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๑ O5┊ ❝ Recuerdos ❞

     «Armando siempre fue como un padre para mí. Desde pequeña me cuidaba, incluso más que mi propio hermano, y eso me llevó a preguntarme más de una vez la razón de que un hombre le tuviera tanto aprecio a la hija de alguien más, a una completa extraña. Yun y yo nunca supimos nada respecto a la vida de Armando, si tuvo familia o si alguna vez se enamoró, simplemente nos daba todo su amor y apoyo incondicional y eso me llevó a verlo como la figura paterna que tanto necesité.

     Me compró los juguetes que le pedía a Yun y que se negó a regalarme, me abrazó y se aseguró de recordarme que nada de lo que mi hermano hiciera era culpa mía. Así que cada vez que me miro al espejo y veo esa cicatriz en mi rostro soy capaz de recordar el verdadero cariño que alguien me dio a pesar de estar más roto de lo que mi hermano y yo lo estábamos.

     Eventualmente crecí y desde los doce años no volví a ver las cosas con la misma inocencia que Armando se esforzó por conservar a pesar de los deseos de mi hermano. Mi "padre" vio cómo me convirtieron en un arma mientras él debía quedarse callado, finalmente, era el jefe en el taller pero no en la mafia, así que todo fue cayendo en picada para mí cuando hubo un conflicto de intereses entre Yun y yo.

     En el momento en que creo que lo he olvidado todo, la sombra del recuerdo que marca un antes y un después me persigue como una presa en su ridículo intento por escapar.

     La adrenalina vuelve a recorrer mis venas cuándo los gritos de Yun retumban en mis oídos después de que mis manos empuñan el cuchillo y la hoja metálica atraviesa su piel, lo adentro más hasta que mi hermano escupe sangre y esta salpica mi rostro. Todo parece ir en cámara lenta, por alguna razón una parte de mí grita con entusiasmo, y la otra comienza a llorar de miedo, dos personas completamente distintas intentando ser una sola, y eso ahora se ha vuelto inútil porqué en ese entonces (y ahora) supe que no sería la misma.

     Los gritos continúan, la oleada de preguntas me sacude y lo único que hago después de salir de la cocina es disculparme con Armando. Me es difícil leer las emociones que se reflejan en su expresión, tal vez confusión, miedo, ira o decepción...

     Pudo sentir tantas cosas en ese instante, y solo se quedó de pie frente a mí mientras los demás hombres corrieron a la cocina a auxiliar a Yun. No era capaz de creer lo que estaba pasando y yo tampoco, así que se acercó y apreció mi rostro como si de esa manera fuera a conseguir una explicación sobre mi traición, pero los dos sabíamos que no existía alguna; sus manos sostuvieron mis hombros y me dijo que huyera, casi como una súplica. Quizás ese fue su último acto de amor hacia mí.

     Las pequeñas y finas gotas de agua golpearon mi rostro en cuánto salí de esa horrible casa, de alguna manera se sentía como haberme quitado los grilletes que me ataban a mi hermano, por fin obtenía la libertad que tanto había buscado, aunque la pesadez golpea mi cuerpo y con cada paso que doy se me escapan sollozos que ahogo al cubrir mi boca con una de mis manos. Tal vez he escapado de mi hermano, pero ¿a qué costo? ¿No me importó casi asesinarlo? Ese temor se hace presente y mis pasos me dirigen al único lugar donde sé que estaré segura.

     Su fuerte figura que impone respeto, su voz tranquilizándome, y sus brazos envolviendo mi cuerpo para protegerme como un escudo. No hay nadie en esta ciudad que me transmita tanta tranquilidad como él

     Lian inhaló y exhaló con cierta dificultad como si eso representara un esfuerzo mucho mayor que otras veces. Revivir ese momento le erizó la piel y miró hacia todas partes con la incertidumbre de saber si Yun podría estar observándola a lo lejos, incluso cerca, sin embargo, se recordó a sí misma que él había muerto por fin, y gracias al cielo no lo asesinó ella. Su muerte sigue siendo un misterio, al igual que la de todos los miembros de su rota y extraña "familia". No hay tumbas y ni siquiera sabe si existían registros de ello, así que se sintió peor por el hecho de no haber siquiera investigado respecto al asunto.

     «¿Acaso es necesario indagar? Desde que abandonaste ese cuchitril que Yun llamaba hogar debiste tener claro que no te consideraría más su hermana. Traicionaste a The Union, traicionaste a Yun Kalahari ». Una voz que expresó rencor y al mismo tiempo orgullo, por el logro de escapar de su hermano, retumbó en sus oídos y le aplaudió el desinterés por no desenterrar la respuesta sobre el paradero de su hermano. En cambio, la voz de una niña se hizo presente: «¿Y qué hay de Armando? Siempre nos cuidó cuando Yun no estaba». Entonces, Lian se da cuenta de que se trataba de dos partes de ella que seguían vivas en lo profundo de su ser, y esas voces del recuerdo se confrontan hasta el punto de comenzar a agobiarla con las cuestiones que ella misma se ha planteado.

     Resopló y se abrazó mientras liberaba un par de sollozos por la confusión que sentía dentro de su mente, en ese instante la soledad se volvió tan real que ni siquiera sabe a quién acudir o llamar, lo cuál le llevó a formular otra pregunta: ¿A quién iba cuándo su lugar no parecía ser en la mafia? Lo pensó un par de segundos para intentar responderse esa pregunta, pero cuando lo intentaba el espacio sobre esa persona se mantenía en blanco, y le causa una extraña frustración que la lleva a sentir que no es ella misma, como si sus recuerdos no fueran suyos.

     Lo único que vino a su mente es la cabellera azabache de ese alguien, sus ojos se dirigieron hacia su diestra y logró recordar la sensación de sus dedos peinando con delicadeza cada mechón de cabello y eso le provocó un escalofrío que se paseó por toda su anatomía hasta sacudirle las extremidades, las pequeña lágrimas acumulándose en sus ojos nublan su vista y se deslizan lentamente por sus mejillas hasta morir en su mentón. Todo se trata de una respuesta psicológica, una que tal vez le cuesta comprender el por qué, ya que eso significa también admitir que llegaba a la conclusión de que todo esto no podría tratarse solo de recuerdos que ha bloqueado para evitar sufrir. Y odia eso.

     Su memoria se encuentra fragmentada y ha perdido algo muy importante.

     O más bien, a alguien.

     Las horas durante la noche avanzaron tan rápido que un pequeño rayo de sol se coló por su ventana en cuánto el amanecer se hizo presente, la luz le molestó y se levantó a cerrar las cortinas, no sin antes dar un vistazo al exterior. El día lucía muy bonito como para quedarse en la soledad de su departamento lamentándose y torturándose con sucesos pasados, pero por desgracia no podría ir a un parque o a la playa, debía ir a trabajar. Le habría encantado de pequeña haber aprovechado esos días soleados para salir a correr, o los días lluviosos para saltar sobre los charcos, y tal vez solo así no tendría el arrepentimiento de no poder hacerlo ahora por cumplir sus obligaciones, pero por desgracia no fue y no sería así.

     Como un robot programado llevó a cabo la rutina matutina que tenía para un día normal de trabajo,solo que el objetivo de hoy era distinto. No iría a patrullar, no recibiría denuncias absurdas de los ciudadanos y tampoco iría a limpiar la mierda de los criminales en los atracos, esta ocasión sería egoísta y abusaría de su puesto en el CNP para sacar ventaja y obtener un beneficio propio, después de todo era para conseguir las respuestas que nadie se atrevía a darle y que posiblemente podrían brindarle tranquilidad a su mente. O eso quería hacerse creer.

     Solía preocuparse demasiado por sus amigos, pero estos mismos se empeñaban en mantener oculto un secreto que al parecer era una pieza crucial en su vida, y si ellos no la apoyaban entonces debía sacar a la luz el instinto de supervivencia que su hermano se encargó de sembrar y cultivar. No resultaba muy agradable pensar en Yun en ese momento mientras bajaba del auto para adentrarse a la comisaría, pero algo en su mente volvía a generarle inquietud y tampoco podía ignorar el temblor en sus extremidades. ¿Y si su hermano en realidad está vivo y se encuentra más cerca de lo que ella cree? La repentina pregunta la llevó a mirar hacia todos lados antes de adentrarse al edificio. No hay nadie conocido. Ignora el pensamiento y al entrar observa las sillas de espera llenas de personas conversando, otros gritando, agentes intentando calmar los ánimos y poco más; se siente tan pequeña y cohibida que no parece pertenecer a ese lugar, hasta que otra vez esa conocida voz retumba en sus oídos.

     «Lian».

     Escucha su nombre mientras camina y eso la lleva a parar en seco, volteando su cabeza hacia todos lados en busca del dueño de esa voz, intentando identificar a quién de todas las personas en la recepción pertenece, pero todos se encuentran inmersos en sus asuntos como para darse cuenta de que Lian los observa; entre tantos gritos y murmullos su presencia resulta silenciosa. Se sintió como si su propio nombre hubiese sido susurrado en su oreja, pero se dio cuenta de que posiblemente estaba delirando.

     Reanudó su caminar, haciéndose espacio para pasar e ignorando a los ciudadanos para entrar a los vestidores, agradeció mentalmente que estos se encontraran vacíos, así que podía darse el lujo de permitirse un momento de paz. Se sentó en uno de los banquillos y ocultó la cabeza entre sus brazos como intento de tranquilizarse ya que en todo ese rato había ignorado la dificultad que le representaba poner un pie en comisaría, no porque tuviera miedo sino porque era consciente de que despertaba un par de sentimientos y pensamientos encontrados, muy confusos y frustrantes entre sí, dando la impresión de una soga enredada ejerciendo presión en su cuello.

     Ella misma se estaba asfixiando, tal vez sin darse cuenta o intencionalmente, cualquier posibilidad era la correcta.

     El clic de la puerta inunda la soledad del lugar, Lian se sobresaltó y recobró la compostura, carraspeando y fingiendo que no había sucedido nada. Si alguien preguntaba diría que no durmió bien, y en realidad no estaba lejos de ser cierto; no descansó y no se disculparía por el mal humor que eso le provocaba, por lo que se levantó del banquillo saludando rápidamente a la persona que entró en los vestidores y se apresuró a salir para dirigirse a la oficina que le interesaba, donde se encontraban todos los archivos.

     Se mentalizó para encontrar cualquier cosa así como para toparse con la sorpresa de que podría no haber registro de las muertes de sus amigos. Pensarlo era desagradable, y decirlo en voz alta un poco más, después de todo eran una mafia más, para la justicia seres insignificantes, basura que pueden quemar y ya, o en este caso, borrar la prueba de que alguna vez existieron. Esa idea le hizo experimentar un pequeño mareo mientras subía las escaleras, así que bajó el ritmo de su paso y se repitió que debía estar lo más tranquila posible o de lo contrario no tendría la mente clara y no encontraría lo que tanto buscaba. Yun siempre se lo explicó: Mente fría, ideas claras.

     Imploró no encontrarse al comisario Volkov ya que tenía la suerte de toparse con él en momentos como ese y sinceramente no tenía ánimos para responder sus preguntas, sobre todo porque su amigo se empeñaba tanto en no contestar las suyas, eso la llevaba a pensar que no estaba en obligación de darle explicaciones de algo que no entendería jamás.

     Viktor seguro no podría dimensionar el hecho de perder a personas importantes en su vida, por lo tanto, no podría entenderla y tampoco esperaba que lo hiciera (o tal vez sí).

     El largo pasillo dio la impresión de ser infinito y las puertas le hacen pensar que podrían ser portales a otra dimensión. No recordaba haber estado en ese piso de la comisaría, era como si estuviera en una zona prohibida en la que no cualquier policía debería tener acceso, una oficial de bajo rango como ella seguramente, pero a estas alturas le daba igual, así que caminó frente a cada puerta y leyó en el vidrio grabado el nombre de cada habitación. Algunas eran oficinas de juntas, otras los despachos de los comisarios Rodriguez y Volkov y finalmente estaba el lugar que tanto buscaba: la oficina de registros y archivos.

     Al estar de pie frente a la puerta le vinieron un par de recuerdos que le recordaban a ocasiones en que hacía cosas que no debía, como entrar a la habitación de su hermano mayor o a la oficina donde cerraba sus peligrosos tratos con comerciantes. Todo eso no era muy distinto a esta ocasión y eso le hizo sudar las palmas de sus manos y sentir cómo su respiración se volvía agitada con el pasar de los segundos; tal vez era mala idea y debía arrepentirse, ir y pedirle ayuda a Volkov sería lo adecuado, luego una voz que habla con seguridad retumbó nuevamente en sus oídos diciéndole: «Ya estamos aquí así que no puedes arrepentirte, Yun no nos enseñó a ser cobardes. Anda, de ninguna otra manera encontrarás lo que buscas, The Union no merece quedar como un recuerdo que se volverá polvo con el pasar del tiempo». No supo identificar si se trató de ella o de su hermano, así que cerró los ojos y tomó aire para mentalizarse, debía ser fuerte y arriesgada, no necesita respuestas, las merece más que nadie, así que tomó el pomo de la puerta y abrió esta adentrándose de inmediato para no dar pistas de que obtuvo acceso a ese lugar.

     Frente a ella se desplegaron varios gabinetes grandes y estaba segura de que en este lugar ni siquiera se encontrarían la mitad de archivos correspondientes a la ciudad y sus habitantes. Ni siquiera sabía por dónde comenzar, ¿qué buscaba con exactitud? Su mente se quedó en blanco por unos segundos.

     «Esto es malo, no deberíamos estar aquí, Volkov podría enfadarse mucho» la voz de esa niña invade el silencio del lugar, Lian volteó hacia sus costados asegurándose de que no hubiera nadie y por eso se da cuenta de que se trataba de su propio pensamiento, se lleva la mano al pecho para calmar su corazón por el susto en vano. La misma voz continuó diciéndole que debía dejar tirado todo, si Yun la consideró su enemiga desde que salió de esa casa no tenía caso honrar su muerte, y la otra voz le exigió vengar a su hermano porque eso habría querido él; con ello, entenderse a sí misma resultaba más difícil de lo que creía.

     ¿Qué hacer y qué no hacer? Parecía una pregunta simple. En realidad era más difícil de lo que parecía. Mantuvo la vista fija en los gabinetes debatiendo la siguiente acción a realizar: quedarse o salir, y se dio cuenta de que tomó una decisión similar tiempo atrás antes de traicionar a su hermano; quedarse en The Union o salir. Bueno, ¿qué más daba? Optó por buscar sus respuestas, de todos modos ya no había una solución. Yun Kalahari estaba muerto, no podría pagar por el daño que le hizo a otras personas, incluyéndola. Al menos quería saber de qué manera terminó su vida.

     Comenzó por lo más importante, yendo en orden alfabético. La letra A en las carpetas significaba que se encontraría primero con el expediente de Armando Grúas, para eso tomó una bocanada de aire al instante en que sus dedos sostuvieron la carpeta. La miró con duda, debatiendo si abrirla o no, y una punzada en su abdomen le indicó que tal vez en realidad no quería ver los papeles dentro, estaba nerviosa e indecisa.

     Nombre: Armando Grúas.
     Profesión: Jefe de mecánicos en el taller del centro de la ciudad de Los Santos.

     Hasta ahí todo resultaba normal. Se desplegaban unos cuántos reportes como estafas en servicios proporcionados, cobros extras o injustificados, disturbios, huelgas ilegales, entre otros, hasta que llegó a la parte que le revolvió el estómago y le generó náuseas. Esperaba leer "muerto", pero en su lugar leyó "desaparecido" y no sabría decir si esa noticia resultaba buena o mala para ella.

     Un repentino portazo le sobresaltó y cerró la carpeta de golpe regresándola a su lugar procurando no hacer ruido con el metal del cajón. En ese momento se sintió como si todo se hubiese paralizado, su respiración se detuvo y las manos le temblaron cuando menos lo necesitaba, su vista miró a sus costados intentando encontrar a la persona que posiblemente había entrado, pero no vio nada, tal vez su imaginación le jugó una mala pasada. Una ocasión más. O tal vez su memoria le hizo recordar ese delirio de no ser atrapada por su hermano cuando se escabullía a su habitación en busca de esos dulces que tanto le gustaban y que Yun solía darle cuando tenía buen comportamiento.

—¿Qué haces aquí? —La voz del rubio le hizo llevar su diestra hacia su pecho por el susto que le causó. Lian soltó un suspiro de alivio al ver que se trataba de Gustabo y no del comisario Volkov, sabía que a él podría explicarle la verdad o bien decirle un buen pretexto, lo que sea al rubio le daría igual.

—Eh...—Tardó un par de segundos en contestar, Gustabo inclinó la cabeza y le miró con los ojos entrecerrados esperando una respuesta. De pronto parecía que le interesaba y eso le generó nerviosismo—. ¿Qué haces tú aquí?

     La pregunta descolocó al hombre, negó y bufó encaminándose hacia otro lado de la habitación.

—Vine porque necesito un par de registros respecto a unas denuncias que se realizaron hacía un mes, al parecer no le dieron seguimiento y tengo aquí a la Paqui jodiendo —Lian notó el hastío en la voz de Gustabo, así que solo respondió con un "oh" y el rubio siguió en lo suyo—. Lian, ¿hay algo que debas decirnos?

—Eh...supongo que no, ¿por qué la pregunta?

—Actúas...extraño —respondió dudoso, como si no fuera la palabra que quería decir, pero no se le ocurrió alguna otra para describir el comportamiento de la pelirroja.

—Bueno, no han sido buenos días para mí —Alzó los hombros para restarle importancia, Gustabo volteó y entrecerró los ojos como si de esa manera pudiera ver dentro de ella, pero al cabo de unos segundos terminó dándole la espalda nuevamente para terminar de buscar lo mencionado anteriormente, dándole a ella un respiro para aprovechar y tomar nuevamente la carpeta de Armando y la de su hermano y acomodar los papeles para que no quedara rastro de que alguien había husmeado ahí.

—Para nadie en realidad, pero algunos la pasamos peor que otros —Su tono de resignación provocó un vuelco en el corazón de Lian y pensó en que tal vez existía algo referente a Gustabo que no sabía o más bien que no recordaba, y se sintió peor por eso—, pero tú no estás sola, si necesitas algo puedes decirnos ¿vale?

     Al decir eso volvió a darse vuelta para asegurarse de que Lian le escuchaba, conectaron sus miradas y se sintió tan pequeña. Los orbes oceánicos de Gustabo resultaban imponentes, como el agua en donde podría ahogarse con facilidad. Aferró sus manos a las carpetas que llevaba consigo, escuchando las conmovedoras palabras de su amigo, con la esperanza de que no preguntara por ellas.

—De acuerdo —Intentó sonreír pero no fue capaz de hacerlo. Se quedó parada pensando mientras el rubio terminaba de encontrar las viejas denuncias, escuchando cómo tarareaba una canción que por alguna razón le generaba nostalgia.

     "Ya no me acuerdo si tus ojos eran marrones o negros..."

     Lian alzó la mirada hacia Gustabo, quién se encontraba despreocupado cantando sin saber que generó en ella una sensación desesperante que le llevó a salir corriendo. Nuevamente las paredes parecieron cerrarse y huyó antes de sentirse acorralada.

     Ojos marrones o negros...

     Esa intensa mirada a través de un par de cristales azules apareció en su mente en medio de una discusión en un lugar como este. Lian observó a todos lados en un intento fallido por regular su agitada respiración y pasó saliva con dificultad, aguantando las ganas de llorar que la golpearon de repente.

     Se aferró a los papeles que llevaba en brazos como si fuera el osito que siempre abrazaba en las noches de ausencia de su hermano, no sin antes limpiarse los ojos bruscamente negándose a llorar. Caminaba por el largo pasillo, el cuál parecía ser infinito con cada paso que daba, y por alguna razón se comenzaba a sentir asfixiada por ese lugar ante las voces del pasado que hicieron ruido en sus oídos, iniciando en su mente una guerra de recuerdos inconexos, borrosos, dispersos y en dado caso confusos. Lian quería gritar, romper una o dos cosas para liberar su frustración, escupiendo al aire las preguntas como "¿por qué?" en un acto de auto consuelo.

     ¿Por qué su vida tuvo que terminar así?

     ¿Por qué no murió también?

     De un portazo se encontraba nuevamente sola en aquella sala de juntas que por alguna razón pareció crear un eco de risas que sonaron en su mente.

«—Joder, te dije que prefiero mis anteojos azules.

Venga, se te verán bien estos de color rosa, come on barbie let's go party.

Damn, get out of here».

     La gente suele decir que es mejor reír que llorar. Lian no había entendido el significado de esa frase hasta ese instante en que parecía recordar las cosas buenas que le sucedieron, tratando de no ceder al dolor que esas heridas abiertas le generaban. ¿Cómo podía volver a un momento del que no estaba segura que le perteneciera? Las cosas buenas parecen un cuento de hadas para personas como Armando Grúas, Yun Kalahari, Gustabo García, Víktor Volkov o Lian Kalahari.

[...]

     No se dio cuenta de cuántas horas pasaron, ignoró a su estómago suplicando alimento e hizo oídos sordos a las innumerables llamadas que hacían sonar su teléfono.

     Por más que leía no obtenía la información que necesitaba. Ni una pista o una dirección, siquiera la verdad. No existía papel que reconociera concretamente que The Union había dejado de existir, lo único que había en todos esos expedientes eran los cargos y registros de pequeños o grandes crímenes que realizaron dos de sus miembros en conjunto o individualmente.

     ¿No se suponía que dentro de la mafia ellos dos eran los que más poder tenían? ¿Cómo no podía haber registro de los delitos más graves? Porque estaba segura de que algún crimen de relevancia llevaron a cabo, aunque no recordaba cuál o cuándo.

     Bufó con exasperación y llevó sus manos hasta su cabello para despeinar este y aventó lejos de ella las carpetas, provocando que los papeles se desperdigaran por toda la mesa. Parecía estar más lejos del objetivo.

     En fin, nada además de eso podría empeorar ¿o sí?

     La pantalla del móvil volvió a iluminarse y está vez decidió atender la llamada, viendo cómo aparecía el nombre del comisario.

—¿Dónde estás? Llevo todo el día intentando localizarte —Volkov se escuchaba alterado, como si hubiese sucedido algo y necesitara verificar que ella se encontraba bien.

—He estado ocupada —Fue lo único que se limitó a responder.

—Gustabo dice que te vio en una de las oficinas a las que se supone que no tienes acceso como alumna, ¿es verdad?

Maldito soplón —Murmuró en japonés, Viktor emitió un "¿Cómo dice?"Que es verdad digo.

—¿Qué hacías ahí?

—Nada importante —contestó rápidamente.

—¿Buscas algo específico?

—En realidad no, me quedé con la duda sobre ciertas denuncias.

—Vaaaale —Volkov no estaba muy convencido pero no quería obligarla a hablar. Aclaró su garganta para comentarle la verdadera razón por la que llamaba—. Tenemos información nueva sobre el asesinato en el bar.

—Deberíamos movernos antes de que esto empeore.

—Eso es precisamente lo que haremos. Te quiero en mi oficina lo más rápido que puedas.

     Lian no sabría decir si le agradaba del todo el tema de ser policía, aunque le generaba una emoción que nunca sintió en su vida. Así que sí, tal vez sí le gustaba ese lado de la ley.

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