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𝐒 𝐈 𝐄 𝐓 𝐄


28 DE MARZO DE 2019
LA CASA AZUL, SEÚL

Minho tenía a su amante a horcajadas sobre sus piernas mientras se besaban desesperados. Había sido el castaño quien insistió en querer hacerlo, pero de su cabeza no salía Jeongin. Así que tras un rato besándose apartó a Jisung despacio.

— Lo siento, no puedo —dijo sentándose en el borde de la cama y las manos sobre su rostro.

— No te preocupes, es normal —susurró abrazándole a su lado.

Jisung era el único que lo entendía, el único al que le contaba sus preocupaciones, sus miedos, sus sueños, sin miedo a que le juzgue. Han Jisung era el hijo de la Ministra de Interior y nadie sabía que estos dos mantenían una relación a escondidas. Se suponía que eran buenos amigos, después de todo habían ido a la misma escuela privada a la que van los hijos de los políticos y personas influyentes o adineradas.

— Ha pasado una semana —un nudo se formó en su garganta—. No puedo parar de pensar en que algo malo le ha pasado.

Se derrumbó sobre el hombro del pelinegro, quien le acarició la espalda con el fin de tranquilizarlo.

— Van a encontrarlo, solo ten paciencia.

Minho se reincorporó y se limpió las lágrimas.

— Siento que estoy arruinando nuestra tarde.

— No estás arruinando nada, solo te sientes mal —posó una mano en su mejilla y la acarició—. Estoy aquí para apoyarte.

— Gracias, Jisung —dijo disfrutando de la calidez de su mano.

— ¿Cómo está tu padre? No he tenido ocasión de verlo.

— No sale de su despacho —se encogió de hombros—. Va de su despacho a su habitación, hace que le lleven la comida. No le he visto demasiado.

— ¿Ni siquiera come contigo?

— No me habla —dijo bajito—. He intentado seguir trabajando y le pedí que firmara unos documentos, fue la primera vez que lo veía después de dos días. De paso le pregunté cómo se encontraba y no me respondió. Me ignoró —sollozó—. Me siento muy solo en esta casa.

Jisung le abrazó con los ojos llenos de lágrimas.

— A pesar de que no hablaba mucho con Jeongin, sentía su cálida presencia en casa y le oía charlar con Hyunjin, entonces no me sentía tan solo porque por unos segundos parecía una casa hogareña y familiar.

— ¿Por qué no te vienes unos días a mi casa?

— Tu madre no me quiere ver ni en pintura porque sospecha de lo nuestro —ambos rieron y Jisung se alegró de ver una sonrisa en el rostro de su pareja.

— O podemos irnos a la casa de campo unos días, para que te despejes.

— No puedo irme, necesito estar aquí y esperar por noticias de Jeongin.

— O puedo quedarme contigo unos días, dormiré en la habitación de invitados —sugirió con una sonrisa perspicaz.

Minho acarició su cabello y lo miró con una sonrisa boba.

— Ojalá pudieras quedarte toda la vida, pero tu madre me matará una vez más.

Los dos volvieron a reír y Jisung se sentó sobre sus piernas, abrazándolo por los hombros.

— Pero por una noche no dirá nada —susurró dándole un beso.

Minho rió cuando le tiró a la cama y empezó a besarle las mejillas haciéndole cosquillas, olvidando por un segundo como su familia y su vida se estaba desmoronando. Sólo pensando en lo mucho que ama a Jisung y lo mucho que le hace feliz.






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