mañana en el Gran Comedor, que debía dejar de imaginar conversaciones que nunca tendrían lugar. Que debía dejar de idealizarla.
Pero el corazón no entiende de razones. Se aferra a los recuerdos que quizás en algún momento sucederían, a los momentos compartidos cuando ambos se encontraban de frente, a las palabras no dichas.
Las noches eran las peores. Scorpius se acurrucaba bajo las sábanas, con la luz de la luna filtrándose por la ventana. Imaginaba que Ginny estaba allí, a su lado, sus dedos rozando su piel, sus labios buscando los suyos. Pero al abrir los ojos, solo encontraba la soledad y el silencio. Siendo observado cada mañana por aquella temerosa sombra que lo perseguía desde los doce años. El deseo se convertía en una tormenta que lo arrastraba hacia el abismo. ¿Por qué no podía dejar de amarla? ¿Por qué no podía olvidarla como Theodore solía olvidar sus tareas o el como Draco olvidaba las citas que tenía al día siguiente?
Los celos también se sumaron al cóctel de emociones. Elena observaba a Ginny con su pareja, o eso es lo que él decía, riendo, compartiendo confidencias. Sentía un puñal en el pecho cada vez que ella se acercaba a alguien más. ¿Por qué no podía ser el al que le destinataria una de sus sonrisas? ¿Por qué no podía ser el quien compartiera secretos con ella? Los celos eran un veneno que se infiltraba en su sangre, oscureciendo su razón y alimentando su obsesión.
Varias veces había llegado a pensar que quizás si no hablaba con ella no llegaría a ningún lado, pero después recordaba cuando Draco invito a salir a una chica de Ravenclaw con quien había comenzado a llevarse muy bien, incluso parecía que ella gustaba de el, y Draco, el había comenzado a desarrollar sentimientos por ella, hasta que llegó el día.
En una fiesta, Draco decidió enfrentarsele. Se acercó a la Ravenclaw de cabello pelirrojo.
—¿Por qué no puedo dejar de amarte?—le confesó. Esperaba que con eso dijera todo lo que deseaba y anhelaba, y lo hizo.
Ella lo miró con sorpresa, como si no entendiera el alcance de sus palabras.
—Draco, eres un buen amigo. —dijo con una sonrisa condescendiente. —Pero eso es todo. —y el mundo pareció como si se desmoronaba a su alrededor.
Y Scorpius se negó a hacer lo mismo. Había visto a Draco sufrir por algo así por primera vez, y le había dolido, y ahora no quería ser el, quien sufriera.
Y la negación se convirtió en su refugio. Scorpius se aferró a la idea de que Ginny no sabía lo que estaba perdiendo. Se convenció de que algún día ella abriría los ojos y vería la pasión que ardía en su interior. Pero los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Ginny seguía siendo ajeno a su amor. Y, sin embargo, el no podía dejar de esperar.
—¿Que tal si sales con Pansy?—Theodore mencionó. —Le gustabas el año pasado.
—No voy a salir con alguien más solo para remplazar, Theo. Yo no hago eso, y es muy cruel. —Scorpius se negaba a la idea de olvidar a Ginny. Sus esperanzas seguían intactas después de tanto tiempo.
—De acuerdo, yo solo decía. —Theodore se encogió de hombros. —Como sea, no terminaste, o siquiera empezaste a contarnos como te fue en vacaciones. ¿Que tal tu encuentro con Sirius?
—Horrible. —confesó, rodando los ojos. —¡Todos parecían odiarme! No podía ni siquiera toser porque sentía que me juzgaban con la mirada. A los únicos que parecía agradarle era a las fotocopias de los Weasley, y a Lupin.
—Bueno, fuiste la razón por la cual su amorío prohibido jamás sucedió. Yo estoy hablando de Sirius, no de Lupin. —Theodore hablo.
—¿De que estás hablando?—cuestionó Draco confundido, al igual que Scorpius.
—¿Nadie se los ha dicho?—ambos negaron. —Papá me lo dijo. Parecía tener una buena relación de amistad con Peter Pettigrew, el se lo contó. Dijo que, cuando su tío Scorpius comenzó a salir con Lupin, Sirius intento arruinar su relación, y después comenzó a salir con la tía Alessa...ahora entiendo porque odias el remplazar a otra persona con otra, Sirius lo hizo, y lastimó a la tía Alessa.
—Incluso sin estar juntos lo hizo. —murmuró Scorpius, sintiendo la mano de Draco en su hombro. Había podido ver las memorias de su madre, y una vez pudo observar todo la historia, lloro por horas, y su odio hacía Sirius había incrementado. —Ya no hablemos más de esto, por favor.
—Esta bien. —Draco dijo. Scorpius apretó los labios, incluso si la noche anterior se prometió no recaer, lo hizo de nuevo, después de no poder conciliar el sueño, y de nuevo, esa extraña figura lo seguía. Odiaba tenerlo en todo momento con el. Porque incluso el sabía lo que había pasado cuando se quedó dos noches en Grimmauld Place.
—Entonces, ¿Que... —Theodore se interrumpió por el bullicio que se encontraba frente a ellos. Esa figura detrás de Scorpius, pronto sonrió con tristeza. Y los tres se acercaron.
—¿Cuantas veces te lo tengo que decir? ¡Dejame en paz!
—Estamos destinados a estar juntos, somos almas gemelas. No es mi culpa que los idiotas de tus hermanos te metan tontas ideas en la cabeza sobre mi. Tu yo estamos juntos, solo nosotros deberíamos de importar.
—¡Basta James! Te dije una y mil veces que te alejes. Y no se te ocurra volver a insultar a mis hermanos. Además, ¡Tu y yo ni siquiera estamos juntos! Tu eres el que se está haciendo ideas irroneas en la cabeza.
—¡No! Eres el amor de mi vida! Tenemos que estar juntos. —la abrazó y Ginny solo lo empujó con fuerza.
—¿Que esa obsesión?—Theodore murmuró. —Da miedo.
—¡Me tienes harta James! ¡Ya dejame en paz!—Ginny apretó los dientes, sus ojos centelleando con una mezcla de rabia y desprecio. El aire alrededor de ella parecía cargado de electricidad, y James retrocedió instintivamente. —¿Por qué sigues aquí, James?—su voz era un susurro venenoso. —¿No entiendes que no te quiero cerca? No quiero tu atención, tus palabras, ni tus malditos ojos sobre mí.
James tragó saliva, su mirada desesperada.
—Ginny, por favor, escúchame. No puedo evitarlo. No puedo dejar de pensar en ti. No puedo soportar verte con otros chicos, riendo y coqueteando. Me vuelve loco.
—¿Loco?—Ginny se burló. —Eso es lo que eres, James. Un loco obsesionado. No puedes seguirme así por algo que ni siquiera existe.
James la tomó de los hombros, sus dedos apretando con fuerza.
—¿No existe? ¿Acaso no sientes esto?—sus labios se encontraron en un beso desesperado, pero Ginny no cedió. Ella lo empujó con violencia, sus ojos llameantes.
—Esto no es amor, James. Esto es una obsesión enfermiza. No puedo soportarlo más. No quiero verte. No quiero sentirte cerca. No quiero que me sigas.
James la miró con desesperación.
—¿Por qué, Ginny? ¿Por qué me odias tanto?"
—Porque eres un egoísta—susurró ella. —Porque no puedes ver más allá de tus propios deseos. Porque no te importa cómo me siento. Porque no entiendes que no soy un objeto que puedes poseer.
Los estudiantes los observaban desde la distancia, algunos con sorpresa y otros disfrutando del espectáculo que les estaban dando. Scorpius estaba entre ellos, su mirada clavada en James y Ginny.
—Quizas en tu mente fuimos algo, así que te lo digo; esto se acabó, James. —dijo Ginny con voz firme. —No quiero verte nunca más. No quiero que me sigas. No quiero que me ames. No quiero nada de ti.
La tensión en el aire era palpable. James apretó los puños, mirando fijamente a Ginny, su mandíbula tensa.
—¡No puedes alejarte así, Ginny!—exclamó James, su voz ronca. —No después de todo lo que hemos pasado juntos. No voy a permitirlo.
Ginny tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza.
Antes de que pudiera decir algo, James la agarró del brazo con una fuerza que la hizo jadear. El dolor se disparó desde su muñeca hasta su hombro. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no iba a ceder. No esta vez.
—Te dijo que la dejaras en paz. —Scorpius se metió, y tan pronto como lo hizo se colocó frente a Ginny dándole la espalda, y colocando su agarra en el brazo de James.
—Eso es tigre, ve con todo. —Theodore murmuró, siendo escuchado por Draco, quien lo golpeó en las costillas con el codo.
James apretó los dientes, pero finalmente soltó a Ginny. Ella se liberó de su agarre, masajeando su muñeca dolorida. Scorpius la miró con preocupación, Ginny le agradeció con una mirada, él le sonrió suavemente y luego volvió su atención a James.
—No te metas en esto Black, no te concierne y tampoco te interesa, ella es mi novia y tiene que estar conmigo. —James estaba a punto de volverse a acercar a Ginny, sin embargo, Scorpius lo empujó del pecho lejos de ella.
—Eres jodidamente insoportable, ni se te ocurra volver a acercarte a ella. Ella ya lo dijo, no te quiere cerca, no tienes nada que estar haciendo aquí.
—¿Y tú que mierda tienes que ver con mi novia?—James soltó con brusquedad. —Puedo apostar todo a qué tu eres el idiota con el que ella se ha estado viendo, por eso es que me ignoraba y rechaza mis salidas.
Theodore mantenía a Ginny fuera de esa pelea, y aunque Draco no quisiera verse tan obvio, el también copiaba la acción de Theodore.
Pronto, James quiso golpear a Scorpius, pero el lo esquivo con facilidad.
—Grave error meterte con Scorpius. —murmuró Draco con diversión.
Scorpius lo golpeó directo en la nariz y luego le dio una patada en las costillas, obligando a James terminar en el suelo. Pero no era suficiente, Scorpius sentía una necesidad golpearlo aún más.
En cuestión de segundos Scorpius ya estaba encima de James golpeandolo sin parar, mientras que Ginny estaba en silencio sin poder procesar la situación, escuchando los ánimos de los demás ahí, algunos incluso apoyaban a James, pero todos sabían que la fuerza que Scorpius usaba, era suficiente para que James no le hiciera un gran daño.
—Scor creo que ya entendio. —Draco se acercó a su primo.
El lo ignoro, James estaba golpeandolo también, pero no le hacía más que lastimarlo un poco de manera superficial.
Empezaron a rodar por el suelo, y en un momento lo que parecio ser un diente, hizo saber a todos que todo estaba fuera de control. Hubo un momento en el que Scorpius se había frenado a escupir sangre asi como ya había hecho James, pero el se la escupió en la cara.
—¡Basta los dos!—la voz de la profesora McGonagall, hizo a Scorpius detenerse, sin embargo, James aprovecho eso para golpearlo en la nariz, siendo Scorpius detenido por Draco y Theodore para que no se lo devolviera, mientras que James era sostenido por dos de sus compañeros de casa. —Lleven a ambos a enfermería, los veré ahí, y más les vale decirme cómo fue que inicio todo esto o ambos obtendrán graves consecuencias.
Scorpius tragó saliva con fuerza, haciendo una mueca al sentir el sabor de la sangre en el. Su mirada recorrió cada rostro hasta detenerse en la pelirroja que amaba, ella lo observaba en silencio, sin embargo, cuando Scorpius comenzó a caminar con ayuda de Malfoy y Nott, ella hizo el ademán de seguirlo, pero Harry y Ron la detuvieron, obligando a Scorpius a apartar la mirada.
Quizás era cierto, el no podía competir contra Potter, el tenía a todo su familia de su lado, lo mejor era borrar aquellas esperanzas.
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