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🌷1- MinJoong

Beautiful Moon


[HongJoong - Wolf (Ω)]

[MinGi - Vampire (Α)] 

[Romance/Drama]

[Palabras: 4943 ]
[Olvidé poner en la introducción que no sé hacer escenarios cortos, escribo mucho AKZNDKDND ¿me pErdOnaN? :c]

Había salido aquella noche a cazar solo por primera vez. Esa primera vez fue donde lo conoció.

MinGi no se autodenominaba un buen cazador, todavía, puesto que a sus dorados ciento veinte años recién salía a buscar sangre por su propia cuenta, cuando los demás vampiros de su generación comenzaron a hacerlo a sus cincuenta, casi sesenta años. Se preguntarán, ¿por qué?

Cuando la guerra entre los lobos y vampiros estalló nadie pudo evitarlo; los conflictos entre ambas razas venían de siglos. MinGi contaba con cinco años de nacido, su padre podía cargarlo con una sola de sus poderosas manos. Sus padres desaparecieron junto a varios más en aquella masacre que duró casi diez años. Su abuela lo crió bajo su manto azul, y como toda madre viviendo en luto por la pérdida de su hijo, no dejaba solo al jovencito por más de cinco minutos. La guerra terminó cuando los nuevos líderes de ambos bandos subieron, y los territorios fueron repartidos de manera justa bien lejos unos de los otros teniendo en mente que jamás se volvería a repetir un derramamiento de sangre como ese. 

Los lobos y los vampiros tomaron rumbos distintos cuyo límite era el gran acantilado que dividía los territorios. 

Aunque la calma se había establecido su abuela jamás pudo vivir en paz otra vez. Cultivó la cautela en su nieto, el ser precavido, y alguna que otra vez consejos a la hora de alimentarse. Siempre le llevó la comida hasta la mesa, prohibiendo la salida del pequeño castillo al niño. MinGi creció escuchando todo tipo de historias, e indirectamente aprendió bastante, sumando a que su abuela tenía una vasta biblioteca. 

Ella murió hacía seis meses atrás. Era de edad muy avanzada, falleciendo de manera natural. El recuerdo de verla hacerse polvo frente a sus ojos llorosos nunca lo olvidaría, como todo lo que le inculcó. En esos meses se había abastecido de los suministros que su abuela había dejado para emergencias. Ahora estaba solo, ya no había quien cazara por él; debía ser independiente.

El líder de los vampiros estaba al tanto de su situación, así que lo guió por los terrenos donde usualmente cazaban animales silvestres, o algunos humanos despistados. Todo con la clara y severa advertencia: "No te acerques al acantilado."

Como si a MinGi le interesara ir a los límites.

Anduvo por las sombras curioseando por ahí; viendo murciélagos pasar en grupo, un búho de ojos saltones que lo asustó al girar su cabeza ciento ochenta grados, una mamá zariguella con sus crías. Estaba fascinado, ¿cómo no? Era la primera vez en su vida que se alejaba considerablemente de su hogar en una travesía solitaria. La luna llena azul fue su acompañante en todo momento, como alguna vez el manto de su abuela, y se lo agradecía mucho.

Cuando por fin se dignó a comenzar a cazar, una tonada suave llegó a sus oídos deteniéndolo de su acción.

Sonaba lejano a donde estaba, como un murmullo; la imagen borrosa de su madre llegó a su mente. Su instinto lo incentivó a seguirlo sin importarle de dónde viniera, y eso hizo. Flotó agudizando lo más que pudo su audición para no perder la melodía del camino. Miraba cada tanto la luna, rogando que por donde lo guiara ese sonido sea a su mamá, llamando por él luego de años.

Se detuvo cuando pasó los límites del bosque sin darse cuenta, llegando a un lugar claro, sin tierra, arbustos, nada. Solo piedras y suelo seco. Metros más adelante estaba el borde del gigantesco acantilado donde le prohibieron acercarse. Posó sus pies en el suelo cuando la melodía desapareció. Se sintió decepcionado al no ver nada por los alrededores. Iba a dar vuelta si el canto no hubiera regresado, esta vez más cerca.

Era un aullido.

¿Cómo no se dio cuenta antes?

No era uno de esos gruesos y poderosos, este era dulce, tranquilo, haciendo que dentro de MinGi floreciera la curiosidad una vez más. ¿Qué clase de lobo aullaría de esa forma tan hermosa?

Con valor caminó recto hacia el límite, el aullido venía del otro lado. Sus pies lo detuvieron a un metro del borde cuando divisó al dueño de la dulce melodía. Sus labios se secaron y creyó sentir los latidos de su frío corazón aumentar de manera considerable. 

Sobre una piedra de al menos dos metros de altura estaba él. Dándole la espalda, vestido de ropas suaves y livianas resaltando su figura, mirando a la luna con admiración cantando desde lo más profundo de su alma. Sus orejas y cola estaban a la vista, se movían al son de su canción, dejando que el viento moviera su pelaje. ¿Ese era un lobo? Se preguntó MinGi, pues su delicada apariencia y voz encantadora no eran cualidades normales en un lobo como había leído en los textos. 

Supo en seguida que estaba mal que estuviera ahí, pero no quería irse, quería seguir escuchando su aullido. ¿Y si venía otro lobo más grande y se le tiraba encima al chico? ¿Y si los otros vampiros lo veían? Esos pensamientos no le agradadon.

Sacudió un poco la cabeza, sintiéndose un tanto estúpido por momento. Nada de eso iba a pasar. Solo se estaba encaprichando como un niño, cosa que ya no era. Pero pensándolo... Tal vez oír un poco más no haga daño...

Rendido, se sentó sobre su capa roja, dejando que sus pies colgaran del peligroso precipicio, moviéndolos ligeramente mientras se disponía a disfrutar de la canción lobuna. Era parecida a la canción que su madre creó para él, y que su abuela le cantaba todas las mañanas antes de dormir.

No supo por cuánto tiempo estuvo ahí, viéndolo, escuchándolo. Hubo un momento donde el chico hizo una pausa levantando las orejas puntiagudas, pero poco tiempo después las volvió a bajar siguiendo con su labor anterior. 

MinGi suspiró con paz en el pecho cuando el lindo chico acabó. Un cosquilleo extraño en su estómago apareció al verlo levantarse para estirarse con gran elegancia sobre la piedra, y bajar de un salto seguro. Por un momento creyó que iba a voltear, si no fuera porque un aullido gutural naciera del interior del bosque en un llamado. El joven devolvió el aullido en respuesta con ese tono encantador, se transformó en un lobo de pelaje cobrizo rozando el rojo y trotó alejándose.

El vampiro quiso llamarlo, verlo a la cara y admirar el color de sus ojos, pero no podía; no estaba bien. Un poco triste se levantó sin quitar su mirada carmesí del lobo. Cuando el bello ejemplar iba a ingresar al bosque, se detuvo. MinGi esperó y el lobo giró —para su sorpresa— la cabeza para mirarlo. Sus ojos eran puntos brillantes lejanos, pero MinGi  juró ver dos joyas color turquesa.

El lobo cobrizo pareció sonreírle antes de desaparecer en la oscuridad del follaje.

MinGi no pudo pegar un ojo en todo el día. La imagen del lobo desconocido había invadido por completo sus pensamientos, estaba en cada rincón de su mente. Su figura delgada, atractiva, su dulce voz, y esos ojos tan... wow. Sí, era lo que mejor le describía al chico. Hasta se había olvidado de alimentarse. 

A la noche siguiente la luna seguiría llena, así que con determinación recordó el camino recorrido anteriormente con el fin de verlo otra vez. Pero antes debía beber sangre o perdería el control de sus instintos salvajes. Un lince fue su primera presa, dio batalla, pero su fuerza no era nada comparada con la del vampiro. Bebió toda su sangre —un poco amarga para su gusto— sintiéndose satisfecho, dejando el cuerpo bajo un montón de hojas junto a un árbol, siendo una tumba improvisada y una manera de darle pedirle perdón al animal por matarlo.

—Mi abuela me enseñó que toda vida tiene un gran valor. Perdóname, pero necesitaba hacerlo. Y gracias, por darme tu sangre.

Evitó a toda costa encontrarse con otros vampiros, no quería que lo descubrieran escabulléndose a los límites. Quién sabe las consecuencias que acarrearía aquello, y no estaba dispuesto a saberlo.

Llegó al mismo lugar y se sentó al borde. El chico no estaba. Miró a la luna azul, faltaba aún un poco para que estuviera en su punto. Había llegado temprano, tal vez por su emoción de verlo.

Aprovechó para admirar el gran botón en el cielo. No entendía cómo algunos vampiros —para no decir muchos— no la apreciaban como debía ser, siendo que era lo más hermoso de la noche.

Bueno, a parte del bonito lobo ladrón de sus suspiros.

El ruido de las pisadas del otro lado lo hicieron poner atención. Era él, tan bello y elegante como la otra noche, llegando desde el bosque con los pies descalzos. La luna estaba en su punto más alto cuando subió a la piedra; para asombro y dicha de MinGi no le daba la espalda, lo estaba mirando. Una sonrisa curvada en esos labios rojos, algunas joyas adornando su vestimenta, pero lo que más resaltaba eran esos ojos turquesa con blanco.

Hermoso.

Lo vio cruzar las piernas elevando su mirar cristalino a la gran luna. Su sonrisa se amplió, tomó aire y empezó a cantar.

MinGi se contagió de aquella deslumbrante energía sonriendo de la misma forma. Quedó embobado observándolo, escuchándolo, como un primerizo en el amor a simple vista, o en su caso, canto.

El lobo clavó su mirar en él cuando llegaba a la parte más dulce de la melodía. Su cola se movió con suavidad de izquierda a derecha. MinGi sintió el impulso de acercarse con el corazón corriendo como un tren.

Lo único que pudo hacer fue reír como sabía hacerlo achicando más sus ojos. El lobo quiso hacerlo también sin interrumpir su canto, lo vio tan genuino, no se reía en burla como lo hacían sus compañeros cuando aullaban en conjunto. El vampiro parecía disfrutar sinceramente su aullar.

Por primera vez alguien lo miraba de verdad, y le dedicó la melodía al desconocido como a la luna, su única audiencia hasta ese momento.

Cuando acabó dejó la cabeza en alto al cielo con los ojos cerrados. MinGi aplaudió como un niño emocionado haciendo avergonzar al lobo cuyas mejillas se tiñeron de rosa y una risa corta se escapó de sus labios. Era extraña la situación de ambos, pero no les importó si ya se podían apreciar con la mirada.

—Me gusta mucho tu voz.

MinGi habló luego de un rato en silencio, alzando un poco el volumen para que el contrario lo pudiera oír.

El lobo movió su oreja izquierda y su cola se meneó alegre.

—Gracias —dijo de la misma forma, MinGi agudizó su oído escuchando mejor desde la distancia—. ¿En verdad te gusta?

—No realmente... —hizo una pausa, para agregar—: Me encanta.

Otra risa hizo cosquilleos en el estómago del vampiro.

—Eres el primero que lo dice. Normalmente se ríen, burlándose porque no aullo como el resto...

MinGi alzó ambas cejas sin poder creerlo. ¿Cómo menospreciaban un canto así de bello? Definitivamente los lobos estaban muy mal del oído para hacer eso. La voz del chico era un calmante natural. MinGi desearía cantar así también.

—Para mí tu voz es única. Me encanta, ¡lo digo en serio! No importa si no eres como el resto; tu canto es perfecto.

—¿No me estarás mintiendo, vampiro?

—¿Tengo que salir a la luz del sol para que me creas, lindo? O tal vez me bañe en pintura azul, así quedo como la luna y me dediques la melodía también —se rascó la nuca sonriendo—. Daría lo que fuera para cantar como tú.

El lobo bajó las orejas sonrojándose más fuerte. Lindo le decían muchos, no le afectaba, pero sintió cómo las famosas mariposas revoloteaban en su interior cuando el vampiro lo pronunció. Agachó la cabeza dejando que su omega se alegrara todo lo que quisiera meneando más su rabo traicionero.

—No hace falta que hagas eso... Te dediqué una parte cuando te miré —admitió posando sus orbes sobre MinGi en una expresión entre tímida y coqueta—. No hace falta que cantes como yo; me agrada tu gruesa voz.

El avergonzado ahora era el vampiro, que no podía sonrojarse, pero cuyos ojos brillaron de una manera distinta. Rió otra vez y dos medidas lunas de formaron con sus párpados. 

El mismo aullido grueso de la otra noche sonó, dando por terminada la charla. MinGi lo vio responder y bajar rápidamente.

—¡Oye! —llamó. El lindo lobo se giró en su dirección—. ¿Puedo volver a verte? —preguntó con un hilo de inseguridad en su voz.

—Claro —le respondió acomodando un collar mirándolo con ternura, se le hacía un bonito gesto de su parte—. Siempre vengo a esta hora a cantarle la luna. Ahora cantaré para ti también.

—Soy MinGi, Song MinGi.

—HongJoong. Encantado de conocerte, Min.

Y corrió en su forma lobuna hacia el bosque dejando atrás al vampiro muy emocionado. No tuvo tiempo de decirle que tenía un nombre lindo, como lo era él.

Cada noche se veían a la misma hora, en el mismo lugar. HongJoong cantaba para la luna y para el vampiro, MinGi se deleitaba con su voz y su figura digna de pintura. Un par de noches la luna se ausentó en el cielo, siendo MinGi el que recibía completamente la atención de HongJoong con la poca iluminación de las estrellas de fondo.

Luego hablaban, no importaba de qué tema, la conversación fluía entre ambos de forma automática. De sus territorios, de sus compañeros, y, ¿por qué no? De sus vidas. MinGi supo que HongJoong era el hijo menor del Alpha de los lobos, pero la manada no lo tomaba muy en serio al ser el más pequeño y delicado. Aunque lo protegían mucho por ser uno de los escasos omegas de la generación. Su padre, hermanos y hermanas se encargaban de ello.

Los pretendientes engreídos eran la segunda causa por la cual el Alpha no quería dejarlo desprotegido. Pero HongJoong encontraba el permiso para alejarse y aullar con libertad en su roca.

—¿Por qué vienes aquí? Ustedes tienen altas montañas con una vista seguramente espectacular a la luna.

—Por esa misma razón, Min. Todos van ahí para aullar, y eso lo convierte en un lugar uno poco disfrutable si vas solo. Las montañas ahora son vistas más para parejas y grupos, si un solitario va, como en mi caso, no puede encontrar paz entre bolas de pelo yendo y viniendo cada instante —hizo una pausa momentánea para acomodar su cabello—. Encontré esta roca hace casi un año. Lo convertí en mi lugar propio para admirar la luna.

MinGi entendió su punto. Recordó que HongJoong había dicho que los otros lobos se burlaban de su tono dulce. ¿No se suponía que eran los que tenían más libertad de expresión entre las dos especies?

—Suficiente de mí por ahora. Dime, ¿qué hay de ti, Min? ¿Tu manada es grande?

El vampiro aclaró la garganta para hablar.

—Bueno, no andamos en manadas. Somos muchos en el territorio, eso sí. Pero normalmente andamos por nuestra cuenta o en pequeños grupos de no más de cinco o seis, dependido de la temporada muchas veces. Por mi parte soy un vampiro solitario, actualmente.

—Oh, pensé que andaban en manadas —dijo moviendo las orejas—. ¿Vampiro solitario? Interesante. Es como los lobos solitarios en mi territorio, pero a diferencia de que esa no es su decisión por cuenta propia muchas veces... ¿Te separaste de tu grupo, o me equivoco?

—No exactamente... —dudó en hablar, pero no tenía a nadie más con quién charlar para sacar el peso que tenía en su espalda desde hacía décadas. Suspiró para proseguir—. Mi abuela murió de edad hace ocho meses, dejándome solo. No te hablo de mis padres porque no sé qué pasó con ellos; desaparecieron durante la Guerra de Sangre. Me crié todo este tiempo con mi abuela, por eso recién conozco el mundo exterior. No quiero juntarme con otros vampiros porque sé que soy diferente a ellos, en cuanto a mentalidad y personalidad. No me gusta ser amargado, frío, ni nada de lo malo que pinta mi raza. Es más, no es por nada, pero... Creo que soy de los pocos que aprendió a valorar una vida y a agradecer. Mi especie no se caracteriza por mostrar empatía hacia otras criaturas, pero creo que gracias a que no dejé que la desgracia que me perseguía me manchara, y dándole gran parte del mérito a mi abuela, es que soy como soy ahora.

A los segundos, el rostro de HongJoong, quien deseó no haber preguntado, cambió por completo tras escucharlo.

Una tristeza inundó por completo su ser y sus orejas bajaron. No podía imaginar lo que el vampiro estaba cargando, siendo que él sí creció en un entorno familiar estable, rodeado de muchos lobos que estaban en su día a día trayéndole luz y alegría. MinGi sin embargo, no, viviendo en una oscuridad casi eterna. No lo vio expresar pena por sí mismo cuando le contó su pasado, se lo veía fuerte, resistente ante las adversidades, cosa que el omega no era para nada estando acostumbrado a que lo protegieran de todo problema.

MinGi abrió los ojos en sorpresa viéndolo llorar desde la distancia. Se paró de su lugar entrando en pánico.

—¡HongJoong! ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras? ¿Te sientes mal?

—¡N-No! Tranquilo Min. Solo... —tomó aire, usando el borde de su shall de seda celeste para limpiar sus mejillas—. Lamento por todo lo que pasaste. No puedo decir que siento tu vacío siendo que yo viví mejor, y me duele pensar esa diferencia. Eres alguien muy fuerte, y-yo ya me hubiera roto hace tiempo en tu lugar, y te admiro. T-Tú cargas con algo que yo no puedo entender, y-y...

El lobo rompió a llorar. MinGi ladeó la cabeza sin entender, ¡era pasado! Aunque le doliera, debía seguir.

Intentó que dejara de llorar, sin embargo, el omega no parecía escucharlo, y aquello le dio un calor de cariño que le hizo sonreír y olvidarse de toda regla del acantilado. Nadie había llorado por él, ni siquiera él mismo.

HongJoong quiso dejar de llorar en un vago intento, reprochándose en su interior por ser tan sensible. Cuando secó su ojo izquierdo para mirarlo el vampiro ya no estaba. Casi le da algo creyendo que se había ido por su reacción.

Una presencia a su espalda le hubiera dado el susto de su vida, si no fuera porque un agradable aroma a jazmín inundó sus fosas nasales para calmarlo. MinGi estaba arrodillado detrás de él, con una expresión calmada y una cálida sonrisa en sus pálidos labios rosados.

—Lo que acabo de hacer está muy mal, pero no quería quedarme allá lejos de ti viéndote llorar —por primera vez usó un volumen bajo, causando que su voz sonara un poco más gruesa y suave—. HongJoong, ya pasó, ni siquiera yo lloré por mí como tú lo estás haciendo ahora. Es... un acto muy empático de tu parte, gracias. En serio, te lo agradezco, no enojado como de seguro lo piensas. Pero la vida sigue, no hay que quedarse en el pasado, más si te afecta mucho. No tienes que disculparte tampoco.

Pensó que lo calmaría, teniendo un efecto contrario al original, haciendo que HongJoong se abalanzara a él ocultando su rostro en su pecho en un abrazo derramando más lágrimas. MinGi no supo cómo reaccionar, temiendo que el omega pudiera oír la forma acelerada en que latía su corazón. Lo envolvió lentamente en sus brazos, apoyando su mentón sobre su cabeza rojiza, llenando sus pulmones con el dulce aroma a coco y flores que HongJoong desprendía.

Estuvieron un largo rato sumidos en ese abrazo. HongJoong había dejado de llorar, pero no tenía intenciones de soltarlo; se sentía muy cálido, estaba cómodo escuchando los latidos del vampiro, y su olor provocaba cosquillas en su nariz. Sonrió cuando MinGi se acomodó en su cuello con algo de temor, olfateando su aroma; también disfrutaba.

El aullido del Alpha los sacó de su burbuja. Ambos miraron en dirección al bosque, era momento de despedirse.

—HongJoongie —el omega leyó timidez en su voz—. Yo... ¿Puedo volver a abrazarte?

HongJoong sonrió.

—Claro, Min.

Esa vez les costó alejarse, pero debían regresar a sus territorios si no querían ser descubiertos.

A la siguiente noche MinGi llegó más temprano de lo pensado. Se sentía sumamente emocionado por verlo, por abrazarlo otra vez; ya hasta podía decir que se había enamorado del bello lobo. Sí bien habían roto toda regla de no acercarse, no les importaba, era un amor sincero. Y MinGi bien decidido le diría cuánto lo quería, que llenaba su vacío, que ya no se sentía solo gracias a él.

Esperó, esperó, y esperó. La luna menguante gibosa estaba ya más allá de su punto y HongJoong aún no aparecía. MinGi comenzó a preocuparse al no ver señales del omega. ¿Le habrá mentido? No, él no era así. Pensó en el abrazo y en su olor. ¿Los lobos habrán detectado su aroma y lo habrán encerrado? Pensó mil cosas, levantándose con el miedo a flor de piel de que algo le haya pasado.

La calma llegó a él cuando un lobo de pelaje cobrizo hizo acto de presencia saliendo como una bala del bosque. Pero MinGi olió miedo venir de él haciendo fruncir su ceño. Otro lobo gris con negro salió del follaje persiguiendo al omega, y para nada bien pintado. HongJoong miró al vampiro pidiendo por su auxilio con sus ojos turquesa, iba a aullarle, en ese momento el otro lobo lo alcanzó tirándolo al suelo sin cuidado alguno usando su peso para mantenerlo quieto. Era más grande que el omega, y amenazó con clavar los dientes en su cuello.

Una corriente eléctrica pasó por todo su cuerpo al ver la posición atrevida que el lobo extraño adoptaba sobre HongJoong. Sus garras negras salieron junto a su furia, elevándose en el aire directo al lobo. Lo golpeó con todas sus fuerzas arrancándole un quejido sonoro y un gruñido al momento de caer a largos metros. MinGi le mostró los colmillos siseando.

—¡No lo vuelvas a tocar! —rugió—. Te mataré si te acercas.

Un tirón de su capa lo hizo bajar la mirada. HongJoong yacía tirado en el suelo en su forma humana, con las orejas peludas gachas y la cola temblando. Sus ojos turquesa estaban brillosos de tanto llorar.

—MinGi... —articuló débilmente.

El vampiro aterrizó disipando su enojo. Susurró su nombre atrayéndolo en un abrazo protector dejando que el omega se desahogara en él. Lo sentía temblar de miedo, pero sus manos se aferraban con fuerza a su ropa. MinGi levantó la vista al lobo que trataba de pararse sobre sus cuatro patas matándolo con la mirada.

—¿Lo conoces? —susurró hacia HongJoong. Él negó torpemente—. ¿Por qué te persigue? 

El omega tosió al tomar aire para responder.

—Inició la se-semana de apareamiento... él n-no es de mi manada —hablo con la voz quebrada enfureciendo más a MinGi—. Es del grupo de rebeldes, aprovecharon para atacarnos; papá y los demás pelearon, i-intenté escapar, pero ese me encontró y...

—Vaya, vaya. ¿Escondiéndote en los brazos de un vampiro, omega? Con razón ese olor encima tuyo. ¡Alta traición estás cometiendo contra tu especie! —el lobo extraño se había transformado en un hombre de aspecto rudo y expresión dura—. Tú, vampiro, cuando tu líder y el Alpha se enteren de que cruzaste la frontera, desearás no haber nacido. Suéltalo, es mío ahora.

—No lo haré, asno —devolvió en tono gélido—. No permitiré que le pongas un dedo encima a HongJoong, y no me importa el precio que tenga que pagar. ¡Él no es tuyo! ¡No es un objeto para poseer!

—¡Baja ese tono! ¿Acaso no sabes que la tradición lobuna en época de apareamiento es que un alfa reclame a un omega? Vampiro inculto, no tienes derecho a intervenir. Te lo diré una última vez: suéltalo, y vete.

MinGi estaba a punto de saltar sobre él y atravesar su pecho con sus garras, si no fuera porque HongJoong se lo impedía por no querer soltarlo. Lo cubrió con su capa, y levantando el mentón elevó su voz desafiante:

No lo haré.

El lobo escupió una risa cargada de sorna.

—Entonces así será...

En medio del conflicto un conjunto de gruñidos se abrieron paso desde el bosque. HongJoong enderezó sus orejas ejerciendo más fuerza en su agarre, mientras el lobo se transformaba y respondía con agresividad. MinGi contó más de diez lobos que salieron de entre los árboles rodeándolos, por la reacción de HongJoong supuso que era su manada.

El Alpha se aproximó al extraño y rugió con ferocidad. Lo obligó a agacharse sometiéndolo bajo su poder; el lobo trató de no rebajarse, siendo algo imposible. Cuando tocó el suelo con el hocico el Alpha clavó sus dientes en su cuello, lo lanzó tras su espalda, sus subordinados se abalanzaron sobre él mordiendo y desgarrando su carne. MinGi cubrió los oídos de HongJoong para que no oyera los alaridos hasta que el último suspiro del rebelde fuera arrebatado.

El Alpha los observó, parecía sorprendido de ver a MinGi ahí. Se acercó pasando a su forma humana, y se arrodilló frente a ellos.

—Papá...

—Hijo —DongHae estiró su mano para dejar que el omega lo sujetara con fuerza. Miró al vampiro sin palabras, viendo la forma en que ambos se aferraban entre sí—. Tú...

MinGi se sintió intimidado por su sola presencia. Agachó la cabeza en reverencia por respeto al líder máximo de los lobos, además de ser el padre de HongJoong.

—Mis sinceras disculpas, Alpha. No era mi intención entrar en su territorio, pero quería... Tuve el impulso de proteger a HongJoong de ese depravado. Regresaré a mi tierra, con su permiso.

DongHae atendió a la reacción de su cachorro. Había visto al vampiro con ojos suplicantes, y le murmuró que no se fuera. El Alpha suavizó su mirar comprendiendo la situación.

—No te disculpes, y levanta la cabeza, vampiro. Mira a tu alrededor, no fue por una causa de desobediencia o malicia, sino un acto valiente de proteger a un ser querido. Salvaste a mi hijo de un reclamo forzado, cuando yo no podía llegar a tiempo de hacerlo; tienes mi eterna gratitud.

—Puede llamarme MinGi. —dijo alzando la cabeza lentamente. HongJoong se vio más tranquilo y acarició su mejilla. MinGi le respondió de la misma manera bajo la mirada de toda la manada que estaba en shock, menos el Alpha.

—Hijo —llamó su atención. HongJoong lo observó de inmediato—. ¿Desde cuándo se ven?

—Ya dos meses, padre.

—Entonces por eso llegabas más animado que de costumbre a la madriguera —el omega se encogió en su lugar, mientras el vampiro lo miraba atentamente—. Ahora, quiero que seas sincero. ¿Qué sientes?

En ese momento la piel blanca de las mejillas de HongJoong se tiñeron de rosa. Era inútil ocultar su verguenza, más si su cola lo traicionaba. Esperaba otra ocasión para decirlo, pero no podía desobedecer a su padre. Conectó miradas con MinGi antes de pronunciar aquella frase:

—Lo quiero —admitió en un susurro—. Te quiero mucho, MinGi. —agregó alzando un poco más la voz.

Las orbes carmesí del vampiro se iluminaron y las ganas de apretarlo contra su cuerpo con cariño no faltaron. No escondió su alegría acariciando el rostro del omega.

—También te quiero mucho, HongJoong.

DongHae se mostró satisfecho. Bajó la mirada por un segundo sabiendo que era el momento que creía no ver ni cerca. Todavía veía a HongJoong como aquél pequeño cachorro que lloraba pidiendo que lo cargara en brazos y lo llenara de amor paternal; ahora había crecido, y encontrado un compañero inusual de vida. Sus otros hijos ya se habían enlazado creando sus propias familias, por ello, dejar ir a su último cachorro no le era fácil.

Se levantó causando que todas las miradas cayeran sobre él.

—Como Alpha de los lobos, Lee DongHae, doy mi autorización al vampiro MinGi para entrar a mi territorio cuando quiera en agradecimiento por su acto de salvación —rió con la boca cerrada ante la incredulidad plasmada en el vampiro—. También... desde el fondo de mi alma, consederle el permiso de ser parte de la vida de mi hijo a partir de hoy.

Automáticamente miró a HongJoong. MinGi le sonrió ampliamente, y volvieron a fundirse en un abrazo. Por fin podían estar juntos como tanto querían.

Sonrió ante el recuerdo. Esa noche la luna brillaba como un botón de oro, dándole al prado una apariencia más bella. Nunca dejaría de agradecerle.

—Papá —la infantil voz de su hijo lo sacó de sus pensamientos. Bajó la mirada a su lado—. ¿Por qué la luna se ve así?

—Bueno, es difícil de explicar.

El niño ladeó su cabeza.

—A veces se ve azul, otras dorada, como ahora. La luna es extraña, ¿verdad?

MinGi se rió por su conclusión.

—Tal vez, pero recuerda: la luna es la guía de aquellos que buscan una respuesta a su destino.

—¿Como tu historia con papi?

MinGi alzó ambas cejas sin borrar su sonrisa. Lo cargó en brazos sacando una risa al niño.

—Sí, como tu papi y yo. Hablando de papi, debemos regresar si no queremos que se enoje por llegar tarde a cenar. Otra vez.

El infante asintió abrazando el cuello de su padre. El tiempo había pasado demasiado rápido para su gusto, pero no podía quejarse. Su vida había cambiado por completo para bien con HongJoong. Cinco años de noviazgo entre pequeñas adversidades y momentos bellos. Pidió su mano ese día que iban a cumplir seis años juntos, jamás olvidaría el rostro bañado en alegría y algunas lágrimas de su hermoso omega.

DongHae los unió con la presencia de toda la manada y el líder de los vampiros. Leeteuk les otorgó su bendición, teniendo en mente que aquella unión sería un paso más para ambas especies en la paz total. A los tres años de matrimonio estaban esperando su primer hijo con mucha emoción.

Ese cachorro ya tenía ocho años. El segundo estaba en camino.

Al entrar a la casa fueron recibidos casi de inmediato por un aliviado HongJoong de que ambos llegaran a tiempo. Bajo el camisón blanco de tela jersey se notaba el bulto de su barriga de cinco meses de embarazo.

—Por fin llegan, estaba a punto de llamarlos.

—Amor, sabes que no vamos muy lejos. —MinGi depositó un suave beso en sus labios. HongJoong rió levemente.

—¡Papi, la luna está de color dorado! Está más bonita.

—¿En serio? Pues tú estás más lindo, Sannie —respondió revolviendo sus cabellos, sacándole una risa al infante—. La cena está servida, laven sus manos y a comer.

—¡Sí!

Sin dudas, MinGi era un vampiro único y bendecido. De no tener nada pasó a tenerlo todo en el amor de su nueva familia.


Buenas. 🦉✨

Hermosa hora para actualizar, ah.

Quise empezar este libro con mi shipp fav, y la que más soft me pone, el MinJoong. Esos dos juntos son szndkxnxkxndkd.

Ya se dieron cuenta de que no soy de hacer cosas cortas, perdón si es muy largo. unu

Gracias por leer. ❤️

Pero antes de irme:
¿SeongHwa y HongJoong?

O

¿YunHo y HongJoong?

Hasta la próxima~ <3

-Jazie. 🐰

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