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CAPÍTULO: 2

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Madre e hija almorzaban en silencio pero fue interrumpido cuando la mayor terminó de comer y le habló a la de ocelos azules.

—Tu tío Charlie llamó hoy a mi oficina —comenzó a hablar Sandra, la adolescente hizo una mueca al escuchar el nombre de su tío y esperó que su madre siguiera contado—. Conversamos un poco y el me pidió si te podía mandar a Forks para que le hagas compañía a Bella.

—¿Qué le suceda a esa? —preguntó bruscamente la castaña y recibió un pellizco de la adulta al escucharla referirse de tal manera a su sobrina.

—Tiene depresión.

La castaña levantó su mirada azulada de su plato medio acabar para mirar con fijeza a su progenitora y soltó un resoplido para volver a comer lo poco que le quedaba a su comida, sin embargo, pensando en el motivo de la depresión de su prima. Ya que sabía que tuvo que ocurrir un hecho o una serie de hechos que desencadenó la depresión de Isabella.

—¿Hubo algo que hizo que entrara en ese estado?

—Su novio la dejó.

La adulta esperó ver algún rastro de comprensión en el rostro de su hija pero no encontró nada, solo una mueca que siempre hacía la chica cada vez que escuchaba algo que no quería escuchar.

—Charlie está preocupado por el estado de tu prima y piensa que si le haces compañía podría mejorar... ¿Qué dices?

—No quiero ir —negó la adolescente parándose de su asiento con su plato vacío y agarró el plato de su madre al igual que el cubierto que usó, caminó hasta la cocina y dejó los platos a un costado de la pileta, apoyó sus manos en el borde de la mesada y soltó un suspiro girándose para ver a su madre—. Sabes que si voy, me podré descontrolar, ¿verdad?

—Estoy segura que podrás manejar ese poder, sé que tienes un gran control sobre tus emociones y de ese mismo modo puedes hacerlo con lo que tienes dentro de ti —aseguró su madre acercándose a la más alta y le sonrió cálidamente masajeando los hombros de la chica—. Entonces, ¿vas a ir?

—Si.

—Dilo con más emoción.

—Sí, mamá —afinó su voz y saltó en su lugar exageradamente haciendo reír a Sandra, Aqua observó los rasgos de su madre y sonrió ligeramente abrazando a la mujer—. Te quiero.

—Y yo a ti, Aqua.

Había pasado dos días desde la notificación de la partida de la menor y ahora la adolescente de diecinueve años miraba con tristeza a su madre, quien acomodaba su ropa como si estuviera por irse a una cita y la señora se dio cuenta de la mirada que le dedicaba la fémina.

—Podrás verme cuando tú quieras, Aqua.

—Lo sé, pero ésta será la segunda vez que esté lejos de ti.

Sandra consciente de lo que estaba pensado su pequeño retoño la abrazó y puso su rostro en el pecho de su hija, ya que la menor era más alta que ella. La adulta también tenía miedo de separarse de su hija al solo pensar que le pudieran hacer lo mismo que le hicieron hace unos años.

—No ocultes tu actitud verdadera, ¿sí? Toma esto cómo si fuera una renovación espiritual y tú puedas volver a ser la antigua Aqua alegre, loca y caballerosa.

Aqua sonrió de lado ante lo que dijo la de cabellos marrones y asintió ligeramente correspondiendo el abrazo, pronto se separaron y la de hebras castañas le dio un beso en la mejilla de su madre para caminar hacia el baúl con bolsos en sus manos, los dejó bien acomodados y estaba por subirse al asiento de conductor cuando escuchó un llamado de su madre.

—Hija —llamó la atención de la menor y ésta la miró esperando que siga—. No te metas en problemas.

—No prometo nada, madre —le dijo a la de cabellos marrones oscuros y ésta se despidió con su mano al ver como el auto negro de su hija se perdía entre las calles.

La mujer de hebras castañas tambaleó sus dedos sobre el volante tarareando la canción que pasaba por la radio y soltó un suspiro cuando salió de la ciudad de San Francisco, le esperaba unas largas catorce horas pero que iban a ser una tortura y un favor a la vez.

Ya que pensaría demasiado en distintas cosas y que sabía demasiado bien que eso dejaría, de nuevo, estragos en su mente y se descontrolaría de tal forma que un tic se vería en sus ojos y se tronaría cada vez que podía sus dedos.

Solo quería olvidar, ¿es demasiado difícil eso? Al parecer sí.

Sus ojos tenían un color demasiado mágico y toda gente que la veía le preguntaban si se había hecho algo en sus ocelos, ya que muy normales no eran. Ella solo los miraba con una mueca y trataba de cambiar el tema ya que no le gustaba que le preguntasen sobre la condición de sus ojos, porque solo la hacían ver más rara de lo que ya era.

Giró el volante hacia la izquierda y aceleró para pasar de largo el vehículo lento que ocupaba el carril derecho, soltó una risa baja al escuchar un bocinazo provenir de la camioneta detrás y se aceleró nuevamente desapareciendo de la vista del conductor.

Deseaba volver a ser la antigua Aqua alegre y siempre soltando bromas pero por más que quisiese dar un paso y hacerlo, retrocedía dos pasos cuando los recuerdos retumbaban con más fuerza en su cabeza.

—Los recuerdos son el impedimento para salir adelante —murmuró sacando su mano izquierda de la ventana abierta y sonrió levemente al sentir como el aire chocaba contra su mano blanca—. Tal vez en Forks pueda volver a ser yo, la verdadera Aqua.

Bajó todos los vidrios de las puertas del auto para que el aire entrase y moviera su cabello por todas partes, soltó un pequeño grito apretando con su zapatilla el acelerador y una sonrisa se vio en su rostro.

Se sentía libre.

Como una vez lo fue, pero ahora los recuerdos eran las cadenas que le impendían olvidar o superar para seguir avanzando.

H | ᴇᴅɪᴛᴀᴅᴏ