CAPITULO 60
Alzado ya el sol en todo su esplendor, todos retomaron el viaje hacia la casa de Arturo, la cual se hallaba en una montaña.
En la montaña, según las leyendas, estaba llena de peligros y de trampas, también de extraños seres que nunca antes nadie había visto, pero que todos afirmaban que estaban allí, que les escuchaban y que alguna vez habían visto su sombra. Pero claro, cuando tienes miedo a algo o a alguien tu imaginación te puede llegar a jugar malas pasadas, y eso es lo quizás a ellos les sucedió. Al llagar el mediodía llegaron al pie de la montaña, desde su falda podía sentirse el helador viento, por suerte, todos estaban preparados. Así que comenzaron a subirla. Conformé avanzaban el frío y el viento aumentaba, todos salvo Gaia, Alisa y Alana, sentían aquel clima tal cambiante.
-¿Cuanto queda?- Pregunto Lucy mientras avanzaba y se cubría la cara con el brazo.
-Media montaña, tal vez mas.- Respondió Gaia.
Caminaron otros tantos kilómetros, todos se quedaron estáticos, debido al rugido que habían escuchado.
-¿Que fue eso?- Preguntó Caspian con la espada de su mano.
-Monstruos, nadie saben como son. Únicamente que están aquí arriba, defendiendo la casa de Arturo.- Explico Gaia.
-Alana, ven. Tengo una idea.- Dijo Alisa.
Ambas hermanas se dieron la mano y comenzaron a caminar, mientras decían lo mismo, al mismo tiempo y elevaban su voz. Conforme avanzaban, la tormenta desaparecía y el frío amainaba. Al llegar hasta el lugar del que había venido el rugido, vieron a un pequeño oso. Ambas hermanas se soltaron y se acercaron al animal. Este estaba herido. Alana adquirió la forma de un león, intentando de esa forma que el osezno no se asustara.
-Hola, pequeño.- Dijo Alisa arrodillándose.
-¿Quienes sois?- Preguntó el pequeño oso marrón.
-Somos Alana y Alisa. ¿Tu has hecho ese rugido?- Alego Alana mirándole.
-Sí, los osos protegemos la montaña. Aunque no tenemos muchas visitas, los de abajo nos tienen miedo. Creen que somos monstruos, pero a lo que temen son a las pruebas que Arturo tiene puestas. Todas ellas de coraje, valentía y astucia. Y muchos de ahí no tienen ni astucia, así que optan por meter miedo a los demás inventándose falsas historias.- Explicó el animal.
-Te prometemos, que no volverán esas historias. Nosotras nos encargaremos de hacerlas desaparecer.- Prometió Alisa mirando al cachorro.
-¿Podrías guiarnos hasta la casa de Arturo?- Pregunto Alana mirándole.
-Claro, pero necesito curarme la herida.- Explicó el animal.
-Se de alguien que puede ayudarnos.- Alego Alisa con una sonrisa.
El osezno sonrió y la mayor de las gemelas, le cogió para llevarle hasta donde estaba el resto. Allí se acerco a Lucy, la cual le dio de beber un poco de la flor de fuego, y segundos después el animal volvía a correr por todas partes. Pero esta vez con él como guía.
-¿Son estos los monstruos que viven aquí, Gaia?- Preguntó Alana mirándola.
-Nadie les ha visto, solamente rugen.- Explico ella.
-La verdad es que quien invento la historia fue alguien que no consiguió lo que quería, y por ello se invento esa historia. Por cierto, ¿porque vais a buscar a Arturo?- Explico el pequeño guía.
-Necesitamos de su ayuda. Él fue el único aprendiz que Acheron tuvo, y mi hermana y yo necesitamos saber todo acerca del hechicero y de su magia.- Explico Alana poniéndose a su lado.
-¿Porque esa curiosidad?- Preguntó el osezno.
-Mi hermana y yo heredamos ese poder. Queremos aprender a controlarlo, y saber de la cicatriz que tanto ella como yo poseemos.- Explico de nuevo Alana.
-¿Sois hermanas? ¿Que cicatriz?- Pregunto el animal desconcertado.
-Alisa posee un sol, y yo una luna. Y sí, somos hermanas. Ambas somos nietas del león Aslan, por ello tenemos la capacidad de convertirnos de humanas a leonas y viceversa.- Explicó la Narniana con tranquilidad.
-Vaya, ambas son famosas aquí. No solo por ser nietas de quienes son y reinas. Sino, por los sucesos a los que tanto tu como ella habéis hecho.- Alego el osezno.
-¿Que es lo que sabéis exactamente?- Preguntó Alana.
-Todo.- Alego el osezno mientras llegaban hasta una especie de acantilado.
Todos se detuvieron y observaron como, enfrente de ellos había otra montaña, pero no un puente para pasar.
-¿Como se puede llegar al otro lado?- Preguntó Peter mirando al pequeño animal.
-Con un paso de fe.- Respondió el osezno.
-¿A que te refieres?- Preguntó Edmund.
-No lo se. Simplemente se sabe que para llegar al otro lado se necesita alguien que sea valiente y que tenga fe.- Explicó el animal.
Alana se acerco al borde y miro hacia abajo, una dura caída si hacían el tonto. La Narniana levantó la cabeza y de nuevo sintió aquella sensación. Algo la llamaba y ella quería ir tras ello. Sin darse cuenta Alana dio un paso en el aire y comenzó a caminar.
-¡Alana!- Grito Alisa intentando llamar la atención de su hermana.
Pero ella no reacción, siguió caminando por el aire. Conforme avanzaba un puente iba surgiendo haciendo que el oso sonriera.
-Arturo la esta llamando.- Explico el animal.
-¿A que te refieres?- Preguntó Dominc.
-Arturo conoce mucho mejor la oscuridad que la luz. Por ello habéis llegado hasta aquí, porque él llama a Alana. Ella nos esta guiando.- Explicó el animal.
Todos asintieron y empezaron a caminar por el puente de madera. Llegando ya a la mitad Alana reaccionó, y se asustó al verse a ella en una especie de plataforma invisible.
-Sigue. Ten confianza.- Dijo una desconocida voz en su cabeza.
Alana suspiro y prosiguió caminando.
-Vamos, Alana, ten confianza. Tu puedes.- Se decía en voz baja a si misma.
Llegado ya un rato Alana piso tierra firme, y rápidamente se sentó en la nieve y tomo grandes bocanadas de aire. En su vida nunca había sentido tanto miedo.
"Lo he conseguido. La próxima vez..., no habrá próxima vez. No seria capaz de hacerlo de nuevo. Por Aslan. ¿Porque Alisa no me ha detenido?" Pensaba Alana mientras el resto de sus compañeros llegaban.
-¡En que pensabas!- Grito Alisa asustada.
-Reaccione en la mitad de la nada.- Alego Alana mirándola.
-¿Y como sabias que tenias que andar?- Preguntó de nuevo su hermana.
-Me sentía atraída, Alisa. ¿Acaso no confías en mi?- Alego su hermana pequeña mirándola.
-Confiar es una cosa, que arriesgues tu vida es otra.- Dijo Alisa mirándola.
-Mira, Alisa, agradezco que te preocupes por mi. Pero siempre que he arriesgado mi vida he conseguido estar viva. Cuando he dejado de hacerlo es cuando he salido mal. Se cuidarme sola, Alisa, mejor de lo que puedas llegar a pensar.- Alego Alana retomando la marcha.
Ninguno dijo nada y miraron a Alisa, la cual estaba claro que estaba enfadada. Así que sin mediar palabra, todos retomaron el viaje hacia la casa de Arturo, esta vez guiados por el osezno, que sin haber estado allí sabia como llegar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro