【 𝐇𝐘𝐏𝐍𝐎𝐓𝐈𝐙𝐄 】
© 𝘢 𝘴𝘩𝘰𝘵 𝘣𝘺 𝙞𝙨𝙧𝙭𝙟𝙞
𝘖𝘴𝘸𝘢𝘭𝘥 𝘊𝘰𝘣𝘣𝘭𝘦𝘱𝘰𝘵 𝙭 𝘍𝘌𝘔!𝖮𝖢
𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗔𝗧𝗠𝗔𝗡 2022
𝑯𝒀𝑷𝑵𝑶𝑻𝑰𝒁𝑬 — 𝑻𝑯𝑬 𝑵𝑶𝑻𝑶𝑹𝑰𝑼𝑺
𝑩.𝑰.𝑮.
❝ ᵇⁱᵍᵍⁱᵉ ᵇⁱᵍᵍⁱᵉ ᵇⁱᵍᵍⁱᵉ
ᶜᵃⁿ'ᵗ ʸᵒᵘ ˢᵉᵉ
ˢᵒᵐᵉᵗⁱᵐᵉˢ ʸᵒᵘʳ ʷᵒʳᵈˢ
ʲᵘˢᵗ ʰʸᵖⁿᵒᵗⁱᶻᵉ ᵐᵉ
ᵃⁿᵈ ⁱ ʲᵘˢᵗ ˡᵒᵛᵉ ʸᵒᵘʳ
ᶠˡᵃˢʰʸ ʷᵃʸˢ
ᵍᵘᵉˢˢ ᵗʰᵃᵗ'ˢ ʷʰʸ ᵗʰᵉʸ ᵇʳᵒᵏᵉ
ᵃⁿᵈ ʸᵒᵘ'ʳᵉ ˢᵒ ᵖᵃⁱᵈ ❞
❬ 𝑻𝒂𝒌𝒆 𝒊𝒕 𝒆𝒂𝒔𝒚, 𝒔𝒘𝒆𝒆𝒕𝒉𝒆𝒂𝒓𝒕... ❭
𝕺swald Cobblepot disfrutaba de su trabajo. De verdad lo hacía.
Aceptó en algún punto de su vida que algo no estaba completamente bien con él y que eso de disfrutar algunas de las cosas que él disfrutaba era por mínimo, peculiar. Nunca se quejó, totalmente distinto a eso, buscó un lugar donde sus habilidades pudiesen ser utilizadas.
Y lo logró. Logró conseguir un lugar en el mundo para alguien como él.
¿Lo mejor de todo? Le gustaba ese lugar y le gustaba lo que hacía.
Quitando los peligros a los que se exponía, era innegable lo mucho que le gustaba su estatus en Gotham. La vida se le iba entre dinero, tragos y el dominio de llevar un lugar como el Iceberg Lounge.
Oh, el iceberg lounge. Su pequeño refugio, su lugar.
El iceberg lounge era lo que más le encantaba, si era honesto. La vida le obsequió un puesto alto donde tenía vista al mejor espectáculo que se podía ofrecer. Pararse frente a las paredes de cristal que daban vista al club se convirtió en su trabajo soñado.
Como el ser diabólico y sádico que era, resultaba imposible no tenerle cariño a su pequeño lugar en lo alto del club más peligroso de toda la ciudad. Las noches donde la música se hacía tan inmensamente fuerte que los pisos vibraban, esas mismas noches plagadas de alcohol y sustancias que tenían efectos curiosos en los cuerpos que se reunían en aquel lugar. Los bailes, las risas, las peleas, la maldad de Gotham reunida en mismo sitio... No tenía precio.
Lo curioso es que su gusto por su horrible trabajo y pasión de observar la miseria de Gotham esconderse en las fiestas que eran suyas, fue lo llevó a toparse con ella.
Ella, todo lo opuesto a lo que él esperó.
La noche en que Oswald conoció a la que después se convertiría en su total delirio, fue de esas noches donde simplemente se dedicaba a mirar todo desde su trono.
Prepotente y con aires de grandeza, creyéndose superior. No, creyéndose no. Sabiendo que era superior.
Todo comenzó como lo que sería otra noche más. La oscuridad se hizo presente en Gotham y los desalmados de la ciudad recurrieron a su lugar favorito para olvidar los males. El club se llenó como de costumbre y la fiesta eterna abrió paso entre los mares de gente deseosa por olvidarse del mundo más allá de las paredes del iceberg lounge.
Música, drogas, sexo en alguna parte...
Las luces rojas que apenas iluminaban el lugar se encargaron de darle a Oswald el espectáculo que él esperaba.
Mismas personas de siempre, la misma miseria que siempre. Y eso que estaban en la parte superficial.
Una botella de Whiskey lo acompañó. A través del cristal apreció a mucha gente. Conocía a algunos, desconocía a otros. Realmente daba igual quien estuviese allí mientras le ofreciese entretenimiento. Jugó consigo mismo, alimentando su propio ego y desbordando aquella apatía que deslumbraba cuando estaba a solas. Intentó adivinar quienes se emborracharían primero, apostó en su soledad por quien ganaría ciertas peleas, calculó la cantidad de tiempo que le tomaría a alguno de los babosos poder conseguir algo de alguna mujer. Tuvo su diversión retorcida por un buen tiempo, continuando hasta que finalmente sucedió algo que captó toda su atención más allá de sus moralmente cuestionables juegos.
Nunca supo si fue por la confianza con la que ella caminó al entrar, por la diversión que se apreció en su rostro, o por lo mucho que desentonaba con el lugar; pero una chica llamó su atención desde el instante en que la vio cruzar la puerta de entrada.
Tan atractiva y tan... Peculiar.
Ella parecía ajena a muchas cosas, entre esas, el hecho de que se estaba metiendo a la boca del lobo. Oswald lo captó, más no lo entendió. No entendió cómo una desconocida podía entrar al lugar con tanta confianza, con tanta energía. Parecía olvidar que estaba en Gotham.
Todo ese aire que ella traía consigo era una cosa imposible de no mirar.
Oswald no era baboso, pero sí curioso en ocasiones, y comprendió muy para sus adentros que ella se quedaría con su atención durante el tiempo que estuviese ahí.
Fue interesante en un comienzo. No estaba sola, muy por el contrario la acompañaba un chico que diferente a ella, tenía toda la pinta de ser un ciudadano más de Gotham. De manera más específica, un ciudadano idiota de Gotham. Oswald le encontró poca importancia al chico, dejando su que su atención viajase a ella. Le dio todo de sí, le entregó aquello que él no le daba a nadie. Sacrificó una noche de espectáculo inmoral por simplemente verle. No comprendía con exactitud los motivos, pero sus ojos no pudieron escapar del magnetismo que envolvía a la chica.
La vio bailar. Vio sus caderas moverse al ritmo de un rap noventero, y aunque no le pudo oír, observó sus labios cantar la canción. Era preciosa. En todos los sentidos, era preciosa. Toda esa confianza que se cargaba, más su aspecto feliz y despreocupado la volvía más que atractiva. Brillaba entre tanta oscuridad. Él más que nadie hubiese amado burlarse del baboso que la acompañaba, pero entendió que cualquiera con cuatro dedos de frente estaría igual ante semejante cosa.
También la vio beber y fumar. Beber demasiado, un poquito más de la cuenta. No podía ver demasiado bien gracias a la distancia, pero apostaba que bebía cerveza. Jamás creyó ver a alguien bebiendo cerveza en el iceberg lounge, pero no lo refutó porque ella lucía tan feliz que la bebida era lo de menos.
Además de la cerveza, hubo algo que Oswald creyó jamás vería, pero ella le mostró. Felicidad genuina. Sin drogas, sin actuar. La chica resplandecía en un aire tan único que era imposible que no fuese real.
Ella resplandecío en un lugar donde lo único que brillaban eran las luces. Y eso definitivamente cautivó en más de un sentido al mafioso.
Se divirtió observándola, nunca pudo negar eso. Fue probablemente el mejor entretenimiento que tuvo jamás.
Entretenimiento... Él quiso pensar que sólo fue eso, pero con los acontecimientos que le siguieron a la noche, ya su entretenimiento pasó a algo más.
Todo fue diversión hasta que el mismo brillo que la hacía destacar se convirtió en un peligro para ella misma.
Por razones que Oswald jamás comprendió, el chico que iba con ella se fue. Se esfumó, salió literalmente del club sin ella consigo. Se marchó y dejó a la chica brillante en el lugar donde la gente urgía de tener cosas que brillasen.
Una mujer sola en el iceberg lounge nunca sería algo bueno. Jamás. Pero, ¿una chica como ella? El iceberg lounge era un mar de maldad que consistía en consumir hasta el más mínimo rastro luz. Y ella era un faro, nuevo y reluciente. Expuesto, en peligro...
Quiso pensar que ella sería lo suficientemente inteligente como para irse, que lo que tenía de confianza también lo tenía de inteligencia, pero no. Sí, brillaba, pero también era una tonta. Se quedó tan tranquila, bailando y bebiendo como si no se encontrase en la que probablemente fuese la situación más peligrosa de toda su vida.
Oswald se permitió observarla un poco más, creyendo ilusamemte que ella entendería su posición en ese lugar y se iría. No quería que en su club sucediese algo malo relacionado con ella, así que necesitaba que fuese lista y se marcharse. Y sí, efectivamente se marchó, pero no hacia la salida. Se perdió entre la oscuridad y el mar de gente, llegando a puntos ciegos que Oswald no podía ver gracias a lo limitada que era su pared de cristal. Fue como si técnicamente escapase de él, la única persona que no trataría de apagar su luz.
Él no era una buena persona. No. Que eso quede claro. Jamás lo fue y no tenía interés en serlo. Pero incluso él, el pingüino, el malvado mafioso de Gotham; tenía ciertas debilidades. Su debilidad en ese caso era alguien que reflejaba muchas cosas que él no veía desde hace tiempo en Gotham. Porque no importaba cuanta maldad tuviese, una pequeña parte de él gustaba de ver un poco de luz entre tanta oscuridad.
Se encontró a sí mismo saliendo de su cómoda oficina, abandonando el lugar donde tanto se divertía sólo para poder salvar a una tonta que no fijó en donde entraba. Quiso mentirse a sí mismo y decir que en realidad la fue a buscar porque no quería un crimen esa noche, pero eso era una absurda y gran mentira. La cantidad de delitos cometidos cada noche en el Iceberg lounge eran incontables, y ninguno de ellos le importaba. Ella no tendría que haber sido ninguna excepción, pero quisiese o no, lo fue.
Pasó por pasillos, balcones y escaleras. Cierta gente lo saludaba, cierta gente parecía tener miedo de su mera presencia. A él no le interesaba ninguno de ellos, ni ningún otro ciudadano de Gotham que estuviese ahí. Sonreía y saludaba con su típica actitud, como el pingüino lo haría, pero la verdad es que no podía importarle menos. O bueno, no le importó hasta que realmente consiguió lo que buscaba.
Tuvo la oportunidad de apreciar a aquella que se estuvo robando toda su atención durante la noche. Ella estaba en los últimos escalones de la escalera por la que él bajaba, igual de tranquila a como se encontraba antes de que él la perdiese de vista. Oswald se sintió raro por un segundo. A esa distancia lucía incluso más bonita que antes. Ahora podía sentir por sí mismo esa energía que le había visto soltar anteriormente, finalmente podía verla brillar realmente.
Ella tenía un cigarrillo consigo, enredado entre sus dedos y sumando un poco más de luz a la que ella desprendía. Fumaba de manera despreocupada, con un aspecto tan tranquilo que Oswald pensó por un segundo si mejor irse y dejarla en paz. Después de todo, él podía ser fácilmente uno de esos que consumiese su luz. Se tuvo que repetir esa no era su intención y que sus verdaderos motivos para estar allí eran muy diferentes a los de cualquier otra persona en el iceberg lounge.
Bajó los escalones que le faltaban para alcanzarla, llegando finalmente con ella.
Lo primero que le recibió fue el olor a tabaco, mezclado tal vez con el del alcohol y un poco de perfume. Era notable que estuvo teniendo una noche divertida, y es que aún así con la baja iluminación, Oswald pudo apreciar perfectamente su piel resplandecer en sudor. Resplandecer... Eso se le daba muy bien. Resplandecía en esas escaleras. Con su cigarrillo y la cerveza a su lado, con su cabello corto un tanto despeinado de tanto bailar, con su tranquilidad. Con todo, ella resplandecía.
Oswald no era de sentirse inseguro, pero cuando la vio allí, tan pura y tan única, no pudo evitar preguntarse qué hacía él, una masa de oscuridad andante, queriendo acercarse a una luz como ella. Cuando esa pregunta se realizó en su cabeza, todas las razones y motivos que se dio para buscarla dejaron de tener sentido.
De pronto él ya no encontró lógica de estar ahí.
El pingüino, el gran mafioso, ese mismo que parecía no tenerle miedo a nada; se quedó congelado.
Cerca de él, la chica que fumaba y descansaba un rato, notó una presencia detrás suya. Volteó enseguida la sintió, topándose con alguien.
—Hola. —Saludó, con una combinación de serenidad y pequeña diversión en su voz. Todavía tenía la emoción y los ánimos por los cielos.
Oswald le vio bien por primera vez. Vio esos ojos brillantes que lo miraban como nunca pensó que lo mirarían, vio esa sonrisa; reluciente y hermosa; vio toda esa cara preciosa sumida en emoción y diversión. La vio, la admiró.
Él estaba de pie y ella sentada, pero aún así por un instante se sintió pequeño. Era imposible no sentirse diminuto ante algo tan bueno, algo tan hermoso.
Pudo hablar con el paso de los segundos, aunque ni él supo cómo lo hizo.
—Hola, allá abajo. —Devolvió el saludo, su voz tambaleando un poco, pero encontrando la manera de sonar como él mismo.
Ella siguió mirándolo, todo tipo de emociones vagando por esos ojos. Parecía en su totalidad divertida, entretenida. No había ningún rasto de nervios o miedo, lo usual que Oswald reconocía cada que alguien lo veía.
—¿Necesitas pasar? —Le preguntó ella con demasiada confianza, dando una calada a su cigarrillo cuando terminó su pregunta.
Una sonrisa genuina salió de los labios de Oswald. Le preguntaron a él, el pingüino, el dueño del lugar; si necesitaba pasar. Ella era muy extraña.
—Tú no eres de aquí, ¿cierto, cariño? —Fue lo que le nació decir, sacando de su cabeza lo que tanto pensaba.
Ella rio, deleitando es más de un sentido a Oswald. Su risa se oía diferente, como irreal en la mejor manera posible. El humo que salió de sus labios al hacerlo sólo lo hizo más atractivo para él.
—¿Es demasiado obvio? —Cuestionó en respuesta la chica, levantándose para tener la oportunidad de acercarse.
Oswald no pudo quitarle los ojos de encima. Se acercó a él por mera voluntad propia, se rio con él y no de él. No parecía temerle, ni interesarse como las mujeres se interesaban por él.
Ella estaba siendo genuina. Genuina en el lugar donde la palabra era inexistente.
—Lamento decirte que sí, cielo. —Le respondió Oswald, acercándose sin notarlo y hablando en un tono de voz más alto del que hubiese querido.
Justo cuando comenzó su interacción con ella, la música decidió hacerse increíblemente fuerte.
Ella, soltando el humo de su cigarro a través de su boca, se acercó más a él. Apoyó su mano libre en el hombro de Oswald, yendo directamente a su oído para hablar ahí.
—Esperaba poder pasar un poco más desapercibida. —Bromeó, teniendo que usar un tono igual de fuerte de Oswald.
Tanta confianza lo volvió loco por un instante. El toque de ella en su hombro se sintió suave, y esa voz que arrastraba un poco las palabras fue un placer para su oído.
Él no dejó pasar la oportunidad. Para ese punto ya estaba más que perdido por ella.
—Es difícil que esa sonrisa tuya pase desaparcibida, cariño. —Comentó, imitando la acción de hablar directamente en su oído. Una mano curiosa fue directamente al brazo de ella, teniendo la oportunidad de tocar su piel.
Energía pura pasó a través de Oswald con tal sólo ese toque.
Ella, un poco ebria, dejó escapar una risita. Algo había en la voz del hombre con el que hablaba, algo tenía... No sabía que era, si su acento o profundo tono, pero le causó mariposas en el estómago.
—Ese debe ser el cumplido más decente que me han hecho en toda la noche. —Admitió con cierta vergüenza, pero aún divertida. Todavía tenía su mano en el hombro de él.
Oswald encontró difícil oírle, y con justa razón. Al pasar tanto tiempo en su oficina, olvidaba que la música en el iceberg lounge estaba hecha para que nadie pudiese oír nada. Pensó en llevarla a su oficina, o a cualquier lugar donde la pudiese oír y ella no tuviese que estar tan peligrosamente sola, pero la inseguridad lo carcomio. Incluso él comprendía que un hombre desconocido invitando ir a otro lugar no era algo precisamente seguro a los ojos de una mujer.
Se decidió por hablar. Despacio y amigable, queriendo mostrar que sus intenciones no eran malas.
—Cariño, no puedo escucharte muy bien, ¿Me dejarías llevarte a otro lugar?
Efectivamente, su punto se comprobó cuando ella se alejo un poco de él. Se arrepintió de haber hecho la pregunta. Ella todavía tenía su diversión y tranquilidad, pero eso probablemente era por la ebriedad. La mano en el hombro de Oswald desapareció.
—Por más que tu voz me podría convencer de cualquier cosa, no te conozco. —Habló mucho más honesta de lo que pensó, manteniendo sus ojos brillosos con esa mirada juguetona.
Una calada al cigarrillo se pudo apreciar. Ya se encontraba cerca de consumirse por completo.
Él se derritió ante el halago. Se oyó tan honesta, como afirmando que lo que decía era cierto, y eso sólo alimentó la confianza y el ego del mismo Oswald. Lo halagó sin saber quien era él.
El humo salió por los labios de ella, pausando la conversación por un segundo. Incluso algo tan horrible como fumar le salía de una manera encantadora.
Oswald retomó la palabra una vez logró salir de los encantos de la chica.
—Tú no me conoces, pero el resto de las personas aquí sí —explicó él, hablando bastante alto para que a pesar de la distancia le oyese. La confianza que ahora su voz tenía, lo profundo de su tono; el encantador pingüino se asomaba cada vez más —. Creo que no lo sabes, corazón, pero soy el dueño de este lugar.
Las cenizas cayeron del cigarrillo de ella. Pareció sorprenderse un poco por la información que le dio Oswald, sonriendo y dejando que sus ojos brilasen más de lo normal.
Oswald no lo veía gracias a la oscuridad, pero un suave sonrojo coloreaba las mejillas de ella. La combinación del alcohol, los tratos del hombre a su frente y esa voz que la tenía hipnotizada, ya la tenían como una chiquilla sonrojada.
—¿En serio? —Le cuestionó, sin abandonar el gesto de impresión ni la risa tonta.
Oswald asintió, orgulloso de sí mismo.
—Oswald Cobblepot a tu servicio, cariño —Se presentó, sacando el pecho y extendiéndole la mano —. Aquí la mayoría me conoce como el pingüino, pero tú eres libre de llamarme como gustes.
Ella lo miró con un poco de vergüenza. Los hombres no solían ser así con ella. Él no lo sabía, pero ella también estaba perdida por su persona.
La mano fría de ella alcanzó la cálida de Oswald. Electricidad corrió por un segundo a través de las palmas de ambos. Encajaban muy bien, como dos piezas de distintos tamaños y formas que nadie pensaría en unir, pero que juntas quedaban perfecto. Ella pensó por un segundo que él estrecharia su mano, pero muy por el contrario la tomó con delicadeza, llevándola hacia sus labios y plantando y suave y gasto beso en sus nudillos.
Si ya su voz y coqueteo disimulado la tenían perdida, ese pequeño gesto mandó muchas más mariposas a su estómago.
—Sunny. —Pronunció un tanto nerviosa -en el buen sentido- en cuanto él regresó la mirada a su persona.
Ella tenía sus ojos perdidos en la grande figura de él.
Oswald arqueo una ceja, aún con la mano de ella en su mano. De manera disimulada, la atrajo un poco más hacia él.
—¿Sunny? —Repitió en pregunta, cuestionando si había oído bien —Es la primera vez que escucho ese nombre.
Jamás había conocido a alguien que llevase aquel nombre, y es que su mente sólo vagaba en que tan drogados debieron estar sus padres para ponerle nombre de día soleado. Realmente no sabía si había escuchado bien, y es que la música seguía dificultando su pequeña conversación. No importaba que tan alto hablasen, el entendimiento mutuo se dificultaba.
Ella asintió.
—Sí. Realmente es más un sobrenombre, así me llaman todos. —Le respondió, teniendo el gesto de explicar y hablar de más.
Oswald comprendió. Eso sonaba más lógico. Podía comprender el porqué del sobrenombre, ella brillaba y resplandecía más que el mismo sol. Quiso utilizar eso que pensó, decidiendo jugar un poco con ella.
—¿Sunny porque brillas, cariño? —Preguntó en forma de halago, haciéndose sonar un poco más encantantador.
Ella se rio nerviosa, escondiendo un poco su cara. Oswald se sintió campeón, el mejor de todo ese lugar. Quiso jugar un poco más.
—Aunque no es justo, cielo —Riñó falsamente —Yo te dije mi nombre real y mi sobrenombre, esperaba que tú hicieras lo mismo. —Sé hizo sonar decepcionado.
De nuevo, él no podía leer los pensamientos de ella, así que no sabía lo encantada que se encontraba con su persona. Sunny se animó a acercarse lo suficientemente como para volver a ubicar su mano en su hombro y hablar, una vez más, directo en el oído del hombre a su lado.
—Bueno, Oswald, si consigues un lugar donde pueda hablarte sin gritar tal vez te diga mi verdadero nombre. —Dijo, volviendo a arrastrar un tanto las palabras y perdiéndose en risitas.
Una gran sonrisa se abrió paso en los labios de Oswald. No pudo evitar deleitarse con lo que ella dijo y la forma en la que lo hizo. No sabía si ya tenía su confianza, pero para asegurarse de que no le tuviese miedo, habló.
—Podemos ir a mi oficina. Prometo no ser peligroso, o bueno, al menos no contigo.
Sunny le sonrió, esta vez mucha más genuina -si es que eso era posible- que en las demás veces donde lo hizo.
Probablemente por el alcohol en su organismo y esa voz que la podría convencer de todo, pero se olvidó que no conocía al hombre que la acompañaba y que su yo sobria quizá hubiese necesitado un poco más para sucumbir e ir con él.
—Me confiaré de tu palabra.
Y así, con ella botando su cigarrillo y tomando la cerveza medio vacía que estuvo en el escalón mientras los dos hablaban, se fueron.
Entre pequeñas sonrisas y miradas coquetas, ambos hicieron su camino al lugar prometido por Oswald. Él nunca le soltó la mano, de hecho, agregó otra su espalda baja, guiándole de manera protectora por el lugar. Para él no pasaba desapercibido el hecho de que ella estaba ebria. Podría ser juguetón, pero no idiota. Ella observó los saludos que le daban a su acompañante, así como las miradas miedosas de ciertas personas ante la presencia del pingüino. También tuvieron que soportar los ojos fisgones y curiosos sobre Sunny y la manera en que Oswald la llevaba. Eso a ella no le molestó tanto, adjudicando que se debía que era una desconocida en los brazos del dueño del lugar, pero Oswald lo veía de manera diferente. Sus subordinados y algunos conocidos veían a Sunny como si fuese un pedazo de carne, y eso lo ponía de malas. Logró tragarse el mal humor y llevar su encanto para con la chica, pero igual no fue agradable.
—Aquí es, cielo. —Hizo saber él una vez se detuvieron frente a una puerta.
Al entrar, Sunny se sintió pequeña, mucho más de lo que ya era. No llevaba consigo una cinta métrica, pero estaba absolutamente segura que esa oficina era más grande que su departamento. Y sí, su lugar de vivienda tampoco era muy espacioso que se dijera, pero eso no borraba su impresión.
Curiosa y tambaleante en sus pasos, caminó lentamente por el lugar. La cerveza fría mojaba su mano y junto al aire acondicionado del sitio, le helaba por completo. Ciertamente, no era un lugar tan bueno para estar con el vestido corto que ella llevaba.
Miró todo, guiándose sola a la gran pared de Cristal que le ofrecía la vista de todo el club. O bueno, lo que ella en su ignorancia creía que era todo el club.
—Debe ser agradable tener esta vista. —Dijo, con su voz por fin en un tono normal, apuntando con la mirada la pared de cristal.
Oswald, que se servía un vaso de Whiskey, le sonrió levemente. Encontraba adorable la manera en que los ojos de Sunny brillaban mientras veía todo. Disfrutaba poder cautivar a las personas, y era más que satisfactorio poder cautivar aquella chica que lo tenía tan embelesado.
—Lo es —le contestó él cuando tuvo su bebida lista en mano. Se acercó a ella —. Gracias esto —golpeó el cristal con sus dedos — pude verte. —Dijo, tomando la peligrosa decisión de ser sincero con ella.
Sunny, percibiendo la presencia de él a su lado, giró un poco para verle mejor. La tranquilidad en ella no se había ido. No importaba cuanto se sorprendiera y como los comentarios del hombre que le acompañaba la pusieran un tanto nerviosa, siempre estaría esa parte de ella que destilaba calma y confianza.
La diversión se mezcló con las demás emociones en aquellos brillosos ojos. Una pequeña sonrisa de boca cerrada se abrió paso.
—¿Me viste? —Preguntó, cruzándose de brazos —Yo que juraba nos habíamos encontrado por mera coincidencia.
Oswald rio por la falta de razón en ese comentario. Sacudió levemente su cabeza en negación.
—Oh, no, cariño. Aquí nada sucede por coincidencia.
Una parte de Oswald se sintió terriblemente bien viendo a Sunny. A él le daban atención todos los días, lo oían, lo veían... Pero llevaba tiempo sin experimentar la atención que ella le brindaba. Miradas genuinas, sonrisas verdaderas.
—Entonces, ¿Puedo saber que llevó al dueño del lugar a verme? —Cuestionó Sunny, retirando un rato sus ojos de Oswald y permitiéndose ver el iceberg lounge desde otra perspectiva. Dio un trago a su cerveza, dejando que la parte interior de su cuerpo también se helara.
Él pensó por unos segundos su respuesta. Aún no sabía con exactitud qué impresión quería causar en ella.
—Lo haré, pero primero me gustaría oír tu verdadero nombre. —Instó, curioso de lo que se escondía detrás de un apodo como Sunny.
Seguía creyendo que Sunny venía por la forma en que ella brillaba, pero siempre cabía la posibilidad de estar equivocado.
—Sol —Mencionó ella, jugando con sus dedos en la botella de cerveza —. Me llamo Sol.
Si Sunny le pareció raro, Sol definitivamente le intrigó.
—¿Sol? —Repitió cómo en la ocasión anterior, sólo que esta vez no fue por culpa de la música —Jamás oí a alguien llamado Sunny, ni mucho menos Sol.
Sunny se rio, devolviendo la mirada a Oswald. Ahora que lo veía con una mejor iluminación podía notar el montón de cicatrices regadas por el rostro que ella encontraba tan extrañamente atractivo. De hecho, pudo ver mejor todo de él. Su altura, su gran tamaño, las cicatrices. Él parecía envuelto en aire superior y extraño para ella, pero más que causarle sentimientos negativos, sólo hacía que le atrayese mucho más.
—Es un nombre un tanto común de donde vengo —explicó —. Sol, como la gran estrella amarilla que ilumina nuestros días.
Oswald, comprensivo, asintió. Entendió, gracias a su poco conocimiento en el idioma, que el nombre estaba en español. Una nueva duda creció en él, y gracias no ser precisamente una persona que se callaba sus pensamientos, la realizó.
—¿De dónde eres, cariño? —Preguntó, sin poder evitarlo. Seguido a su pregunta, dio un trago a su whiskey.
Sunny se movió de la pared de cristal, dirigiéndose al sofá. Había bailado tanto. Lo que más necesitaban sus piernas era un descanso.
Oswald rio un poco para sí mismo, disfrutando de la torpeza con la que caminaba su acompañante.
Una vez en el sofá, Sunny señaló juguetonamente a Oswald, sonriendo.
—Vamos lento, Oz —Abrevio el nombre a su gusto, tal vez muy ebria para consultar si podía —. Ya te dije mi nombre, ahora tú debes decirme por qué me viste y fuiste conmigo.
Oswald relamió sus labios, llevando a los adentros de su boca esos restos de Whiskey. Jugó un poco el borde de su vaso, tentado a no responder.
Dio pasos lentos hacia Sunny, llegando hasta ella y teniendo al vista de esos iris oscuros brillantes debajo de él. No le hubiese importado quedarse así por el resto de la noche, pero se había prometido a sí mismo no hacer ningún movimiento. Ella no estaba en sus 5 sentidos y la única misión de él para esa noche era protegerla de los males de Gotham.
—Eres curiosa, ¿no? —Sonó más como una afirmación. Tuvo el impulso de acariciar su cara, pero supo contenerse y limitarse a lo que debía hacer.
¿Y qué debía hacer? Bueno, eso variaba dependiendo de lo que ella quisiese, y al parecer lo que ella quería en ese momento era que él le respondiese su pregunta.
—Verás, cariño —comenzó, disfrutando de hablar y tenerla así, tan atenta a él —, eres imposible de no ver. Llegaste a este lugar sin saber nada de él, ¿verdad?
Sunny lució apenada por eso, desviando sus ojos de los de Oswald. Él se arrepintió de lo último que dijo, disgustado de ya no tenerla mirando por encima de él.
—Sí. Un chico me invitó, pero no me dijo mucho sobre el lugar. —Admitió, con sus ojos en otro lado y la cara dirigida hacia otro punto.
Oswald suspiró. Sus suposiciones de que el chico con el que ella andaba era un idiota resultaron ser ciertas.
—Permiteme decirte que el chico es un idiota, cielo. —Dejó salir lo que pensaba.
Sunny rio. Justo lo que Oswald quería, verla reír. De nuevo, el hombre tuvo la mirada de ella a su disposición.
—¿Exactamente por qué? —Preguntó, inocente y sin saber el contexto que envolvía al Iceberg Lounge.
Oswald dio otro pequeño trago a su whiskey.
—No debería decírtelo, pues estamos hablando de mi lugar —aclaró, esforzándose en no espantarla —, pero este no es un buen lugar, corazón.
La diversión en Sunny resultó un poco confundida, sin saber a qué se refería Oswald.
—¿Qué quieres decir?
Oswald mordió su lengua.
—Oh, cariño, no me hagas asustarte —pidió, dejando su posición y caminando para poder sentarse al lado de su invitada —. Aquí viene gente que no es buena, ¿está bien? Eso es lo único que necesitas saber.
Sunny meditó esa respuesta. El alcohol en su cerebro no la dejó razonar como usualmente lo haría, así que no alcanzó a comprender del todo bien.
—Bueno, estoy con el dueño del lugar —Intentó alivianar el aire —, ¿Qué es lo peor que me podría pasar?
Oswald quiso reírse, pero una parte de él se encontraba disgustada de que ella no comprendiese los peligros del Iceberg Lounge.
—Cariño, no estoy jugando —Avisó en un tono serio —. Este no es lugar para estar sola, ¿Comprendes?
Sunny asintió lentamente.
—¿Crees que lo mejor es que me vaya? —Preguntó, sintiéndose regañada.
Oswald se llamó la atención a sí mismo por darle a entender lo contrario a lo que quería realmente.
—Oh, no. No me malinterpretes, corazón. Puedes estar aquí, pero no sola. —Explicó, acercándose inconscientemente hacia ella.
Sunny agachó un poco su cabeza, dejando que fuese su mirada lo único que se levantase.
Oswald estaba maravillado.
—Entonces, ¿Puedo estar contigo? —Cuestionó Sunny, escondiéndose de los ojos de Oswald.
El sonrió ampliamente.
—¿A caso lo dudas, preciosa? —Se permitió halagarla directamente —Puedes buscarme cada vez que vengas aquí.
Una risa tonta salió de los labios de Sunny. El coqueteo semiabierto de Oswald la ponía nerviosa en el mejor de los sentidos.
Ella subió su cara, quedando frente a frente con él. Sabía que muchos podían estar en desacuerdo con ella, pero ese hombre le estaba resultando más que atractivo.
—Mierda, eres guapo. —Susurró en español, convencida de que él no entendería.
Para su sorpresa, las cejas de Oswald se alzaron, así como una fuerte risa salió de él.
Él agradeció esas clases de español que tomó en su juventud.
—¿Me acabas de decir "guapo", cielo?
↪ 𝗔𝗨𝗧𝗛𝗢𝗥'𝗦 𝗡𝗢𝗧𝗘
␥ AAAA, me moría de ganas de escribir para él. Salí re enamorada de él al ver la película y desde entonces estoy busque que busque edits e historias. Y bueno, historias aquí me wattpad no hay. Ao3 me salvó y encontré un par, pero de ahí ya nada. Así que bueno, ni modo, lo hice yo misma. Decidí hacerle un shot porque los fanfics siempre los dejo a medias y eso ya no es divertido agskshs.
No sé quien lea esto, pero bueno, ojalá que le guste :p
Espero hacer más cosas de Ozzie <3 ␥
— 𝙸𝚜𝚛𝚘𝚓𝚒.
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