Solo un roce
[🌸] No pago terapia, que conste. <3
Sus pies dolían, sus tobillos sangraban debido a los cortes, pero no eran los únicos, sus brazos, piernas, rostro y abdomen aún tenían trozos de cristal incrustados.
Pero de todas formas seguía corriendo, con la sangre inundando las heridas en sus mejillas, apenas pudiendo ver por sus ojos nublados gracias a las lágrimas.
Su respiración agitada hacia su pecho subir y bajar, provocando más dolor.
Debido a la hora, nadie se hacía presente en las calles, nadie salía de su casa ante sus gritos pidiendo ayuda.
Y llegó un momento en el que su voz era incapaz de salir, sentía su garganta desgarrarse horriblemente, apenas pudiendo tragar la saliva que creaba en su boca, por ende, esta saliendo por la esquina de sus labios llenos de heridas.
Sus pasos acelerados llegaron a un pequeño puente de madera roja, frenó al llegar a la parte más alta, pues este hacia un perfecto arco sobre aquel rio que se encontraba a una gran altura comparada a él.
Miró hacia abajo, apoyando sus pequeñas manos en la baranda, la madera manchándose ante su toque.
—¡¡Aaaaaah!!, ¡ya no puedo más!, ¡quiero volver! —gritaba cuánto más su desgastada voz permitía, una inmensa agonía y dolor cubriéndole cruelmente, los golpes habían sido demasiado para su pequeño cuerpo, no quería seguir ahí, lo sentía por todos pero si continuaba moriría en cualquier momento—. ¡Ayuda!, ¡alguien ayúdeme!
Sus desgarradores chillidos se escuchaban bajo el inmenso cielo nocturno, y eran demasiado fuertes debido al silencio que era dueño en aquel lugar, pues eran al rededor de las dos de la mañana, todos estaban durmiendo.
—¡Baji, Chifuyu, Takemichi!, ¡¡ayuda!!
Estaba mareado, su cabeza dolía, pero aún así seguía gritando a todo pulmón, no aguantaba el dolor, y los cristales en su piel ardían cada vez más cuando se movía.
Miró hacia abajo, de pronto algo haciendo "click" en su cabeza, si había venido al lanzarse de un puente podría regresar de la misma forma, ¿no?
Aunque tampoco quería regresar a un futuro dónde su vida era una mierda, pero prefería vivir como un cascarón vacío a un niño que sufre de violencia doméstica.
Las lágrimas caían sobre sus manos ensangrentadas, solo tragó con dificultad, sin pensarlo mucho, parándose sobre el barandal, teniendo que aguantar los gemidos de dolor que salían de entre sus labios sin su permiso.
El viento meció sus cabellos, y cerró los ojos, de pronto sus piernas sin poder sostenerle más, y solo dejándose caer, pero algo lo detuvo, apenas pudiendo moverse unos centímetros cuando dejó su cuerpo a merced de la gravedad.
Ni siquiera le había escuchado llegar en su doloroso lamento, pero él si que le escuchó, quien no lo haría si estaba gritando tan fuerte.
—¡Baja de ahí! —volteó a verle, con su corazón queriendo salir de su boca, chocando con sus orbes negros, su cabello de igual color meciéndose con el fuerte viento de la noche.
—¿Tu no eres el amiguito de Mikey? —una segunda voz se escuchó, volteó un poco más, viendo a un chico de cabellos blancos y orbes lila, viéndole con una mirada tranquila, un lindo pendiente de tres perlas rojas colgando de su oreja izquierda.
—¿Es amigo de mi hermano? —pronunció el de cabellera negra, mientras que volteaba nuevamente a ver a Kazutora, este solo emitiendo soyosos, sintiendo la mano de Shinichiro sostener la capucha de su abrigo, con la cual había evitado su caída—. Cielos..., ¿quien te hizo esto? —decía, viendo con horror todas las heridas en su cuerpo, y el pequeño solo se echó a llorar, el rápidamente le bajó de allí, sosteniéndole entre sus brazos, viéndole entristecido al escuchar sus quejas cuando varios cristales se enterraron más en su piel.
—Necesita un doctor.
—Sí, Waka, ¿podrías...?
Kazutora comenzó a escuchar lejanas las voces de ambos chicos, sus párpados eran pesados y sentía una sensación de que estaba flotando, había perdido bastante sangre, y aunque su estado no era de peligro de muerte, le afectó de inmediato, debido a su corta edad.
Cuando todo se volvió negro, solo sintió calidez, los brazos de Shinichiro no le abandonaron ni un instante, y él solo sintió paz por esos segundos, de pronto olvidando el dolor en todo su pequeño cuerpo.
Sus ojos comenzaron a abrirse, estaba acostado sobre algo blando, y escuchaba claramente tres voces que reconoció al instante, cuando se acostumbró a la luz del lugar, pudiendo entonces ver sus rostros.
—¡Ah, ya despertaste Tora! —Mikey le sonrió con tristeza, queriendo abrazarle pero sabiendo que no podía, lo dañaría más.
Kazutora notó algo extraño en el pequeño de cabellos rubios, sus ojos, ¿eran diferentes?, ¿o solo era la perdida de sangre que había afectado su cabeza?
Los ojos que antes le veían con aquel brillo infantil eran distintos, más opacos, como si hubiesen visto las peores desgracias del mundo, si Baji hubiese estado ahí para verlos, los hubiese comparados con los ojos ámbar suyos.
—¿Cómo te sientes? —Shinichiro pasó su mano por sus cabellos, él le miró por algunos instantes, incrédulo de tenerle ahí, siendo tan amable cuando él le asesinó en su momento.
—Estoy bien —logró murmurar, entonces intentando sentarse, pero todo su cuerpo dolió, de su boca salieron varios quejidos, en seguida los hermanos Sano y Wakasa se acercaron para detener su accionar.
—Mocoso estúpido no te muevas, ¿que no ves tu estado? —regañó el de cabellos blanquecinos, Mikey le miró con el seño fruncido por lo dicho, mientras Kazutora solo asintió como un cachorro regañado, en este caso un cachorro de tigre, porque en el interior solo dijo: "deja que me ponga bien, nadie me llama mocoso, ya verás idiota".
—Llamamos a una enfermera que vive cerca, te revisó y curó tus heridas, gracias al cielo eran superficiales —le sonrió aliviado el Sano mayor—. Pero aún así trata de no moverte mucho, ¿si? —pidió, y el menor volvió a asentir, guardando silencio en todo momento.
Después de algunos minutos Wakasa tuvo que retirarse, Shinichiro le acompañó a la salida, y en ese momento le dejó solo con Mikey, el de mirada oscura le veía fijamente, ambos queriendo decir algo pero conteniéndolo dentro.
—¿Quién? —la voz de Mikey, más fría de lo normal, rompió el hielo. Kazutora le miró sin entender, extrañado por su expresión tan seria, que recuerde, desde que había llegado a ese tiempo, Mikey solía sonreír todo el tiempo, se veía despreocupado y su expresión tenía un aire infantil, sin embargo, ahora su aura estaba rodeada de frialdad, sus ojos viéndose tan profundos como un abismo.
—¿Quién qué? —formuló confuso, Mikey rodó los ojos.
—No te hagas el idiota, ¿quién te hizo esto? —dijo, con molestia en su expresión, Kazutora se encogió de hombros, totalmente confuso, porque en la tarde lucía tan pequeño, ahora parecía un hombre adulto, como el que era en el futuro del que venía.
—Yo... —sonrió—, me pelee y-
—¡Di la verdad! —exigió, Kazutora tembló ante su voz firme, sintiendo un nudo de nervios en su estómago, Mikey suspiró al verle asustado, estaba siendo demasiado sospechoso, y no quería que Kazutora ni nadie se diese cuenta de lo que había pasado—. Tora, fue él, ¿cierto?
Su amigo solo cerró sus ojos, sintiendo un nudo en su garganta, las lágrimas comenzando a brotar de sus dorados ojos otra vez, Mikey le miró angustiado, acercándose para luego abrazarle, con cuidado de no tocar con fuerza sus heridas.
Dejó a Kazutora desahogarse en su hombro, sintiendo mojada la tela allí, y tuvo que contener las lágrimas él también, pero ni en joda dejaría que le viera llorar.
—¿Por qué nunca lo dijiste?, que tú padre te golpeaba —regañó, y su voz se escuchó algo quebrada, conteniendo algunos suspiros de impotencia.
—Es difícil que alguien lo diga a sus amigos —se sobresaltaron al escuchar la voz de Shinichiro, voltearon a verle, Mikey sin dejar de abrazar al de orbes ámbar—. Seguramente querías que no se preocupasen, ¿cierto? —comentó, acercándose poco a poco a los dos pequeños abrazados.
Kazutora asintió, el pelinegro solo le regaló una sonrisa y les abrazó también, teniendo las cabecitas de ambos menores en su pecho.
—Ese maldito hijo de put-... tu padre, las pagará —se corrigió, poniendo los ojos en blanco al darse cuenta de que diría una grosería delante de su hermano menor y su amigo.
—Es un maldito hijo de puta —pronunciaron los dos chicos a la vez, entonces viéndose sorprendidos de haber dicho lo mismo, luego riendo por ese hecho.
Shinichiro abrió su boca, sorprendido de las palabras de aquellos dos, entonces dejando de abrazarles para verles a los ojos, con un tic nervioso en su ceja derecha.
—¡Oigan!, ¡eso no se dice! —regañó, y rieron aún más—. ¡Y tú! —observó a Mikey, el pequeño rubio conteniendo la risa para tratar de verle seriamente, pero era inútil, aquella sonrisa no salía de su rostro—. ¿Quien te enseñó esas palabras?
—Inter... ¡Baji! —se corrigió, no estando muy claro si eso existía en ese tiempo, o si siquiera hacia uso de él.
—Nunca he escuchado a Baji hablar así —le miró con sospechas, Mikey y Kazutora compartieron miradas y rieron más alto—. ¡¿De qué se ríen?!
Ellos simplemente continuaron sus carcajadas, Shinichiro se hartó y se les unió, haciéndoles cosquillas, logicamente, con Kazutora solo fue en su cuello, ya que era el único lugar sensible que logró localizar que no tuviese heridas, y el pequeño trataba de reírse con suavidad, ya que si lo hacía a todo pulmón como el rubio, terminaría con más dolor en sus costillas.
Tiempo después, Shinichiro les dejó en la habitación, pidiéndoles que durmiesen antes que amaneciese.
Mikey se acostó a un lado del de ojos ámbar, al principio parecían incómodos, se miraban por algunos segundos y luego volvían su vista a otro lugar, hasta que el rubio se acercó, rodeándole con sus brazos, acostando su cabecita al lado de la suya, quedando un poco más abajo debido a su estatura.
—Perdón —susurró, Kazutora estaba avergonzado, de alguna forma sus mejillas se habían teñido de rojo, pero pudo mirarle confuso al no entender el motivo de su disculpa, aunque estuviese claro—. No debería llamarme amigo —el de ojos negros frunció el seño, apretando sus puños encima de la ropa del contrario, este solo contemplándole en silencio—. Me prometí protegerlos a todos, y fui tan estúpido que no me di cuenta de lo que te estaba pasando —Kazutora no logró verlo, pero del borde de los ojos de Mikey brotó una sola lágrima, cristalina y dolorosa salió de allí, el rubio tragando con dificultad, sintiendo sus pequeños ojos cristalizarse—. Perdón —repitió, esta vez con su voz más quebrada, aferrándose más al cuerpo que se encontraba a su lado, y a pesar de que su agarre dolía, Kazutora no le apartó, o se quejó siquiera, solo dejó caer lágrimas en sus dañadas mejillas, cerrando sus ojos para tragar el nudo que se había formado en su garganta.
Al menos había logrado que él se disculpase.
Pero faltaba alguien.
—Perdón, Mikey.
Y el rubio no habló, él sabía por qué se disculpaba.
En la mañana, el timbre de la casa sonó, rápidamente Shinichiro corrió a la puerta, se había levantado temprano debido a que tenía que abrir el taller a las nueve, y como Mikey y Kazutora seguían dormidos él trató de detener el sonido lo más rápido posible.
—¡Hola!
—Shhhh —interrumpió el saludo de Baji en cuanto abrió la puerta, colocando un dedo en los labios contrarios, en señal de silencio—. Buenos días —le regaló una cálida sonrisa, el menor le miró curioso.
—¿Por qué el silencio? —respondió de igual forma, en susurro.
—¿Vienes por Mikey? —preguntó antes, recibiendo un asentimiento de cabeza—. Ve a su habitación, ya es hora de que se levante —indicó, entonces saliendo algunos pasos de allí—. Yo iré a abrir el taller, has que se levanten y que coman algo, hazlo tú también —le dijo ya a unos metros de él, pronto Baji perdiéndole de vista en la calle, entonces solo estando confundido, además de que no sabía por qué había hablado en plural.
Solo entró a la residencia, haría lo ordenado, entonces subiendo las escaleras, sus pasos escuchándose ante cada peso que colocaba en los escalones de madera.
Se encontró en un pasillo, y como ya había venido antes supo que la primera habitación era a la que debía entrar.
Tomó el picaporte entre sus manos, lo volteó y la puerta fue abierta, todo estaba en silencio, y divisó las sábanas con alguien debajo, sonrió malicioso.
Tomó impulso y corrió a la cama, pronto cayendo sobre los cuerpos dormidos allí.
—¡A levantarse! —Mikey se despertó de golpe, pegando un grito asustado, viendo la sonrisa en los labios de Baji, pero volteó preocupado hacia su derecha, viendo a Kazutora con sus ojos más abiertos de lo normal, veía hacia Baji con su pecho subiendo y bajando al tener su respiración acelerada, gracias al cielo pudo retroceder antes de que Baji cayese sobre su cuerpo— ¡¿Tora?!
—¡Baji!, ¡casi le caes encima, inútil! —Mikey le pateó con poca fuerza, y el pelinegro puso los ojos en blanco, pronto devolviéndole el golpe, así comenzando una pequeña pelea que terminó en risas, con ambos en el suelo.
—¡Aléjate enano!
—¡¿Cómo me llamaste?!
Ambos jalaban sus cabellos, Mikey teniendo el pelo desordenado, cayendo sobre su frente en risos, sus ojos brillando molestos por Baji.
Se detuvieron al escuchar la puerta cerrarse, Kazutora había salido, entonces ambos se levantaron casi corriendo, de pronto una pregunta cruzando por la mente de Baji.
¿Qué demonios hacia Kazutora durmiendo con Mikey?
—¿Puedo saber algo? —Baji observó a Mikey con molestia, y ni siquiera sabía por qué le molestaba que Kazutora se hubiese quedado a dormir con Mikey cuando ya lo hacía con él.
—¿Qué? —preguntó el rubio, mientras ambos salían de la habitación.
—¿Por qué Kazutora durmió contigo? —dicho esto, el rubio se encogió de hombros, desviando la mirada, y Baji le miró con más curiosidad, pronto no teniendo que recibir respuestas para entender.
—Pues, por eso.
Ambos veían como el de ojos ámbar bajaba las escaleras con dificultad, sus tobillos estaban vendados y se tambaleaba en los cortos pasos que daba, se sostenía de las barandas, Baji sintió lágrimas acumularse en sus ojos cuando un inmenso dolor le atacó al ver sus manos, todas vendadas, temblando ante el contacto con la madera. Su cuerpo estaba cubierto por un pijama lo suficientemente ancho como para hacerle ver demasiado delgado, y eso que solo le veía desde atrás.
—T-Tora, tú... —apenas podía hilar sus palabras en una oración, su garganta sintiéndose apretada, las lágrimas cristalizando sus ojos, pero sin derramarse.
El mencionado volteó con una sonrisa leve.
—¿Si? —su voz sonaba lo suficientemente suave, tratando de evitar revivir el dolor de la noche anterior debido a sus gritos. Su mirada se tornó preocupada al ver el rostro de Baji, y este terminó dejando salir sus lágrimas cuando se encontró con su rostro lleno de curitas blancas, más de lo normal, había que mencionarlo—. ¿Uh?, ¿pasa algo? —volteó, de pronto sintiendo tambalearse en su lugar—. Ah- —estuvo a punto de caer cuando Baji y Mikey corrieron a él, solo teniendo que bajar tres escalones, los que había podido caminar en ese lapso de tiempo.
Mikey le tomó de su brazo izquierdo, Baji de su cintura, evitando hacer fuerza en su delicada piel.
Kazutora suspiró al ver que la gravedad no había ganado.
—Eso estuvo cerca —apenas pudo terminar de hablar cuando sintió los brazos de Baji rodearle, Mikey simplemente decidió bajar las escaleras e ir preparando algo de comer, dejándoles solos allí—. Baji...
—¿Qué fue lo que pasó? —susurró como pudo, y Kazutora solo tenía una gran impresión, jamás había visto llorar a Baji, y tenía que significar mucho para él si se había roto de esa forma en su frente.
—Anoche... cuando volví a casa, mi padre me golpeó —confesó, y sintió los puños de Baji apretarse sobre su cuerpo—. Salí a pedir ayuda, y ammm —no sabía si decir acerca de su intento de suicidio, pero ya que más daba, lo sabría tarde o temprano—...intenté lanzarme de un puent-
—¡¿Que hiciste qué?!
—¡Shinichiro-san me detuvo! —se apresuró a decir cuando Baji le alejó un poco para ver su rostro—. Luego me trajo junto a Wakasa, y una enfermera curó mis heridas —explicó, aún bajo la molesta mirada de Baji, este con sus ojos cristalizados aún.
Soltó un suspiro, llevando su mano a la mejilla de Kazutora, su corazón latía rápido, viendo las heridas en su cuerpo, totalmente débil ante la imagen.
Sus mejillas se tornaron rojas, inclinándose un poco hacia abajo, debido a que se encontraba un escalón más arriba que Kazutora.
Sus labios rozaron, el de mirada ámbar tenía sus ojos más abiertos de lo normal, sorprendido por completo, su corazón dando tumbos, fuertemente contra su pecho, queriendo salir en cualquier momento.
—Baji... —pronunció en susurro, viendo ya con ojos entrecerrados y un inmenso calor en sus mejillas.
Su voz despertó al pelinegro de su impulso, y rápidamente se apartó, en movimientos nerviosos.
—E-eh, v-vayamos con Mikey —dijo tomando su mano, avergonzado, ayudándole a bajar.
Kazutora no dijo nada, solo le siguió, sintiendo tocar el cielo con solo aquel roce de labios, y sonrió melancólico, podía tener mil heridas, golpes y moretones en su cuerpo, pero mientras ese chico estuviese a su lado, era feliz.
Baji maldijo en su mente, ¿cómo se había atrevido a hacer aquello?
Los chicos desayunaron juntos, Emma se les sumó tras algunos minutos, también el abuelo Sano.
Kazutora se percató de la mirada de Mikey sobre Baji, un brillo inusual en sus ojos, y siempre sonriéndole a la nada.
Cómo la primera vez que él le vió en aquel despertar.
Al medio día Kazutora y Baji se retiraron, irían a casa del más alto, Shinichiro había llamado y dejado indicaciones, pues habían denunciado al padre de Kazutora y en la tarde lo interrogarían si él estaba dispuesto.
Baji en todo el camino estuvo ayudando a Kazutora a caminar, brindadole apoyo en su cuerpo.
—Pronto va a llover... —susurró el de mirada ámbar viendo el cielo nublado, escuchando lejanos algunos truenos, y solo pasaron cinco minutos cuando el agua se hizo sobre ellos, teniendo que ambos refugiarse en una parada de autobuses, que debido al aguacero, estaba totalmente vacía.
O eso pensaron, ya que, después de tomar asiento, ambos escucharon la voz de alguien.
—Peke J, ven aquí o vas a mojarte.
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