𝐎 𝐂 𝐇 𝐎
16 DE JULIO DE 2017
LOS ÁNGELES ,CALIFORNIA, ESTADOS UNIDOS
Hyunjin estaba vigilando a Jeongin bañarse en la piscina desde un rincón. El menor estaba solo en ella mientras disfrutaba de su baño. Habían ido de viaje a Los Ángeles para celebrar la mayoría de edad del menor de los Yang y ofrecer unas fotografías exclusivas a una revista aparentando ser la familia feliz y perfecta que todos creen que son.
El trabajo como guardaespaldas era siempre el mismo; vigilar a Jeongin y seguirlo a todas partes.
— Métete un rato —dijo Jeongin apoyándose en el borde.
— No puedo —contestó mirando a su alrededor. Estaban en un hotel y literalmente habían prohibido la entrada a esa piscina al resto de clientes. Por suerte, solo era una de las muchas que gozaba el terreno.
— No seas aburrido, aquí solo estamos nosotros.
— Si me ve tu padre, me mata. Debo estar alerta ante cualquier amenaza.
— ¿Cuál amenaza? —Jeongin se rió— Mi padre no es nadie fuera de Corea —chasqueó la lengua—. Vamos, métete —le salpicó agua y Hyunjin retrocedió.
— ¡Para! Y deberías salirte ya, tienes que prepararte para la cena.
Jeongin le salpicó de nuevo y Hyunjin aparentó estar molesto (lejos de estarlo).
— Te esperaré en tu habitación —habló saliendo de la zona de piscina y caminando unas pocas escaleras hasta las habitaciones. Por suerte, la de Jeongin estaba a la vera de la piscina.
Las habitaciones de su padre y Minho estaban en el otro ala del hotel debido a un fallo, pero para Jeongin no pudo ser mayor regalo.
Cuando llegó, Jeongin iba detrás de él con una toalla al cuello y todo mojado.
— ¿Quieres entrar? —preguntó mordiéndose el labio.
— Me quedaré aquí.
— No hace falta que vigiles la puerta todo el día —el pelinegro se acercó demasiado, mojando su camisa.
No era la primera vez que intentaba seducirlo, pero a Hyunjin le costaba cada vez más resistirse. Ambos se sentían atraídos y la tensión sexual era mayor día tras día. Jeongin ya no era un niño y sabía lo que hacía, y para Hyunjin era imposible seguir viéndolo como un crío.
— No seas tan serio y formal, eso no me gusta —susurró jugando con su corbata, Hyunjin tragó saliva a duras penas.
— Jeongin, esto no puede ser.
— Olvídate de mi padre y de la relación que se supone que debemos tener de empleado y superior, esas tonterías se acabaron hace mucho tiempo.
— Pero...
— Hyunjin, tú me gustas, me gustas mucho y no es ninguna broma —soltó de forma brusca, haciéndole sonrojarse—. Y yo te gusto, ¿verdad?
— Me gustaría que no fuera así, pero sí, mucho.
Jeongin sonrió orgulloso.
— Quiero pedirte algo.
— ¿Qué? —cuestionó Hwang con el ceño fruncido.
— Ayer fue mi cumpleaños y no me hiciste ningún regalo y...
— ¿Adónde quieres llegar? —a este punto, Jeongin ya había posado sus manos en la cintura del mayor y acercando su rostro a milímetros de distancia.
— Quítame la virginidad, Hyunjin —susurró sobre sus labios y el guardaespaldas sintió un escalofrío por todo su cuerpo.
Los labios de Jeongin se unieron a los de Hyunjin desesperadamente y, aunque a este último le costó reaccionar, guió el beso agarrándolo de la nuca para profundizarlo. Yang gemía debajo de él y la cosa solo acababa de comenzar.
— Vamos dentro —Hyunjin habló con la voz ronca y las pupilas dilatadas.
Jeongin abrió la puerta de su habitación con la tarjeta y Hyunjin cerró la misma bruscamente. Rápidamente cogió al menor de las piernas y lo direccionó hasta la cama.
El menor era un inexperto total en el tema, pero no era ningún iluso. Nunca había besado a nadie y mucho menos mantenido relaciones sexuales. Y no es porque no tuviera pretendientes que se lo ofrecieran, sino porque toda su atención iba dirigida a Hyunjin.
La ropa (la de Hyunjin más concretamente) fue desapareciendo rápidamente. Jeongin no se sintió avergonzado de mostrar su cuerpo, ya que se sentía más que orgulloso de él. Sabía que era atractivo y presumía de ello.
Antes de introducir los falanges, Hyunjin frenó y Jeongin se reincorporó sobre sus codos extrañado.
— ¿Qué pasa?
— No quiero que pienses que me estoy aprovechando. De verdad te quiero, Jeongin.
El menor sonrió enternecido.
— Y yo a ti, Hyunjin —con una mano en su mejilla lo atrajo para besarlo de nuevo.
El mayor se posicionó sobre su cuerpo, piel con piel, mientras seguían besándose.
— Hazlo ya —susurró en medio del beso.
Desde ese momento el amor entre ambos empezó a crecer cada día más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro