CAPITULO 44
Ambos llegaron hasta uno de los tantos claros que había en Narnia, Alana alzo la cabeza y observo la imponente luna, la cálida luz de está, dio, directamente, en su cara iluminándola. Sentir aquello era la único por lo que no se había vuelto loca, si es que no lo estaba ya.
-¿Crees que mis hermanos han olvidado a mis padres?- Preguntó Peter con la voz algo rota.
-Por experiencia se que no se puede olvidar a un padre. Pero si quieres, puedo hacer una cosa para que les veáis.- Comentó Alana.
-¿Debería de fiarme?- Preguntó Peter.
-Deberías de ocultarlo. Si se corriera la voz muchos o todos, querrían para ver de nuevo a sus familias. No lo he intentado todavía con otras personas que no conozco, únicamente con mis padres.- Explicó Alana mirándole desde el interior de la capa.
-Bueno, me gustaría darles esa sorpresa. Y también, darles las gracias a mis padres por que aquél día no fuéramos nosotros con ellos.- Aclaró Peter.
-Mi abuelo influenció en ello. Aslan, sabe y ve todo, él fue el que evito que vosotros, sus protegidos, no murieran. Siempre os a vigilado, mediante sueños o con cualquier otra forma o apariencia. Habéis regresado a Narnia, siempre que él ha querido y vosotros lo habéis deseado.- Explicó Alana mirando a la nada.
-Aslan pudo evitar su muerte.- Alegó Peter molestó.
-No, no pudo. No se puede cambiar el destino de las personas, en vosotros pudo, pero porque planeaba traeros, temporalmente. Mi abuelo, no querría veros huérfanos, si lo hubiera podido lo habría evitado. Pero el destino de todos esta escrito, nadie sabe que sucederá al llegar a él, con cada acción hace que ese destino o final, cambié.- Explicó Alana con seguridad.
-Hablas de ello como si lo conocieras.- Alego Peter.
-Hay muchas leyendas en Narnia, entre ellas el mito del destino el cual se dice que en lo mas recóndito de lo inexplorado se haya una cueva en la que hay un ser con hilos de oro, en los cuales esta escrita nuestra historia, la habida y por haber, la cual no se puede tocar o cambiar. Al llagar al final de nuestra vida y del hilo, el ser corta, con unas tijeras, el hilo, dando fin a nuestra vida. Únicamente se sabe que existen cuatro métodos eficientes para traer a alguien a la vida. El primero la Gran Magia que gobierna a Narnia, la segunda la flor de fuego que Lucy posee, el tercero el hechizo prohibido de las Brujas, y el cuarto una técnica usada en algunas islas lejanas en las cuales cedes parte de tu energía al cadáver, dándole vida.- Explicó Alana recordando todo aquello a la perfección.
-¿Como sabes eso?- Preguntó Peter con curiosidad.
-Así salve a Shiary, mi madre me la enseño de pequeña, de esa forma ayudaba a los Narnianos que morían. Ellos creían que era alguno de mis padres, pero ninguno podía hacerlo. Mi padre no sabia de ello, mi madre al ser bruja no podía hacerlo y lo mismo con Evangeline, yo sabia y podía hacerlo, porque me lo enseño antes de que Alisa desapareciera. Cuando Jadis la encerró, me dio su poder inconscientemente.- Explicó Alana recordando aquello que Aslan había intentado hacer olvidar.
-Tus padres te usaban con fines curativos, ¿porque lo permitiste?- Alego Peter confundido.
-Yo quería hacerlo. Me sentía responsable de algo que no sabia que había hecho.- Aclaró Alana con felicidad.
-¿Cuantas vidas pudiste salvar?- Pregunto Peter.
-No muchas, ya que abusar de ello me producía pesadillas, así que pude salvar a una centena de Narnianos, todos ellos muertos a manos de las Brujas. En ningún momento traje a alguien que muriera por causas naturales.- Aclaró ella.
-¿Que clase de pesadillas tenías? Recuerdo que tras la muerte de Jadis, me desperté durante un año, tal vez mas, por pesadillas. Veía su rostro y recreaba la batalla, desde entonces nunca he vuelto a dormir del tirón.- Comentó Peter recordando aquello.
-Siempre he sufrido pesadillas. En unas veía a los Narnianos que había salvado, morir; en otras a mis padres, cuando ya habían muerto; también escuchaba gritos de auxilió y luego estaban las que salia Alisa. Estas últimas eran extrañas, ya que todo estaba nevado y lentamente una especie de escarcha que parecían tener vida propia invadía todo, quitando todo rastro de vida.- Narró Alana recordando y saltándose algunos temas.
-Y yo me quejaba de las mías.- Ironizó el Magnífico.
Alana no respondió, simplemente cogió su Sai y comenzó a jugar con él, desde pequeña había tenido aquella manía, lo mas extraño era que la ayudaba a concentrarse y a relajarse.
-¿Porque juegas con el arma?- Preguntó Peter.
-Me ayuda a concentrarme y a relajarme. Es una manía algo extraña.- Rió ella guardando el arma.
-¿Porque necesitas concentrarte y relajarte? No vamos a luchar contra nadie.- Alego Peter con su encantadora sonrisa.
-Tiendo a dormirme despierta, es decir, soy consciente de lo que pasa a mi alrededor, pero me adentro tanto en mis pensamientos que ni parpadeo y a veces ni respiro. Cuando comienzo a ahogarme reaccionó.- Rió ella guardando el arma.
-¿Como es posible que hagas eso? Es extraño, pero bueno, esto es Narnia, ¿cuando no hay algo raro?- Alego él también riéndose.
-¿Porque Narnia iba a ser diferente? Nunca ha cambiado, los mismos bosques, mismos castillos, mismos seres, mismas amenazas. No hay nada nuevo.- Dijo Alana mientras observaba que otra estrella desaparecía.
-Todo es muy diferente desde la época dorada. Todo cambia, a veces para bien otras para mal. Recuerdo nuestra reacción al saber lo sucedido aquí, nos preguntábamos porque Aslan permitió que nos fuéramos, y luego nos dijo que nunca mas volveríamos. Al principió pensé que se debía a que estaba enfadado con Susan y conmigo, ya que eramos los mayores. Él nos dejo a cargo de Narnia y nosotros la dejamos a su suerte. Aslan siempre ha cuidado de nosotros y nosotros no cuidamos de Narnia.- Alego Peter con la cabeza agachada.
-No se enfado con vosotros. Se cuando se enfada. Os dijo que no volveríais, porque debíais de vivir ya vuestra vida, en algún momento Narnia seria olvidada por vosotros, convirtiéndose en un simple sueño. Es cierto que la abandonasteis, pero no sois Narnianos, sois hijos e hijas de Adán y de Eva, este no era vuestro mundo, mi abuelo lo sabía. Aslan os trajo de nuevo para que no corrierais la misma suerte que mis hermanas y yo, al igual que todos nosotros, vosotros también pertenecéis a Narnia, fuisteis y sois nuestros reyes, ayudasteis a poner fin a dos grandes invasiones, y en ningún momento habéis pedido nada a cambio.- Respondió Alana mientras se transformaba en un león.
Al transformarse pudo escuchar un quejido producido por el dolor. Peter se dirigió al castillo, mientras Alana se adentraba a gran velocidad entre la maleza. La Narniana corrió, esquivando arboles, saltando rocas y pequeños montículos hasta llegar hasta una especie de templo, en el cual se alzo en memoria de todos aquellos Narnianos muertos en combate, junto a todos los que ayudaron. Alana, se transformo en humana, y entro. Al entrar vio a su hermana mientras una bruja la apuñalaba, al verla grito soltando parte de su poder.
En el castillo, todo el mundo salió al exterior al escuchar el grito. Al mirar al cielo, la noche había sido envuelta por un color sangre, al no ver a sus nietas, Aslan se preocupo y con ayuda de Caspian y Peter fueron en busca de ambas hermanas, mientras Edmund se quedaría por si ellas aparecían.
Los tres entraron en el bosque, todo estaba en silencio, en calma.
-¡Ayuda!- Gritaba con todas sus fuerzas Alana.
Aslan corrió guiando a los dos reyes hasta el Santuario, allí vieron a Alana arrodillada, a su alrededor había varias brujas que no podían atacarla, mientras que entre sus brazos estaba su hermana.
Al ver entrar a Aslan las Brujas se dieron la vuelta mirándole, todas ellas con temor en su mirada pero con una risa de diversión.
-El hechizo de las Almas esta casi completado.- Rió una de ellas.
Al escucharla Alana se levantó, levantó su mano derecha y cerro con fuerza su puño. La Bruja coloco su mano en el pecho, mientras los ojos de Alana se volvían amarillos. Aslan, al igual que los dos reyes retrocedieron al ver la maldad que desprendía aquella mirada.
-¿Que la estas haciendo?- Pregunto una Bruja asustada.
Alana no respondió, simplemente intensificó aquel poder, segundos después el corazón de la Bruja salió de su pecho, la Bruja cayó al suelo y con ella el corazón. Todas las Brujas retrocedieron asustadas, Alana se dio la vuelta y se arrodillo al lado de su hermana. La mirada de la Narniana estaba puesta en la gran mancha de sangre que surgía, pero era extraño, ya que Alisa respiraba, estaba viva mientras en su estómago había una profunda acuchillada.
-Alana...- Dijo Aslan con voz serena.
-Fuera.- Respondió ella con tranquilidad.
-Deja que llevemos a Alisa al castillo, podremos curarla.- Alego su abuelo acercándose.
Alana se levanto, y cogió el cuchillo que estaba a su lado, el cual tenia la sangre de su hermana.
-Mas te vale protegerla, porque entonces destruiré a Narnia.- Añadió Alana marchándose.
-¡No me amenaces!- Rugió Aslan.
-¿O que? ¿Me castigaras? ¿Me echaras de Narnia? Ya lo has hecho miles de veces, ¿y de que te ha servido? Crees que ahora proteges a Narnia, no lo haces. Debiste de haber dejado que muriera cuando has tenido la oportunidad.- Rió Alana jugando con el cuchillo.
-Alana, no dejes que el poder de Acheron te domine. Su oscuridad es menos poderosa que tu.- Dijo Aslan mirándola.
-La oscuridad me invadió hace muchos años, abuelo. Tal vez nunca la mostré porque sabia por lo que luchaba, ahora nada me ata a este lugar, y tu no me vas a detener.- Añadió ella mientras se reía.
De la nada Evangeline apareció y Alisa se levantó, ambas se pusieron ante Alana, la cual se había cruzado de brazos, mientras que el cuchillo levitaba por su cuenta.
-Tengan cuidado.- Dijo Aslan mirando a sus dos nietas mayores y a los dos reyes. Ambas sonrieron, mientras Alana miraba a ambas con cara de pocos amigos.
-Vaya, reunión familiar. La hermana muerta, la que estuvo secuestrada y la loca.- Rió Alana con sarcasmo.
-Esta no eres tu. Nunca has sido así.- Alegó Evangeline.
-¿Y tú que sabes? No hiciste nada para evitar que me fuera o que regresara, tampoco hiciste nada para evitar que Jadis te poseyera. Y se que sabias de Alisa, y no hiciste nada.- Alegó Alana enfadada.
-Creía que estabas segura. Busque a Alisa por todos los lugares posibles, pero no la encontré. Pensaba que lejos de mi ambas estarían seguras.- Alego Evangeline.
-Pues mira, estas equivocada. Que tragedia, condenaste a todo un pueblo por una rabieta tuya, ¿crees que no lo vi? ¿Que podrías salir ilesa?- Alegó ella.
-Bueno, tú no te quedas lejos, quieres destruir Narnia. No eres como Evengeline, ni como Jadis o Aslan. Eres tú misma, deja de comportarte como una loca.- Alego Alisa enfadándose.
-Yo ya estoy loca. Suerte en la batalla contra Jadis.- Rió Alana dándose la vuelta.
-No apagues tu humanidad. ¿Vas a rendirte? Vas a dejar que Jadis, aquella a quien has declarado la guerra nos gane. Pensaba que te importaba tu pueblo.- Dijo Caspian mirándola.
Antes de que Alana pudiera decir algo, Evengeline y Alisa empezaron a conjurar un hechizo. La Narniana se dio la vuelta y comenzó a gritar de dolor y de ira. Aslan desvío su mirada al suelo, el león se culpaba de lo que estaba pasando, y sabía que aquello requería de un culpable. Alana cayó al suelo y Alisa respiró intentando recuperar sus fuerzas, Evengeline miró a su abuelo y sonrió.
-Esto ha sido provocado por las Brujas. Ellas han conseguido meterse en su cabeza, ahora no lo harán. Pero hará que tenga pesadillas. No es tu culpa Aslan, todo lo que vivió jamas lo dijo. Lo mejor seria que lo supierais, saber que ha visto y vivido. No la contéis lo sucedido o sino, puede que intente hacerse daño. Alana es sobreprotectora.- Alego Evangeline, el fantasma se dio la vuelta y miro a su hermana. -Y tu, protegela. Ayudala.- Añadió desapareciendo.
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